Luis Manuel García Méndez; El restaurador de almas (novela); Ed. Algar, Valencia, España, 2002. 308 pp. ISBN: 978-84-95722-16-X. «Premio Vicente Blasco Ibáñez de Narrativa en Castellano 2001» (Registro de la propiedad intelectual 1996/23/8772).
Basada en hechos reales, El restaurador de almas cuenta la guerra que a finales del siglo XVII enfretó a los vecinos de Remedios, al norte de Cuba, con el padre José González de la Cruz. Mientras el vicario, en nombre de la fe, intentaba trasladar la villa lejos de la costa, del acecho pirata y del comercio (provechoso) con los herejes; los remedianos intentaban salvar sus negocios y su prosperidad, aún a costa de su perdición ideológica. En un siglo signado por la moral laxista, el brazo ardiente de la inquisición, el despotismo, la corrupción, el fanatismo y el jesuseo sin Jesús, los ataques piratas y el comercio ilegal con los corsarios, a espaldas del monopolio español, la voluntad colectiva está encarnada, humanizada, en las tragedias personales de los personajes: hogares fragmentados, familias alienadas por el éxodo, pérdida de haciendas y labranzas, desamparo y fanatismo y odio y amor y voluntad de seguir siendo ellos mismos. El humor y el amor, la picaresca del pueblo llano, el erotismo y la nostalgia, el odio, la esperanza, el exilio y la fauna que puebla la imaginería popular, la historia como ejercicio cotidiano, las leyes inmediatas de la supervivencia, capaces de derogar legislaciones, normativas y cinturones de castidad ideológicos, son ingredientes esenciales de esta historia, donde la violencia devastadora de los ataques piratas colinda con las grandezas del amor y la amistad, donde el perverso fanatismo de un cura que ama a su feligresía sólo si la doblega, choca contra la altivez de hombres que han conquistado un mundo con voluntad, sudor y valentía para defenderlo. Esa guerra lleva a José González de la Cruz, en última instancia, a incendiar la villa el 12 de enero de 1691. Mientras la ciudad es pasto de las llamas, el cura, de rodillas en la iglesia, intenta justificarse ante Dios, al pie del crucificado que preside el altar. Pero no contaba con que, harto de escuchar en silencio, Cristo se convertiría en un interlocutor irónico, heterodoxo y omnisciente, que lo asaetea con un humor vitriólico, digno de ganarle un sitio en el tostadero.
Sobre El restaurador de almas:
“Pertrechado de una amplia documentación complementaria, Luis Manuel García se instala en los acontecimientos históricos para construir un relato coral, desbordante de imaginación, rico en matices, profuso en las indagaciones de sus múltiples personajes. (…) Los dispositivos que realmente distinguen esta novela no lo constituyen únicamente su capacidad para recrearnos la verdad histórica ni el grado de verosimilitud de su trama, sino la gozosa aventura de un lenguaje que tiene como propósito revelarnos el universo plural, polifónico, de una comunidad doblemente amenazada, por una parte la embiste la cólera de las llamas incendiarias y, por otra, un perverso discurso ideológico que quiere ocultar el despotismo y la corrupción. A estas alturas el sesgo alegórico de la obra se hace evidente; o sea, que el lector termina por descubrir en la literalidad del relato una serie continuada de metáforas que aluden a la más inmediata realidad de la Isla”. (Pío E. Serrano).
“Una suerte de juego especular entre el pasado y el presente insulares, en una novela no sólo muy disfrutable sino sumamente necesaria para entender los tiempos que vivimos y los que sin dudas viviremos”. (…) La nómina de personajes narrativos en este novela nos depara más de una sorpresa (…) un mosaico del Remedios del siglo XVII, pero constantemente contrapunteado con la Cuba del siglo XXI. (…) A la tradición autoritaria en Cuba pertenece este episodio remediano que alcanza ribetes de Fuenteovejuna insular (…) “Sin gente” –dice don Bartolomé en la novela– “el patriotismo es geografía” (p. 19). Alejandro González Acosta (“El síndrome de Moisés”; en: Encuentro de la Cultura Cubana; Buena Letra, n.° 30-31, otoño/ invierno, 2003-2004, pp. 286-289)
“García Méndez se apropia de la historia, de los personajes reales (…) los mezcla con otros de ficción, como “el loco del ruedocípedo”, o mitológicos, como “El Güije de La Bajada”, los arropa a todos en una prosa impecable, llena de sutilezas, de matices, de guiños cómplices al lector contemporáneo –más si es cubano—y el caldo lo adereza con un impresionante trabajo investigativo, su toque de erotismo y abundante humor. (…) Aunque a veces el uso de los numerosos personajes, de los avances y retrocesos en el tiempo, de los recovecos que toman las diferentes historias colaterales –una de las mejores y más hermosamente narradas se desplaza hasta Ámsterdam— que incluyen aventuras con piratas, motiva que la historia principal se diluya algo, perdiendo por momentos en intensidad; la novela como tal mantiene su sólida estructura, cerrándose para no dejar cabo suelto. El interés se mantiene, y se disfruta la trama y el oficio del autor. (José Abreu Felipe; “El restaurador de almas, una metáfora del presente”; en: El Nuevo Herald, abril 30, 2004).
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