Javier Bardem: la desmemoria selectiva

8 08 2014

A propósito de la nueva guerra entre judíos y palestinos, el actor español Javier Bardem ha realizado una declaración (http://www.vanitatis.elconfidencial.com/noticias/2014-07-25/carta-abierta-de-javier-bardem-contra-el-genocidio-de-israel-en-gaza_168080/) donde subraya que ante el horror de lo que ocurre en Gaza “NO cabe la equidistancia ni la neutralidad”. Y lo cumple: NO es equidistante ni neutral. Su opinión es tendenciosa, parcial y, por tanto, falsea los hechos.

Ante todo, afirma que esta es “una guerra de ocupación y de exterminio contra un pueblo sin medios, confinado en un territorio mínimo, sin agua y donde hospitales, ambulancias y niños son blancos y presuntos terroristas”. Pero no explica por qué se ha producido esta ocupación.

Ciertamente, Gaza es un territorio mínimo, donde la población dispone de escasos recursos. El 80% de sus habitantes viven de las ayudas que distribuye Hammas, organización que teje así su red de clientelismo. El clientelismo de la supervivencia, pariente pobre del clientelismo mediante el cual los políticos españoles de izquierdas y derechas han convertido la cosa pública en la Cosa Nostra.

En el comunicado de Bardem no aparece ni una sola mención al lanzamiento de cohetes por parte de Hammas contra Israel que, si no han hecho más daño, no es por falta de intención, sino de tecnología. Los objetivos de los israelíes no son ni las ambulancias ni las mujeres ni los niños, sino las bases de misiles que Hammas protege mediante un camuflaje singular: mujeres, niños, escuelas, hospitales. Pero Bardem o no se ha enterado o no se da por enterado, que es peor. Ni una palabra de su declaración condena esta conducta. Es criminal el ejército judío que protege a sus ciudadanos mediante un sofisticado sistema de intercepción. No es condenable quien se esconde bajo los cuerpos indefensos de su propio pueblo. Y existe en esto un contrasentido: el ejército israelí, tecnológicamente avanzado, es capaz de interceptar casi todos los misiles enemigos. Sin embargo, sólo asesina en Gaza a mujeres y niños. O tiene muy mala puntería, o los dirigentes de Hammas y su armamento se esconden tras sus propios civiles indefensos. Algo compatible con el profundo desprecio que la cultura islámica dispensa a sus mujeres.

Bardem se dice “indignado, avergonzado y dolido por tanta injusticia y asesinato de seres humanos”. Critica la vergonzosa parcialidad de Estados Unidos y la Unión Europea que él solo se explica por oscuros intereses económicos. Y antes que le consideren antisemita (lo cual es irrentable si desarrollas tu carrera profesional en Hollywood) afirma algo que todos sabemos: “ser judío no es sinónimo de apoyar esta masacre, igual que ser hebreo no es lo mismo que ser sionista, y ser palestino no es ser un terrorista de Hammas”. Única referencia a Hammas en su declaración.

Toda su indignación se dirige al ejército israelí. Al parecer, el actor estuvo revisando guiones y no leyó ni una sola noticia sobre la lluvia de cohetes contra territorio israelí. No critica ningún secuestro y asesinato de ciudadanos israelíes, y mucho menos se ha enterado de que Hammas insta a sus propios ciudadanos a permanecer en sus casas, escudos humanos, tal como reconoce Antonio Zubillaga, encargado de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Gaza (http://www.abc.es/internacional/20140715/abci-entrevista-palestina-201407142213.html), quien dista mucho de ser un publicista judío.

Es la misma desmemoria selectiva que padeció el actor respecto a Cuba hasta que en 2001 encarnó al escritor Reinaldo Arenas en Before night falls. Entonces afirmó que «teníamos una visión demasiado romántica del régimen de Castro…”. Recordó a su tío preso en las cárceles franquistas y a su madre comunista. “Fui educado en esas ideas, pero es más fácil ser comunista en España cuando se tiene confort y libertad que serlo bajo un régimen tan totalitario como el de Cuba», admitió (http://www.emol.com/noticias/magazine/2001/06/12/57343/javier-bardem-atribuye-a-cuba-el-cambio-su-vida.html).

Años después tuvo una recaída de Alzheimer selectivo: en una entrevista concedida en Cuba al diario Granma en diciembre de 2007, proclamó que José María Aznar, Tony Blair y George Bush deberían ser juzgados por crímenes de guerra, pero olvidó incluir en la demanda a los represores de millones de ciudadanos cubanos, entre ellos el personaje que él mismo encarnó seis años atrás.

En el comunicado que ahora nos entrega, antes que le disparen, Bardem intenta esquivar las balas de quienes “deslegitimarán mi derecho a la opinión con temas personales”. Reconoce que trabaja en Estados Unidos, “donde tengo amigos y conocidos hebreos que rechazan tales intervenciones y políticas de agresión”. Y que su hijo “nació en un hospital judío porque tengo gente muy querida y cercana que es judía”. En realidad, no trabaja en el país porque amigos y conocidos hebreos rechacen las intervenciones israelíes, sino porque a veces puede hacer excelentes películas e, invariablemente, le pagan mejor, lo cual es perfectamente legítimo (y más confortable), aunque menos compatible con la retórica autorizada por el manual de estilo de la izquierda. Tampoco su hijo nació en un hospital judío porque tenga “gente muy querida y cercana que es judía”. Su esposa parió en el mismo hospital que Salma Hayek, Gwen Stefani, Jessica Alba y Halle Berry, el Cedars-Sinai, un exclusivo centro médico privado de Beverly Hills con prestaciones de hotel cinco estrellas y la mejor atención médica que se puede conseguir con dinero. El actor podrá tener saharauis, palestinos o cubanos muy queridos y cercanos, pero no se le ocurrió llevar a su mujer a un obstetra bereber, a un hospital de Gaza o a Maternidad de Línea. No confundir retórica con estupidez.

Toda muerte de inocentes es lamentable, la perpetre quien la perpetre, y los civiles de Gaza no son la excepción. Ciertamente, son las balas israelíes las que asesinan a esos civiles, y eso es condenable, pero quienes los colocan como tiro al blanco en la línea de fuego son sus propios líderes, y eso es perverso. La comunidad internacional está en la obligación de proponer e imponer un alto al fuego inmediato y convertir Gaza en zona desmilitarizada.

Hay algo en lo que sí estoy plenamente de acuerdo con el actor, y es “que aquellos israelíes y palestinos que sólo sueñan con paz y convivencia puedan un día compartir su solución”, pero eso pasa por que la comunidad internacional rechace con el mismo énfasis los desmanes de los fundamentalistas de ambos bandos, por que se condene todo atentado contra los derechos humanos sin importar quién los cometa, y por que despierten la misma indignación tanto los verdugos de pueblos ajenos como los verdugos de sus propios pueblos.





Libro de estilo

12 06 2012

La última reflexión de Fidel Castro, “Conductas que no se olvidan”, me recuerda un chiste que me hicieron dos rusos en Moscú a mediados de los años 80. Erich Honecker sale del Kremlim, donde acaba de tener una larga entrevista con Leonid Brezhniev, y le dice a su chofer: “A Berlín”. “Usted querrá decir hacia el aeropuerto, ¿no?”. “A Berlín”, repite Honecker. “¿Por carretera?”, pregunta el chofer. “Por carretera”, corrobora el mandatario alemán. Y comienzan el largo viaje hacia el oeste. Entonces Erich Honecker pide al chofer que se detenga, baja del vehículo, recoge algunas piedras y las echa al maletero. “Continúe”, ordena. Y empieza a hacer lo mismo cada diez kilómetros. Alarmado, el chofer se comunica con Leonid Brezhniev en Moscú y le dice: “Camarada Brezhniev, el camarada Honecker ha enloquecido”.  Y le describe la recogida de piedras cada diez kilómetros. Brezhniev consulta a sus asesores y ordena al chofer: “Regresa al Kremlim de inmediato. Ha habido un error. Le hemos instalado a Honecker el programa del Lunajod”.

A pesar de aquella famosa foto de Leonid y Erich pegándose un apasionado beso en la boca (presuntamente con lengua) en 1979, y que inspiraría el mural “Brotherhood Kiss”, de Dmitri Vrubel, sobre el muro de Berlín, Honecker no fue un simple recadero. Cientos de asesinatos y miles de disidentes torturados engrosaron su hoja de servicios.

En su última reflexión, “Conductas que no se olvidan”, el expresidente cubano califica a Erich Honecker como “El alemán más revolucionario que he conocido” y le dedica “el sentimiento más profundo de solidaridad”. En ella señala que le “correspondió el privilegio de observar su conducta cuando este pagaba amargamente la deuda contraída por aquel que vendió su alma al diablo por unas pocas líneas de Vodka”. Suponemos que el “vendido” es Mijaíl Gorbachov, aunque lejos de ser un adicto al vodka, como su sucesor, intentó limitar en la URSS su consumo, algo que no incrementó su popularidad.

Como es habitual, Castro evade el hecho de que “El alemán más revolucionario” fue depuesto por sus propios compañeros del Politburó. Tras huir a la URSS, pedir asilo en la embajada chilena de Moscú y ser extraditado a Berlín, fue encarcelado y procesado por alta traición, por el asesinato de 192 personas que intentaron cruzar el muro durante su mandato,  y la tortura y muerte de miles de disidentes.

Pero lo más interesante de esta reflexión no es su contenido, sus elusiones o sus dislates, como afirmar que la época actual  “es infinitamente cambiante, si se compara con cualquier otra anterior”. Lo más interesante es su extensión: 81 palabras, 497 caracteres incluyendo fecha, hora y firma.

Y no es una casualidad, sino un cambio radical en el libro de estilo del Reflexivo en Jefe. El post “Teófilo Stevenson”, del 12 de junio, tiene 68 palabras, 422 caracteres. “Días insólitos”, del 9 Junio, tiene 974 palabras, 5.842 caracteres, aunque de ellos, sólo son (presuntamente) suyos 713 caracteres, 130 palabras. El resto es una larguísima cita, un ejercicio de corta y pega que demuestra más habilidad con el ratón que con las neuronas.

Uno de sus post más recientes, del 10 de junio, “¿Qué son los FC?”, se reduce a 420 caracteres, 68 palabras all included. En él confiesa que los FC son sus recaditos a “los funcionarios cubanos responsabilizados con la producción de alimentos esenciales para la vida de nuestro pueblo” con los que intenta transmitirles sus “modestos conocimientos adquiridos durante largos años y [que] considero útiles”. Algo tan contraproducente como unas instrucciones para conquistar el Polo Sur escritas por Robert Falcon Scott, o un manual de guerra en las Malvinas a cargo del Teniente General Leopoldo Galtieri. Confío en que dichos funcionarios no le hagan demasiado caso, considerando que entre sus más sonadas FC se encuentran el Cordón de La Habana, el Plan Lechero, la Brigada Invasora que defolió la isla y la convirtió en el mayor productor de marabú del mundo, la Zafra de los Diez Millones y Ubre Blanca, cuyo resultado final ha sido el sistema de racionamiento y la crisis alimentaria más larga de que se tienen noticias.

En sus reflexiones de fines de la década pasada, Castro solía extenderse unas 1.500 palabras. De 9.484 caracteres consta la del 28 de marzo de 2007, donde dicta una de sus primeras FC prohibiendo la producción de etanol, para no dedicar a combustibles tierras que presuntamente se destinarían a alimentar a la población. Al final, ni lo uno ni lo otro. Eso por no remontarnos a sus discursos de siete, ocho y hasta diez horas, empeñado en convertirse en el político insular que más palabras ha dejado caer sobre los cubanos desde Hatuey a la fecha.

Es como si Ryoki Inoue, el escritor brasileño de origen japonés que ha publicado 1.072 novelas, se convirtiera de pronto en Augusto Monterroso. Por eso no deja de ser sospechoso que este Ryoki Inoue de la política se recluya en algunas decenas de palabras.

Desde hace mucho se habla de los frecuentes “apagones” mentales del Castro mayor, interrumpidos por chispazos de algo semejante a la lucidez. Todos recordamos la entrevista que le hizo Randy Alonso, quien apenas asentía con la cabeza mientras el comandante enhebraba sin ton ni son bombas atómicas, guerras mundiales, petróleo, arcabuces y tropas de la OTAN, en una especie de wikipedia aleatoria. O la entrevista a propósito del hundimiento del barco sudcoreano, que bien podría servir como material de estudio en las facultades de Medicina sobre los efectos del Alzheimer. Y en las escuelas de Marketing sobre lo que ocurre cuando alguien intenta llevar su adicción a las cámaras más allá de lo aconsejable.

Conociendo la naturaleza del personaje, es fácil suponer que ninguno de sus cortesanos, amanuenses y edecanes se atreviera a publicar una reflexión que no fuera explícitamente aprobada por él. Lo que no significa que las escribiera. Bastaría indicar las citas citables y dictar las líneas maestras. Otros se encargarían de la redacción siguiendo el libro de estilo y al final el autor daría su visto bueno. Pero para convalidar la autoría de sus reflexiones, el comandante necesitaría una dosis mínima de “alumbrones”.

Los textos que ahora nos obsequia más parecen desvaríos momentáneos, bisbiseos alucinados, que ejercicios intelectuales. ¿Un accidente temporal? ¿Un apagón de largo alcance? Ya veremos qué nos regala Cubadebate en los próximos días.

No creo en la justicia divina. Hasta donde alcanzo, los mirahuecos no son automáticamente sancionados con la ceguera, ni los maltratadores, con la parálisis. Pero no deja de ser una forma de justicia poética privar de la palabra a quien ha abusado de ella (y de nosotros) durante medio siglo.

 

“Libro de estilo”; Madrid, 12/06/2012





Suspensión gravitatoria

28 05 2012

En estas mismas páginas, a propósito de un artículo de Haroldo Dilla, leí por primera vez, en el comentario de un lector, la frase “suspensión gravitatoria”. Según él, en la isla, “cuando un edificio está apuntalado, a punto de caerse, y no se cae, pero tampoco es restaurado ni demolido a tiempo”, los profesionales lo califican como un edificio en “suspensión gravitatoria”. La frase es un hallazgo de la lengua vernácula, equiparable al “faltante” en las tiendas, al “período especial en tiempo de paz”, “el compañero que nos atiende” para referirse al seguroso de turno, el “picadillo enriquecido”; el “tumbacuellos” y el “saltapatrás” en la sección etílica, o la inconmensurable dilatación semántica de la palabra “resolver”, entre otras muchas que no han recibido la debida atención por la Real Academia de la Lengua.

Buscando en la red si la expresión tenía otros usos que no fuera la tipología de edificios apuntalados, di con el anuncio de un ajustador “inteligente” que, según los publicistas, está “confeccionado con materiales que siguen los principios de diseño de suspensión gravitatoria en la NASA”. Ignoro cómo se practica a la lencería un test de inteligencia, pero, según mi experiencia, los ajustadores son bastante lerdos, por el contrario que algunas tetas, tan listas y elocuentes que en un par de segundos, con argumentos inapelables, convencen a cualquiera. Y convencer a un cubano por la vía rápida no es hazaña menor.

La relación entre la NASA, los fabricantes de ajustadores y el gobierno cubano no es tan peregrina como algunos creen. El propósito de la NASA es mantener la presencia del hombre en el espacio, y el de los fabricantes de sujetadores, levantar de su letargo a las caídas en combate, disimular los efectos de la gravedad y el tiempo. El gobierno cubano conjuga ambos propósitos: mientras intenta mantener a los cubanos en el limbo, se empeña en una operación de alta cosmética para que la decrépita señora revolución parezca lozana. Aunque después que toda la nomenklatura haya mamado de sus pechos durante medio siglo, no hay sostén, por muy inteligente que sea, que mantenga la compostura.

Si hay algo semejante a la “suspensión gravitatoria” sería la levitación, tan recurrida en las mitologías, incluso en la castrista, que en los últimos dos decenios ha insistido en flotar por encima de la historia. Saben que la levitación electrostática es imposible, dado el dubitativo suministro eléctrico. Tampoco la levitación magnética, o suspensión electromagnética, aplicada en algunos trenes de tecnología punta. Han apelado recurrentemente a la levitación aerodinámica, gracias a la corriente ascendente de la beneficencia chavista, para evitar estrellarse contra el suelo por el vendaval de la historia. Y la levitación óptica es apenas un acto de ilusionismo para seducir a cierta progresía boba que aún cree en el cuento de la Caperucita Roja y el Lobo Feroz. Como bien saben los lectores de ciencia-ficción, la antigravedad, aprovechando las lagunas en la teoría cuántica de la gravitación universal, es sólo un combustible literario de naves alienígenas.

El Castro mayor intentó durante decenios mantenernos en estado de levitación acústica, caminando hacia el futuro luminoso sobre una alfombra mágica de discursos, y esa levitación retórica es la que intenta, con menos poder de convocatoria, la junta militar que gobierna la Isla (no se dejen engañar por las guayaberas, los generales conservan sus grados y condecoraciones, aunque para disimular los lleven prendidos de los calzoncillos).

Pero algo ha cambiado. El Orador en Jefe confiaba en la inmanencia de sus palabras, mientras el generalato ha comprendido que las palabras, como cualquier producto de estación, son perecederas. Previendo la caducidad de la retórica, empiezan a permitir a los ciudadanos buscarse por su cuenta otros complementos alimentarios. En caso contrario, la feliz conversión de los defensores de la Patria en sus propietarios, podría ser enturbiada por la gritería del personal.

En cualquier caso, la “suspensión gravitatoria”, “cuando un edificio está apuntalado, a punto de caerse, y no se cae, pero tampoco es restaurado ni demolido a tiempo”, es una definición pavorosamente exacta de un país que ha intentado durante el último cuarto de siglo mantenerse de puntillas sobre la corriente de la historia sin mojarse los pies.

 

 

“Suspensión gravitatoria”; en: Cubaencuentro, Madrid, 28/05/2012. http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/suspension-gravitatoria-277114





Carné de héroe

1 02 2012

Velkan Ionescu ha adquirido en condiciones ventajosas una casa de 420 metros cuadrados en la ciudad. Viaja sin coste en los transportes públicos, no paga por los medicamentos que consume, disfruta exenciones de impuestos y podrá jubilarse cinco años antes que sus compatriotas. Velkan Ionescu tiene el carné de héroe por haber participado en las revueltas de 1989 que, al costo de mil muertos, acabó con la dictadura de Nocolae Ceaucescu.

La Ley de Agradecimiento aprobada en 2004 en Rumanía para compensar a los héroes de aquellos enfrentamientos y a las familias de quienes perdieron la vida, estableció un carné que otorga a sus poseedores no pocas ventajas. En un país con enormes diferencias retributivas e injusticia social, casi todo se puede comprar, incluso el carné de héroe que hoy disfrutan unos 20.000 rumanos entre los cuales se distribuyen unos cien millones de euros anuales. Si esa hubiera sido la cantidad real de opositores, Ceaucescu no hubiera durado una semana.

No es raro, entonces, que Velkan Ionescu fuese un anticomunista precoz que, a los cinco años de edad (nació en 1984), se enfrentó a los milicianos de los cuerpos de seguridad y a los francotiradores que masacraron la manifestación frente a la casa del sacerdote Lazlo Tökes, en Timisoara. Aunque su mayor mérito “revolucionario” es ser sobrino de un importante capo del sindicato de estafadores que desde la administración y gracias a jugosos contactos políticos, lava expedientes, crea pedigrís heroicos y convierte a convictos por asesinato en paladines de la libertad. Comenzando por antiguos mandos de la temida policía política que se han reconvertido en demócratas anticomunistas y libertarios gracias a que poseen información que podría comprometer las carreras de algunos flamantes políticos rumanos con una larga hoja de servicios al antiguo régimen.

Como todos los regímenes de esa naturaleza, el de Ceucescu intentó, de grado o por fuerza, conseguir la complicidad de la mayor parte de sus ciudadanos (“pínchalo, pínchalo, aquí todo el mundo tiene que pincharlo”, aquella frase memorable de El hombre de Maisinicú), por lo que no es raro que de los 23 millones de rumanos, unos 700.000 colaboraran con la policía política. De los restantes se exigía, cuando menos, el silencio, la complicidad light. Así, cuando Ion Illescu tomó el poder en 1990, repartió certificados de revolucionarios, como quien reparte indulgencias, entre numerosos esbirros y chivatos. Aunque dejó el poder en 1996, conservó su escaño en el Senado, es decir, su seguro de impunidad a todo riesgo, hasta 2008.

Quizás por eso, como afirma Radu Filipescu, quien fue opositor a Ceaucescu, sufrió prisión y ahora encabeza una campaña para acabar con los privilegios, para el pueblo rumano los únicos revolucionarios auténticos son los muertos, los heridos y los que no tienen carné.

En 1959, con el triunfo de los nuevos héroes, comenzó en Cuba el reparto de privilegios. Discrecional, sin necesidad de una Ley de Agradecimiento ni de un carné de héroe, dado que institucionalizar los privilegios habría sido incompatible con la teoría de que aquellos hombres y mujeres habían arriesgado sus vidas en beneficio de la patria y no de ellos mismos (lo cual es cierto en la mayor parte de los casos), y habría obligado a un reparto más equitativo del botín que, al final, se distribuyó entre un selecto grupo de combatientes, una antología de héroes que, en la práctica, no fueron premiados por su valentía sino por su obediencia a toda prueba.

La cubana fue la primera revolución televisiva. Fidel Castro empleó profusamente el nuevo medio de comunicación, no sólo para seducir con su discurso a la población cubana, sino para crear una imagen que perduraría durante decenios en el imaginario de la izquierda. Un culto estalinista a la personalidad que abrumara de estatuas a los cubanos habría dañado esa operación de marketing, de modo que ese culto ha sido en Cuba igualmente absoluto, pero dejando mínimas evidencias. Del mismo modo, un reparto explícito del botín, en un continente donde todos los dictadores lo hacen, habría sido contraproducente, como admitió el propio Fidel Castro en 1973.

Varios estudiantes de la Universidad de Oriente eran por entonces compañeros y amigos del hijo del comandante Guillermo García, a la sazón capo provincial. Tras acudir varias veces a casa de su compañero, los estudiantes denunciaron los privilegios que se disfrutaban en esa casa, en contraste con el discurso oficial que blasonaba de igualdad e instaba al sacrificio. El propio Fidel Castro insistió en reunirse con los estudiantes en asamblea y tras pulverizarlos con un discurso sin derecho a réplica, concluyó que el mayor error del comandante Guillermo García no era disponer de bienes o recursos que el resto de los cubanos ni soñaba, sino permitir la entrada en su casa de esos estudiantes traicioneros y malagradecidos.

A menos que sea políticamente recomendable para mover el tablero de la política doméstica, la corrupción, el cohecho, el nepotismo, la malversación y el abuso de poder son siempre menos graves que su divulgación. Y eso no es una enfermedad tardía del totalitarismo cubano.

En 1959 el viejo Partido Socialista Popular nombró auditor del recién creado Ministerio del Interior a un tío abuelo mío. Su primera tarea fue inventariar los bienes del ministerio, entre ellos los bienes incautados a los jerarcas del batistato. Más tarde, fue comprobando personalmente las existencias. Una vez concluido el trabajo, solicitó una entrevista al ministro, a quien se quejó. Cientos de casas, automóviles, equipos de aire acondicionado y mobiliarios completos habían sido usurpados para su propio beneficio por los oficiales. Y le entregó una lista detallada de esos deslizamientos de la cosa pública a la cosa nostra. El ministro echó un vistazo a la lista y, en pocas palabras, le ofreció una lección magistral sobre los conceptos de Inversión, Riesgo, Dividendos y Ganancia. Según él, quienes habían invertido en la guerra sus vidas, a riesgo de perderlas, tenían derecho a obtener más dividendos de la victoria que quienes conservaron a buen recaudo ese capital. Sin inversión, no hay riesgo, y sin riesgo, no hay ganancia. Esa tarde, mi tío abuelo descubrió un Karl Marx ventrílocuo. La voz que salía de sus labios cerrados era la de Milton Friedman. Había intentado hacer justicia, aun cuando no fuera políticamente correcta, y le ajusticiaron el resto de su existencia. Hasta entonces, él era un místico de la revolución proletaria y ya se sabe que los místicos siempre fueron tratados con recelo por los sacerdotes de la fe, los mismos que organizarán su canonización después de muertos. Los cadáveres no dan sorpresas. Desde entonces hasta el día de su muerte, mi tío abuelo despachó gasolina en una estación de servicio. La noche de su velorio, aparecieron dos trabajadores de uniforme y colocaron junto al féretro una corona que contenía, ella sola, más flores que todas las demás juntas. Demostración cuantitativa de amor que venía acompañada por una cinta: De tus compañeros del Partido que nunca te olvidaremos. Supongo que, efectivamente, si pasaban con frecuencia a llenar los tanques de sus coches oficiales en la gasolinera de mi tío abuelo, les sería muy difícil olvidarlo.

Pero ni siquiera quienes invirtieron en la guerra sus vidas, a riesgo de perderlas, recibieron el mismo trato. Los conceptos de Inversión, Riesgo, Dividendos y Ganancia a los que aludía el ministro estaban trucados. En 1993 se fundó la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, que “aglutina en una sola organización social a más de 330.000 cubanos de todas las edades, quienes han estado en las líneas del frente de las batallas revolucionarias desde la década de 1930 hasta el día de hoy”. A finales de diciembre de 2011 un grupo de veteranos de Santiago de Cuba, ante las deplorables condiciones en que viven sin ninguna ayuda gubernamental, y “ante la falta de respuesta de las autoridades”, han elevado sus denuncias a la prensa no gubernamental.

Por muchas razones, comunes a todas las sociedades sometidas a sistemas totalitarios –control absoluto, represión desmedida, poda de los vínculos entre la disidencia y su base social, minado de todos los grupos por agentes y chivatos, brigadas de acción rápida, control absoluto de los medios y la elevación del miedo a sistema de gobierno–, aunque hoy la mayor parte de la población descrea de sus gobernantes, los grupos de la disidencia en Cuba no pasa de algunos miles de miembros, a los que se suman blogueros y periodistas independientes. Su mera existencia es doblemente heroica, dadas las circunstancias y el permanente acoso del que son víctimas.

Como es lógico, el día después muchos cubanos dirán en voz alta lo que de momento cuchichean en familia, alguno intentará blasonar de una disidencia tan clandestina que nadie la conoció en su día. Se producirá el reciclaje a demócratas y las más variopintas excusas para actitudes inexcusables. Aunque parezca increíble, habrá quienes se parapeten tras la buena fe o la ignorancia. Y, de un modo u otro, todos serán llamados a reconstruir el nuevo país, que no será posible sin la colaboración de todos los cubanos. Quienes hoy arriesgan su integridad y su vida no necesitarán carnés de héroes. Ya lo han obtenido en el tribunal sin apelación de nuestra memoria.

 

“Carné de héroe”; en: Cubaencuentro, Madrid, 01/02/2012. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/carne-de-heroe-273528

 





2012

13 01 2012

El 21 de diciembre de este 2012, Año del Mago para los mayas, concluye su quinto ciclo solar con la alineación de la Tierra, Júpiter y Marte. Aunque lo más probable es que al día siguiente comience el sexto ciclo maya, y nada más, el club de fans del apocalipsis insiste en que ese día se acabará el calendario. El maya y todos los demás. E invocan una antigua profecía sumeria según la cual ese mismo día el planeta Nibiru –que se asocia a Júpiter o a la Estrella Polar en los textos antiguos–, cuya presunta órbita excéntrica ha hecho las delicias de los ufólogos, pasará cerca de la Tierra, alterará los polos y una serie de maremotos destruirá el planeta.

Poco antes, el 22 de septiembre, algunos científicos auguran violentas tormentas solares. Por si acaso, no concierten para ese día videoconferencias ni confíen sus vidas a los sistemas electrónicos. Como será sábado, un paseo campestre, bronceador en mano, sería lo más recomendable.

Mucho antes, el 23 de enero de 2012, comienza el Año del Dragón, signo propicio para los chinos. Tras las revoluciones industrial y del conocimiento, se anuncia la Revolución del Todo a Cien. 2012 también trae cuatro eclipses, dos de Sol y dos de Luna, y el retorno de Saturno en octubre hacia el signo de Escorpión, algo que sólo ocurre cada 30 años.

Los mantras, hechizos, rituales, cursos de feng shui, amarres, amuletos y el tarot se venden como antídotos del desconflaute universal. (A los bibliotecólogos: la palabra clave es “venden”).

Un tal Federico de Robertis, sicólogo social y argentino, valga la redundancia, anuncia que nos abocamos a «la última etapa de un ciclo largo de 26.000 años que culmina entre el 21 y 23 de diciembre y marca el pasaje hacia nuevos sistemas de ideas; diferentes al capitalismo, el poder monopólico, el odio desmedido, las guerras. (…) Vamos hacia un amanecer de la conciencia, un camino lumínico nuevo…». Y recomienda a los urbanitas encandilados por la nueva iluminación led «crear su propio ecosistema interno hasta alcanzar la calma”.

En Cuba aparece la Letra del Año. No una, sino dos: la de la Comisión Organizadora Miguel Febles Padrón, y la “oficial”, de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, del Consejo Cubano de Sacerdotes Mayores de Ifá.

Antes nos recuerdan que la Letra de 2011 no fue como las promesas del gobierno, sino que se cumplió. La «caída de cabezas de familia» fue la carambola de presidentes derrocados en el norte de África y la muerte de Kim Jong-il. Tampoco faltaron los desastres naturales y medioambientales anunciados. Esta vez en Filipinas, Brasil, Nueva Zelanda, España, Chile, Tailandia, Turquía y Japón. Profecía segura. No hay año sin desastre. En 2011 dominó Baba Eyiobe (doble salvación), un signo que aparece en años de inflexión para la historia de Cuba –1959, 1989, 1998, 2004 y 2011–.

La letra del año “oficial”, la de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, tiene como signo Ogbeche. Su profecía es “Ire aiku lese alaleyo, eyebale” (Un bien de salud gracias al oricha regidor de cada persona, hay que darle sacrificio (sangre). Gobierna Ochun y acompaña Changó. Entre los refranes del signo llaman la atención: “Mentiroso y revolucionario” y “La carreta se va delante de los bueyes”. Recomienda utilizar una pluma de loro en la cartera de forma permanente. La letra apuesta por la unión de la familia, religiosa y sanguínea, evitar la discriminación social y racial, el consumo de alcohol y drogas, el uso de armas de fuego y armas blancas, y tener sumo cuidado con negocios ilícitos, estafas y robos. (Es una especie de código penal). En sintonía europea, evitar el despilfarro, porque tendremos situaciones económicas difíciles, y es imprescindible el ahorro. Y augura un año difícil para la salud (estrés, problemas estomacales, ginecológicos, circulatorios, afecciones en las piernas y la vista, cáncer, problemas mentales y locuras transitorias).

Por su parte, la letra del año de la Comisión Miguel Fébles Padrón, presidida por el sacerdote de Ifá Guillermo Diago Molina, “Ogbe Weñe”, fue extraída por Michael, un babalao canadiense recién graduado. De modo que no sólo está en manos canadienses el destino del turismo nacional. Para esta comisión, el signo regente es “Baba irete meyi” (“La sombra del niño de corta vida”). La divinidad regente es Oya, y la divinidad acompañante, Oggun. Predice trastornos de la locomoción, hernias discales, trastornos de bajo vientre en la mujer, disminución de la natalidad y aumento de la mortalidad infantil, trastornos digestivos, epidemias y enfermedades de la piel. Lo que, unido a la otra letra, augura un año atareado para los médicos que no hayan sido exportados a Venezuela. Esos tendrán otros bretes.

Además de coincidir en la sísmica y el cambio climático, esta letra anuncia guerras y confrontaciones, transiciones, cambios sociales, políticos y económicos; envejecimiento poblacional y serios trastornos en el matrimonio. Deberá prestarse especial atención al asunto de la vivienda (cuidado con las obras sin la debida asesoría técnica) y buscar soluciones ágiles a los problemas. (Seguramente no se refiere a la parsimonia raulista). Recomienda la higiene en los hospitales, una campaña de limpieza general para evitar epidemias; el aprendizaje de oficios manuales; especial atención a los hijos, a la gestión económica pública, a la agricultura y una distribución organizada de los productos, y brindarle a la mujer la consideración que merece; así como cambios y revisión de las leyes penales, adecuándolas a estos tiempos. Más que una letra, parece un programa electoral. Entre sus refranes del Odun, son sugerentes: “El peine no puede peinar un calvo”; “El juez que mucho avisa no quiere encontrar culpable”, y “Fue la boca del macho cabrío la que lo mató”.

En Venezuela, el sacerdote de “Ifá” Adalberto Herrera Alfonso, “Otura Tiyu”, fundador de la Asociación Civil Cultural Seguidores de Ifá (Asoifa), advierte en su letra “sobre la desaparición física de un alto personaje del país y de fuertes enfrentamientos entre opositores políticos”, lo cual tendría repercusiones inmediatas en la letra cubana. Un cruce de letras. Un verdadero diptongo. “Habrá traiciones y maldiciones en el seno militar, triunfos y conquistas de los obreros, ciertas mejoras en lo económico”. Candela pal sindicato, en traducción libre. Y “proliferación de asaltos, robos y actividades ilegales” (especialmente dedicado a los médicos cubanos en Urgencias).

Por su parte, la letra laica de los analistas prevé más preguntas que certezas. La visita del Papa puede invitar a aperturas cosméticas. La realidad social impondrá avances más rápidos que las propias reformas y las nuevas leyes, sugieren algunos. O mano dura a quien se salga del guión, opinan otros. “El peine no puede peinar un calvo” resume la voluntad renovadora. Y “El juez que mucho avisa no quiere encontrar culpable”, su batalla contra la corrupción (al menos desde cierto nivel al cielo). Todo aromatizado con el lejano olor del petróleo en el Golfo, ahora que Chávez tiene en su contra la letra venezolana.

En el resto del planeta, los mismos expertos que no vieron venir la crisis, aseguran que 2012 será el más difícil de la historia del euro y del proyecto europeo. Se impone limitar el déficit al 0,5% del PIB y establecer un fondo de rescate permanente. Reformas en materia laboral, pensiones y fiscalidad. Austeridad y recortes sociales. Una segunda recesión económica y desempleo masivo; nuevos tratados internacionales para avanzar hacia una unión fiscal y económica más fuerte. Sanear y recapitalizar los bancos, que han paralizado el crédito, para que abran el grifo. Pero 523 bancos recibieron préstamos del BCE a tres años por 489.000 millones al 1%. En lugar de abrir el crédito a empresas y familias o adquirir deuda pública, guardaron en su balance 220.000 millones y depositaron el resto en el BCE al 0,25%.

Se habla de un vagaroso “plan de reformas económicas para estimular el crecimiento” al tiempo que Bruselas rechaza un plan de inversiones públicas y pronostica un 0,5% de crecimiento en 2012.

La letra del año de Christine Lagarde, jefa del FMI, más atendible que las otras, anuncia que «La economía mundial está en una situación peligrosa». La crisis de deuda «es una crisis de confianza en la deuda pública y en la solidez del sistema financiero». En tiempos de crisis, el nacionalismo de cada país gana terreno al europeísmo. Incluso los emergentes, China, Brasil y Rusia en particular, que fueron motores de crecimiento mundial, “sufrirán ante los factores de inestabilidad».

Visto lo visto, quizás los armagedonistas de inspiración maya no anden tan desencaminados. Y si después del 21 de diciembre sólo viene el 22, no desesperen.

Según el astrónomo holandés Piers van der Meer, en 2013 las tormentas solares destruirán la vida en la Tierra. Si aun así sobrevivimos, en 2014 el astrofísico británico Albert Sherwinski anuncia una gran nube de polvo cósmico que arrasará el sistema solar. Y la nueva era glacial que vaticina el astrofísico ruso Jabibul Abdusamatov. Para 2018, los intérpretes de Nostradamus anuncian el holocausto nuclear. Y con un poco más de paciencia, nos queda el apocalipsis fijado por Isaac Newton para 2060.

“2012”; en: Cubaencuentro, Madrid, 13/01/2012. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/2012-272862





Calentón.net

3 01 2012

El pasado 19 de octubre apareció en el diario Juventud Rebelde un artículo (http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/informatica/2011-10-19/internet-calienta-el-mundo/), cuando menos, original: “Internet «calienta» el mundo”, escrito por Mario Alberto Arrastía Ávila, especialista de Cubaenergía.

El autor nos descubre que si bien Internet ha traído ciertos beneficios, hacer una búsqueda en Google, entrar en Facebook o ver un video en YouTube consume electricidad y emite “gases que contribuyen al calentamiento global”.

Anota que entre 2000 y 2010 el tráfico en Internet creció 200 veces, y pormenoriza millones de emails por segundo, cuentas diarias de Twiter y 3.000 millones de usuarios en 2015 con un tráfico de 966 exabytes, según Cisco.

El autor afirma que “como la electricidad que usan nuestras computadoras y el centro de datos no se genera cerca de nosotros, no podemos ver la contaminación atmosférica creada y es difícil que nos inquiete saber cuánta energía se usa y en qué medida contribuye Internet a ensuciar la atmósfera y calentar el mundo”. (Tampoco queda más cerca la termoeléctrica cuando encendemos la luz o el ventilador, pero en lo de la distancia tiene toda la razón). Y nos alerta de que las telecomunicaciones globales ya ocupan el quinto lugar por su consumo de energía, detrás de Estados Unidos, China, Rusia y Japón. Añade que Amazon, Google, Microsoft, Apple, IBM o Facebook “consumen gran cantidad de electricidad producida a partir de carbón mineral”. Un dato sorprendente: ¿cómo ha averiguado el articulista el origen exacto de la electricidad en redes nacionales entrelazadas que normalmente proviene de hidro y termoeléctricas, nucleares y plantas de energías renovables? ¿Trae la electricidad producida con carbón alguna boronilla que permita distinguirla? En cualquier caso, me fijaré a ver si detecto luminiscencia radioactiva, si gotea crudo o si sale del tomacorriente un vientecillo de generador eólico.

El articulista comenta alarmado que los centros de datos en Estados Unidos consumen el 2% de la energía del país. Y en el planeta es el 1,3%, equivalente a la energía producida por todos los aerogeneradores del mundo. Greenpeace estima que el consumo de electricidad de los centros de datos crecerá en un 200% para 2020 (1.430 millones de toneladas de CO2 emitidas). Aunque los especialistas de Pike Research predicen una reducción del 31% para la misma fecha.

Anota que con el consumo de la infraestructura técnica de Google se alimentaría a 200.000 viviendas norteamericanas (¿cuántas viviendas cubanas? ¿alguien lo sabe?) para gestionar cada día mil millones de búsquedas que seguramente serían más ahorrativas si los clientes se desplazaran a la biblioteca. Que los usuarios de YouTube emiten unas 6.000 toneladas diarias de GEI y que cada clic en Google requiere de 0,003 kWh, lo que provoca la emisión de 0,2 gramos de dióxido de carbono. Confieso que mi próximo clic será dubitativo.

En un país donde los internautas apenas contaminan, es reconfortante que un especialista tenga el altruismo de preocuparse por los cibercontaminantes planetarios. Aunque no es raro si tomamos en cuenta que Cuba es el país más ecológico del mundo.

En primer lugar, la contaminación industrial es ínfima. No sé si el país cumple con los protocolos de Kyoto, pero la cosa ha mejorado mucho desde que los protocolos de Moscú la abandonaron. Y las industrias, y los ómnibus húngaros Ikarus, cuyos humos se observaban a tres paradas de distancia. Muchos carros americanos y Ladas han muerto de muerte natural y la clase dirigente, dispuesta a salvar el planeta, se ha resignado a los Toyota y los Mercedes Benz que cumplen la normativa europea de emisiones.

La casi abolición de la industria azucarera fue otro aporte de la Isla a la capa de ozono, y los grupos electrógenos no duraron lo suficiente para agrandar el agujero.

Hablando de gases, se ha comprobado que el mayor emisor de metano a la atmósfera es el culo de las vacas. Ante la imposibilidad de conseguir por ingeniería genética vacas sin culo, se optó por la extinción de la especie. Gracias a ello, no se necesita desarbolar grandes extensiones para pastizales (como en los 60), y el ecosistema del marabú (esa planta exótica pero que ya sentimos como nuestra) se mantiene intacto.

La frugal alimentación de los ciudadanos también genera menos deyecciones y éstas son más vegetarianas, lo que, según Greenpeace, es más asimilable por el paisaje.

La contaminación acústica es una asignatura pendiente (y qué clase de contaminación), pero la lumínica, que tanto molesta a los astrónomos, está casi resuelta. En algunas zonas de Párraga y Caimito del Guayabal el panorama del cielo es tan diáfano como en el observatorio del Teide. Mira que mandar el Hubble al espacio exterior cuando pudieron colocarlo en Coco Solo. Y eso tiene una ventaja colateral. Cuando pasan de noche sobre la Isla, los satélites espías se dan una perdía del carajo. En el triángulo de las Bermudas hay más luces que en La Habana.

Lejos del consumismo occidental, la conciencia ecológica impulsa en Cuba una cultura del reciclaje que debe estar entre las más decididas del planeta: se reciclan las bolsitas desechables, las botellas plásticas y las laticas; el Frigidaire con el motor quemado se convierte en armario y la plancha sin asa, en tostadora. Nada se desecha, ni siquiera los dirigentes del Partido, que llevan medio siglo reciclándose de ministerio en ministerio.

El país también ha evitado los excesos del urbanismo salvaje que llena el paisaje de rascacielos e invade el hábitat del tomeguín y del sinsonte. En Cuba el crecimiento urbanístico es interior: barbacoas, mamparas, cuatro generaciones en quince metros cuadrados. (Por cierto, el articulista también pertenece a Cubasolar, aunque no sé si eso tendrá relación con el urbanismo). Cuando se llena la barbacoa y la familia empieza a disponer turnos rotativos para dormir, los más jóvenes tienen la delicadeza de ceder sitio a sus mayores e irse. Me refiero a irse. Lo que ha contribuido a la preservación de los ecosistemas marinos. Frente a los océanos sobreexplotados de por ahí, las aguas territoriales cubanas han presenciado un raro ejercicio de reciprocidad: los cubanos se comen tantos peces, como los peces, cubanos.

Y eso nos lleva al comercio exterior de productos ecológicos. El primer rubro de exportación son los cubanos, un sector en que la Isla es líder mundial. Se ha comprobado que los dos millones de unidades exportadas son cien por cien naturales, sin conservantes ni colorantes. Una ganadería sostenible que no genera gastos de transporte y que rinde beneficios durante muchos años. La mala costumbre de los condones soviéticos de convertirse en chalecos salvavidas ocasionó un baby boom en los 60, sobre todo después que la vida nocturna se redujo a la televisión nacional. Ahora la producción ha disminuido, pero aun así se mantienen e incluso se incrementan las exportaciones.

La integridad del autor le obliga a reconocer que “la investigación y redacción de este artículo (…) provocó la emisión de unos siete kilogramos de CO2”. Algo que podría evitar mediante la distribución telepática, el mismo método que emplean los mandatarios cubanos: una discreta consulta popular mediante referendos telepáticos antes de tomar decisiones que afectarán a todos los ciudadanos de la Isla.

La conclusión de Mario Alberto Arrastía Ávila es que por todo eso, “Internet debe usarse responsablemente”. Y es lo único que no comprendo. ¿Qué quiere decir responsablemente? ¿Enviar emails modelo SMS para ahorrar energía? ¿Felicitar a la familia una vez al año por navidades, cumpleaños y santos, todo junto? ¿Buscar en Google sólo aquello que no encontremos en la Biblioteca Nacional? ¿No leer periódicos extranjeros que, al venir desde tan lejos, pueden recargar la red? ¿Medir bien cada clic como si los dieran por la libreta a diez por semana? Aunque ahora caigo: responsabilidad viene de responsable. Yo tuve en Cuba responsables de pioneros, de aula, de sindicato, de lote, de personal y cuadros, de proyecto, de departamento, de propaganda. ¿Por qué no un responsable que nos oriente en la Intranet, esa Internet municipal? Podríamos descubrir que Buscasiboneyes.com es mejor que Google; las bondades de YouNoTube, la web del daguerrotipo, y que en Asambleadebalance.com tenemos más amigos que en Facebook. Todo bajo una supervisión que nos ayude a encontrar el buen camino en la red, ese jardín de los senderos que se bifurcan. (Cuando menos lo esperas, en una Internet sin direcciones prohibidas y adecuadamente señalizadas aparecen los innombrables). No ha quedado demostrado que generar ideas afecte a la capa de ozono, pero deambular por la red sin algún responsable que te oriente puede aumentar la temperatura emocional, y eso sí podría alterar el delicado ecosistema de la Isla.

“Calentón.net”; en: Cubaencuentro, Madrid, 03/01/2012. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/c





El ADN de la crisis (2). La empatía

21 12 2011

 “Siempre hemos sabido que el interés desconsideradamente egoísta era inmoral; ahora sabemos que también es antieconómico”.

Franklin Delano Roosevelt (20 de enero de 1937)

 

 

Estadística de la felicidad

El Hombre Nuevo del que hablaba León Trotski en 1922 no pasó de ser un intento fallido (o quizás nunca intentado) de ingeniería social que costó la vida a millones de “hombres viejos”. Sabemos que una sociedad igualitaria por decreto es un rotundo fracaso. En primer lugar, porque sólo es igualitaria de la cúpula intocable hacia abajo. Y en segundo, porque sataniza la ambición, catalizadora del desarrollo durante miles de años. Pero una sociedad drásticamente desigual es tan perversa como aquella. Toda sociedad donde la infelicidad de la inmensa mayoría es el abono para que crezcan los privilegios de unos pocos (emperadores, reyes, secretarios del partido, dictadores o aristocracias financieras, da igual) termina implosionando.

El coeficiente Gini mide la distribución de ingresos entre 0, máxima igualdad, y 1, máxima desigualdad. En 2011, el coeficiente Gini de Dinamarca, el país menos desigual, es 0,232. Casi todos los países de Europa Occidental están por debajo de 0,30, excepto España (0,319), Grecia (0,321), Irlanda (0,328), Reino Unido (0,335), Italia (0,352), Polonia (0,372) y Portugal (0,385). Justo a los que peor les va con la crisis. En Estados Unidos el coeficiente ha crecido de 0,316 en los años 70, a 0,381 en 2011. Aunque dista mucho de Nambia cuyo coeficiente era 0,707 en 2007.

Si acudimos al Informe sobre Desarrollo Humano 2011 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, es fácil comprobar que los países con mayor calidad de vida del planeta coinciden, casi estrictamente, no sólo con los más prósperos, sino también con los más equitativos y con los menos corruptos.

En 2007, Steve Skara, un obrero metalúrgico de Indiana, contó frente a las cámaras que tras 34 años en LTV Steel, se vio obligado a retirarse por discapacidad. La bancarrota de LTV dos años más tarde le arrebató un tercio de su pensión y el derecho a la asistencia sanitaria. Steve Skara preguntó a los políticos qué está fallando en Estados Unidos y qué harían ellos para solucionarlo.

La desigualdad mata, concluye el epidemiólogo británico Richard Wilkinson al analizar las estadísticas de esperanza de vida decrecientes al compás del aumento del coeficiente Gini. Y éste aumenta con la desregularización, la escasa voluntad redistributiva y la abolición de los límites a la codicia.

El propio Adam Smith, tan apreciado por los neoliberales gracias a sus aseveraciones de que incluso las motivaciones más egoístas aumentan la riqueza social y se revierten entre todos, también se refirió, en pasajes que suelen pasarse por alto, a la honestidad, la moralidad, la compasión y la justicia como lubricantes imprescindibles de la maquinaria social.

El sentido de la equidad no es privativo del hombre. Se ha documentado exhaustivamente en primates, loros, perros, y en los niños se manifiesta desde muy corta edad. Porque la equidad garantiza la paz social, beneficiosa para todos los miembros de la especie. Henry Louis Mencken, ensayista y periodista de Baltimore, escribió: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.

 

Una especie belicosa

Según los defensores del liberalismo a ultranza y el darwinismo social, sin mecanismos redistributivos que garanticen la cohesión social, ello responde a la naturaleza belicosa de nuestra especie, a la lucha por la supremacía del más apto; pero la ciencia ha demostrado que no estamos genéticamente condenados a la guerra. De hecho, como en otras especies gregarias, hay pruebas ancestrales de asesinatos y depredación entre humanos, pero las evidencias de guerras, que responden a circuitos neuronales diferentes, se remontan, a lo sumo, a 15.000 años. Y no se trata de un impulso biológico natural, algo inscrito en nuestro ADN, sino de una imposición organizada por las jerarquías de la estructura social. Mencio afirmaba que quien había visto la agonía de un animal, no podía comer su carne. “Por ello el hombre superior se mantiene alejado de sus cocinas”. Esto, a mayor escala, ocurre en la guerra. Ya Sófocles, en su obra Áyax, se refería al estrés postraumático de los veteranos de guerra: “Áyax, a quien tú enviaste y victorioso salió en los terribles combates, privado ahora de razón…”. Un fenómeno perfectamente documentado en la literatura médica. La inmensa mayoría de los hombres conducidos a la guerra se resiste al asesinato por orden de sus superiores. De hecho, se estima que apenas el 1-2% de los soldados involucrados en una contienda ocasionan la mayoría de las muertes. Durante la guerra de Vietnam, los soldados norteamericanos dispararon 50.000 tiros por cada enemigo muerto. O tenían una pésima puntería, o la mayoría intentaba no ser letal.

Y eso nos lleva a otra cualidad que sí es innata, aunque no sea exclusiva de los humanos.

 

La empatía

Se ha observado en los arenques, que nadan en cardúmenes, maniobras perfectamente coordinadas cuando acecha el peligro de depredadores. Los estorninos y otras aves hacen lo mismo para confundir a los halcones. Tanto los bueyes almizcleros como los búfalos forman círculos defensivos en cuyo centro colocan a las crías. Los depredadores se enfrentan a un muro de astas que los separa de sus presas. En todos estos casos, el “gen egoísta” recomendaría a cada individuo huir y salvarse por su cuenta, para beneplácito de sus cazadores. La empatía, en cambio, les ayuda a sobrevivir uniendo sus fuerzas en una estrategia común, en la que participa toda la manada, tanto los individuos que tienen crías por defender como los que no.

Delfines que sostienen cerca de la superficie a un compañero herido para que pueda respirar mientras se recupera; animales que salvan a otros que ni siquiera son de su especie; chimpancés que pueden luchar por su territorio pero, llegado el momento, establecen pactos de colaboración; los bonobos, que resuelven los conflictos acicalándose mutuamente y haciendo el amor con los miembros de otros grupos; tigresas, lobas y perras que amamantan cachorros huérfanos de otras especies. De estos y otros muchos ejemplos está plagado el muy recomendable libro La edad de la empatía (Tusquets editores, Barcelona, 2011), de Frans de Waal, donde se demuestra que la empatía, algo que compartimos con otros animales, se remonta a las capas más profundas y antiguas del cerebro, y que funciona como salvaguarda de la especie por encima de los impulsos individualistas.

Paul Zak, profesor de la Universidad de Claremont en California, especialista en Neuroeconomía, disciplina que conjuga economía, biología, neurociencias y sicología, ha estudiado la oxitocina, una hormona generada en el cerebro humano que se relaciona con el establecimiento de relaciones sociales y el vínculo entre la madre y su hijo recién nacido. Según las investigaciones de Zak, esta hormona estimula la empatía, la generosidad y la confianza. “Es el pegamento social que permite crear familias, comunidades y sociedades. Se utiliza como un ‘lubricante económico’ que nos permite realizar con él todo tipo de transacciones”.

Los supervivientes de la catástrofe que hace 150.000 años casi llevan a nuestra especia a la extinción, dispersos en pequeñas partidas, se reunieron hace unos 40.000 años para convertirse en una sola población pan-africana. La empatía resultó, junto con la creatividad, el más poderoso medio para la supervivencia de la especie que, a partir de ese momento, inició las largas migraciones que dispersarían a los humanos por todo el planeta.

“Libertad, igualdad y fraternidad” fue el eslogan de la Revolución Francesa, tan válido entonces como ahora. El asunto es conjugarlos armoniosamente. Si la libertad no se puede ejercer a costa de la libertad ajena, la fraternidad y la igualdad no pueden abolir la meritocracia y la justa y diferencial recompensa en dependencia del aporte a la sociedad. No se trata de una utopía ni de un asunto estrictamente económico, sino de un imperativo ético y moral del que depende la supervivencia de la especie abocada a resolver la catástrofe ecológica, social, humanitaria y económica, antes que un sorbo de agua o una bocanada de oxígeno comiencen a cotizar en bolsa. Las socialdemocracias del norte de Europa, sin ser perfectas, son un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la sociedad se atiene a las leyes de la naturaleza, donde todo proceso tiende al equilibrio.

 

Otro mundo es posible

Los dogmas del neoliberalismo, elevados a los altares durante los últimos treinta años, se han derrumbado con la crisis. Cunde el ateísmo. Quienes garantizaban la autorregulación del mercado como fuente de todos los bienes, lo han visto desencuadernarse estrepitosamente. Y quienes llamaban comunismo a toda intervención del Estado, ahora le ruegan una inyección de liquidez que los salve del naufragio. Y si hay que pagar la factura, toda la sociedad debe arrimar el hombro, particularmente los que menos tienen (pero que son la mayoría). Bastará con un pequeño esfuerzo de los pensionistas y los parados, precarizar el empleo, renunciar a ciertos beneficios sociales en salud y educación, como si fueran una graciosa concesión y no prestaciones financiadas por los impuestos del ciudadano –que sufragan, ya de paso, los coches oficiales, abultados sueldos y dietas de la politicocracia, asesores amiguetes y otros gastos innombrables–. Se repite la moderación salarial, pero nadie habla de la moderación de la ganancia. En teoría, esa ganancia es capital que creará empleo por el bien de todos. En la práctica, tras un descenso de un 8% en 2009, la industria del lujo subió un 10% en 2010. Al desempleado en nombre del abaratamiento de los costes y el incremento de la eficiencia le queda el consuelo de ver pasar  la esbelta silueta de un Ferrari.

Y los bancos, que no han dejado de tener ganancias y recibir ayudas públicas, han cerrado con tres candados el grifo del crédito, abocando al cierre a decenas de miles de pequeñas empresas. ¿El Estado no pudo condicionar esas ayudas a la liberación del crédito para mantener el tejido productivo? ¿Tampoco ha podido gravar los bonus desmesurados, prohibirlos en caso de ayudas o sancionar a quienes se han gratificado a sí mismos incluso después de que sus bancos han sido intervenidos tras una gestión desastrosa?

El presidente Barack Obama ha propuesto al Senado la creación de un organismo de protección financiera para los consumidores, un nuevo impuesto de 0,15% a las deudas de las mayores entidades financieras, y una reforma estructural del sistema que limitaría el tamaño y el riesgo de los bancos, restringiría la participación de los bancos comerciales en actividades de alto riesgo, como fondos de cobertura y fondos de capital inversión. Cuenta con el respaldo de Paul Volcker, presidente de la Junta Asesora de Recuperación Económica, y ex presidente de la Reserva Federal bajo los presidentes Carter y Reagan.  David Stockman, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto bajo la presidencia de Reagan y nada sospechoso de izquierdista, también apoya gravar a los bancos. Según él, «los grandes bancos deben reducirse porque no hacen gran cosa que sea útil, productiva o eficiente». Nada nuevo. Hace dos siglos, ya Adam Smith recomendaba mantener a los bancos bajo control y evitar que unos pocos se vuelvan «demasiado grandes para caer».

«El sector financiero está creando muchos riesgos sistémicos para la economía mundial», declaró Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del FMI, a The Telegraph. «Es justo que ese sector pague algo de sus recursos para mitigar los riesgos que crea”.

También Gran Bretaña está considerando un impuesto a los bancos para crear un fondo de garantía y un impuesto a las transacciones financieras a fin de limitar la especulación excesiva. Aunque, como vimos recientemente en su enfrentamiento con la Unión Europea, David Cameron encaja mejor en el papel de abogado de la City que en el de primer ministro de Gran Bretaña. Bien mirado, no es el único.

En Inside Job, Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del FMI, cuenta que en el momento más álgido de la crisis, durante una reunión con los más importantes banqueros de Wall Street, varios pidieron regulaciones. Necesitamos regulaciones para atajar nuestra codicia. Somos demasiado codiciosos, no lo podemos evitar (como si se tratara de una enfermedad venérea). Pero tanto antes como después de la crisis se han opuesto a las regulaciones, comentó el entrevistador. Efectivamente, respondió Strauss-Kahn, pero en aquel momento tenían miedo.

De modo que la única solución para contener la codicia son las regulaciones efectivas, el miedo preventivo. Lo contrario sería nombrar jefe de policía a Hannibal Lecter.

“El ADN de la crisis (II): La empatía”; en: Cubaencuentro, Madrid, 21/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-adn-de-la-crisis-ii-la-empatia-271814





El ADN de la crisis (1). La codicia

20 12 2011

“Lo que importa es el dinero, el resto es conversación”.

“Si quieres un amigo, te compras un perro”.

Gordon Gekko en Wall Street, de Oliver Stone, 1987

 

Según un estudio del ADN mitocondrial de varias poblaciones indígenas africanas publicado por Doron Behar y otros en la revista American Journal of Human Genetics, hace 150.000 años, al parecer por causas climáticas, la especie humana se redujo a unos 2.000 individuos, es decir, corrió inminente peligro de extinción, según Spencer Well, jefe del Genographic Project. Los supervivientes se separaron en pequeñas partidas que emigraron al sur y al norte, y vivieron aislados durante los siguientes 100.000 años.

¿Qué salvó a nuestra especie de la extinción? A pesar de que aquellos ancestros medían apenas un metro veinte y eran cazadores-recolectores de segunda sin garras ni colmillos,  en un mundo poblado por tigres dientes de sable cuyo tamaño duplicaba el de los actuales leones, poseían una cualidad que los distinguía: la ambición. Sin ella no se habrían inventado la rueda o la flecha, nadie habría escrito el Quijote, escalado el Everest o pisado la Luna. Esa cualidad pudo salvarnos, pero en conjunción con otra que no es exclusiva de nuestra especie y a la que me referiré más tarde

La ambición (del latín ambitĭo, -ōnis) se define como “un deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”. Y también de lograr metas más altas, sean económicas, artísticas, deportivas o científicas. Si la codicia y su hermana la avaricia son siempre perversas, la ambición suele estar acompañada por el deseo de ser mejor.

Entre la ambición y la avaricia (del latín. avaritĭa), ese “afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas” hay una gradación cromática, una suerte de sfumato de límites difusos. La ambición legítima del alpinista por alcanzar la cima se torna avaricia de gloria cuando por conseguirlo abandona a su compañero en peligro. La ambición del empresario que intenta colocar en el mercado un producto único y perfecto se degrada cuando apela a cualquier medio para hundir a sus competidores y seducir a los clientes.

La ambición pudo contribuir a la salvación de nuestra especie. La avaricia, no.

 

La codicia

En el teatro clásico, desde Aristófanes y Tito Marcio Plauto hasta Goldoni, Moliere, Giovan Battista Faginoli y Valle Inclán, la avaricia es recurrente, aunque su hermana la codicia esté más presente en la vida cotidiana.

Pecado mortal en todas las religiones, la codicia es para los budistas una conexión errada entre lo material y el sentido de la felicidad. El hinduismo promete un nirvana donde la codicia desaparece. Y la Biblia invita repetidas veces a la compasión hacia los más débiles. A pesar de ello, Saraswathi, el más poderoso de los cinco Shankaracharya hindúes, está acusado de desviar 5.000 millones de dólares, y Bernard Madoff, judío practicante, estafó 50.000 millones. Andrew Carnegie, cristiano, hablaba de la competencia como una ley biológica que mejoraba al género humano. Y John D. Rockefeller sostenía que el crecimiento de un gran negocio es el resultado de una ley natural y de una ley divina, santificadas por la plusvalía. Al parecer, todos han conciliado perfectamente devoción y codicia.

Herbert Spencer ya se refería en el siglo XIX a “la supervivencia del más apto” y negaba cualquier obligación del apto hacia el no apto. Según él, la naturaleza se esfuerza continuamente para borrar del mapa a los pobres (perezosos, incapaces, faltos de espíritu emprendedor). De ahí parten los defensores del darwinismo social, como el Gordon Gekko de Wall Street, quien calificaba como “espíritu evolutivo” a una lucha sin cuartel donde los triunfadores están destinados a aplastar a los perdedores. Y en otro parlamento afirmaba que “la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución. La codicia en todas sus formas: la codicia de vivir, de saber, de amor, de dinero; es lo que ha marcado la vida de la humanidad».

Por su parte, Ayn Rand –una de las mayores influencias de su vida, reconoce Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal– sostenía que la única obligación de cualquiera es consigo mismo y elevó el egoísmo a la categoría de virtud.

Para Milton Friedman la responsabilidad social entra en conflicto con la libertad. Si los directivos de las empresas aceptaran cualquier responsabilidad social que no fuera ganar para sus accionistas tanto dinero como pudieran, ello, según él, socavaría los cimientos de la sociedad libre.

 

El gen egoísta

En su libro El Gen Egoísta, el etólogo y zoólogo británico Richard Dawkins intenta explicar las relaciones sociales, desde la guerra hasta el altruismo, mediante un “darwinismo genético”. De acuerdo con su teoría, los individuos altruistas terminan por extinguirse en beneficio de los egoístas, dado que un gen es “bueno” si permanece muchas generaciones, y para ello debe velar por sí mismo, incluso a costa de otros, que disminuirán o desaparecerán. De modo que el comportamiento está regido por el egoísmo de los genes de cada organismo, no por el altruismo o la empatía del individuo respecto al resto de su especie. Y Dawkins elabora el concepto de “meme”, responsable de la transmisión cultural, análogo al gen, y sujeto a las mismas reglas evolutivas movidas por el egoísmo.

Jeff Skilling, director general de Enron Corporation y asiduo lector de Richard Dawkins, aplicó a rajatabla su interpretación de El Gen Egoísta: fomentó una competencia despiadada dentro de la empresa (lo que provocó una guerra de engaños, fraudes y zancadillas, pulverizando todo espíritu de cooperación entre los directivos) y aplicó el “todo vale” mientras diera beneficios. El resultado es bien conocido. Skilling está en prisión, y la empresa pasó de facturar 111.000 millones en 2000 a la quiebra en 2001.

Siete años más tarde, el mundo se enfrentaría a un Enron global.

 

La crisis de la codicia

La crisis de 2008, que aun perdura, es, en buena medida, la crisis de la codicia, como coinciden en afirmar dos personas de ideologías tan opuestas como Oliver Stone y Mario Vargas Llosa.

Aunque según George Soros, “el estallido de la crisis económica de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007 cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez al sistema bancario”, fue en 2008 cuando estalló la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, con la consiguiente crisis crediticia e inmobiliaria. Se produjo la quiebra de medio centenar de bancos y entidades financieras, desplome de los valores bursátiles, la quiebra de Lehman Brothers, la caída de las inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac, y la aseguradora AIG, de modo que el gobierno tuvo que acudir al rescate. En una economía globalizada, de inmediato la crisis cruzó el charco.

Inside Job, la película de Charles Ferguson, analiza en detalle los pavorosos mecanismos de la crisis, que se gestó treinta años antes, con la desregulación del mercado financiero y, en la práctica, la abolición de los controles. Progresivamente, las agencias de calificación empezaron a trabajar para las grandes corporaciones a quienes vendían, literalmente, la triple A, lo que indujo confianza a los inversores que compraron masivamente hipotecas subprime y valores basura. Al tiempo que se deslocalizaba buena parte de la gran industria de los países desarrollados tras caer las cortinas de hierro y, muy particularmente, la cortina de bambú, en el sector financiero, que debía ofrecer un servicio a sus inversionistas, los directivos comenzaron a trabajar sólo para sus bonificaciones a corto plazo, incluso a costa (o apostando contra) sus clientes. El resultado fue una orgía de codicia desatada (o “una extraordinaria película de terror”, en palabras del crítico de El País Carlos Boyero) que descendió de los bancos y las inmobiliarias a los consumidores. Y el sector se ha vacunado contra todo intento de control creando el mayor lobby de presión en Washington: unos 5.000 cabilderos a sueldo, más el incesante reciclaje de ejecutivos hacia y desde el gobierno, sea demócrata o republicano.

 

El resto es conversación

La espiral de toma de riesgos (con el dinero ajeno) para maximizar los beneficios estuvo acompañada de una indecente irresponsabilidad social que ha permitido a Goldman Sachs, por ejemplo, repartir 13.000 millones de dólares en 2009, casi el triple que en 2008, según The Wall Street Journal, tras recibir 10.000 millones de dólares en fondos del Programa de Alivio de Activos en Problemas en 2008 y 12.900 millones de dólares como contrapartida de la compañía aseguradora AIG que ellos mismos ayudaron a quebrar. Algo perfectamente explicable dado el sistema de reciclaje de Goldman Sachs: Henry Paulson, secretario del Tesoro durante el gobierno de George W. Bush, y creador del Programa de Rescate de Activos en Problemas, fue director general de Goldman Sachs. Robert Rubin, secretario del Tesoro bajo la presidencia de Bill Clinton y muchos otros políticos de ambos partidos también fueron altos ejecutivos de la empresa. Práctica que ha continuado en la administración Obama.

El humorista Andy Borowitz informó que Goldman negociaba la compra del Departamento del Tesoro. Un supuesto portavoz del Tesoro anunciaba que la fusión ya estaba muy avanzada dados los empleados y el capital que fluye entre ambas entidades. Lo más complicado sería calcular qué partes del Tesoro aun no son propiedad de Goldman.

Una crisis hipotecaria convertida en crisis financiera ha terminado siendo una crisis de credibilidad, una crisis ética de la que no se salvan ni empresarios, ni políticos, ni agencias de calificación. A pesar de lo cual, ni un solo ejecutivo importante ha sido encarcelado.

El premio Nobel de Economía Joseph Stirglitz afirmó a  The Huffington Post (16 de septiembre de 2008) que “La caída de Wall Street representa para el fundamentalismo mercantil lo que la caída del Muro de Berlín representó para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica ha resultado ser insostenible”.

Y llegados a ese punto debemos echar la vista atrás, al 20 de enero de 1937, cuando el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt sentenció: “Siempre hemos sabido que el interés desconsideradamente egoísta era inmoral; ahora sabemos que también es antieconómico”.

 

Ladrillos y castañuelas

En España el mayor impacto de la crisis se lo ha llevado el sector inmobiliario. Se construían más viviendas que en Francia, Alemania y Gran Bretaña juntas, y el país tenía la mayor cantidad de grúas del continente, como si todos los europeos se fueran a mudar a la península. Los ayuntamientos llenaron sus arcas recalificando terrenos, la mayor fuente de corrupción. Bancos y cajas, en connivencia con las agencias de tasación, muchas de su propiedad, inflaron el coste de la vivienda –Carabanchel a precios de Manhattan– y repartieron hipotecas sin garantías. Los beneficios inmediatos hacían las delicias de grandes y chicos, como decía un presentador de la tele. La codicia de constructores, políticos, inmobiliarias y banqueros, y de los ciudadanos, que incurrían en créditos que no podrían pagar, no se detuvo ni ante la perspectiva del estallido. Los directivos se bonificaban con cifras de escándalo. Algunos políticos, sin escándalo.

La desregularización ultraliberal del mercado financiero hizo el resto. Las entidades financieras vendían humo envuelto en papel de regalo. Los mismos que trucaron las cuentas de Grecia para que entrara al euro, ahora especulan con su caída. Las agencias de calificación que dieron la triple A a Lehman Brothers una  semana antes de su quiebra, ahora son tan sensibles como señoritas de escuela católica para beneplácito de los especuladores, que han pasado de comprar empresas en rebajas a comprar países, gracias a la crisis de la “deuda soberana”.

 

Psicópatas y sociópatas

Cuando escuchamos esos términos, pensamos de inmediato en el Dr. Hannibal Lecter, «El Caníbal», de El Silencio de los Corderos.  Paul Babiak y Robert Hare, en Snakes in suits: when psychopaths go to work  (2006) nos alerta sobre otro tipo de psicópatas y sociópatas igual de siniestros: los psicópatas empresariales. Se definen como aquellos que no sólo codician riquezas y poder, sino que disfrutan, sobre todo, al usurpar o arrebatar a otros cuanto puedan. Obtenerlo mediante el trabajo honesto es tan aburrido como el sexo consentido para un violador. Ya lo decía Gordon Gekko en Wall Street: “Yo no creo riqueza. Yo poseo”.

Los economistas clásicos, desde Adam Smith en el siglo XVIII hasta Keynes en el XX, presuponía que el empresario administra la producción y el capital mediante criterios racionales para conseguir el máximo beneficio. Las neurociencias han comenzado a desmentir este dogma.

Un experimento realizado en 2006 en la Universidad de Stanford demostró que, enfrentados a una inversión arriesgada, los brokers “cobayas” no activaban el córtex prefrontal (racional, planificador), sino el sistema límbico (emocional, inmediato). La codicia y el dinero provocan una euforia semejante a la del sexo y las drogas, y activan las mismas zonas del cerebro. El consumo de drogas y prostitutas entre los hombres de Wall Street está tan documentado que entre dinero, cocaína y prostitutas podría decirse que se pasaban el día colgados.

Se cree que el comportamiento sociopático es producto de malformaciones en el lóbulo frontal del cerebro, un área que se relaciona también con el miedo. O afecciones en las amígdalas, situadas cerca de la base del cerebro, que controlan la agresión, la sexualidad y la imprudencia.

Hannibal Lecter terminó el prisión. Bernard Madoff y Jeff Skilling son las excepciones de una ley no escrita: los sociópatas financieros gozan de inmunidad dineraria. No necesitan estar por encima de la ley. Les basta estar al margen.

Y eso es extraordinariamente grave en países como Estados Unidos, la antigua gran potencia industrial, cuyo sector financiero acaparó en el tercer trimestre de 2009, según el economista Dean Baker, el 34% de todas las ganancias privadas del país. Alemania, que ha preservado su tejido industrial sobre el que basa el grueso de su economía, es el país del euro que mejor ha soportado la crisis.

 

Si en el ADN de la crisis está inscrita la codicia, para su remedio la humanidad deberá apelar a otras pulsiones no menos innatas, sino más, que un día permitieron sobrevivir a nuestra especie. A ellas me referiré mañana.

 

“El ADN de la crisis (I): La codicia”; en: Cubaencuentro, Madrid, 20/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-adn-de-la-crisis-i-la-codicia-271764





Auto de fe

6 12 2011

En 1996 tropecé en la prensa con una foto patética y conmovedora: un viejo comunista ruso, con sus medallas lastrando la solapa y sus cabellos nevados, dormitaba encogido en su asiento del Congreso Popular Patriótico celebrado en Moscú. Una banderita soviética estaba a punto de caer de sus manos. El apunte de sonrisa en sus labios permite conjeturar que soñaba con aquellos felices tiempos en que el futuro era una promesa y él tenía veinte años, la edad en que todos los futuros parecen habitables. El pie de foto ignoraba su nombre. La cámara sólo captó  la cáscara de sus sueños. Quizás un defenestrado de la nomenklatura que no supo reconvertirse a tiempo en demócrata y nuevo rico, de modo que las vacaciones en Marbella le están vedadas. O un mujik rojo que persiguió durante toda su vida, desde su remoto koljós, el espejismo de un futuro equitativo y justo. O un humilde tornero que intentó diseñar la pieza exacta para la luminosa maquinaria del porvenir. Sin darse cuenta, como Serguei Boronov, que «estamos condenados a la esperanza» en un mundo donde algunos encargaron, con la doctrina de Lenin, trajes a la medida de sus ambiciones, y la mayoría fue convencida de la comodidad y la elegancia de las camisas de fuerza. Hoy, los más ágiles y atentos a los vaivenes de la moda, detentan un discurso demócrata, defienden la sagrada libertad de empresa y asisten a misa. Los otros, duermen. Felices sueños. Mejor sería no despertar. La vigilia es menos reparadora.

Mi padre también fue un comunista convencido en su versión caribeña: fidelista. Abandonó en 1959 su puesto en una empresa norteamericana para ingresar al ejército como comisario político, y redujo dos tercios su salario porque la patria lo necesitaba. Desde entonces blindó su fe en El Señor contra las inclemencias del futuro. En 1985, cuando Fidel Castro lanzó su “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” y criticaba en televisión el estado de los hospitales y las escuelas, o los males que asolaban la economía del país —una vez removidos los “tecnócratas” y restaurado su propio voluntarismo económico, los males se esfumaron—, mi padre apagaba el televisor para no ver a Fidel criticando a la Revolución. Lo peor fue cuando Él en persona le dijo que “Ahora sí vamos a construir el socialismo”. Treinta y seis años de calentamiento es demasiado, incluso en las grandes ligas del comunismo mundial. Es muy difícil aceptar que la mitad de tu vida ha sido un prólogo. En 1990, un infarto masivo le ahorró el futuro.

A un amigo, ateo militante (y beligerante), siempre le recomiendo que no discuta sobre asuntos de fe, inmune al razonamiento y la lógica. No por casualidad la fe es la primera de las virtudes teologales, el “asentimiento a la revelación de Dios”, la “creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice”, como reza el diccionario de la RAE. Al ser la aceptación de un enunciado que dimana de la autoridad (humana o divina), el creyente no necesita demostraciones ni pruebas. Al igual que la confianza, la fe es una certeza de futuro, y el futuro se sabe indemostrable.

La palabra hebrea emuná, equivalente de nuestra fe, significa firmeza, seguridad y fidelidad, los tres ingredientes de una fe que no se concibe sin alguno de ellos. Por eso en la Carta a los hebreos se afirma que «la fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve» (Heb 11:1). Lo cual explica que Abraham acudiera con su hijo al monte del sacrificio, como Dios le había ordenado (Heb 11:17; Stg 2:21-22), dado que por entonces hombres y dioses se mantenían online.

El Fideísmo es la doctrina según la cual a Dios no se puede llegar por la razón, sino sólo por la fe, y afirma que el razonamiento es prescindible y los argumentos sobre la existencia de Dios son falaces e irrelevantes. A imagen y semejanza, el Fidelismo ha intentado durante medio siglo imbuirnos la idea de que las decisiones que bajan “de arriba” vienen dotadas de una sabiduría y de una información privilegiada a la que jamás los simples mortales tendremos acceso, de modo que nuestra única función, como buenos fieles, es apoltronarnos en nuestra fe y obedecer.

En El triunfo de la fe sobre la idolatría, de Jean-Baptiste Théodon, la fe es bella y enhiesta; la idolatría, rastrera. Por defecto, la fe es tenida siempre como virtuosa –para lo contrario, necesitamos adjetivarla–: esperanza, fidelidad, certidumbre, confianza, crédito, rectitud, honradez… encontrarán en cualquier diccionario de sinónimos. Todas palabras amables. Algo subrayado por el hecho de que una fe es casi siempre la insistencia en convertir en realidad (realidad virtual) lo deseado.  De modo que el creyente invertirá su fe en religiones o ideologías que encajen con sus ideas y deseos preconcebidos. Desde esa perspectiva, es comprensible que tras medio siglo de república trucada (desigual, corrupta, injusta), en 1959 la inmensa mayoría de la población depositara su fe en el proyecto nacionalista y socialdemócrata de La historia me absolverá, único documento programático del Movimiento 26 de Julio, como proyecto colectivo de renovación republicana.

La fe es empecinada, sobre todo aquella que se contrae a edades fértiles de la imaginación. Y holística: interpreta la realidad como un todo que no se puede reducir a la suma de sus partes. Fracasarán la economía y el bienestar, las libertades y los derechos, pero ese todo que la fe llama Revolución se mantiene, para sus creyentes, como una suprarrealidad incólume. No es casual que en la Alegoría de la fe, de Luis Salvador Carmona, el rostro de la fe está cubierto por un fino velo que tamiza la realidad. Es el mejor modo de convertir tu fe de vida en una fe  de erratas.

Hablo, desde luego, de la fe verdadera que nace de la necesidad de materializar un deseo o una creencia, y que se confirma y  cuaja en la aprobación colectiva, de ahí que (mientras el mesías se mantuvo en pie) las manifestaciones, las concentraciones, los desfiles y los mítines fueran tan importantes como las misas y las procesiones de otros tiempos. La multitud sigue a los símbolos de la nueva fe en los desfiles, procesiones encabezadas bajo palio por la santísima trinidad del marxismo; dialoga a través de sus aplausos con el nuevo mesías que los exhorta desde el púlpito. Pero, sobre todo, la multitud se confirma a sí misma. Cada hombre y mujer de la plaza se confirma en su vecino. Hay que aplaudir, vitorear y responder con un sí o un no multitudinario a las preguntas del líder. La disonancia es pecado, incluso el silencio o la apatía. Cualquiera que desafine en la consigna  será expulsado de la orquesta. Y va cuajando la inmolación del yo al nosotros (aunque ese nosotros sea el seudónimo de un solo Yo que lo suplanta). El creyente habla de nuestra lucha, nuestros éxitos, nuestras victorias (las derrotas vienen de serie con un culpable asignado) como si fuera su protagonista, y no un mero peón de decisiones ajenas. El yo destituido se consuela con la autoestima inflamada del nosotros. Es el puteado obrero de Volgogrado (nuestro ruso adormilado de la foto, quizás) que se duele por la pérdida de la grandeza soviética, potencia mundial, cuando él era un puteado obrero de Volgogrado.

No hablo, desde luego, de la fe simulada. Esa es un mecanismo de supervivencia (sumisión involuntaria) que responde a las leyes de la física: desaparece cuando cesa la presión ejercida. Tampoco hablo de la fe como coartada para el instinto depredador de un predicador ateo. Esa responde a las leyes de la química: reacciona con la circunstancia y trueca radicalmente el objeto de sus devociones. Rusia está plagada de magnates que aprendieron de finanzas en el KGB.

Pero hay también conversiones de otra naturaleza entre quienes necesitan una fe para apuntalar su alma a punto del derrumbe. Al caducar su fe en el porvenir, el cubano ha echado mano a otra fe de repuesto. Tras casi medio siglo de educación laica, cientos de miles han regresado a las iglesias, y se ha mudado del armario a la sala el Corazón de Jesús o el altar a Changó. Una sociedad que potencia la educación se muestra comprensiva con ese ciudadano politeísta y bilingüe, que dispone de un idioma para la asamblea y de otro para la intimidad, de un credo público y de otro privado.

En cualquier caso, y aunque en franca mengua, todavía queda en la Isla una feligresía empecinada en los antiguos dioses de la Revolución, sobre todo entre los mayores de 60, aquellos que contrajeron su fe a edades tempranas, aunque sólo sea porque es muy doloroso reconocer que te han timado tres cuartos de tu vida y casi todos tus sueños. La bancarrota de las ilusiones es el peor evento posible, aunque no lo registren las cotizaciones de la bolsa o las cifras macroeconómicas, sobre todo cuando has invertido en ello todo el capital disponible: tu propia vida. Una tarea de los constructores de futuro en Cuba será convencerlos de que ese futuro también les pertenece. (Hasta donde sé, ningún código penal del planeta condena la ingenuidad o la ignorancia, salvo que la buena fe se haya traducido en autos de fe). Ellos son también parte de sus activos, porque no de otro modo se construirá un nuevo país sobre las ruinas del pasado.

 

“Auto de fe”; en: Cubaencuentro, Madrid, 06/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/auto-de-fe-271289





Cuando un amigo se va

24 10 2011

Cuando un amigo se va

queda un espacio vacío

que no lo puede llenar

la llegada de otro amigo.

Alberto Cortés

 

Por el contrario que Hugo Chávez, quien ha declarado que el asesinato de Muamar el Gadafi constituye «un atropello más a la vida» y lo declara «un mártir y un gran luchador”, Fidel Castro nunca fue amigo del coronel libio, que sí fascinó a Daniel Ortega. Será un problema de coeficiente de inteligencia. Aparte de sí mismo y, quizás, de García Márquez, Fidel Castro no tiene amigos. Sólo súbditos, cómplices necesarios, aliados eventuales y enemigos (siempre despreciables). Con la excepción de su hermano, basta repasar el destino de sus más cercanos colaboradores.

El coronel Gadafi, al que algunos llamaron el Che Guevara árabe –dado que nunca encabezó una guerrilla, sería por los fusilamientos— transitó del nasserismo panarabista al “socialismo árabe”, del anticomunismo al prosovietismo; del intervencionismo –3.000 militares libios apoyaron a Idio Amin en la guerra entre Uganda y Tanzania, y durante la Guerra de los Toyota intervino en Chad dados sus potenciales depósitos de uranio, intentó derrocar al presidente Hissène Habré y anexó la franja de Aouzou— al pacifismo africanista, una vez acomodado sobre un océano de petróleo. Propuso como receta la “tercera teoría universal”, la “yamahiriya” y el Libro Verde, un arroz con mango de marxismo mal digerido, islamismo de baja intensidad y nacionalismo como excusa de un gadafismo, ese sí, ortodoxo. De patrocinador del terrorismo internacional y los movimientos guerrilleros latinoamericanos, a amigo íntimo de Berlusconi y portero complaciente de las grandes petroleras internacionales que dejaron en su cuenta familiar miles de millones de dólares. Siguiendo a Josip Briz Tito y a Sri Pandit Jawaharlal Nehru, Intentó convertirse en líder del Movimiento de Países No Alineados. Intentó unificar Libia con Egipto, Sudán, Siria, Irak, Marruecos, Túnez, Argelia y Chad, e incluso formó la Federación de Repúblicas Árabes (1972-1977). Y consiguió hacerse multimillonario.

La ambición de Fidel Castro, que inauguró la política televisiva, ha sido convertirse en un político de talla universal, al que la mala suerte dotó de una pequeña isla, convertida en pedestal de su propia estatua. Y en buena medida lo ha conseguido, al costo de sacrificar el bienestar y la vida de los cubanos. Fiscal de todos los males universales (capitalistas), Castro ha proyectado una imagen de solvencia intelectual y un discurso que, aun hoy, despierta no pocas simpatías entre quienes no se toman el trabajo de cotejar la teoría con la práctica.

El coronel Gadafi fue un tenebroso showman del mundo del espectáculo, con sus declaraciones disparatadas, su recua de guardaespaldas diz que vírgenes y su jaima que plantaba con idéntico desparpajo en París, Londres o Roma. Los líderes de Occidente ya no podrán arrancar de sus álbumes de fotos los abrazos y besos al beduino loco del desierto.

A pesar de estas cruciales diferencias, Castro siempre ha cultivado a los tontos útiles y a los aliados de ocasión. Sabe que en Naciones Unidas y en la Comisión de Derechos Humanos un voto es un voto y no solicitan certificados de legitimidad, de inteligencia o de salud mental. Por otra parte, en la escena internacional, el raulismo ha convertido a Cuba en mero edecán de la política chavista. (La devaluación de nuestras metrópolis es un índice de la devaluación del país). Ello explica que los balbuceantes comentarios del diario Granma respecto a las revueltas árabes –piden democracia y libertades, no más socialismo–, hayan ganado en aplomo para apoyar decididamente al coronel en Libia. Fidel Castro dictó la línea editorial el 16 de marzo: «Estamos en contra de la guerra interna en Libia y a favor de la paz inmediata y el respeto por la vida y los derechos de todos los ciudadanos, sin una intervención extranjera que únicamente sirve para prolongar el conflicto y los intereses de la OTAN». Como si no sobraran declaraciones al respecto, Raúl Castro recibió el 3 de agosto pasado, 25 días antes de la caída de Trípoli, a Abdulhafid M. Zlitni, secretario del Comité Popular General de Planificación y Finanzas de Libia, enviado especial de Gadafi, y hasta hoy no ha reconocido al Consejo Nacional de Transición (CNT).

Si revisamos el diario Granma desde febrero de 2011, cuando la violenta respuesta del coronel a las manifestaciones pacíficas desembocó en el conflicto armado que acabó con su régimen, encontraremos numerosas referencias a asesinatos y matanzas.  El 2 de mayo, el MINREX condena el asesinato de un hijo y tres nietos Gadafi por los bombardeos, de lo que se hace eco Granma días más tarde. El 28 de julio, recoge la demanda ante el tribunal de Bruselas, por la muerte de varios civiles en el ataque de la OTAN a Hemidi Juildi, militar de Gadafi. El día 30 denuncia los bombardeos y atribuye a sus compañeros del CNT el asesinato del general Abdel Fatah Yunis, pasado a la insurgencia. El 9 de agosto, notifica el presunto secuestro de un centenar de niños en Misurata y se muestra preocupado por el destino de “

los hogares de ancianos y casas de discapacitados (…) bajo control de los opositores” y que podrían ser víctimas de “asesinatos, descuartizamientos, violaciones y quemaduras”. (Sobre el trato a los ancianos en Cuba, véase la última escena de Suite Habana). El 6 de septiembre, recoge la denuncia de Daramola Siji, coordinador de los nigerianos en Libia, para que cesen los asesinatos de subsaharianos, acusados de mercenarios, por los milicianos del CNT. El 14 de septiembre, subraya el deterioro de la situación humanitaria en Bani Walid, atribuible al cerco rebelde, los crímenes de guerra y «ajustes de cuentas» por parte de las fuerzas subversivas, redadas domiciliarias y asesinatos, en particular de 85 presuntos mercenarios subsaharianos en Misrata.

Ante tan prolija relación de los desmanes de los rebeldes, se echan en falta en la prensa cubana los bombardeos de febrero contra la población civil con aviones de combate y helicópteros artillados, y el bombardeo indiscriminado de Bengasi que ocasionó la deserción de una decena de pilotos, cientos de soldados, oficiales y policías que se negaban a masacrar al pueblo, así como diplomáticos libios ante la ONU, India, China y la Liga Árabe, y funcionarios horrorizados por la matanza. O el hallazgo, el 1 de octubre, de 357 cadáveres en fosas comunes. O el del 25 de septiembre pasado, cuando se abrió una fosa común cerca de la prisión de Abu Salim, con 1.270 cadáveres de prisioneros asesinados por Gadafi en 1996, y otros seis en el jardín del hotel Rexos. Ese 25 de septiembre,  la portada de Granma se consagró a los cinco héroes, la visita del presidente de la República Popular del Congo, el abanderamiento del equipo de béisbol y, en las páginas interiores, el ataque a Sirte por las “tropas insurgentes libias, apoyadas por la OTAN”, que están “pagando un alto precio debido a la tenaz resistencia de los leales a Muamar el Gadafi”. Es decir, “insurgentes” y “rebeldes” contra “leales”. Ha pasado mucho tiempo desde aquellos lejanos días en que los “rebeldes” eran los buenos, y les asistía el derecho de luchar contra una dictadura y despachar a los esbirros (no a los “leales”) tras juicios sumarísmos.

El Granma califica la muerte de Gadafi como asesinato. Y, al parecer, lo fue. La reconstrucción más fiable de los hechos indica que tras ser bombardeado por la OTAN el convoy donde huía, Gadafi, herido leve, recordó que había llamado ratas a los rebeldes, y se refugió en un tubo de alcantarilla, de donde lo sacaron vivo, aunque ya había perdido la elocuencia, porque su último discurso fue brevísimo: “No disparen”. Pero a Misrata, donde el doctor Ibrahim Tika realizó la autopsia, llegó con un tiro en la cabeza y una bala en el abdomen que fue la que, al parecer, le ocasionó la muerte. (En eso también se asemeja al Che Guevara).

Asesinado o ajusticiado como Trujillo o Somoza (eventos aplaudidos en su día por La Habana), no es difícil comprender que una milicia poco disciplinada y deseosa de venganza se tomara la justicia por su mano, no sólo por los cuarenta años de dictadura, sino por los miles de muertos que ha costado al país el empecinamiento del coronel en negarse a aceptar la voluntad popular, y refugiarse en alguna dictadura hospitalaria (sobre todo para exdictadores millonarios) a releer su Libro Verde. Aunque su muerte, en términos de puro pragmatismo, posiblemente haya ahorrado a Libia algunos cientos de vidas que valen más que la del coronel, habría sido preferible un juicio con todas las garantías (que él nunca ofreció). Más que por respeto al dictador, por respeto al futuro de Libia, que crecerá ahora bajo sospecha.

Una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba emitida hace poco, subraya que la isla solo reconocerá a un Gobierno libio que se constituya «de manera legítima y sin intervención extranjera, mediante la libre, soberana y única voluntad del hermano pueblo libio». Las imágenes del júbilo en las calles de Libia son un referendo inapelable.

Desde la caída del campo socialista, Fidel Castro no deja de perder amigos (o compinches, o cómplices circunstanciales), “un espacio vacío / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo”. Y lo peor no es que se marchen, sino que dejan tras de sí un rastro de malos ejemplos.

 

“Cuando un amigo se va”; en: Cubaencuentro, Madrid, 24/10/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuando-un-amigo-se-va-269713