Secuestrados

14 01 2002

Maritza Sixto, de 31 años, estudió Informática en Cuba y militó en la Unión de Jóvenes Comunistas. Una vez graduada, trabajó durante seis años en el Centro para el Control Estatal de los Medicamentos, perteneciente al Ministerio de Salud Pública y al Consejo de Estado, cuya tarea es supervisar las actividades del Polo Científico, situado al este de La Habana, e integrado por centros como Biotecnología e Inmunoensayos. Centros donde se exige a los investigadores una excelente preparación profesional, obediencia y dedicación absolutas para trabajar sin límite de horario —se les prohíbe incluso pertenecer a los sindicatos verticales de la Isla—, y confiabilidad política, traducida habitualmente en militancia.

Entre sus tareas, Maritza creó un software para la red latinoamericana de vacunas, de la Organización Panamericana de la Salud. En septiembre de 2000 viajó a Washington por 45 días para hacer ajustes a su programa. Una vez concluida su tarea, decidió ajustarse también ella y solicitar asilo político en Estados Unidos, que le fue concedido en febrero de 2001. En Cuba quedaban su esposo Fernando David Manero Polanco, de 28 años, y su hija de tres, Elizabeth Manero Sixto.

Tan pronto solicitó asilo, su familia fue desalojada de la vivienda concedida en usufructo por trabajar en el polo científico. El 6 de abril de 2001, Fernando Manero, técnico en la empresa de telecomunicaciones ETECSA, solicitó permiso de salida para él y su hija. Le comunicaron que tardaría no menos de tres años en recibir autorización para emigrar, como represalia por la “deserción” de su esposa, que había abandonado sin permiso el cuartel nacional, donde todo cubano es enrolado por nacimiento sin siquiera solicitarlo, aunque carezca de vocación castrense. Los trámites para la reunificación familiar en Estados Unidos dieron resultado, y el 27 de septiembre de 2001, Fernando y Elizabeth recibieron en la Oficina de Intereses norteamericana de La Habana, los visados para viajar. Fernando Manero insistió ante las autoridades, pero la respuesta fue idéntica: no se le concedería permiso para emigrar. Al respecto, las autoridades invocaron la ley cubana. Se trata, en todo caso, de la ley no escrita, dado que en el Código Penal vigente, artículos 347 y 348 incluidos en ”Delitos contra el normal tráfico migratorio”, no se menciona la “deserción”.

Tras un año de pacientes gestiones con las autoridades de la Isla, Maritza puso el caso en conocimiento de la comisión norteamericana que, a fines de 2001, discutió con la parte cubana los acuerdos migratorios. La Habana dio la callada por respuesta.

Vista la decisión cubana de ejercer su “derecho” a la represalia, Maritza Sixto ha decidido airear el caso, y ha dirigido una carta abierta al señor Fidel Castro, donde le recuerda sus propias palabras:

“La política perseguida por la revolución es que cualquier persona que desea irse de nuestro país e ir a algún otro lugar pueden hacerlo si tiene el permiso de entrar en otro país. Nuestro país no evita que ninguna familia emigre porque la construcción de una sociedad evolutiva y justa en socialismo es una decisión voluntaria y libre.»

“Los niños son sólo niños; ellos están creciendo y aprendiendo, ellos no son adultos, y nosotros respetamos el derecho de la familia de decidir por ellos. Si una familia quiere viajar a otro lugar del mundo, ellos viajan con los niños. Nadie les prohíbe que lo hagan.”

“Nosotros nunca hemos prohibido la migración legal, NUNCA.” “Nosotros hemos permitido la libre migración, Estados Unidos ha puesto el límite. En más de una ocasión, cuando las familias han estado separadas, nosotros hemos presionado para su reunificación. En otras palabras, respetamos completa y absolutamente los derechos de los padres.” (Fidel Castro, 23-12-1999 y 4-03-2000)

Recuerda también en su carta el caso Elián, donde con toda justicia se invocó el derecho de un niño a estar con sus padres, derecho internacionalmente reconocido, pero que al parecer las autoridades cubanas sólo admiten cuando es políticamente conveniente y en una sola dirección.

Cuba, por otra parte, es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que la obligaría a respetar el libre movimiento de las personas. Claro que también Cuba ha firmado declaraciones a favor de la democracia, el desarme o la libertad de expresión.

Las mafias internacionales han descubierto hace ya tiempo que el amor es rentable. Tasan a la persona, calculan la cotización del amor filial, y una vez capturada la víctima, regatean el precio con quienes han de pagar el rescate, empleando el antiquísimo procedimiento de los fenicios en los mercados de la carne. Con frecuencia apremian la negociación enviando a la familia alguna pieza de la víctima, con la garantía de que el resto aún es rescatable. El negocio está en alza en las nuevas repúblicas del este, y la guerrilla colombiana lo emplea, junto a la droga, como fuente estable de financiamiento; demostrando que el fin justifica los miedos.

En Cuba se ejerce una variante sui generis: el arte del secuestro ideológico.

¿En qué consiste?

Ante todo, vale recordar que a las universales dificultades que entraña la emigración sur-norte, y que pasa por la aceptación del país de destino, Cuba impone otras muchas: la existencia de un “permiso de salida” que las autoridades conceden (o no) de acuerdo a su albedrío. El calvario que supone solicitar ese permiso, si se trata de lo que ellos llaman “emigración definitiva” (expropiación de bienes, expulsión del trabajo, presiones de todo tipo). La prohibición de emigrar a los profesionales. Las trabas que se imponen a los menores, a los varones cercanos a la edad militar. Etcétera.

Además de las naturales dificultades que impone un país donde un médico necesitaría ahorrar 47 meses de salario íntegro para sufragar 200 kilómetros de vuelo a Miami, pasaporte y documentación (que deberá abonar en dólares, no en la moneda del país).Y del status de “no persona” que adquiere el emigrado, desprovisto ipso facto de derechos y bienes.

Esa es la razón por la que muchos profesionales, aprovechando un viaje de trabajo, simplemente no regresan a la Isla. Para evitar esa fuga, se ha implementado un pérfido sistema. En primer lugar, aunque el período que vaya a pasar el profesional fuera de Cuba se extienda por muchos meses o años, no se le autoriza a viajar con su familia, que queda bajo la “custodia” del gobierno cubano. Vale aclarar que el Estado cubano retiene, pero no mantiene al menor.

Si aún así el profesional decide abandonar el cuartel patrio y pasarse al “enemigo”, se le condena a la peor represalia: impedir que su familia se reúna con él durante un período que puede ir desde tres hasta cinco años, o más en algunos casos connotados. Además de su estricto valor como venganza, el procedimiento tiene otras utilidades:

Primero: El efecto disuasorio que ejerce sobre presuntos exiliables, quienes deberán valorar si están dispuestos a sufrir una separación de las personas que aman, cuya duración dependerá del albedrío de sus captores.

Segundo: Una vez producida la “deserción”, se garantiza (o casi) el prudente silencio de las víctimas, que se abstendrán de hacer declaraciones públicas sobre la situación en la Isla, e incluso sobre el secuestro de sus familiares, con la esperanza de que “portándose bien”, suscitarán la benevolencia de los secuestradores, quienes tienen en su mano acortar o prorrogar la cautividad de los rehenes ideológicos. Si los padres se “portan mal”, es decir, hacen declaraciones que desagraden a las autoridades de La Habana, se vinculan políticamente, u otros etcéteras, el Estado cubano se atribuye la potestad de retener al menor por tiempo indefinido, librándolo así de la mala influencia de sus padres, y cuidando con esmero de su salud ideológica.

Esa es la razón por la que se conocen pocos casos de Elianes a la inversa, aunque fuentes bien documentadas aseguran que existen hoy varios centenares de familias secuestradas en Cuba. Pero las cosas empiezan a cambiar.

Durante “cuatro años de infructuosos y humillantes trámites ante el régimen de Fidel Castro», en palabras de Vicente Becerra y Zaída Jova, estos intentaron que el gobierno cubano liberara a su hija de catorce años, Sandra Becerra Jova, para que se reuniera con ellos en Brasil. Al fin, hastiados, denunciaron el caso en la asamblea anual de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en San José de Costa Rica, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), e incluso la cancillería brasileña se interesó por el asunto ante el embajador de Cuba en Brasilia, Jorge Lezcano Pérez, sin recibir respuesta. Ventilaron el caso en la prensa, y poco tiempo después, alarmado ante esta inesperada violación de la omerta, el gobierno cubano liberó a la pequeña prisionera.

Cuando el Caso Elián, reiteré que el niño debería estar con su padre, fuera comunista, demócrata, republicano o anarcosindicalista, viviera en Matanzas o en Arizona. El sitio de un hijo está con sus padres: una lógica sin ideología que dicta el sentido común de cualquier persona, sin importar raza, país o creencias. Cuando una zona del exilio cubano se empeñó en librar una batalla para probar que un tío abuelo residente en un país democrático es preferible a un padre en un país comunista, estaba imponiendo el sentido político al sentido común. Razón por la que no sólo perdió la batalla, sino que confirmó la peor prensa que circula en este mundo sobre el exilio cubano y, en especial, el de Miami. Si en los años precedentes, ante la dramática situación de la Isla y el descrédito de sus líderes, el mundo empezó a mirar con otros ojos (y, sobre todo, a escuchar con otros oídos) a Miami, el Caso Elián trasladó el conflicto cubano al Jurásico: contra el dinosaurio de la izquierda se alzaban los dinosaurios de la derecha. Sabemos que muchos cubanos de pro advirtieron que instrumentalizar la orfandad de un niño era un error pero, lamentablemente, no llevaron la voz cantante en el conflicto. Y Fidel Castro advirtió desde el comienzo que le servían en bandeja de plata una victoria, el pretexto para una capacidad de convocatoria de la que ya no gozaba su extenuado discurso y, para colmo de felicidad, la prensa mundial, por primera vez en diez años, se haría eco de sus razones y no de sus desastres.

Mientras esto ocurría, y antes, y después, cientos o miles de Elianes a la inversa esperan en silencio la indulgencia de sus captores, los mandantes cubanos, dueños de las vidas de sus súbditos, cuya libertad es apenas un gracioso obsequio, y no un derecho.

Comprendo las razones de estas familias, pero también creo que los cubanos hemos hecho demasiado silencio. Quizás si se divulgaran los casos de esos cientos de elianes, privados de sus padres en un ejercicio de venganza política, y a los cuales La Habana no aplica la batería de argumentos humanitarios que disparó con alegría en el Caso Elián, la presión internacional lograría lo que no consigue la silenciosa desesperación de tantas familias fracturadas, mediante el tributo de silencio que exigen los secuestradores ideológicos de la Isla.

Secuestrados”; en: Cubaencuentro, Madrid,14 de enero, 2002. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2002/01/14/5738.html.





De que talibán, van

9 01 2002

Seguir la prensa cubana del 11 de septiembre a la fecha es todo un curso de posgrado sobre la ambigüedad periodística. Primero, fue la condena al acto, los votos de solidaridad con las víctimas, e incluso la oferta de ayuda médica —más tarde, y con menos razones, el señor Fidel Castro rechazaría la ayuda norteamericana para paliar los efectos del ciclón Michelle—. Con sus peros: la prensa cubana, sin hacer explícita su coincidencia, dio cabida en sus páginas a cuanta opinión, en la prensa internacional, calificara el ataque como respuesta a la “nefasta política imperialista”. En todo caso, siempre podrían argumentar que “yo no lo dije”, e invocar el derecho del pueblo a recibir un amplio espectro de opiniones. Un ejercicio más que escaso en los medios cubanos.

Tras el inicio de la guerra, se llegó a calificar a los talibanes de defensores de la patria afgana. El pueblo, para el lector cubano, se alistaba con entusiasmo bajo las banderas del mulá Omar, para enfrentar la invasión imperialista. Los gobiernos occidentales, Rusia y las ex repúblicas soviéticas, Pakistán, etc. (de China no se habló explícitamente) fueron tildados de comparsas de los invasores yanquis, a los que aguardaba un nuevo Vietnam. No podrían doblegar el patriotismo de los afganos (léase talibanes), contra los que en su día se rompió Rusia los colmillos —en su día no se nos dijo nada al respecto, por cierto—, y les aguardaba una guerra larga y sangrienta. Todo esto dicho con una alegría apenas disimulada.

El lector asiduo de Granma recibía cada día su ración de muertos civiles ocasionados por los bombardeos norteamericanos, de los que invariablemente salían indemnes los combatientes del mulá Omar y de Bin Laden. Incluso el abandono de Kabul fue explicado como una retirada “táctica”, con todas sus fuerzas “intactas”.

Tras dos meses de contienda, el atónito lector cubano recordaría aquella memorable pelea en que el locutor radial describía el opercut del púgil cubano, el jab al mentón, los ganchos machacando al adversario, y cuando la victoria (al menos la descriptiva) estaba al alcance de la mano, el boxeador cubano caía fulminado sobre la lona.

Del mismo modo, a dos meses del inicio de la guerra, los “intactos” talibanes rendían su último reducto, el pueblo afgano recibía aliviado el fin del imperio fundamentalista, y daba vítores a los malvados invasores. Se lograba un precario, pero hasta hace unos meses impensable, gobierno de transición, y el país se aprestaba a recuperar la normalidad arrebatada por veinte años de guerra.

El mulá Omar no murió abrazado a la bandera. Se le vio huyendo montado en una moto. Y el Bin Laden que envió con alegría a sus hombres al paraíso, ha hecho un sospechoso mutis por el foro. Huida que La Habana comenta como la inquietante transformación en una sombra inasible. ¿Será el nuevo fantasma que recorre el mundo, el fantasma del terrorismo?

Aún así, la prensa cubana se adscribe a la tesis de Bin Laden y la periodista Marina Menéndez Quintero comenta que “Estados Unidos ha decretado la guerra y la emprende contra el mundo árabe”. Se informa con contenido alborozo sobre las trifulcas en el reciente gobierno de transición. Y se asegura que a pesar de la recompensa ofrecida por Norteamérica a cambio de los cabecillas, “ningún afgano está dispuesto a entregarlos”. Un chiste que tendría en Afganistán muchísimo éxito.

Dados todos esos antecedentes, no es raro que, aún cuando data de finales de 2001, la noticia de que los terroristas capturados serían confinados en la Base Naval de Guantánamo, los cubanos tuvieran que esperar la llegada de los Reyes Magos para que se les informara, de pasada y sin mayores comentarios, en apenas tres párrafos.

Aunque por ahora sólo hay celdas disponibles para cien, 1.500 personas están trabajando para habilitar espacios seguros que den acogida a unos 2.000 prisioneros en los 115 kilómetros cuadrados de la base, donde viven 2.700 personas, entre civiles, militares y sus familias. El costo será de 60 millones de dólares,

¿Cuál ha sido la reacción de las autoridades cubanas? Primero: el silencio. Y hasta hoy, una escuetísima información, otra forma de silencio, (in)comprensible al tratarse de un asunto que atañe directamente a Cuba, el país donde se dedican infinitas mesas redondas, televisadas para todo el país, sobre la crisis argentina, la guerra afgana o la inmortalidad del cangrejo.

El Nuevo Herald refiere que “la semana pasada, después que varios miembros del parlamento local se opusieron al traslado, voceros del gobierno de la Isla se apresuraron a recordar que aún no hay una posición oficial sobre el asunto y parecieron restarle importancia al tema”. Al parecer ya la hay, porque el senador republicano por Pensilvania, Arlen Specter, luego de su reunión con Fidel Castro, asegura que éste, «como mínimo, no presentaría objeciones» al traslado de prisioneros a Guantánamo.

¿A qué se debe tanto silencio y discreción? Primero, a pesar de su guapería perpetua, Fidel Castro ha visto la barba de su vecino arder (nunca mejor dicho) y tiene la propia en remojo. De modo que prefiere hacerse el ciego, y no emitir comentarios susceptibles de convertirse en bumeranes. Pero hay otras razones: si el talibán y sus compinches han sido investidos subliminarmente por la servicial prensa cubana como patriotas afganos en lucha contra el imperialismo, ¿cómo protestar ahora por su presencia en territorio de la Isla? Y si son los instigadores del atentado que en su día Cuba deploró, ¿cómo protestar por que sean juzgados, cuando Cuba se dice adalid de la lucha contra el terrorismo mundial? De cualquier modo, el ajedrecista consumado de la política que es Fidel Castro, no ha tenido otra que enrocarse y asumir calladito las consecuencias de un antinorteamericanismo tan cerril que le ha arrimado como compañeros de viaje a los sujetos más retrógrados de la historia contemporánea. Tanto, que para ellos todo Occidente es una blasfemia. Fidel Castro incluido.

 

De que talibán, van”; en: Cubaencuentro, Madrid, 9 de enero, 2002. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2002/01/09/5664.html.

 





Guerrilleteo

21 12 2001

Desde los primeros 80, cuando la Isla abrió sus puertas al turismo, algunos jóvenes emprendedores, dotados de espíritu empresarial y sabiendo que la única materia prima de que disponían eran sus cuerpos, abrieron sus piernas al turismo.

Hasta entonces, el único turismo admitido por el gobierno cubano era el ideológico: los norteamericanos y cubanoamericanos de las brigadas Venceremos y Antonio Maceo (los maceítos), exiliados chilenos, etarras, IRAcundos irlandeses, intelectuales de todas las progresías posibles, guerrilleros en estado embrionario o larval, camaradas, compas, tovarich y compañeros.

Los maceítos, venceremitos, orteguitos (y no de Ortega y Gasset), no venían a probar las carnes de los nativos, sino a probar en sus propias carnes la experiencia revolucionaria.

Pero con la masificación del turismo empezaron a llegar visitantes más interesados en las (los) negra(o)s que en los rojos. El guerrilleteo fue sustituido por el jineteo.

Desde entonces, con sus altas y bajas, Cuba se ha convertido en un destino preferente del turismo sexual, promovido incluso por el Turoperador en Jefe, quien se ha jactado de que el país posee las prostitutas más cultas del mundo. Cosa que seguramente habrá entusiasmado a los putañeros con inclinaciones intelectuales.

A ratos ignorado (no hay peor ciego que el que no quiere ver), a ratos admitido, perseguido con saña o perseguido ma non tropo, el jineteo es ya una parte sustancial de la oferta turística de la Isla. Y la anatomía es mayor causa de repitencia que el buen servicio o la calidad de la oferta.

No obstante, las autoridades cubanas, temerosas de que Cuba no sea ya luz, faro y guía para la progresía mundial; sino el punto de referencia para todos los putañeros del orbe, intenta ofrecer una alternativa al jineteo: el guerrilleteo en clave paleontológica.

Los precursores de esta nueva oferta fueron los artesanos, que desde hace mucho ofrecen suvenires ideológicos basados sobre todo en la figura de Ernesto Che Guevara: llaveros, pulóveres, hasta posavasos guevaristas, para que nos sea dado contemplar al Guerrillero Heroico a través del Chivas Regal.

Ahora se nos propone un tour por los santos lugares de la Revolución Cubana: la Sierra Maestra —con ascensión al Turquino incluida para los más osados—, donde se puede visitar la comandancia de La Plata, los senderos que discurrió la guerrilla, los venerables escenarios de las batallas, y descender más tarde hacia Santiago de Cuba, donde el turista contemplará con sus propios ojos el Cuartel Moncada, acto de iniciación político-militar del señor Fidel Castro, y la derrota más celebrada de todos los tiempos.

Los promotores de este nuevo turismo reconocen que es aún minoritario —la carne turgente de los mancebos y las doncellas insulares parecen resultar más atractivos que la carne de la historia—, pero confían en que se convierta en breve en una alternativa importante a los polos del jineteo tradicional.

Cuentan para ello con la experiencia de Berlín, cuyo muro, cuidadosamente fragmentado, adorna hoy los despachos de muchos ejecutivos transnacionales con un pasado progre. Y, sobre todo, la experiencia de Europa Oriental y China. En Moscú es posible adquirir por un módico precio insignias del Ejército Rojo, retratos de Stalin, pines comunistas y hasta uniformes completos de la KGB. En China ya son tradicionales los tours por los lugares emblemáticos de la Larga Marcha y los hitos geográficos en la vida del Gran Timonel. Corea del Norte lo intenta, pero tiene poco público.

En menos de un siglo, el comunismo ha pasado de revolucionar el presente e indicar el camino hacia el futuro, a convertirse en arqueología. Pocas veces han tenido en sus manos los historiadores un material más caliente, como corresponde a un futuro que se convierte sin transición en pasado.

En Cuba, este nuevo turismo poscomunista (y con frecuencia nostálgico: Éramos tan jóvenes y felices en las barricadas del 68, ¿te acuerdas?), tiene un atractivo añadido: es posible contemplar en vivo y en directo uno de los últimos ejemplares de la especie que ya ha ingresado (nunca mejor dicho) en el Libro Rojo de la historia.

Con un poquito de iniciativa empresarial, no dudo que se obtengan pingües beneficios. Plastificar pelos de la barba del Comandante en Jefe —edición limitada, ejemplares autentificados por su dueño y numerados—para su venta en divisas libremente convertible. O que el prócer de la patria dedique una hora al día a dar apretones de mano con foto incluida, a 500 USD. En fin, un poco de ingenio y disposición para complacer al cliente. A diferencia de la experiencia museable que el turista puede disfrutar en Rusia o en Polonia, en Cuba, como en Jurassic Park, los dinosaurios están vivitos y coleando.

 

Guerrilleteo”; en: Cubaencuentro, Madrid,21 de diciembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/12/21/5514.html.

 





El hermanísimo

13 12 2001

“El Granma, como dijo Fidel hace ya un cuarto de siglo, no sólo llegó a Las Coloradas; continuó navegando por la Sierra y el llano; su proa arribó triunfante al primero de Enero de 1959 y ha proseguido ininterrumpidamente su ruta revolucionaria a lo largo de estos 45 años”. Son palabras del General de Ejército Raúl Castro Ruz, ministro de las FAR, en entrevista concedida al Teniente Coronel Jorge Martín Blandino, para el número especial de la revista Verde Olivo, en ocasión del aniversario 45 del desembarco del Granma. De ello se deduce que el pueblo cubano está embarcado hace 45 años.

¿Quién es el General de Ejército Raúl Castro Ruz, el hermanísimo, que de acuerdo a la línea sucesoria de la monarquía cubana se nos presenta como el presunto general en jefe que sustituirá al comandante en jefe?

El comunista

Ramón Castro, el mayor, se dedicó siempre a lo suyo, el campo. Durante años se ocupó de la manutención de sus hermanos, enfrascados en la (por entonces) improductiva aventura política. Raúl, en cambio, siempre creció a la sombra de Fidel. Mientras FC se dejaba seducir por los clásicos del fascismo — hasta el punto de tomar prestado al Meón Camp el título de su famoso alegato en el juicio del Moncada—, el menor se afiliaba precozmente al comunismo. Viajó en febrero de 1953 al Festival de las Juventudes celebrado en Viena, donde conoció al agente del KGB Nicolau Leonor —sí, el mismo Leonor que atacara a Putin recientemente por la retirada de la base de Lourdes—, a quien reencontraría durante el exilio mexicano y la preparación del Granma. Fue allí donde Raúl le presentó a otro de los pocos comunistas originales que participaron en la expedición: Ernesto Che Guevara. Durante aquel viaje al Festival de las Juventudes, Raúl conoció Rumanía, Hungría y Checoslovaquia.

Estando en la Sierra, fue interceptada una carta de Raúl al Che, donde aplaudía la actuación histórica de Stalin. La carta fue difundida en la radio por el legislador Rafael Díaz Balarte, cuñado de Fidel Castro.

Al mando del Segundo Frente Oriental Frank País, Raúl puso en práctica una especie de soviet, organizando un micro estado en las montañas con encargados de Sanidad, Justicia, Educación, Personal e Inspección, Finanzas, Construcción y Comunicaciones, Radio, Prensa, Escuelas de Instrucción Revolucionaria, Buró Agrario, Buró Obrero, y Obras Públicas. Y se dedicó más a la recaudación que al combate.

Con este pedigrí, no es raro que su hermano, astuto político que al llegar a La Habana afirmó que no era comunista y que la Revolución era “tan verde como nuestras palmas” (como el melón, apostilló el público posteriormente); le dejara parqueado en Santiago de Cuba, en una clara maniobra de engaño. Años más tarde, redireccionado ya el proceso, Raúl podría afirmar sin tapujos que “todos nuestros oficiales piensan en ruso” (Roberto Ampuero: Nuestros años Verde Olivo). De modo que si algo queda claramente documentado, es su temprana filiación comunista.

¿El estratega?

Se supone que un ministro de las Fuerzas Armadas sea, ante todo, un militar de carrera. Raúl Castro es, en cambio, un general sin batallas. Por el contrario que el Che o Camilo Cienfuegos, quienes condujeron la invasión a Occidente y decidieron el curso de la guerra. Siempre cerca de su hermano, sus virtudes han sido ejecutivas. Al mando del Segundo Frente, la conducción de las acciones recayó en sus jefes de columna, en especial Efigenio Ameijeiras, Félix Pena, Manuel Fajardo y Ciro Frías. Los combates de Lima y Marcos Sánchez fueron conducidos por Ameijeiras y Villa, y el de Imías, estuvo a cargo de Pena y Belarmino Castilla. En la toma del Central Soledad, fueron decisivos los hermanos Herrera. El gran “éxito militar” de Raúl, más bien un “éxito de marketing”, fue el secuestro de 29 marines el 28 de junio de 1958. Una práctica que retomarían y perfeccionarían las guerrillas colombianas, al igual que su experimento de mini estado guerrillero en Yateras.

De modo que, en medio siglo, el militar de más alto rango en Cuba no tiene ni una batalla memorable en su haber. El desastre del Moncada fue obra de su hermano; la victoria de Girón, de El Gallego Fernández; la invasión, de Camilo y Guevara, y la guerra de Angola fue tarea del incómodo General Arnaldo Ochoa.

Fidel Castro, conocedor de las limitaciones de su hermano, y sabiendo que sólo jefes militares capaces lo conducirían al triunfo, lo confinó al Segundo Frente (en compañía de probados guerrilleros, como Ameijeiras), mientras depositaba en otros el peso de la guerra. Una vez obtenido el triunfo, y cuando la fidelidad pasó a ser más importante que la eficiencia, le permitió ascender al segundo puesto en el escalafón. Porque si una virtud tiene Raúl a los ojos de su hermano es la fidelidad. Sólo Celia Sánchez y él han gozado de la irrestricta confianza del desconfiado boss. Un porvenir que Raúl Castro ha sabido labrarse, dada su habilidad para la estrategia palaciega. De un modo u otro, ha logrado deshacerse de los jefes militares que le hacían sombra en su lugar a la diestra del Señor: Camilo, el Che, Ramiro Valdés, Ochoa, Abrahantes.

El sanguinario

Su fama de sanguinario data del exilio mexicano, cuando se encargó de ejecutar personalmente a un expedicionario acusado de traición. En el Segundo Frente abundaron más las ejecuciones que los combates. Incluso los marines secuestrados fueron invitados a presenciar el fusilamiento de varios prisioneros acusados de bandidos. Circula la anécdota de que Fidel le comunicó que no quería más sangre en el Segundo Frente, momento en que el obediente Raúl optó por ahorcar a los prisioneros. Tras el triunfo, se encargó personalmente de supervisar las ejecuciones de policías y militares acusados de crímenes en la zona oriental. Y recientemente, José Basulto dice tener confidencias de fuentes de inteligencia norteamericanas asegurando que en las grabaciones relacionadas con el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate se escucha claramente la voz de Raúl Castro. Se cuenta que durante los sucesos de agosto de 1994 en La Habana, cuando por primera vez los cubanos se lanzaron a la calle, el ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, le pidió instrucciones. Raúl le respondió que si la cosa se ponía peor, habría que “sacar los tanques”. Al cabo, no fue necesario. Los palos de las Brigadas de Acción Rápida, el Contingente Blas Roca, y la presencia de su hermano mayor disolvieron los disturbios. Dado su escaso carisma y la poca simpatía de que goza entre la población cubana, ya sabemos que Raúl Castro no habría dudado en apelar a métodos más contundentes. ¿Le habría obedecido el ejército y disparado contra la población? Ya eso es harina de otro costal, y algo que posiblemente no sepamos hasta que no ocurra.

El hermano

A pesar de su papel de segundón eterno junto a la figura de Fidel, sometido a su personalidad y su despótico paternalismo de mayoral en la finquita nacional, la fidelidad de Raúl al Hermano en Jefe parece fuera de duda. Se afirma incluso que la frase «Donde sea, como sea y para lo que sea, Comandante en Jefe: Ordene», es obra suya. En la Sierra Maestra, sus ataques de celos hacia personalidades más a la altura de Fidel, como Camilo y Guevara, le merecieron el ascenso a comandante y el alejamiento al Segundo Frente, donde no tendría oportunidad de introducir ruidos que alejaran la victoria.

Algunos analistas de su personalidad le diagnostican un viejo complejo de inferioridad que se refleja en un afán de diferenciación (reafirmación). El atildado y ordenado Raúl, frente al descuidado y caótico Fidel. Sin nada que oponer a la personalidad arrolladora y el carisma del hermano mayor, Raúl cultivó las artes de la intriga, el calculado rencor y la paciencia: afiladas armas para la supervivencia en una corte donde ni hijos, ni hermanos disfrutan de inmunidad. La incondicionalidad es el único parentesco que ofrece garantías. Virtud que ha perfeccionado.

¿Es entonces el General de Ejército Raúl Castro, “un dirigente con dominio de la situación y capacidad de prever el futuro”, como afirma el Teniente Coronel Jorge Martín Blandino en su entrevista publicada en Granma? ¿Será cierto, como asegura su entrevistado, que tras la muerte del Castro mayor “la Revolución, sencillamente, seguirá adelante” como si tal cosa? ¿Será acertada su afirmación de que “No es exacto hablar de relevo de generaciones en la Revolución cubana, sino de continuidad”? ¿Sustituirá realmente Raúl a su hermano? Y, en tal caso, ¿qué podemos esperar de él? Son preguntas que merecen respuesta.

Comunista de antiguo pedigrí, general sin batallas, líder de segunda, rencoroso, calculador y más taimado que inteligente, Raúl Castro carece de cualidades para ejercer un verdadero liderazgo, pero más que suficientes para, apoyado sobre una nomenclatura temerosa de perder sus privilegios —y, más aún, de que se les pidan cuentas—, mantenerse en el poder durante el período de gracia que le conceda su maltratada anatomía. Más aún si sabemos que, en caso de necesidad, no dudaría en apelar a soluciones drásticas.

Pero, ¿realmente sustituirá a Fidel, como asegura la línea sucesoria?

La pregunta tiene una doble respuesta: la física y la política. La primera depende de los misterios de la fisiología y resulta difícil de responder. Se sabe que Raúl Castro, a sus 70 abriles, no es un chiquillo, que su salud ha sufrido quebrantos, a lo que ha colaborado (dícese) su afición a los alcoholes de alto octanaje. Por su parte, del hermano mayor se asegura que padece cáncer intestinal, una dolencia cardíaca y que ha sufrido un par de isquemias cerebrales, más una colección de estragos menores; aunque dado el secretismo, la frontera entre el dato y la conjetura es neblinosa. De cualquier modo, lo cierto es que la reacción de su corte cuando sufrió un apagón en el Cotorro y las reiteradas referencias de Raúl a la sucesión permiten suponer que se trata de una muerte anunciada, aunque no necesariamente inmediata. Una opción semisucesoria, sería el agravamiento de su ya obvia pérdida de facultades —lapsus, extravío del hilo en los discursos, dificultades del habla—hasta convertirlo en una suerte de icono que la nomenklatura se encargará de sacar en procesión mientras dure.

La respuesta política es sencilla: no lo sustituirá. Ocupará, presuntamente, su sitio.

En cualquier caso, Raúl Castro sí viene preparando la sucesión desde hace mucho tiempo, incluso antes de que fuera previsible. Desde fines de los 70 y principios de los 80, hombres del entorno de Raúl Castro han ido ocupando posiciones que consoliden una plataforma de fieles para el ejercicio del poder: aquel Humberto Pérez de la Junta Central de Planificación, extirpado por “tecnócrata” en 1985; Carlos Aldana, omnipotente capo del DOR, caído en desgracia por dedicarse a ejercer por cuenta propia. La retirada de Ramiro Valdés, su eterno rival y creador de la elite represiva, el Ministerio del Interior, allanó el camino al hermanísimo, que vio consumado su triunfo tras los sonados casos de 1989 relacionados con el tráfico de drogas. Empezando por Abrahantes, el ministro encarcelado y muerto en prisión en misteriosas circunstancias, el MININT fue “saneado”, y sus mandos, sustituidos por hombres de Raúl, hasta convertirlo, en la práctica, en un departamento de las FAR. Aberlado Colomé Ibarra, el actual ministro, responde directamente a Raúl. Por primera vez en treinta años, el hermanísimo tenía bajo su control hasta la última pistola del país.

Pero el “clan Raúl” no se limita a las instituciones armadas. Sólo seis dirigentes cubanos integran los tres círculos exclusivos del poder: el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros y el Buró Político. De ellos, cuatro pertenecen al clan: Raúl, Aberlado Colomé Ibarra, Marcos Portal y Julio Casas Regueiro. Los otros son el propio Fidel y Carlos Lage. Veinte oficiales de las fuerzas armadas son delegados a la Asamblea del Poder Popular, cuya actual función ornamental no la exime de tener mañana cierta importancia, sobre todo de cara a la legitimación exterior del nuevo gobierno.

Marcos Portal, ingeniero químico, y esposo de Tania Fraga Castro, sobrina de Fidel y Raúl, es el ministro de la Industria Básica (MINBAS) desde 1983, miembro del Buró Político desde 1997, y del Consejo de Estado desde 1998. Un ministerio que ha acaparado recientemente la producción farmacéutica. Formados por Marcos Portal en su ministerio son los actuales ministros de pesca, Alfredo López Valdés, y de Comercio Exterior, René de la Nuez. A ellos se suma el cuñado de Portal, José Antonio Fraga Castro, al mando del Grupo Empresarial de Laboratorios Farmacéuticos (LABIOFAM). Al “clan” pertenecen también el ministro de Economía, José Luís Rodríguez, el presidente del Banco Central, Francisco Soberón, y el ministro de Salud Pública, Carlos Dotres, quien lleva la “diplomacia de los médicos”, que ejercen sus funciones en numerosos países del Tercer Mundo. En total, según algunos expertos citados por El Nuevo Herald, existen hombres de Raúl ocupando altos puestos directivos en la mayoría de los 27 ministerios y 4 institutos que componen la Administración Central del Estado.

Julio Casas Regueiro, primer viceministro de las FAR, lleva a cabo la llamada “política de perfeccionamiento económico”. Y el verdadero “perfeccionamiento”, que es el tránsito hacia una economía de mercado, está también en manos de oficiales de Raúl Castro, en activo o jubilados, cuya presencia es abrumadora en la dirección de las empresas mixtas y en todas aquellas que operan en la economía del dólar.

Queda claro que la sucesión está siendo preparada. Y en tal caso, ¿qué podríamos esperar del hermanísimo en el poder? Para responder a esa pregunta deberíamos repasar algunas de sus conductas y declaraciones durante los últimos años.

Han sido notables sus salidas de tono y sus afirmaciones, cuando menos, sorpresivas. Algunas se pueden atribuir fácilmente a su incapacidad política, como cuando dijo el 4 de enero de 2001: «Que estén alertas, que no se desvíen, que la experiencia de lo que sucedió en la URSS, muy especialmente nos puede pasar aquí, esa autodestrucción del país más grande del mundo». Y el diario Granma tuvo que corregirle la plana. También ha afirmado que «esto es sociolismo, no socialismo», que «esto no lo para ni un millón de policías», refiriéndose a la corrupción generalizada, o que «aquí el problema no es el imperialismo, es el hambre».

Su hermano, pendiente de su papel en la historia, de donde dimana su fundamentalismo y su terca negativa (a menos que sea imprescindible para su supervivencia) a enmendar la obra con la que pasará a las enciclopedias, ha supeditado durante más de 40 años los intereses del hombre común a su proyecto personal. Ha aspirado a una parcela del liderazgo mundial, de cara al Tercer Mundo, a América Latina, a África. Y confiando en que su voluntad y sus dotes de liderazgo anularían cualquier oposición, no ha dudado en sacrificar para ello la felicidad y el bienestar de los cubanos.

Raúl no cuenta con esas dotes, y está más cerca de las preocupaciones del hombre común. Más cerca no significa que las haga suyas, sino que deberá considerarlas si quiere conservarse mínimamente en el poder. Difícilmente ignore que, además, no cuenta con la simpatía de los cubanos; ni tiene a su favor la mística que sí ha cultivado su hermano.

¿Qué podríamos esperar entonces de su gobierno?

Su tradición autoritaria (y su propio instinto de supervivencia) permiten augurar que no admitirá cambios políticos sustanciales —ni siquiera en la esfera académica; recordemos que fue suyo el cierre del CEA y las feroces críticas a los intelectuales—. Sus precoces votos comunistas permitirían augurar una vuelta de tuerca a la ortodoxia. No obstante, sabe que si desea ser tolerado deberá favorecer una mejora en las condiciones de vida de la población, una vez caducada la mitología equina. Y un barrunto de lo que podría suceder lo hallamos en su visita a China en 1997, cuando en entrevista con el primer ministro Li Peng, aseguró que las reformas que tienen lugar en ese país podrían servir de referencia y aplicarse en Cuba. Es decir, apertura de mercado y represión política. Una fórmula que en el gigante asiático ha permitido un cuarto de siglo de crecimiento económico sin desbancar del poder a la clase reinante. No es raro entonces que sean hombres del “clan Raúl” quienes lleven en Cuba la mayoría de las empresas que ya actúan de acuerdo a las leyes del mercado.

Otro asunto de la mayor importancia, son las relaciones con el vecino del norte. En enero, Raúl advirtió a Estados Unidos: «yo soy de los que creen que al imperialismo le convendría más tratar, con nuestras diferencias insalvables, de normalizar las relaciones en vida de Fidel que en el futuro». De lo que podemos leer todo lo contrario. Ajeno al “destino histórico” de su hermano, para quien el embargo y la beligerancia han sido excelentes medios de proyección internacional de una imagen numantina, y perfectas excusas para la indigencia económica; Raúl pactaría más fácilmente una apertura hacia el norte en el sentido económico, siempre que el monopolio político a corto plazo no se viese afectado. ¿Aceptaría Estados Unidos una invitación de esa índole? ¿Aceptaría la comunidad cubana participar en el reparto del pastel económico cubano? No se puede dar una respuesta categórica, pero habría que ver las condiciones que ofrezca el nuevo mayoral de la finca. Seguramente habrá empresarios norteamericanos y cubanoamericanos, que estarían dispuestos, sin demasiados remilgos, a concertar buenos negocios. Salvando las distancias, Norteamérica mantiene con China un enorme volumen de negocios, sin que hasta hoy el tema de las libertades o los derechos humanos haya determinado los índices de la bolsa.

¿Presenciaremos en Cuba la Era China de El Chino, como algunos llaman a Raúl Castro Ruz? ¿Fallará la paciencia de los cubanos y veremos al hermanísimo escribir sus memorias en alguna isla remota del Yang-Tse? Está por ver. La realidad es siempre más sorpresiva que cualquier conjetura.

El hermanísimo (II) ”; en: Cubaencuentro, Madrid,18 de diciembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/12/18/5439.html.

El hermanísimo (I) ”; en: Cubaencuentro, Madrid,13 de diciembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/12/13/5370.html.





Victoria de la razón

5 12 2001

Por décima vez consecutiva, el embargo norteamericano ha sido condenado por amplia mayoría. Esta vez 167 países votaron a favor de la resolución 56/9, 3 votaron en contra y tres se abstuvieron. “Contundente victoria de Cuba en las Naciones Unidas”, puede leerse en el Diario Granma, ansioso por demostrar, como de costumbre, que el planeta en pleno apoya al gobierno de la Isla. Olvidando que la inmensa mayoría de esos países votó hace no mucho a favor de condenar al gobierno cubano por su sistemática violación de los derechos humanos. En aquel momento la prensa insular tildó a esas mismas naciones de lacayos del Imperio, lamebotas y sobornados. En su esquema maniqueo de las relaciones internacionales, no parecen comprender que existe algo llamado “independencia de criterio”.

De hecho, no se trata de una victoria del gobierno cubano —que ha secuestrado el nombre de Cuba durante medio siglo—, sino de la razón.

En teoría, el embargo tiene como propósito presionar a la Isla para forzar el cambio hacia un Estado de derecho y el respeto a las libertades individuales. Y la razón nos dice que si no lo ha conseguido en 43 años, algo falla. Las únicas dos empresas que han aplicado empecinadamente la misma política durante 43 años, a pesar de su probada ineficacia, son el gobierno cubano y quienes mantienen en Estados Unidos el embargo. En ambos casos se invoca la felicidad de los cubanos. En ambos casos, la felicidad de los cubanos es lo que menos cuenta.

Cuando ya la ineficacia del embargo había quedado sobradamente demostrada, e incluso su utilidad para el gobierno de la Isla, que la emplea como hoja de parra para tapar su ineficiencia, la respuesta norteamericana fue recrudecerlo, al aprobar la Ley Helms-Burton. Una ley que “procura sanciones internacionales contra el Gobierno de Castro en Cuba, planificar el apoyo a un gobierno de transición que conduzca a un gobierno electo democráticamente en la Isla y otros fines». Su presupuesto básico es sancionar y reparar «el robo por ese Gobierno [el de Castro] de propiedades de nacionales de los Estados Unidos», haciendo de ello un instrumento para la democratización de Cuba.

Y será el presidente de Estados Unidos quien determine cuándo existe un gobierno de transición. Dimanar de elecciones libres e imparciales y una clara orientación hacia el mercado, sobre la base del derecho a poseer y disfrutar propiedades, son las condiciones adicionales para que el mismo presidente concluya que se trata de un gobierno elegido democráticamente, momento en que la felicidad reinará en la Isla, ya que el bienestar del pueblo cubano se ha afectado, según la ley, por el deterioro económico y por «la renuencia del régimen a permitir la celebración de elecciones democráticas». La primera razón es obviamente correcta. La segunda, indemostrable. Taiwán, Corea y Chile, por un lado; Haití, Nicaragua y Rusia, por el otro, demuestran que la democracia de las urnas y la democracia del pan no forman un matrimonio indisoluble.

La presunta “amenaza castrista” permite a la ley apelar a la extraterritorialidad y sancionar a terceros países, dado que «El derecho internacional reconoce que una nación puede establecer normas de derecho respecto de toda conducta ocurrida fuera de su territorio que surta o está destinada a surtir un efecto sustancial dentro de su territorio» (sic). [No sólo a entidades y personas que]»trafiquen con propiedades confiscadas reclamadas por nacionales de los Estados Unidos», sino a quienes establezcan con Cuba cualquier comercio en condiciones más favorables que las del mercado; donen, concedan derechos arancelarios preferenciales, condiciones favorables de pago, préstamos, condonación de deudas, etc., etc. Es decir, todo lo que proporcione al Gobierno Cubano «beneficios financieros que mucho necesita (…) por lo cual atenta contra la política exterior que aplican los Estados Unidos». De modo que el planeta Tierra y sus alrededores quedan advertidos: Cualquier acción que contradiga la política exterior norteamericana respecto a Cuba, queda terminantemente prohibida.

El resultado ha sido la posposición indefinida de la aplicación de sus capítulos más drásticos. Helms y Burton no tomaron en cuenta que esas actividades económicas son también beneficiosas para los inversionistas, y como la primera ley del capital es la ganancia, la primera libertad democrática es la libertad de empresa, y el primer deber de un gobierno es defender a sus ciudadanos, y si son empresarios, más aún, la protesta ha sido unánime, consiguiendo de rebote la solidaridad hacia el pueblo cubano (que el gobierno de Fidel Castro monopoliza para su usufructo). En lugar de quedar «aislado el régimen cubano», la ley ha conseguido aislar a Estados Unidos, como se observa en cada votación de la ONU al respecto.

Está claro que Fidel Castro jamás aceptará las decisiones de una corte norteamericana, de modo que no será él quien pague las propiedades que expropió. ¿Quién las pagará entonces? Aunque la Ley Helms-Burton estipula que el presidente de Estados Unidos podrá derogarla una vez se democratice la Isla, las reclamaciones anteriores a esa fecha tendrán que ser satisfechas (incluso la voluntad de satisfacerlas es condición para que el nuevo gobierno sea aceptable); de modo que se da el contrasentido: Una ley dirigida contra Castro sólo afectará al gobierno de transición o al «democráticamente electo» que lo suceda, es decir, el que, al menos teóricamente, propugna la ley. Gobierno que heredará un país arruinado, y una deuda que no contrajo. Si el propósito es fomentar el nacimiento de una democracia precaria, está muy bien pensado.

Con ley o sin ella, si a alguien faltará lo elemental, no será a Fidel Castro, factor que deberíamos tener en cuenta todos los cubanos al pronunciarnos al respecto. Aunque alguno ha afirmado que se trata de «alentar» a los cubanos a «derrocar la dictadura». Una especie de «Sublevación o Muerte» que desde el exilio veremos por televisión.

La oposición cubana al embargo/bloqueo, puede inducir a algunos analistas a pensaren su presunta utilidad. Si observamos con atención, descubriremos que esa oposición es retórica, y que todo intento de distensión ha sido bombardeado desde La Habana, dado que los beneficios económicos del cese del embargo no compensarían la rentabilidad política de su mantenimiento, que permite al señor Fidel Castro mantener un discurso victimista, convocar la solidaridad internacional y justificar el desastre del país.

En 43 años se las ha ingeniado para domar con discursos y represión la miseria de su pueblo. Pero sabe que sería más difícil manejar las consecuencias de una apertura en toda regla, la invasión de turistas, productos y capital norteamericano. Razón por la que hasta hoy ha admitido la inversión extranjera sólo en la medida que le ayuda a paliar los efectos de la crisis y colaborar en su propia supervivencia. Entonces, ¿esas inversiones que el embargo y la Ley Helms-Burton pretenden evitar, contribuyen a apuntalar al gobierno actual? A corto plazo, sí. Pero también alivian la dramática supervivencia de los cubanos que viven en la Isla, cuyo sufrimiento no puede ser la moneda con que se compre una presunta «transición democrática». Y a mediano plazo, cada empresa que se desliza a otro tipo de gestión demuestra la ineficacia de la economía estatal ultracentralizada al uso, y debilita los instrumentos de control del individuo por parte del Estado. Concede al pueblo cubano una percepción más universal, más abierta, y de ahí una mayor noción de sus propios derechos, o de su falta de derechos, en contraste con los que se otorgan al extranjero en su propia tierra; desmitificando el camino trazado desde arriba como el único posible.

Hoy los turistas y los empresarios extranjeros corroen más que cualquier embargo las doctrinarias exhortaciones al sacrificio. La mayoría sospecha que el porvenir no queda hacia delante, por la línea trazada que se pierde más allá del horizonte y cuyo destino es por tanto invisible, sino hacia el lado. Más al alcance de la mano.

Victoria de la razón”; en: Cubaencuentro, Madrid,5 de diciembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/12/05/5211.html.

 





La tercera erre

30 11 2001

Partieron de Bahía Honda la noche del 16 al 17 de noviembre en una lancha rápida, mientras un temporal de viento batía el Estrecho de la Florida. Eran treinta, entre ellos14 niños y un bebé de nueve meses. Habían pagado de $5.000 a $10.000 por un traslado seguro. Debían arribar en pocas horas a las proximidades de Miami, tocar tierra, y acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, promulgada en 1966, que les permitiría residir y trabajar en Estados Unidos. Como otros 2,400 cubanos en los últimos 12 meses. Al siguiente martes, guardacostas estadounidenses descubrieron, a unos 80 Km. al sureste de Cayo Hueso, una embarcación semihundida, sin rastro de supervivientes. Se difundió el rumor de que los había recogido un buque panameño, pero las autoridades de ese país lo desmienten. Diez días más tarde, los treinta cubanos no han llegado a ninguna parte. Engrosan ya la legión de 30.000 compatriotas que en estos 43 años descansan sin paz en un mar plagado de tiburones y peinado por las tormentas.

El señor Fidel Castro culpa de las muertes a la Ley de Ajuste, y en su discurso del 27 de noviembre declara su “dolor y su pena” por los adultos, pero más aún, su luto por los niños inocentes “arrancados a la Patria”. Y se pregunta por qué deben morir en el estrecho niños cubanos que disfrutan de atención prenatal, “cuidados intensivos posnatales, servicios médicos gratuitos durante toda la vida, vacunación contra 13 enfermedades prevenibles, alimentación adecuada (sic.), círculos infantiles, educación…”, etc. La respuesta podría haberla dado hace años, tras pedir asilo en Canarias, un pescador cubano. Entrevistado por la radio, afirmó que la educación y la atención médica eran buenas en Cuba. ¿Por qué pides asilo entonces?, le preguntó el periodista. “Porque uno no siempre está estudiando o enfermo”, ripostó sin pensárselo dos veces.

Aunque la pregunta del señor Castro bien podría suscitar muchas otras preguntas:

¿En qué se diferencian estos niños que ahora lo enlutan de aquellos que se ahogaron en el remolcador “13 de Marzo”, hundido sin que hasta hoy los culpables paguen por sus muertes?

¿Por qué Cuba, país que recibió casi un millón de inmigrantes durante la primera mitad de siglo (cuando según él era un país miserable), ha exportado dos millones de cubanos en la segunda mitad?

¿Por qué tras la instauración del socialismo, paraíso de los trabajadores, han emigrado dos millones de ciudadanos, en su inmensa mayoría trabajadores?

¿O es que había dos millones de burgueses y oligarcas, en cuyo caso el país debió ser un emporio de riqueza a su llegada? ¿Acaso ha generado el socialismo una nueva burguesía de recambio, exportable?

¿Por qué medio millón de cubanos ha emigrado hacia países (incluso muy pobres) donde no existe Ley de Ajuste? ¿No será que en Cuba subsiste desde hace 43 años cierta Ley de Desajuste, y se huye de muchas miserias, no sólo de la material?

¿Por qué afirma el señor Castro que “desde el triunfo mismo de la Revolución, nunca nuestro país puso obstáculos a la emigración legal de los ciudadanos cubanos a Estados Unidos o a cualquier otro país”, cuando pedir la salida ha conllevado siempre expulsión del trabajo, condenas a labores agrícolas hasta tanto llegara la salida, discrecionalidad del gobierno en cuanto a conceder (o no) el permiso para emigrar, cuando no una despedida con mítines de repudio, escarnio y golpes?

¿Por qué en Cuba se ha sancionado durante años con fuertes penas de prisión a quienes intentaban huir ilegalmente, práctica impensable en la inmensa mayoría de los países? ¿Y por qué es Cuba el único país que despoja al emigrante de sus bienes, le impide sufragar el viaje con su trabajo, reduciéndolo a minusválido migratorio, y le impone además sanciones económicas en forma de tasas abusivas?

¿Por qué las autoridades de la Isla se consideran propietarias de sus profesionales, educados gracias a la aportación de sus padres, cuyos salarios irrisorios conceden al Estado una plusvalía más onerosa que cualquier impuesto? ¿Y por qué el señor Castro es propietario de los niños cubanos, decidiendo si pueden o no emigrar con sus padres, reteniéndolos incluso cuando éstos huyen sin permiso, y castigando en los niños (cuya inocencia defiende con fervor), el “pecado” libertario de sus mayores?

Evidentemente, son muchas las preguntas que el gobierno cubano ha olvidado formular. Y la respuesta es siempre política: huir es un delito ideológico. Por eso durante años se prohibió a todo habitante de la Isla el contacto con el “enemigo”, así fuera su padre o su hijo. La familia política debía sustituir a la familia de la sangre. Pero casi siempre se demuestra que una suegra no es precisamente una madre.

Si la Ley de Ajuste fuera la culpable del éxodo ilegal, éste se habría comportado del mismo modo desde 1966. Pero sabemos que tras una corta fase inicial donde el exilio estuvo integrado por personas vinculadas al régimen anterior, y grandes empresarios expropiados, emigró durante los 60 y 70 una vasta clase media: miles por el Puerto de Camarioca, 300.000 a través de los llamados “vuelos de la libertad”, entre 1965 y 1973.En todos esos casos, el presunto emigrante necesitaba contar con un familiar que lo reclamase. En caso contrario, podía ir armando su balsa. Sabemos que tras las visitas familiares que empezaron a producirse a fines de los 70, se derrumbó el mito propagandístico que pintaba a los exiliados como los sirvientes pobres del “amo yanqui”, lo que, sumado a la felicidad siempre futurible que prometía la Revolución (a esas alturas ya no revolucionaba nada), condujo al Mariel. También sabemos que durante la relativa bonanza de los 80, y con la misma Ley de Ajuste, disminuyó el éxodo. Para multiplicarse con el derrumbe de los 90, que instauró la Era de las Tres Erres: “Resistir, Robar o Remar”.

Del otro bando, han sido proverbiales las limitaciones impuestas por la Oficina de Intereses norteamericana en Cuba para conceder visados. Y comprendo que cada país establece las normas que entienda para el ingreso a su territorio. No obstante, el mismo ciudadano al que se considera inapropiado, se vuelve admisible si logra sortear el estrecho sobre una tabla de wind surf, jugándose la piel (y el resto de su anatomía) y pisar tierra. Si no lo consigue, se convierte en «mártir de la libertad» o «escoria apátrida», según el bando. Aunque de un tiempo a esta parte, La Habana ha descubierto que esos cadáveres también son reciclables para la causa, declarándolos víctimas del imperialismo, nunca del socialismo. Una suerte de imbéciles obnubilados por la película del sábado; aunque ello resulte sorpresivo en el país que se declara “el más culto del mundo” (FC verbigracia), y donde hasta las prostitutas han pasado de ser invisibles a ser catedráticas.

En cualquier caso, las víctimas de esta macabra regata son el saldo de la desesperación, el tributo a la esperanza. Sus compatriotas lamentamos esas muertes. Sus familiares no se recuperarán nunca de su ausencia, tras haberlos llorado frente a un retrato, sin cadáver y sin flores. Para los espurios intereses de uno y otro lado, son apenas fragmentos de estadística política.

Nos faltan aún por presenciar muchos naufragios antes que concluya la regata más trágica y larga de la historia. Quienes no pueden o no quieren robar, quienes han agotado la condena a resistir por decreto, seguirán optando por la tercera erre.

Es muy generoso el señor Castro al lamentar las muertes de los náufragos. Si no fuéramos tan suspicaces, al considerar interesada su exhortación a derogar la Ley de Ajuste, si nos tragáramos su reciente vocación humanitaria, sería encomiable. Y si no recordáramos que él también tiene su Ley de Ajuste no escrita, otorgando asilo confortable a terroristas etarras, irlandeses, colombianos, guerrilleros en paro, perseguidos por sus truculentas acciones en las cuatro esquinas del mundo. Claro que no está en sus manos derogar una ley norteamericana. Lo que sí podría hacer, para evitar el naufragio de los balseros, y el naufragio final de la nación, es derogar su Ley de Desajuste, siete años más antigua que la otra, y que ha cobrado muchísimas más vidas.

 

La tercera erre”; en: Cubaencuentro, Madrid,30 de noviembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/11/30/5156.html.

 





Ciclones

19 11 2001

Internet permite, sin costearse el billete de avión, consultar los fondos de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, leer los diarios de la mañana cuando el quiosco aún no ha abierto, e incluso ver en directo, desde cualquier lugar del mundo, las mesas redondas que son ya el live show estrella de la TV cubana. En días pasados fui paciente espectador de una que versaba sobre la guerra en Afganistán. Los periodistas habituales daban detallada cuenta del rotundo fracaso de la contienda, de la heroica resistencia de los talibanes y de la universal repulsa a los bombardeos.

Fuera del estudio, acababa de atravesar la Isla por su lado más estrecho el huracán Michelle, con vientos superiores a 215 Km/hora. Aunque el señor Fidel Castro comentara jocosamente que se trataba de una nueva invasión por Playa Girón, y que en esta ocasión también venceríamos al invasor meteorológico, tuvo que reconocer en su comparecencia de Cienfuegos que “hay más daños de los que ayer uno podía imaginarse”. Las familia de los cinco muertos seguramente no estaban para bonchecitos, ni los millones de cubanos incomunicados y sin electricidad.

En el estudio de televisión se detallaban hasta los más insignificantes mítines de protesta por la guerra —4.000 personas en Grecia, 1.600 en Buenos Aires—, y el ligero incremento del descontento en las encuestas, demostrándose la precoz sabiduría de los líderes cubanos que estuvieron siempre en contra.

Fuera del estudio, en las provincias de Matanzas y Cienfuegos, el ejército rescataba a los aislados por el agua, y en las calles de La Habana, a unos pasos del ICRT, se empezaban a retirar los escombros, árboles y postes del tendido eléctrico arrasados por el peor huracán de los últimos 50 años. Dos tercios de la Isla se encuentran incomunicados por avión, ómnibus y ferrocarril. Mil familias al sur de Matanzas contemplaban las ruinas de sus hogares, y los inquilinos de 180 inmuebles de La Habana pensaban si serían habitables sus casas luego de los derrumbes parciales, mientras los de otros cuatro, demolidos por el huracán, perdían toda esperanza.

En el estudio, los periodistas entresacaban, con una minuciosidad digna de entomólogos, la declaración más nimia de la Señora Rice —fuera del estudio, algunos habían perdido hasta la cuota de rice que les dieron por la libreta el día primero—, o los comentarios conciliatorios del presidente Bush a su homólogo israelí.

Fuera del estudio, al sur de La Habana, se reportaban 1.500 viviendas dañadas, otras 500 en la Isla de la Juventud, 844 al norte de Camagüey, y 90.000 evacuados en Villa Clara. Hasta el mar se retiró en Batabanó, dejando el fondo a la intemperie. En total: más de 700.000 afectados, cuyo monto fue ascendiendo hora por hora, hasta concluirse al final que en mayor o menor medida la mitad de la población cubana había padecido las adversidades de la meteorología.

En el estudio, los periodistas, minuciosamente informados, seleccionaban con pinzas para el público toda información que contribuyera a denostar a Estados Unidos, el país que justo en esos momentos ofrecía a Cuba ayuda para paliar los efectos del huracán. Una ayuda que el señor Fidel Castro se dio el lujo de agradecer y rechazar. Pidiendo, en cambio, solamente, la posibilidad de comprar en Estados Unidos, al contado y con dólares, los recursos necesarios para la reparación del país. ¿Soberbia u orgullo? Sus partidarios hablarán de lo segundo. Sus detractores, de lo primero. En cualquier caso, es siempre más fácil rechazar la ayuda si la vivienda derrumbada, sin electricidad e incomunicada, no es la tuya. Como de costumbre, los cubanos abonan en desdicha la soberbia de su líder. El “orgulloso” y sufrido pueblo cubano, en palabras de su líder que ojalá se conviertan en hechos —y no como ha sucedido tras anteriores ciclones— no quedará desatendido: el gobierno se encargará de reparar los daños, para lo que cuenta con una “reserva especial” de la que hasta hoy no se había hablado. «Una reserva que permitirá hacer frente de momento” a la emergencia, según Carlos Lage. Aunque aclara que el gobierno tiene «recursos muy limitados”. ¿Dispondrá el mandatario cubano de alguna cuenta suiza con la que reparar el país y comprar al contado en Estados Unidos?

Fuera del estudio, el vicepresidente Carlos Lage afirma que “ninguno de los ciclones que ha cruzado nuestro país ha producido daños económicos de la magnitud de los ocasionados por Michelle». Cosechas enteras de plátanos y cítricos arrasadas, 400.000 hectáreas de caña afectadas, 125 torres de alto voltaje derribadas. Matanzas, Villa Clara y Cienfuegos no tendrán televisión hasta el 20 de diciembre. Y un total de 45.000 casas dañadas en la Isla, de ellas, 2.000 totalmente destruidas en Matanzas.

En el estudio, los periodistas, como si habitaran un país televisivo que poco o nada tiene que ver con el país de verdad, desgranaban durante horas cualquier información favorable a los talibanes. No importa que los estudiantes representen lo más retrógrado, torcido y brutal de la tradición islámica. No importa que reduzcan a la mujer a menos que bestia, imperen por el terror o hayan conducido a su país a las tinieblas del Medioevo. Todo lo contrario a lo que, supuestamente, propone el “humanismo socialista”, laico y positivista. Lo único que importa es que luchan contra Estados Unidos. Mientras la Fundación Cubano-Americana, en el Miami intocado por el ciclón Michelle, se enfrasca en una colecta de medios para ayudar a la población cubana, los periodistas de la Isla dedican sus mejores energías a colectar noticias de una guerra distante.

Fuera del estudio, al sur de Matanzas, una familia contempla desolada las ruinas de su casa, y se pregunta si empleando como materia prima la soberbia antiimperialista de su máximo líder, y con la cooperación de los albañiles talibanes, podrá reconstruirla.

 

Ciclones”; en: Cubaencuentro, Madrid,19 de noviembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/11/19/4895.html.

 





Nuestra señora de los espías

24 10 2001

El 11 de febrero de 1858, en las afueras de la ciudad francesa de Lourdes, región de los Altos Pirineos, cerca de la gruta de Massabielle, ocurrió la primera de las dieciséis apariciones marianas. Aunque las visitas celestiales eran en exclusiva para una joven campesina llamada Bernadette Soubiron, pronto se convirtió en un fenómeno mediático, y posteriormente sanitario, económico. De modo que hasta fines de 1998 los archivos de la Oficina Médica de Lourdes registraban 6.772 curaciones, de las que 66 han sido declaradas «milagrosas» por la Iglesia.

Sesenta kilómetros al sur de La Habana, en otra localidad también llamada Lourdes, ha funcionado durante 37 años un Centro Radioelectrónico de espionaje ruso. Lo milagroso de este suceso es que, surgido en plena era glacial de las relaciones cubano-soviéticas, tras el berrinche de Fidel Castro contra Kruschev por llevarse los misiles en 1962 sin pedirle siguiera su opinión; haya sobrevivido al desplome del campo socialista. Milagroso que perdurara tras la casi extinción de las relaciones cubano-rusas, y el fin de la guerra fría. Que se mantuviera en activo durante la Era Yeltsin. Y, más milagroso aún, que sea el antiguo KGB Vladimir Putin quien le dé el tiro de gracia.

El cierre de la estación anunciado por los rusos fue intempestivo y tomó por sorpresa a La Habana, dado que se encontraban en esos momentos en conversaciones sobre el destino de la base y la exigencia de los eslavos de disminuir drásticamente los US$200 millones anuales de arrendamiento. Claro que la prisa de Putin se debía al deseo de anunciar en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) de Shanghai dos obsequios para sus nuevos aliados norteamericanos: el desmantelamiento de la base vietnamita de Cam Ranh, y del Centro de espionaje Radioelectrónico en Cuba. Y lo anunciaron.

Putin se refirió al «mundo rápidamente cambiante» y a las nuevas «prioridades»: la lucha contra el terrorismo internacional —donde incluye a sus secesionistas chechenos—. Claro que el señor Fidel Castro no parece dispuesto a asumir los cambios de este mundo, y sus prioridades son las mismas de siempre. Habló también el presidente ruso de la base cubana como “tarea secundaria”, cosa que desde Kruschev siempre duele al mandatario cubano quien, según Putin, «ha sido informado de ello». Informado no significa consultado. Cómo le dolería que el presidente norteamericano afirmara al respecto que esta “es otra indicación de que la Guerra fría terminó. El presidente Putin entiende que Rusia y Estados Unidos ya no son adversarios».

La reacción del gobierno cubano ha sido inmediata y virulenta, subrayando en su declaración oficial del 17 de octubre que:

1-A diferencia de Cuba, Vietnam es un país que no corre riesgos de agresión por Estados Unidos, país con el que mantiene relaciones normales.

2-“A pesar de incumplimientos flagrantes de acuerdos, daños económicos y riesgos para Cuba”, el gobierno accedió a la permanencia del centro de Lourdes. Los 200 millones de arrendamiento —fueron 90 en 1992, 160 entre el 93 y el 95, y 200 desde 1996—no son ni el 3% del daño ocasionado a Cuba por la desintegración del campo socialista y “la anulación unilateral de todos los convenios”.

3-“Cuba se beneficiaba con parte de la información adquirida, relativa a la seguridad de nuestra Patria”.

4-Las presiones rusas para rebajar el precio de arrendamiento eran “algo habitual cada año en los análisis de los incumplimientos reiterados de las obligaciones por la parte rusa”. Aunque de un tiempo a esta parte se habían producido “exigencias injustificables y exageradas de reducir el pago de los servicios, dada la triplicación del precio del combustible, principal producto de exportación de Rusia, y la evidente mejora de su economía, que se expresaba, entre otros hechos, en que las reservas crecieron de aproximadamente 12 mil millones a más de 30 mil millones”.

5-Este “sería el momento más inoportuno” para desmantelar el centro de espionaje, dada “la política agresiva y belicista del gobierno de Estados Unidos”, de modo que “muchos países están amenazados”. Siendo esto “un mensaje y una concesión al gobierno de Estados Unidos que constituía un grave peligro para la seguridad de Cuba”.

6-Asegura que “el acuerdo sobre el Centro Radioelectrónico de Lourdes no está cancelado, ya que Cuba no ha dado su aprobación, y resultará necesario que Rusia continúe negociando con el Gobierno cubano”.

Una prueba de que al gobierno cubano no le es ajeno el sentido del humor, es la tesis de que quizás Putin “debido al cambio-horario, no tuvo oportunidad de recibir a tiempo nuestros (…) argumentos”, o que Cuba mantiene un gran respeto por Rusia y se abstiene de hacer cualquier crítica.

Algo que la declaración cubana no explica es por qué Vietnam, el país que ha sostenido con Estados Unidos la guerra más larga y sangrienta, mantiene hoy relaciones normales con ese país. O por qué el Vietnam devastado hace veinte años, presta hoy ayuda económica a Cuba. Tampoco se menciona, cuando se habla de “incumplimientos flagrantes de acuerdos” por parte de los rusos, o cuantiosos daños como consecuencia de la desintegración del campo socialista, que Cuba debe a Rusia 20.000 millones de dólares, deuda que al parecer ha apuntado en el hielo. Aunque se afirma que Cuba se beneficiaba de información obtenida por los rusos (lo que nos permite matizar la casi-afirmación cubana de que mantener la base era un evento solidario), no se dice con quién la compartía, a cambio de qué o a quién se la vendía.

Recordar precisamente ahora la mejoría de la economía rusa, es cuando menos sorpresivo para el lector cubano. Los crédulos lectores de Granma, en los últimos 10 años, sólo han recibido noticias de que Rusia y sus antiguos socios del Este se han hundido en la miseria y la desesperación.

Cuando la declaración cubana afirma que éste “sería el momento más inoportuno” para desmantelar el centro, al estar Cuba casi a punto de ser invadida, ni se le ocurre que puede ser el momento más oportuno para Rusia, cuya cancillería acaba de afirmar: «Es evidente que nosotros esperamos medidas recíprocas. Los centros de inteligencia electrónicos estadounidenses creados en el período de la Guerra Fría continúan sus actividades en países vecinos de Rusia». Tal como afirmó el 18 de octubre en la televisión rusa el Teniente General (retirado) Nicolai Leonov, ex jefe de la dirección de análisis de la Inteligencia soviética, “los ucranianos lanzaron un cohete contra nuestro TU-154 y los norteamericanos fueron los primeros en detectar que fue tumbado por un cohete”. Demostrando que para Rusia es más importante el cese del espionaje norteamericano que su base cubana.

La declaración gubernamental cubana tampoco esclarece por qué el país se encuentra entre los que dan cobijo al terrorismo. Podría deberse a la presencia en la Isla de especialistas en demolición del IRA, narcoguerrilleros colombianos, y tiradores a la nuca pertenecientes a ETA. Aún así, difícilmente Cuba sea atacada. Claro que no sorprende a nadie la viaja táctica de “ahí viene el lobo” de cara al mercado interno. Es una técnica que ya practicaban los pastores del Viejo Testamento para evitar la desbandada de sus ovejas.

Lo que sí necesita desesperadamente La Habana, en un momento en que peligran las remesas de los exiliados, son esos 200 millones.

Por último, es risible que La Habana declare nula la decisión rusa hasta tanto no negocien con ellos, cuando los rusos pueden, simplemente, recoger sus maletas y dejarles de recuerdo un mausoleo al espionaje del siglo XX.

El exilio cubano ha reaccionado de dos modos diametralmente opuestos, pero igualmente erróneos a la noticia: Una parte subraya que el cierre de la estación «no aminora el peligro de Fidel Castro». La otra, augura que este hecho contribuirá a normalizar las relaciones de La Habana con Washington. Ni la una ni la otra. A pesar de su política de beligerancia retórica (dirigida básicamente al lector doméstico), Cuba no constituye un peligro para Estados Unidos. Tampoco se producirá ningún cambio como consecuencia. La razón es sencilla: el señor Fidel Castro necesita la beligerancia para justificar la desastrosa realidad cubana, y para concitar la cada vez más escasa y nostálgica solidaridad internacional. El destino de sus súbditos es secundario. Su papel de agitador local es cada vez más exiguo. Y sin poderosos aliados, su capacidad económico-militar de fomentar la subversión o mantener guerras externas es, simplemente, nula.

Pero bien podría el mandatario cubano aprovechar las ruinas de Lourdes, e instaurar un centro de peregrinaje y descanso para los espías del planeta, con jacuzzi y conferencias de terroristas vascos, colombianos o irlandeses. En definitiva, la Lourdes gala, con menos de 20.000 habitantes, algunos milagros y mucho marketing, se ha convertido en la segunda ciudad hotelera de Francia, con un total de 278 instalaciones. Ahora que decae el turismo de sol y playa, puede que San Dzerzinsky lo salve de la ruina.

 

La virgen de los espías”; en: Cubaencuentro, Madrid,24 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/10/24/4467.html.

 





Período especial en tiempos de guerra

22 10 2001

En 1990, ante la inminente desintegración de la Unión Soviética, se habló por primera vez del «Período Especial en Tiempos de Paz», eufemismo para nombrar la crisis más profunda en la historia de Cuba, que se haría realidad meses más tarde. La denominación es de una ambigüedad digna de la mejor literatura: período de duración indeterminada, especial quién sabe por qué, y los “tiempos de paz” muy relativos, dado que la supervivencia del poder en Cuba está íntimamente ligada a la beligerancia perpetua. La culpa de todos nuestros males, que hasta entonces detentara en exclusiva el Imperialismo Yanqui, fue repartida equitativamente, abonando sus cuotas a Rusia y al antiguo campo socialista.

Es ya una tradición en la Cuba socialista y tropical que desde el anuncio de una exitosa cosecha en el noticiero hasta su aparición en el mercado transcurre un período entre largo e infinito. Las consecuencias del anunciado período especial, en cambio, fueron inmediatas: drástica disminución del transporte público, reducción o eliminación de todo combustible, cierre de empresas y masificación del paro, cortes de electricidad que alcanzaron ritmos de 8 por 8 horas, paralización de las construcciones sociales y de infraestructura, reducción del suministro alimentario a 0,4 kg por día por habitante (sólo 27 g ricos en proteína); enfermedades propiciadas por avitaminosis y aproteinosis, como neuritis y beriberi, agravadas por la falta de medicamentos. Se esfumaron las malangas de Moldavia y las yucas de Cracovia. El peso disminuyó entre 50 y 100 veces su poder adquisitivo en apenas unos meses.

En breve, la crisis, entronizada ya como modus vivendi, fue mutando hasta crisis de valores: se multiplicó geométricamente la prostitución, creció la delincuencia, la malversación y la economía subterránea. El mercado negro ocupó el lugar del mercado y se hizo realidad lo que algún cubano bautizó como “La Era de las Tres R» (Resistir, Robar o Remar). Dado que el trabajo (salvo excepciones) dejó de ser una vía digna y segura de subsistencia, se instauró una nueva picaresca de la supervivencia (to have dollars or not to be). Los padres aspiraron a un título universitario; los hijos, a ser camareros para agenciarse unos verdes de propina. O echarse al mar en una balsa, hacia el Miami Paradise (si los tiburones del Canal no se interponen). Sin otra solución para rebasar la crisis que las continuas apelaciones al «espíritu de resistencia», más que el jabón o los frijoles, el artículo más deficitario en la Isla de ese “Período Especial en tiempos de paz”, es la esperanza.

Una década más tarde el país se ha integrado por fuerza a los mecanismos de la economía mundial, tendiendo una alfombra roja al inversionista foráneo. Florecen empresas y chiringuitos mixtos, se ha estabilizado la inflación (22 patriotas criollos para comprar un Washington) y una nueva clase se codea en los selectos predios de la noche habanera con el cuerpo diplomático y la aristocracia del poder: los empresarios extranjeros. Los renglones tradicionales permanecen estáticos o, en el caso del azúcar, tienden a alcanzar niveles del siglo XIX. La economía ha comenzado a mostrar pequeños índices de crecimiento que permitirían, en algo más de una década, recuperar los niveles de 1989. El favorable convenio energético con Venezuela conjura por ahora los apagones. Y la Isla olvida sus sueños de industrialización para convertirse en un país de servicios, aunque ello a su vez sirva de estímulo a las producciones locales, sobre todo en la industria ligera y la alimentaria.

El turismo, con 1.800.000 visitantes el año pasado, se ha convertido en el principal ingreso de Cuba (2.000 millones de dólares brutos, de los 5.000 millones que obtiene el país de sus exportaciones, en cifras ofrecidas por el diario El País), seguido por las remesas monetarias del exilio (1.000 millones de dólares al año), la fuerza de trabajo cubana más rentable para las autoridades, que recaudan el impuesto del amor familiar, sin necesidad de ofrecer ninguna prestación a cambio. En lo esencial, las garantías sociales emblemáticas se mantienen, aunque mutiladas por la escasez de recursos. Crece a buen ritmo la emigración, y el país sufre una sangría de mano de obra altamente calificada.

La urgente reforma de la economía cubana, otorgando a los nacionales espacios, un marco legal y estímulos para la creación de riqueza, ha sido suplantada por tímidos (y reversibles) retoques cosméticos, destinados a instaurar un capitalismo para extranjeros que subvencione el socialismo para cubanos, cuya libertad económica podría ser el preludio de otras libertades.

Si un cubano no forma parte de la reducida cúpula, o del selecto clan de profesionales, funcionarios y artistas que cobrar en dólares; si aspira al privilegio de comer dos veces al día, vestirse, calzarse y evitar que el techo de la casa le caiga en la cabeza, deberá optar por uno o más de los siguientes caminos:

1- (Sobre)vivir de la solidaridad familiar.

2- Agenciarse un puesto de trabajo que lo aproxime al dólar (turismo, empresas mixtas).

3- Dedicarse a actividades paralegales (trapicheo, bolsa negra, grabación de CD piratas, alquiler de ejemplares de la revista Hola) o francamente ilegales (prostitución y proxenetismo, robo, extorsión, tráfico de drogas).

4- Remar (bien sea por vía marítima o aérea).

El país se ha abierto al mundo, pero no a sus ciudadanos. Y como consecuencia, más de la mitad de la economía —turismo, remesas— dependen de factores externos e incontrolables para el Estado cubano —afluencia de turistas, altruismo y solvencia económica del exilio—. En estas circunstancias, tiene lugar la Primera Guerra Mundial contra el Terrorismo, y su batalla inicial en Afganistán. Los resultados inmediatos en Estados Unidos han sido masivos despidos en las compañías aéreas y otras relacionadas con el turismo, inestabilidad o francos baches financieros, y la previsión de futuros recortes de plantilla en diferentes sectores.

Esto inaugura en Cuba el Período Especial en Tiempos de Guerra, cuyos efectos ya han empezado a sentirse en el sector turístico. Durante la primera quincena de octubre la afluencia ha descendido un 10%, y se teme que la cifra pueda llegar al 25%, haciendo casi imposible alcanzar este año los 2.000.000 de visitantes previstos. El Hotel Capri ha aprovechado la inesperada temporada baja para cerrar por reformas. El Hotel Cohíba ha cerrado 11 plantas y enviado a casa a 200 trabajadores. Las paladares de la ciudad confiesan descensos del 30% de las ventas, según algunas fuentes, y se nota el bajón entre taxistas, arrendadores de viviendas, jineteras y vendedores de suvenires. Aún así, La Habana ha sufrido menos el reciente miedo a viajar que los polos de Varadero y los Cayos.

Cien mil cubanos trabajan en el turismo, obteniendo entre 5 y 10 dólares diarios por concepto de propinas. Otros 50.000 dependen (legal o ilegalmente) del turista. Si consideramos a sus familiares cercanos, serían entre 500.000 y 700.000 los cubanos cuya supervivencia depende directamente del sector. De ser enviados a casa una parte de esos trabajadores, devengando el 60% de su salario en pesos, ello significaría (para un trabajador que gane 300 pesos y reciba US$7,50 de propina al día) una reducción efectiva del 95% de sus ingresos.

Un segundo factor a considerar en este Período Especial en Tiempos de Guerra son las remesas familiares, procedentes, en primer lugar, de Estados Unidos. Al parón en su crecimiento que ya venía sufriendo la economía norteamericana, se suman ahora las consecuencias directas de las acciones terroristas y la guerra. Ello puede afectar, y de hecho ya está afectando, la economía de los cubanoamericanos, reduciendo su capacidad objetiva de mantener al mismo nivel las remesas familiares. A lo que se suma la afectación subjetiva: ante anuncios de crisis o barruntos de depresión, aumenta la tendencia ahorradora y disminuye el gasto. Uno de los renglones que pueden sufrir recortes son las remesas, presuntamente vitalicias, sobre las que descansa la supervivencia de muchas familias cubanas, condenadas a no invertir (legalmente) ese dinero en actividades empresariales que les emancipen económicamente.

Si son correctos los estimados, más de 1.000.000 de familias se benefician directamente de esas remesas, bien sea en dinero o en especias. A lo que se añade un efecto multiplicador: tanto ellos como los que dependen del turismo, constituyen, a su vez, la más importante fuente de ingresos para la economía sumergida. Un drástico descenso de estos dos modus vivendi, bien podría afectar a casi toda la población cubana. Máxime en zonas fuera de la capital, donde algunos hoteles y el exilio son las dos únicas aportaciones de divisas a la circulación local.

Un país drásticamente endeudado, ajeno a los organismos crediticios internacionales y sin fuentes de ayuda o financiación externa, debería aprovechar esta amenaza de quiebra para replantearse los términos de su política económica. Puede que la reacción de las autoridades cubanas sean nuevas exhortaciones al sacrificio, mesas redondas, acusaciones a la Mafia tacaña de Miami o a los turimperialistas que no vienen. En cualquier caso, bien les valdría formular, aunque sólo fuera como hipótesis, si el monopolio del poder resistiría sin resquebrajarse, al mejor estilo de sus amigos asiáticos, la concesión de una dosis de libertad económica a sus ciudadanos. Abrirse al mundo sin antes abrirse a sus propios ciudadanos no es (ni siquiera) una apertura de inspiración china. Es sólo un cuento chino.

 

Período especial en tiempos de guerra”; en: Cubaencuentro, Madrid,22 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/economia/2001/10/22/4415.html.

 





Multiusos de la palabra

11 10 2001

Con la participación de un centenar de periodistas cubanos y 300 invitados de 29 países latinoamericanos, se celebra en el Palacio de la Convenciones de La Habana el Congreso de Periodistas Latinoamericanos y Caribeños. Presidido por el señor Fidel Castro, éste definió su agenda como “batalla de ideas, de la verdad contra la mentira”. Sus debates se han centrado en la necesidad de difundir una verdad alternativa ante la hegemónica y monocorde concertada por las transnacionales de la información.

Entre los temas tratados, el mexicano Luis Suárez, presidente de la FELAP, llama a precaverse contra el pensamiento único, y buscar propuestas novedosas para afrontar la tergiversación de las trasnacionales. Algo que según el periodista venezolano Guillermo García Ponce, ocurre con la satanización de su presidente Hugo Chávez. O el silencio que hace la prensa sobre los terroristas de origen cubano detenidos en Panamá, en contraste con la avalancha de información sobre el atentado del 11 de septiembre. Dos sucesos que, a juicio de algunos participantes en el evento, tienen similar valor noticioso.

Edmundo Lébano, decano de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de San Marcos, en Perú, aportó la nota conceptual al llamar a la unidad entre contenido y forma, algo novedoso aunque siempre de la impresión de haberlo escuchado antes. De la encuesta realizada a pie de calle durante sus horas de estancia en La Habana, el Señor Liébana concluye que a juicio de la población cubana, los gobernantes del país no se roban el dinero. Y exclama enternecido: «Qué hermoso que el socialismo signifique honradez». Si el decano tiene la oportunidad de disfrutar en estos días la prensa local, arribará a otra conclusión complementaria: que en caso de robárselo, tampoco nos enteraríamos. Sin ir más lejos, posiblemente sea Cuba el único país del planeta donde la televisión no ha difundido el escenográfico comunicado de Osama bin Laden, grabado mucho antes pero emitido después del primer ataque, en que llama a la yihad contra Occidente, amenaza a Estados Unidos con nuevos atentados, y deja implícita su autoría en los sucesos de NY. Eso a pesar de que Granma aseguraba que «nuestro pueblo será informado con la máxima objetividad de cada hecho que vaya sucediendo”. Y el Granma al parecer está mejor informado que el Pentágono, porque afirma que “No hay batallones ni ejércitos de terroristas». De modo que cuando en las mismas páginas se refieren a un campamento de Osama bin Laden destruido por los bombardeos, seguramente se tratará de algún camping en su modalidad afgana.

En el Congreso se habló del clima de seguridad (del Estado) en que viven los profesionales cubanos, en contraste con los periodistas muertos en Latinoamérica en el ejercicio de su labor. El fundamentalismo mediático, la manipulación de imágenes y la censura de prensa que rodeará la guerra recién empezada, o la hipócrita “libertad de prensa” de que blasona Occidente, dado que esa libertad, según el profesor de Brasilia Helio Doyle, nunca es absoluta. El argentino Ricardo Horvath se refirió a la guerra cultural que ha declarado Norteamérica al mundo “mediante fórmulas de seducción”. Y Ariel Terrero, de Bohemia, mencionó la preferencia de los grandes medios por el espectáculo antes que por la información veraz.

Por su parte, Tubal Páez, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, recordó que el congreso se efectuaba a iniciativa del Periodista en Jefe, y se refirió a los efectos del neoliberalismo en el sector: desempleo, salarios basura, ruptura de la solidaridad, fragmentación o liquidación de organizaciones gremiales, imposición de contenidos a los medios. Algún periodista cubano, despistado, confundió por unos instantes a Tubal Pérez con un integrista de la verdad, que llamaba a la yihad periodística en Cuba haciendo estallar una autocrítica kamikaze. Pero de inmediato se percató de que no. Se refería, claro está, a la prensa de las multinacionales, convertida “en formidables máquinas de hacer dinero”.

También se requirió mucha atención a los periodistas del patio cuando se habló de “la búsqueda de alternativas para enfrentar el pensamiento hegemónico”, porque se trataba en este caso del “pensamiento hegemónico” y “el poder económico mundial”. No del otro. Ya se les advirtió a la entrada que éste era un Congreso Internacional.

FC se refirió, por su parte, a la experiencia cubana en la transmisión de mensajes mediante la prensa, “sobre todo durante los últimos 23 meses”. Al respecto, aseguró que es esencial la combinación de diferentes medios para hacer llegar el mensaje —y si se pueden usar todos los medios todos los días y a toda hora del día, mejor—. Con toda modestia afirmó que “hemos ganado alguna experiencia en técnicas de divulgación, lo mismo a través de la prensa escrita, la radio, la televisión o el empleo de Internet”. Y llamó a la unidad de las personas de buena voluntad que se encuentran en desventaja “frente a una diabólica y poderosísima maquinaria de transmitir mentiras y engañar al mundo”. Esta vez, la sonrisa del periodista despistado de la última fila quedó sobreseída por los aplausos.

 

Multiusos de la palabra”; en: Cubaencuentro, Madrid,11 de octubre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/sociedad/2001/10/11/4244.html.