El ADN de la crisis (2). La empatía

21 12 2011

 “Siempre hemos sabido que el interés desconsideradamente egoísta era inmoral; ahora sabemos que también es antieconómico”.

Franklin Delano Roosevelt (20 de enero de 1937)

 

 

Estadística de la felicidad

El Hombre Nuevo del que hablaba León Trotski en 1922 no pasó de ser un intento fallido (o quizás nunca intentado) de ingeniería social que costó la vida a millones de “hombres viejos”. Sabemos que una sociedad igualitaria por decreto es un rotundo fracaso. En primer lugar, porque sólo es igualitaria de la cúpula intocable hacia abajo. Y en segundo, porque sataniza la ambición, catalizadora del desarrollo durante miles de años. Pero una sociedad drásticamente desigual es tan perversa como aquella. Toda sociedad donde la infelicidad de la inmensa mayoría es el abono para que crezcan los privilegios de unos pocos (emperadores, reyes, secretarios del partido, dictadores o aristocracias financieras, da igual) termina implosionando.

El coeficiente Gini mide la distribución de ingresos entre 0, máxima igualdad, y 1, máxima desigualdad. En 2011, el coeficiente Gini de Dinamarca, el país menos desigual, es 0,232. Casi todos los países de Europa Occidental están por debajo de 0,30, excepto España (0,319), Grecia (0,321), Irlanda (0,328), Reino Unido (0,335), Italia (0,352), Polonia (0,372) y Portugal (0,385). Justo a los que peor les va con la crisis. En Estados Unidos el coeficiente ha crecido de 0,316 en los años 70, a 0,381 en 2011. Aunque dista mucho de Nambia cuyo coeficiente era 0,707 en 2007.

Si acudimos al Informe sobre Desarrollo Humano 2011 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, es fácil comprobar que los países con mayor calidad de vida del planeta coinciden, casi estrictamente, no sólo con los más prósperos, sino también con los más equitativos y con los menos corruptos.

En 2007, Steve Skara, un obrero metalúrgico de Indiana, contó frente a las cámaras que tras 34 años en LTV Steel, se vio obligado a retirarse por discapacidad. La bancarrota de LTV dos años más tarde le arrebató un tercio de su pensión y el derecho a la asistencia sanitaria. Steve Skara preguntó a los políticos qué está fallando en Estados Unidos y qué harían ellos para solucionarlo.

La desigualdad mata, concluye el epidemiólogo británico Richard Wilkinson al analizar las estadísticas de esperanza de vida decrecientes al compás del aumento del coeficiente Gini. Y éste aumenta con la desregularización, la escasa voluntad redistributiva y la abolición de los límites a la codicia.

El propio Adam Smith, tan apreciado por los neoliberales gracias a sus aseveraciones de que incluso las motivaciones más egoístas aumentan la riqueza social y se revierten entre todos, también se refirió, en pasajes que suelen pasarse por alto, a la honestidad, la moralidad, la compasión y la justicia como lubricantes imprescindibles de la maquinaria social.

El sentido de la equidad no es privativo del hombre. Se ha documentado exhaustivamente en primates, loros, perros, y en los niños se manifiesta desde muy corta edad. Porque la equidad garantiza la paz social, beneficiosa para todos los miembros de la especie. Henry Louis Mencken, ensayista y periodista de Baltimore, escribió: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.

 

Una especie belicosa

Según los defensores del liberalismo a ultranza y el darwinismo social, sin mecanismos redistributivos que garanticen la cohesión social, ello responde a la naturaleza belicosa de nuestra especie, a la lucha por la supremacía del más apto; pero la ciencia ha demostrado que no estamos genéticamente condenados a la guerra. De hecho, como en otras especies gregarias, hay pruebas ancestrales de asesinatos y depredación entre humanos, pero las evidencias de guerras, que responden a circuitos neuronales diferentes, se remontan, a lo sumo, a 15.000 años. Y no se trata de un impulso biológico natural, algo inscrito en nuestro ADN, sino de una imposición organizada por las jerarquías de la estructura social. Mencio afirmaba que quien había visto la agonía de un animal, no podía comer su carne. “Por ello el hombre superior se mantiene alejado de sus cocinas”. Esto, a mayor escala, ocurre en la guerra. Ya Sófocles, en su obra Áyax, se refería al estrés postraumático de los veteranos de guerra: “Áyax, a quien tú enviaste y victorioso salió en los terribles combates, privado ahora de razón…”. Un fenómeno perfectamente documentado en la literatura médica. La inmensa mayoría de los hombres conducidos a la guerra se resiste al asesinato por orden de sus superiores. De hecho, se estima que apenas el 1-2% de los soldados involucrados en una contienda ocasionan la mayoría de las muertes. Durante la guerra de Vietnam, los soldados norteamericanos dispararon 50.000 tiros por cada enemigo muerto. O tenían una pésima puntería, o la mayoría intentaba no ser letal.

Y eso nos lleva a otra cualidad que sí es innata, aunque no sea exclusiva de los humanos.

 

La empatía

Se ha observado en los arenques, que nadan en cardúmenes, maniobras perfectamente coordinadas cuando acecha el peligro de depredadores. Los estorninos y otras aves hacen lo mismo para confundir a los halcones. Tanto los bueyes almizcleros como los búfalos forman círculos defensivos en cuyo centro colocan a las crías. Los depredadores se enfrentan a un muro de astas que los separa de sus presas. En todos estos casos, el “gen egoísta” recomendaría a cada individuo huir y salvarse por su cuenta, para beneplácito de sus cazadores. La empatía, en cambio, les ayuda a sobrevivir uniendo sus fuerzas en una estrategia común, en la que participa toda la manada, tanto los individuos que tienen crías por defender como los que no.

Delfines que sostienen cerca de la superficie a un compañero herido para que pueda respirar mientras se recupera; animales que salvan a otros que ni siquiera son de su especie; chimpancés que pueden luchar por su territorio pero, llegado el momento, establecen pactos de colaboración; los bonobos, que resuelven los conflictos acicalándose mutuamente y haciendo el amor con los miembros de otros grupos; tigresas, lobas y perras que amamantan cachorros huérfanos de otras especies. De estos y otros muchos ejemplos está plagado el muy recomendable libro La edad de la empatía (Tusquets editores, Barcelona, 2011), de Frans de Waal, donde se demuestra que la empatía, algo que compartimos con otros animales, se remonta a las capas más profundas y antiguas del cerebro, y que funciona como salvaguarda de la especie por encima de los impulsos individualistas.

Paul Zak, profesor de la Universidad de Claremont en California, especialista en Neuroeconomía, disciplina que conjuga economía, biología, neurociencias y sicología, ha estudiado la oxitocina, una hormona generada en el cerebro humano que se relaciona con el establecimiento de relaciones sociales y el vínculo entre la madre y su hijo recién nacido. Según las investigaciones de Zak, esta hormona estimula la empatía, la generosidad y la confianza. “Es el pegamento social que permite crear familias, comunidades y sociedades. Se utiliza como un ‘lubricante económico’ que nos permite realizar con él todo tipo de transacciones”.

Los supervivientes de la catástrofe que hace 150.000 años casi llevan a nuestra especia a la extinción, dispersos en pequeñas partidas, se reunieron hace unos 40.000 años para convertirse en una sola población pan-africana. La empatía resultó, junto con la creatividad, el más poderoso medio para la supervivencia de la especie que, a partir de ese momento, inició las largas migraciones que dispersarían a los humanos por todo el planeta.

“Libertad, igualdad y fraternidad” fue el eslogan de la Revolución Francesa, tan válido entonces como ahora. El asunto es conjugarlos armoniosamente. Si la libertad no se puede ejercer a costa de la libertad ajena, la fraternidad y la igualdad no pueden abolir la meritocracia y la justa y diferencial recompensa en dependencia del aporte a la sociedad. No se trata de una utopía ni de un asunto estrictamente económico, sino de un imperativo ético y moral del que depende la supervivencia de la especie abocada a resolver la catástrofe ecológica, social, humanitaria y económica, antes que un sorbo de agua o una bocanada de oxígeno comiencen a cotizar en bolsa. Las socialdemocracias del norte de Europa, sin ser perfectas, son un buen ejemplo de lo que ocurre cuando la sociedad se atiene a las leyes de la naturaleza, donde todo proceso tiende al equilibrio.

 

Otro mundo es posible

Los dogmas del neoliberalismo, elevados a los altares durante los últimos treinta años, se han derrumbado con la crisis. Cunde el ateísmo. Quienes garantizaban la autorregulación del mercado como fuente de todos los bienes, lo han visto desencuadernarse estrepitosamente. Y quienes llamaban comunismo a toda intervención del Estado, ahora le ruegan una inyección de liquidez que los salve del naufragio. Y si hay que pagar la factura, toda la sociedad debe arrimar el hombro, particularmente los que menos tienen (pero que son la mayoría). Bastará con un pequeño esfuerzo de los pensionistas y los parados, precarizar el empleo, renunciar a ciertos beneficios sociales en salud y educación, como si fueran una graciosa concesión y no prestaciones financiadas por los impuestos del ciudadano –que sufragan, ya de paso, los coches oficiales, abultados sueldos y dietas de la politicocracia, asesores amiguetes y otros gastos innombrables–. Se repite la moderación salarial, pero nadie habla de la moderación de la ganancia. En teoría, esa ganancia es capital que creará empleo por el bien de todos. En la práctica, tras un descenso de un 8% en 2009, la industria del lujo subió un 10% en 2010. Al desempleado en nombre del abaratamiento de los costes y el incremento de la eficiencia le queda el consuelo de ver pasar  la esbelta silueta de un Ferrari.

Y los bancos, que no han dejado de tener ganancias y recibir ayudas públicas, han cerrado con tres candados el grifo del crédito, abocando al cierre a decenas de miles de pequeñas empresas. ¿El Estado no pudo condicionar esas ayudas a la liberación del crédito para mantener el tejido productivo? ¿Tampoco ha podido gravar los bonus desmesurados, prohibirlos en caso de ayudas o sancionar a quienes se han gratificado a sí mismos incluso después de que sus bancos han sido intervenidos tras una gestión desastrosa?

El presidente Barack Obama ha propuesto al Senado la creación de un organismo de protección financiera para los consumidores, un nuevo impuesto de 0,15% a las deudas de las mayores entidades financieras, y una reforma estructural del sistema que limitaría el tamaño y el riesgo de los bancos, restringiría la participación de los bancos comerciales en actividades de alto riesgo, como fondos de cobertura y fondos de capital inversión. Cuenta con el respaldo de Paul Volcker, presidente de la Junta Asesora de Recuperación Económica, y ex presidente de la Reserva Federal bajo los presidentes Carter y Reagan.  David Stockman, director de la Oficina de Gestión y Presupuesto bajo la presidencia de Reagan y nada sospechoso de izquierdista, también apoya gravar a los bancos. Según él, «los grandes bancos deben reducirse porque no hacen gran cosa que sea útil, productiva o eficiente». Nada nuevo. Hace dos siglos, ya Adam Smith recomendaba mantener a los bancos bajo control y evitar que unos pocos se vuelvan «demasiado grandes para caer».

«El sector financiero está creando muchos riesgos sistémicos para la economía mundial», declaró Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del FMI, a The Telegraph. «Es justo que ese sector pague algo de sus recursos para mitigar los riesgos que crea”.

También Gran Bretaña está considerando un impuesto a los bancos para crear un fondo de garantía y un impuesto a las transacciones financieras a fin de limitar la especulación excesiva. Aunque, como vimos recientemente en su enfrentamiento con la Unión Europea, David Cameron encaja mejor en el papel de abogado de la City que en el de primer ministro de Gran Bretaña. Bien mirado, no es el único.

En Inside Job, Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del FMI, cuenta que en el momento más álgido de la crisis, durante una reunión con los más importantes banqueros de Wall Street, varios pidieron regulaciones. Necesitamos regulaciones para atajar nuestra codicia. Somos demasiado codiciosos, no lo podemos evitar (como si se tratara de una enfermedad venérea). Pero tanto antes como después de la crisis se han opuesto a las regulaciones, comentó el entrevistador. Efectivamente, respondió Strauss-Kahn, pero en aquel momento tenían miedo.

De modo que la única solución para contener la codicia son las regulaciones efectivas, el miedo preventivo. Lo contrario sería nombrar jefe de policía a Hannibal Lecter.

“El ADN de la crisis (II): La empatía”; en: Cubaencuentro, Madrid, 21/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-adn-de-la-crisis-ii-la-empatia-271814





El ADN de la crisis (1). La codicia

20 12 2011

“Lo que importa es el dinero, el resto es conversación”.

“Si quieres un amigo, te compras un perro”.

Gordon Gekko en Wall Street, de Oliver Stone, 1987

 

Según un estudio del ADN mitocondrial de varias poblaciones indígenas africanas publicado por Doron Behar y otros en la revista American Journal of Human Genetics, hace 150.000 años, al parecer por causas climáticas, la especie humana se redujo a unos 2.000 individuos, es decir, corrió inminente peligro de extinción, según Spencer Well, jefe del Genographic Project. Los supervivientes se separaron en pequeñas partidas que emigraron al sur y al norte, y vivieron aislados durante los siguientes 100.000 años.

¿Qué salvó a nuestra especie de la extinción? A pesar de que aquellos ancestros medían apenas un metro veinte y eran cazadores-recolectores de segunda sin garras ni colmillos,  en un mundo poblado por tigres dientes de sable cuyo tamaño duplicaba el de los actuales leones, poseían una cualidad que los distinguía: la ambición. Sin ella no se habrían inventado la rueda o la flecha, nadie habría escrito el Quijote, escalado el Everest o pisado la Luna. Esa cualidad pudo salvarnos, pero en conjunción con otra que no es exclusiva de nuestra especie y a la que me referiré más tarde

La ambición (del latín ambitĭo, -ōnis) se define como “un deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”. Y también de lograr metas más altas, sean económicas, artísticas, deportivas o científicas. Si la codicia y su hermana la avaricia son siempre perversas, la ambición suele estar acompañada por el deseo de ser mejor.

Entre la ambición y la avaricia (del latín. avaritĭa), ese “afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas” hay una gradación cromática, una suerte de sfumato de límites difusos. La ambición legítima del alpinista por alcanzar la cima se torna avaricia de gloria cuando por conseguirlo abandona a su compañero en peligro. La ambición del empresario que intenta colocar en el mercado un producto único y perfecto se degrada cuando apela a cualquier medio para hundir a sus competidores y seducir a los clientes.

La ambición pudo contribuir a la salvación de nuestra especie. La avaricia, no.

 

La codicia

En el teatro clásico, desde Aristófanes y Tito Marcio Plauto hasta Goldoni, Moliere, Giovan Battista Faginoli y Valle Inclán, la avaricia es recurrente, aunque su hermana la codicia esté más presente en la vida cotidiana.

Pecado mortal en todas las religiones, la codicia es para los budistas una conexión errada entre lo material y el sentido de la felicidad. El hinduismo promete un nirvana donde la codicia desaparece. Y la Biblia invita repetidas veces a la compasión hacia los más débiles. A pesar de ello, Saraswathi, el más poderoso de los cinco Shankaracharya hindúes, está acusado de desviar 5.000 millones de dólares, y Bernard Madoff, judío practicante, estafó 50.000 millones. Andrew Carnegie, cristiano, hablaba de la competencia como una ley biológica que mejoraba al género humano. Y John D. Rockefeller sostenía que el crecimiento de un gran negocio es el resultado de una ley natural y de una ley divina, santificadas por la plusvalía. Al parecer, todos han conciliado perfectamente devoción y codicia.

Herbert Spencer ya se refería en el siglo XIX a “la supervivencia del más apto” y negaba cualquier obligación del apto hacia el no apto. Según él, la naturaleza se esfuerza continuamente para borrar del mapa a los pobres (perezosos, incapaces, faltos de espíritu emprendedor). De ahí parten los defensores del darwinismo social, como el Gordon Gekko de Wall Street, quien calificaba como “espíritu evolutivo” a una lucha sin cuartel donde los triunfadores están destinados a aplastar a los perdedores. Y en otro parlamento afirmaba que “la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena; es necesaria y funciona. La codicia clarifica y capta la esencia del espíritu de evolución. La codicia en todas sus formas: la codicia de vivir, de saber, de amor, de dinero; es lo que ha marcado la vida de la humanidad».

Por su parte, Ayn Rand –una de las mayores influencias de su vida, reconoce Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal– sostenía que la única obligación de cualquiera es consigo mismo y elevó el egoísmo a la categoría de virtud.

Para Milton Friedman la responsabilidad social entra en conflicto con la libertad. Si los directivos de las empresas aceptaran cualquier responsabilidad social que no fuera ganar para sus accionistas tanto dinero como pudieran, ello, según él, socavaría los cimientos de la sociedad libre.

 

El gen egoísta

En su libro El Gen Egoísta, el etólogo y zoólogo británico Richard Dawkins intenta explicar las relaciones sociales, desde la guerra hasta el altruismo, mediante un “darwinismo genético”. De acuerdo con su teoría, los individuos altruistas terminan por extinguirse en beneficio de los egoístas, dado que un gen es “bueno” si permanece muchas generaciones, y para ello debe velar por sí mismo, incluso a costa de otros, que disminuirán o desaparecerán. De modo que el comportamiento está regido por el egoísmo de los genes de cada organismo, no por el altruismo o la empatía del individuo respecto al resto de su especie. Y Dawkins elabora el concepto de “meme”, responsable de la transmisión cultural, análogo al gen, y sujeto a las mismas reglas evolutivas movidas por el egoísmo.

Jeff Skilling, director general de Enron Corporation y asiduo lector de Richard Dawkins, aplicó a rajatabla su interpretación de El Gen Egoísta: fomentó una competencia despiadada dentro de la empresa (lo que provocó una guerra de engaños, fraudes y zancadillas, pulverizando todo espíritu de cooperación entre los directivos) y aplicó el “todo vale” mientras diera beneficios. El resultado es bien conocido. Skilling está en prisión, y la empresa pasó de facturar 111.000 millones en 2000 a la quiebra en 2001.

Siete años más tarde, el mundo se enfrentaría a un Enron global.

 

La crisis de la codicia

La crisis de 2008, que aun perdura, es, en buena medida, la crisis de la codicia, como coinciden en afirmar dos personas de ideologías tan opuestas como Oliver Stone y Mario Vargas Llosa.

Aunque según George Soros, “el estallido de la crisis económica de 2008 puede fijarse oficialmente en agosto de 2007 cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez al sistema bancario”, fue en 2008 cuando estalló la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, con la consiguiente crisis crediticia e inmobiliaria. Se produjo la quiebra de medio centenar de bancos y entidades financieras, desplome de los valores bursátiles, la quiebra de Lehman Brothers, la caída de las inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac, y la aseguradora AIG, de modo que el gobierno tuvo que acudir al rescate. En una economía globalizada, de inmediato la crisis cruzó el charco.

Inside Job, la película de Charles Ferguson, analiza en detalle los pavorosos mecanismos de la crisis, que se gestó treinta años antes, con la desregulación del mercado financiero y, en la práctica, la abolición de los controles. Progresivamente, las agencias de calificación empezaron a trabajar para las grandes corporaciones a quienes vendían, literalmente, la triple A, lo que indujo confianza a los inversores que compraron masivamente hipotecas subprime y valores basura. Al tiempo que se deslocalizaba buena parte de la gran industria de los países desarrollados tras caer las cortinas de hierro y, muy particularmente, la cortina de bambú, en el sector financiero, que debía ofrecer un servicio a sus inversionistas, los directivos comenzaron a trabajar sólo para sus bonificaciones a corto plazo, incluso a costa (o apostando contra) sus clientes. El resultado fue una orgía de codicia desatada (o “una extraordinaria película de terror”, en palabras del crítico de El País Carlos Boyero) que descendió de los bancos y las inmobiliarias a los consumidores. Y el sector se ha vacunado contra todo intento de control creando el mayor lobby de presión en Washington: unos 5.000 cabilderos a sueldo, más el incesante reciclaje de ejecutivos hacia y desde el gobierno, sea demócrata o republicano.

 

El resto es conversación

La espiral de toma de riesgos (con el dinero ajeno) para maximizar los beneficios estuvo acompañada de una indecente irresponsabilidad social que ha permitido a Goldman Sachs, por ejemplo, repartir 13.000 millones de dólares en 2009, casi el triple que en 2008, según The Wall Street Journal, tras recibir 10.000 millones de dólares en fondos del Programa de Alivio de Activos en Problemas en 2008 y 12.900 millones de dólares como contrapartida de la compañía aseguradora AIG que ellos mismos ayudaron a quebrar. Algo perfectamente explicable dado el sistema de reciclaje de Goldman Sachs: Henry Paulson, secretario del Tesoro durante el gobierno de George W. Bush, y creador del Programa de Rescate de Activos en Problemas, fue director general de Goldman Sachs. Robert Rubin, secretario del Tesoro bajo la presidencia de Bill Clinton y muchos otros políticos de ambos partidos también fueron altos ejecutivos de la empresa. Práctica que ha continuado en la administración Obama.

El humorista Andy Borowitz informó que Goldman negociaba la compra del Departamento del Tesoro. Un supuesto portavoz del Tesoro anunciaba que la fusión ya estaba muy avanzada dados los empleados y el capital que fluye entre ambas entidades. Lo más complicado sería calcular qué partes del Tesoro aun no son propiedad de Goldman.

Una crisis hipotecaria convertida en crisis financiera ha terminado siendo una crisis de credibilidad, una crisis ética de la que no se salvan ni empresarios, ni políticos, ni agencias de calificación. A pesar de lo cual, ni un solo ejecutivo importante ha sido encarcelado.

El premio Nobel de Economía Joseph Stirglitz afirmó a  The Huffington Post (16 de septiembre de 2008) que “La caída de Wall Street representa para el fundamentalismo mercantil lo que la caída del Muro de Berlín representó para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica ha resultado ser insostenible”.

Y llegados a ese punto debemos echar la vista atrás, al 20 de enero de 1937, cuando el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt sentenció: “Siempre hemos sabido que el interés desconsideradamente egoísta era inmoral; ahora sabemos que también es antieconómico”.

 

Ladrillos y castañuelas

En España el mayor impacto de la crisis se lo ha llevado el sector inmobiliario. Se construían más viviendas que en Francia, Alemania y Gran Bretaña juntas, y el país tenía la mayor cantidad de grúas del continente, como si todos los europeos se fueran a mudar a la península. Los ayuntamientos llenaron sus arcas recalificando terrenos, la mayor fuente de corrupción. Bancos y cajas, en connivencia con las agencias de tasación, muchas de su propiedad, inflaron el coste de la vivienda –Carabanchel a precios de Manhattan– y repartieron hipotecas sin garantías. Los beneficios inmediatos hacían las delicias de grandes y chicos, como decía un presentador de la tele. La codicia de constructores, políticos, inmobiliarias y banqueros, y de los ciudadanos, que incurrían en créditos que no podrían pagar, no se detuvo ni ante la perspectiva del estallido. Los directivos se bonificaban con cifras de escándalo. Algunos políticos, sin escándalo.

La desregularización ultraliberal del mercado financiero hizo el resto. Las entidades financieras vendían humo envuelto en papel de regalo. Los mismos que trucaron las cuentas de Grecia para que entrara al euro, ahora especulan con su caída. Las agencias de calificación que dieron la triple A a Lehman Brothers una  semana antes de su quiebra, ahora son tan sensibles como señoritas de escuela católica para beneplácito de los especuladores, que han pasado de comprar empresas en rebajas a comprar países, gracias a la crisis de la “deuda soberana”.

 

Psicópatas y sociópatas

Cuando escuchamos esos términos, pensamos de inmediato en el Dr. Hannibal Lecter, «El Caníbal», de El Silencio de los Corderos.  Paul Babiak y Robert Hare, en Snakes in suits: when psychopaths go to work  (2006) nos alerta sobre otro tipo de psicópatas y sociópatas igual de siniestros: los psicópatas empresariales. Se definen como aquellos que no sólo codician riquezas y poder, sino que disfrutan, sobre todo, al usurpar o arrebatar a otros cuanto puedan. Obtenerlo mediante el trabajo honesto es tan aburrido como el sexo consentido para un violador. Ya lo decía Gordon Gekko en Wall Street: “Yo no creo riqueza. Yo poseo”.

Los economistas clásicos, desde Adam Smith en el siglo XVIII hasta Keynes en el XX, presuponía que el empresario administra la producción y el capital mediante criterios racionales para conseguir el máximo beneficio. Las neurociencias han comenzado a desmentir este dogma.

Un experimento realizado en 2006 en la Universidad de Stanford demostró que, enfrentados a una inversión arriesgada, los brokers “cobayas” no activaban el córtex prefrontal (racional, planificador), sino el sistema límbico (emocional, inmediato). La codicia y el dinero provocan una euforia semejante a la del sexo y las drogas, y activan las mismas zonas del cerebro. El consumo de drogas y prostitutas entre los hombres de Wall Street está tan documentado que entre dinero, cocaína y prostitutas podría decirse que se pasaban el día colgados.

Se cree que el comportamiento sociopático es producto de malformaciones en el lóbulo frontal del cerebro, un área que se relaciona también con el miedo. O afecciones en las amígdalas, situadas cerca de la base del cerebro, que controlan la agresión, la sexualidad y la imprudencia.

Hannibal Lecter terminó el prisión. Bernard Madoff y Jeff Skilling son las excepciones de una ley no escrita: los sociópatas financieros gozan de inmunidad dineraria. No necesitan estar por encima de la ley. Les basta estar al margen.

Y eso es extraordinariamente grave en países como Estados Unidos, la antigua gran potencia industrial, cuyo sector financiero acaparó en el tercer trimestre de 2009, según el economista Dean Baker, el 34% de todas las ganancias privadas del país. Alemania, que ha preservado su tejido industrial sobre el que basa el grueso de su economía, es el país del euro que mejor ha soportado la crisis.

 

Si en el ADN de la crisis está inscrita la codicia, para su remedio la humanidad deberá apelar a otras pulsiones no menos innatas, sino más, que un día permitieron sobrevivir a nuestra especie. A ellas me referiré mañana.

 

“El ADN de la crisis (I): La codicia”; en: Cubaencuentro, Madrid, 20/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-adn-de-la-crisis-i-la-codicia-271764





Sean realistas, pidan lo posible

5 09 2011

“Sean realistas, pidan lo imposible”

Eslogan del Mayo francés, en la estación Censier, 1968

 

 

La Spanish Revolution, el movimiento 15-M, horizontal, apartidista, sin líderes visibles (aunque ya comienzan a aparecer algunos portavoces recurrentes), ha inaugurado en Europa la era de las revueltas online en la estela de las ocurridas en el mundo árabe –salvando las enormes distancias entre ambas sociedades, el carácter de las reivindicaciones y la respuesta gubernamental.

Puede aducirse en contra del 15-M que es por momentos caótico, que se mueve a golpe de eslóganes no siempre equipados con una reflexión de fondo, que no ha hallado aún el modo de traducirse en una acción política concreta, o que a la corriente cívica mayoritaria se han sumado corrientes ajenas, como los antisistema adictos a la violencia y que más parecen enemigos del mobiliario urbano.

Pero los argumentos a favor son abrumadores. Una generación que parecía adormilada entre el hedonismo y el desinterés, sale a la calle armada de ideas que, de tan manoseadas, parecen demodé, como la igualdad, el progreso, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas; el derecho a la vivienda, al trabajo, a la cultura, a la salud, a la educación, a la participación política, al libre desarrollo personal, y contra una “dictadura partitocrática” encabezada por el PPSOE, suma de las siglas del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español, los que se alternan en el gobierno desde el inicio de la democracia, en un sistema que, en la práctica, ha terminado siendo bipartidista. Reivindican que su existencia anónima es la que produce los bienes y mueve el mundo y proponen una Revolución Ética.

Nadie negará que en buena medida sus reivindicaciones coinciden con los asuntos que más preocupan a la ciudadanía (el paro, la corrupción de la clase política, etc.), lo cual explica su poder de convocatoria demostrado en las manifestaciones multitudinarias que han tomado las calles de todas las grandes ciudades españoles. Incluso muchos políticos tradicionales han reconocido la pertinencia de sus reclamos, aunque atribuyendo siempre esos males al partido contrario.

Si visitamos la página de ¡Democracia Real Ya! (http://www.democraciarealya.es) encontraremos desgranadas por acápites sus reivindicaciones. En qué medida son viables o pertinentes es algo que vale la pena analizar. De ello dependerá la solvencia del movimiento y su posibilidad de traducirse en acciones concretas

 

El primer punto se refiere a la eliminación de los privilegios de la clase política: control estricto del cumplimiento de sus funciones, como el que se aplica a cualquier otro trabajador; supresión de los privilegios en el pago de impuestos, los años de cotización y el monto de las pensiones; equiparación del salario de los representantes electos al salario medio español más las dietas indispensables para el ejercicio de sus funciones; eliminación de la inmunidad asociada al cargo; imprescriptibilidad de los delitos de corrupción; reducción de los cargos de libre designación, y publicación obligatoria del patrimonio de todos los cargos públicos antes y después de jurar el cargo.

El hecho de que el 15-M sea un movimiento apartidista no significa que no sea político, razón por la que su juicio sobre la clase política es la primera de sus reivindicaciones, aunque sea la tercera preocupación de los españoles, en orden de importancia. Si partimos de que un político es un servidor público electo por los ciudadanos para que decida, por delegación, en su nombre, es razonable que sus emolumentos, sus obligaciones tributarias, su disfrute de la seguridad social y el cumplimiento de sus obligaciones sean equiparables a los del resto de los asalariados, y, como en cualquier empresa, sus ingresos serán potestad de la junta de accionistas, en este caso, de la junta de electores. Aspirar a que se ajusten por decreto al salario medio es utópico e injusto, dadas las funciones profesionales que se les encargan y los bienes confiados a su custodia. La primera profilaxis de la corrupción es retribuir en justicia el trabajo del funcionario público. Lo segundo es que sean obligatorias las declaraciones de patrimonio antes y después, que deberán ser verificadas por las instituciones competentes y la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción.

En este país se da el contrasentido de que el presidente de los 47 millones de españoles gana 73.486 euros al año, mientras el presidente de los 7,5 millones de catalanes duplica esa cifra. O que siete presidentes de autonomías y los alcaldes de ciudades como Zaragoza, Barcelona, Madrid, Bilbao y San Sebastián ganen más que el presidente del gobierno. La razón es que son los propios políticos quienes deciden sus salarios y, en el caso de las comunidades autónomas, que cuentan con esa potestad, hay una escandalosa sobrevaloración de sus merecimientos. Del mismo modo que la defensa o las relaciones exteriores son potestad del gobierno central, creo que debería existir una comisión técnica que dictara un escalafón salarial en estricta proporción con la masa de ciudadanos representados por cada cargo político, reajustable sólo de acuerdo al índice del costo de la vida en cada localidad, de modo que el poder adquisitivo de un alcalde de una ciudad de cierto tramo poblacional sea equiparable con el de sus homólogos en todo el país. Y que ello se extendiera a todos los cargos electos. Claro que habría que vencer la resistencia, en primer lugar, de los políticos autonómicos, que defenderán sus salarios en nombre de los fueros comunitarios, confundiendo prebendas propias con derechos de sus ciudadanos. Una medida de esta naturaleza sólo será viable de aprobarse en referendo vinculante y que Hacienda vele por su estricto cumplimiento.

La reducción de los cargos de libre designación sería deseable, a los efectos de que sólo una pequeña cúpula de cargos políticos rote tras las alecciones, y que la mayoría del aparato esté compuesto por profesionales de probada solvencia que den continuidad al trabajo institucional. No cargos vitalicios, sino sujetos a sus resultados, como cualquier empleado.

En cuanto a la eliminación de la inmunidad asociada al cargo, creo que deberá ser automática en caso de delitos como la corrupción, el abuso de poder o el nepotismo. No en todo aquello que preserva la independencia de los políticos para legislar en conciencia y de acuerdo a los intereses del electorado. En caso contrario, cualquier político podría ser continuamente demandado por empresas o personas afectadas por leyes, decretos o resoluciones de interés general. Los políticos podrían pasar más tiempo en los juzgados que en el parlamento.

 

La segunda reclamación de los indignados se refiere al desempleo. Proponen el reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral; jubilación a los 65 y ningún aumento de la edad de jubilación hasta acabar con el desempleo juvenil; bonificaciones para aquellas empresas con menos de un 10% de contratación temporal; imposibilidad de despidos colectivos en las grandes empresas mientras haya beneficios; fiscalización de esas empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijos, y restablecimiento del subsidio de 426 € para todos los parados de larga duración.

El desempleo, que asciende al 20,7% de la población activa, es hoy, con razón, la primera inquietud del ciudadano español. Flexibilizar las jornadas de trabajo y la conciliación laboral es deseable, pero el reparto de trabajo sería nefasto. En países comunistas donde se empleó a doscientos cuando se necesitaban cien trabajadores para abolir el desempleo por decreto, el desplome de la productividad ocasionó el desempleo encubierto y el subsalario. Al cabo, la bancarrota del país y la necesidad de un reajuste drástico. La única solución realista es el crecimiento económico, el fomento de las PYMES y una adecuada política de financiación. No aumentar la edad de jubilación en consonancia con el aumento de la esperanza de vida, tampoco creará empleo, sino que gravitará sobre los costes de la seguridad social y obligará a los nuevos trabajadores a cotizar más para sostener la viabilidad del sistema. Seguramente los indignados tampoco estarían dispuestos a cotizar más. La globalización ha provocado un decidido proceso de deslocalización industrial hacia países donde la mano de obra es más barata, lo cual ha beneficiado a los países emergentes. E imponer a las empresas costes laborales desmedidos y rigidez en el sistema de contratación para proteger al trabajador, puede desprotegerlo totalmente cuando la empresa migre a China. La única solución para conservar un tejido industrial y empresarial es aumentar sustancialmente la productividad y la calificación de la mano de obra, lo único que permitirá transitar decididamente hacia las altas tecnologías. Sin ese cambio, será difícil no ya mantener el subsidio de 426 € para todos los parados de larga duración, sino la viabilidad de todo el sistema de seguridad social.

 

El siguiente punto se refiere a los servicios públicos de calidad: supresión de gastos inútiles en las Administraciones Públicas y establecimiento de un control independiente de presupuestos y gastos; contratación de personal sanitario y de profesorado para mejorar esos servicios; reducción del coste de matrícula universitaria; financiación pública de la investigación para garantizar su independencia; transporte público barato, de calidad y ecológicamente sostenible; restricción del tráfico rodado privado en el centro de las ciudades; construcción de carriles bici, y aumentar los recursos para atender a dependientes y desamparados.

En este caso hay una mezcla de propuestas válidas, buenas intenciones sin fundamentos sólidos y alguna que otra utopía peregrina.

En cuanto a la supresión de gastos inútiles y el establecimiento de controles, habría que comenzar por el final: el control independiente de presupuestos y gastos se llama Tribunal de Cuentas, y ya existe, aunque sea, como todo, infinitamente mejorable. Sobre los gastos “útiles” e “inútiles”, lo primero sería definir quién decide qué es útil y qué no. Pero, ciertamente, existen muchas partidas de donde, a primera vista, podrían recortarse gastos y hacer menos gravoso el aparato estatal y los gobiernos locales. Ante todo, el senado, una institución en buena medida redundante con el congreso. Noruega, Suecia y Dinamarca no tienen senado y funcionan perfectamente. Estados Unidos tiene 100 senadores y España, 264. Se podría adelgazar el servicio exterior hasta lo mínimo indispensable para el cumplimiento de sus misiones. Eliminar la pensión vitalicia de diputados, senadores y otros altos cargos. Rebajar las partidas destinadas a sindicatos y partidos políticos, que deberán adelgazar su burocracia parasitaria; a fundaciones peregrinas y decorativas; así como las transferencias a la Iglesia Católica, que deberá “gozar” de las mismas condiciones fiscales que el resto de las entidades del país. Como botón de muestra, se estima que la visita del Papa a Madrid costará 50 millones, sufragado en buena medida por las grandes empresas del Ibex 35, muchas de las cuales son responsables de la crisis, recibieron ayudas a bajo interés y han cerrado sus líneas de crédito a las PYMES y los autónomos. Por otra parte, los gobiernos autonómicos y locales duplican y a veces triplican aparatos administrativos y altos cargos para ofrecer el mismo servicio. Una comisión técnica independiente debería analizar la relación costo/funcionalidad de estos aparatos hipertrofiados y publicar sus resultados, para que el público sepa en qué se (mal)gastan sus impuestos.

Contratar más personal docente y sanitario, así como destinar más recursos a los dependientes y desamparados, dependerá del crecimiento económico, no de la voluntad popular. Reducir de modo generalizado las matrículas, bastante moderadas ya (les asombraría saber lo que cuesta una carrera universitaria en Estados Unidos), sería inviable en una enseñanza ya subvencionada, e injusto. ¿Por qué rebajar por igual la matrícula al hijo del banquero y al del albañil? Para ello existe un sistema de becas para personas de ingresos bajos y por razones de excelencia, que podría extenderse y aumentarse, así como los créditos a bajo interés pagaderos una vez concluidos los estudios. Facilidades y becas para quienes acuden a la universidad a aprender, no para quienes mariposean de facultad en facultad durante diez años, como quien estudia para rector, antes de sacarse un título. Tampoco los costes de las matrículas deberán ser inamovibles. El país deberá subvencionar aquellas disciplinas más necesarias para su crecimiento perspectivo, no aquellas cuyo peso en el desarrollo será secundario.

En cuanto al transporte, no hay objeciones a los carriles bici y la restricción del transporte privado en los cascos urbanos, e incluso limitar el transporte comercial a los horarios de mínima circulación. Pero al hablar de un transporte barato, de calidad y ecológico, deberán explicarse mejor. ¿A qué se refieren? ¿El regreso a la navegación a vela, los carruajes de tracción animal y las sillas de postas? No. Quieren Alta Velocidad a precio de carretón. Yo también. Pero la pregunta es ¿quién lo subvenciona? ¿El Estado? Es decir, nuestros impuestos. De momento, existen abonos subvencionados para jóvenes y mayores. Y podrían concretar sus propuestas. Por ejemplo, que Renfe y las compañías de autobuses hagan un afectivo reajuste de precios entre los días y horarios de más demanda y los de menos, tal como hacen los vuelos de bajo coste. Por el contrario que nuestros tatarabuelos, quienes nacían y morían en veinte kilómetros a la redonda, hoy, por suerte, viajar es un derecho y una práctica habitual, pero no gratuita. Y algo que entronca con el I+D y con el transporte sería la potenciación en España del transporte eléctrico e híbrido. Una apuesta de futuro.

Al hablar de la “financiación pública de la investigación para garantizar su independencia” no queda claro a qué se refieren. ¿Asegurar que el Estado monopolice las patentes? ¿Desestimular al capital privado en sus esfuerzos de I+D?

El porcentaje del PIB español dedicado a I+D fue el año pasado un 1,38, por debajo del 2,01 de la media europea y muy lejos del 3,96 de Finlandia, e incluso del 2,91 de Corea del Sur. España ocupa el puesto 18 entre los 27 de la UE, y según Robert-Jan Smits, encargado de la política de ciencia e innovación de la Unión, “España está en una encrucijada, un momento histórico en el que tiene que elegir si quiere convertirse en una economía basada en el conocimiento –entonces debe invertir drásticamente en I+D– o si continúa en su posición actual, estancándose”. El presupuesto de 2011 en investigación, desarrollo e innovación es de 7.577,07 millones de euros, más 974,62 millones en el sector militar (11,47% de la inversión civil en I+D). No ha sufrido drásticos recortes, pero es insuficiente, y para colmo de males, la crisis está provocando en España un éxodo de cerebros hacia destinos más promisorios. De modo que limitarse a la “financiación pública de la investigación para garantizar su independencia” es un crimen de futuro, por no decir una estupidez. España tiene que ofrecer todo tipo de incentivos a las empresas de I+D, incluyendo los fiscales, y redireccionar recursos al I+D si no quiere quedar reducida al balneario de Europa.

 

En lo que se refiere al derecho a la vivienda, el 15-M propone la expropiación por el Estado de las viviendas construidas que no se han vendido, para colocarlas en el mercado en régimen de alquiler protegido; ayudas al alquiler para jóvenes y personas de bajos recursos, y que se permita la dación en pago de las viviendas para cancelar las hipotecas.

De hecho, la vivienda es un bien esencial, y con la explosión de la burbuja inmobiliaria, la crisis y el aumento del paro, se ha creado en España una situación caótica. Miles de obras a medio terminar por la quiebra de las constructoras, miles de viviendas sujetas a embargo por impago, viviendas cuyo valor ha descendido, de modo que ni entregándola al banco el comprador salda su deuda. Y miles de pisos desocupados que, de salir al mercado, abaratarían los alquileres. Al mismo tiempo, los bancos, propietarios de decenas de miles de viviendas expropiadas, se han convertido en inmobiliarias involuntarias. Al respecto, podría haber muchas soluciones que contribuyan a paliar la descompensación del mercado.

Primero, en caso de que se trate de una vivienda habitual (excepto las de lujo), la dación de la vivienda debería saldar la deuda con el banco. Quien quiso comprarse un chalet de trescientos metros sin calcular sus posibilidades, o quien compró cuatro pisos con el propósito de especular, deberán asumir las consecuencias de sus actos. Otra posibilidad es decretar una moratoria de tres años para evitar las expropiaciones masivas, con lo cual los bancos mantienen su expectativa de cobro. Los bancos podrían vender al Estado su stock inmobiliario, o saldar con él parte de su deuda por las ayudas recibidas, y éste, colocarlo mediante las agencias locales para su alquiler a precio regulado. Por otra parte, como en Alemania, gravar fiscalmente las viviendas vacías, de modo que se impulse su salida al mercado y el abaratamiento de los alquileres. Y, por último, el Estado podría asumir la terminación de las obras abandonadas por constructoras en quiebra, con lo que se crearía empleo y se fomentaría la movilidad laboral con su salida al mercado en régimen de alquiler. Amén de otras fórmulas de ayudas directas a personas de bajos recursos.

 

El control de las entidades bancarias es la siguiente reclamación: prohibir cualquier tipo de rescate o inyección de capital a entidades bancarias y devolución de todo capital público aportado; elevación de los impuestos a la banca en proporción al gasto social ocasionado por la crisis generada por su mala gestión; prohibición a los bancos españoles de invertir en paraísos fiscales y sanciones a los movimientos especulativos y a la mala praxis bancaria; aumento del tipo impositivo a las grandes fortunas; eliminación de las SICAV –Sociedades de Inversión de Capital Variable, que permiten invertir dinero y diferir el pago anual de impuestos, así como tributar un exiguo 1% en impuesto sobre sociedades–; recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio; el control del fraude fiscal y de la fuga de capitales a paraísos fiscales, y promover a nivel mundial la adopción de la tasa Tobin a las transacciones internacionales.

Todo muy bonito pero, en la práctica, inviable en su mayoría, a menos que se concierten acuerdos internacionales.

Comenzando por lo primero, si el Estado no hubiera inyectado liquidez a los bancos y se hubieran producido quiebras, millones de ahorradores, pensionistas y empresas habrían pagado las consecuencias. Esas inyecciones fueron préstamos, no graciosos regalos, y los bancos deberán devolverlos. Ahora bien, en la mayor parte de los casos, esos préstamos a bajo interés no redundaron en un aumento del crédito a las empresas españolas, condición que debió imponer el gobierno antes de concederlos, sino que se han invertido en sectores más suculentos, dentro o fuera de España, lo que explica que los bancos no sólo no han quebrado, sino que han tenido importantes ganancias. El dinero jamás ha alardeado de su responsabilidad social o su patriotismo.

Sería deseable recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio, pero vistas las perspectivas electorales, me temo que no ocurrirá. La elevación de los impuestos a las grandes fortunas es justa y correcta; pero en el caso de los bancos (“en proporción al gasto social ocasionado por la crisis generada por su mala gestión” no pasa de ser una boutade, una frase ingeniosa, ¿quién lo ha calculado?) deberá jugarse más con la atracción que con la coacción. El dinero es escurridizo y alarmista, fluye hacia rentabilidades superiores y huye del peligro como una gacela. Un paquete de medidas bien pensadas que incluya atractivos fiscales para invertir en empresas españolas, en especial las de I+D y las que fomenten el empleo, puede ser más efectivo que un diktat terminante. La mala praxis bancaria debe ser sancionada, desde luego, y deberán consensuarse leyes internacionales para regular el mercado financiero, así como la tasa Tobin, impracticable a nivel local. En un mercado globalizado, las acciones locales sólo consiguen empujar al capital de las altas a las bajas presiones, como muchos fenómenos meteorológicos. Una economía sólida y saneada es el mejor antídoto contra los movimientos especulativos, y no es necesario prohibir las SICAV, basta modificar sus prerrogativas.

Perseguir el fraude fiscal es algo que se viene haciendo cada vez mejor, aunque sea perfectible. Y prohibir la fuga de capitales y las inversiones en los opacos paraísos fiscales sólo se conseguirá erradicando los paraísos fiscales, algo imposible sin la cooperación internacional. También podrían gravarse al máximo los bonus de los directivos de las empresas españolas, al 100% incluso para aquellas que han recibido ayudas públicas.

 

En cuanto a las libertades ciudadanas y la democracia participativa, exigen que no exista control de internet; la abolición de la Ley Sinde sobre los derechos intelectuales en la red; la protección de la libertad de información y del periodismo de investigación; referéndums obligatorios y vinculantes para las cuestiones de gran calado que modifican las condiciones de vida de los ciudadanos, y para la introducción de las medidas dictadas desde la Unión Europea; modificación de la Ley Electoral para garantizar un sistema auténticamente representativo y proporcional que no discrimine a ninguna fuerza política ni voluntad social, incluyendo la representación en el legislativo del voto en blanco y el voto nulo; la independencia del Poder Judicial con la reforma de la figura del Ministerio Fiscal para garantizar su independencia, y que no sea el Poder Ejecutivo el que nombre a los miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, y el establecimiento de mecanismos efectivos que garanticen la democracia interna en los partidos políticos.

Como en el punto anterior, aquí hay una suerte de arroz con mango.

Creo que la libertad de información y del periodismo de investigación está perfectamente protegida por la Constitución y sobran pruebas de ello, entre otras, la libertad de que gozan los indignados. Y la democracia interna de los partidos políticos es “interna”. Si no te gusta, puedes no afiliarte, ni votarlos. El control de internet no es, desde luego, deseable, pero tampoco creo que nadie lo haya propuesto. Otra cosa es que se persigan los comportamientos delictivos en la red. Y la ley Sinde debe repensarse con más calma y al compás de los cambios tecnológicos, aunque, sin dudas, se necesitan regulaciones que protejan los derechos intelectuales, cuya vulneración atenta directamente contra la viabilidad del proceso creativo. Que haya “referéndums obligatorios y vinculantes para las cuestiones de gran calado” me parece crucial y una garantía de que la política responda a la voluntad de los ciudadanos, pero de ahí a llevar a referendo toda medida de la UE va un largo trecho: tendríamos que aprobar (o no) normativas sobre el tratamiento de productos reciclados o cuotas pesqueras.

La Ley Electoral deberá ser, efectivamente, modificada, de modo que cada partido, sea nacional o nacionalista, tenga una participación en el parlamento estrictamente proporcional a los votos obtenidos. La actual, con su norma absurda de circunscripciones y porcentajes, sólo consigue que en una provincia poco poblada un voto valga hasta 3,5 veces más que el de una más poblada, y potencia artificialmente a los partidos nacionalistas gracias a la concentración local del voto. En las Elecciones Generales de 2008, Unión Progreso y Democracia obtuvo un escaño con más votos que el Partido Nacionalista Vasco, que consiguió seis. Y el voto en blanco debería cuantificarse como voto en blanco, no importa que la cámara tenga en una legislatura 350 miembros y en la siguiente 320. Ese es el reflejo exacto de la voluntad popular. Y para que fuese más fiel, el voto debería ser un derecho y una obligación ciudadana (no votar no es una opinión, sino obsequiar mi silencio para que sea manipulado). Votar es obligatorio en Australia, Austria, Nueva Zelanda y Francia, pero también en muchos países de Sudamérica, por lo que no hace ni mejor ni peor a una democracia, sino más fiel al juicio de la ciudadanía. Y para facilitarlo, así como los referendos, ya se puede implementar el voto online mediante firma electrónica y una clave personal.

En cuanto al Poder Judicial, es algo que en España necesita una reforma integral. Las enormes demoras de los procesos, los frecuentes errores por sobrecarga de los juzgados, la precaria aplicación de las nuevas tecnologías. Todo debe sufrir una reforma a fondo. En cuanto al nombramiento de los miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial y la reforma de la figura del Ministerio Fiscal, es algo que deberá someterse a un análisis más serio que una pancarta. Creo que no son escasas las demostraciones de la independencia del poder judicial, también perfectible. ¿Quién deberá nombrar a los miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial si no es el ejecutivo? ¿El Legislativo? Viene siendo lo mismo. ¿El Poder Judicial al que nadie ha elegido? Si no queremos hacerlo motivo de una nueva votación, donde legos en la materia elegirán magistrados, tendría que ser una comisión de expertos de probada capacidad (y renovable) la que lo haga en lugar de los políticos. Algo que me parece más sabio, aunque siempre sujeto a errores, como toda obra humana. Pero antes, repito, el sistema requiere cirugía mayor y terapia intensiva.

 

El último reclamo de los indignados es la reducción del gasto militar. Dicho así, ya se ha cumplido, al descender un 5,19% respecto al ejercicio anterior. Todos aspiramos a un mundo sin armas ni ejércitos, pero eso, lamentablemente, seguirá siendo una utopía durante muchos años. Con un modesto 1,2% del PIB en gasto militar, España ocupa un honorable puesto 128 entre todos los países del mundo. Toda reducción será bienvenida, siempre que ello no ponga en peligro a las tropas que, más que prevenir una invasión de nuestros vecinos, desempeñan importantes misiones en países en conflicto.

 

El movimiento 15-M es, sin dudas, un soplo de aire fresco en el enrarecido panorama de la política nacional, el despertar de una conciencia ciudadana que el país necesita desesperadamente, pero deberá reflexionar a fondo sobre la pertinencia y viabilidad de sus reivindicaciones si aspira a convertirse en un elemento de peso en la real politik española y que sus pancartas se traduzcan en hechos. Y deberán comprender, ante todo, que antes de repartir beneficios hay que obtenerlos.

Hay mucho que corregir en España, pero lo primero será torcer la senda del crecimiento de las arenas playeras y los chiringuitos hacia el laboratorio. Como en los vasos comunicantes de Pascal, la imaginación y la creatividad política del 15-M deberá desplazarse también hacia la economía del conocimiento, y subvertir por fin la trágica máxima de Unamuno: ¡Que inventen ellos!

 

“Sean realistas, pidan lo posible (I)”; en: Cubaencuentro, Madrid, 05/07/2011. http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/sean-realistas-pidan-lo-posible-i-264971 / “Sean realistas, pidan lo posible (II)”; en: Cubaencuentro, Madrid, 06/07/2011. http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/sean-realistas-pidan-lo-posible-ii-264992





Después de las seis

18 07 2011

Entre julio de 2010 y abril de 2011, 115 presos políticos cubanos fueron excarcelados y trasladados a España junto con 647 familiares, a razón de 5,63 familiares por preso.

Se ha afirmado que la operación fue acordada entre el gobierno de Raúl Castro, la Iglesia Católica cubana, dotada por primera vez de cierto protagonismo, y el gobierno español. El diputado del PP Teófilo de Luis calificó, en un debate parlamentario, de «inmisericorde y vergonzante» la colaboración del cardenal Ortega en el proceso de excarcelaciones y opinó que a los presos «no se les dejó ninguna opción de permanecer en Cuba» y se «les forzó al destierro». Aunque el ex prisionero Julio César Gálvez ha afirmado: «Yo no pedí venir a España», lo cierto es que, tal y como han aclarado el Arzopispado de La Habana y Laura Pollán, presidenta de las Damas de Blanco, a los reclusos incluidos en el proceso el cardenal Ortega les informó sobre su inminente excarcelación y les consultó si deseaban o no viajar a España. «Nadie ha obligado a ningún preso a que abandone el país», afirmó Pollán, y citó los casos de Rafael Ibarra, un preso político que no aceptó viajar, y continúa en prisión, y de su esposo, Héctor Maseda, uno de los 12 excarcelados que decidieron permanecer en Cuba. Aunque es perfectamente comprensible que la mayoría decidiera abandonar el país.

Quien haya seguido la política del gobierno cubano sabe que estas excarcelaciones no corresponden a un giro en su política respecto a la disidencia o a los derechos humanos, y la represión posterior lo corrobora. Ciertamente, ese lavado de imagen sirvió de argumento al ministro de Exteriores español para solicitar a la Unión Europea la derogación de la Posición Común, aunque no hayan variado las circunstancias que la motivaron. Pero, sobre todo, podría servir de argumento a la administración Obama para relajar o derogar el veto a sus ciudadanos de viajar a Cuba, algo vital para la economía insular en bancarrota. Al mismo tiempo, la Iglesia remozaba su imagen pública y ganaba un espacio de interlocución. En cualquier caso, la excarcelación de opositores políticos pacíficos es siempre una buena noticia.

Los cubanos excarcelados y sus familiares han llegado a España acogidos a un programa financiado por los Ministerios de Trabajo y Asuntos Sociales, y Asuntos Exteriores y de Cooperación, idéntico al que se aplica a otros refugiados por razones humanitarias. Tras una breve estancia de tránsito en Madrid, los refugiados han sido redistribuidos por los centros de acogida que Cruz Roja Española, la Asociación Comisión Católica Española de Migración y la Comisión Española de Ayuda a Refugiados tienen repartidos por todo el país. En una tercera fase, cada familia pasa a un piso de alquiler y recibe una ayuda de unos 1.390 euros al mes, más otras ayudas para la escolarización de los niños y la compra de libros de texto, y unos 300 euros al año para la compra de ropa, más cursos de formación para la búsqueda de empleo.

Lo primero que llama la atención de esta operación ha sido el número de familiares que han acompañado a los 115 ex prisioneros: 647. Como promedio, familias de siete miembros, aunque en algunos casos superan los 30. El ex preso político Néstor Rodríguez Lobaina ha dado las gracias al gobierno español por sacarlo de Cuba a él y a su familia, pero afirma que aquí se ha enfrentado a un “infierno de burocracia”. “Si el gobierno español no tenía las condiciones por estar en una crisis económica, yo no comprendo cómo hace un arreglo con la dictadura cubana para traer a 1.000 personas a un lugar donde no hay trabajo”, se pregunta. Y quizás tenga razón, aunque dicho por alguien que se ha beneficiado de esta generosidad resulta, cuando menos, indelicado.

Varios refugiados han agradecido a España por su acogida. Miguel Martínez afirma que “la ayuda ha sido generosa y alcanza”. Y Antonio Díaz, que “hemos tenido cubiertas nuestras necesidades. Nuestros hijos han ido a la escuela, han recibido atención médica, tenemos casas confortables, y una ayuda que nos permite subsistir en un nivel muy, pero muy digno”, aunque se queja de tener que renovar el permiso de trabajo cada tres meses y la demora en concederles el asilo político –se ha concedido hasta ahora el estatus de refugiado político a 53 disidentes o familiares, y a otros 400 la protección subsidiaria–, por lo que ha decidido trasladarse a Miami.

Pero lo que es noticia en los últimos días es, justamente, lo contrario. Al menos cuatro refugiados han perdido las ayudas. Entre ellos, Néstor Rodríguez Lobaina y Erick Caballero Martínez. El primero, por «reiteradas faltas de respeto al personal de la Cruz Roja», «actitud desafiante y amenazadora», incumplir con las ordenanzas del centro, su «desinterés y desprecio absoluto» por las ayudas concertadas para su proceso de integración, y, sobre todo, la «agresión» a otros cubanos, según el subdirector de migraciones de la Cruz Roja. Rodríguez Lobaina se declara el blanco de una «maniobra oscura» por parte de la ONG, en connivencia con la dictadura castrista, para separarlo de su familia. Afirma que le han quitado el abono de transporte, el derecho a realizar llamadas a Cuba, el suministro de algunos artículos personales y el alimento de los domingos. Que se le acabaron la pasta dental y el desodorante y que no ha recibido dinero para cortarse el cabello desde su llegada.

Erick Caballero, por su parte, amenazó en Torrelavega, Cantabria, con una huelga de hambre en protesta por las condiciones de vida. “Nos están tratando como unos simples inmigrantes”, dijo. Y ha denunciado a El Nuevo Herald que muchos no han recibido el dinero para ropa y transporte prometido, o que lo han recibido tarde, y que la asistencia médica ha sido deficiente y tardía. Se queja de los estrictos horarios y de la alimentación. “Yo salí de una prisión de máxima seguridad, y aquí ponen horario para todo: bañarme, comer, salir, la tele”, dijo Caballero. Agregó que algunos no han podido asistir a seminarios para hallar empleo porque no hay dinero para el transporte ni para ropa.

La Comisión Española de Ayuda al Refugiado expulsó a fines de junio a siete cubanos de su centro de acogida en Málaga y del programa de atención del que se beneficiaban. Entre los expulsados está Carlos Martín Gómez, que hace unos días emprendió, junto a cuatro familiares, una huelga de hambre al no lograr alquilar un piso donde establecerse. La institución explicó en un comunicado que los expulsados habían mantenido “continuos conflictos entre ellos, llegando a la agresión física” obligando al reajuste de “la distribución de este grupo familiar por habitaciones”. Los acusa de “proferir amenazas directas e indirectas, agresiones verbales y faltas manifiestas al respeto” contra los trabajadores del centro; la introducción de “alcohol en el centro o exhibir armas blancas en el patio”, así como su “falta de compromiso” al abandonar los cursos formativos y limitarse “a reivindicar actuaciones y prestaciones más allá de las establecidas”.

(Imaginemos el alborozo en el Palacio de la Revolución ante estos sucesos: Eso les pasa por no leer el Granma. Son delincuentes comunes. Yo se lo dije a los gaitos, pero no me hicieron caso).

Julio César Gálvez y Ricardo González Alfonso también se han quejado de su acogida. Y Regis Iglesias declaró a El Nuevo Herald que “la falta de un estatus [de refugiado político] ha impedido insertarnos en la sociedad española”, aunque agradece la ayuda económica recibida. En entrevista concedida a Libertad Digital, Juan Carlos Herrera declara que quiere regresar a Cuba ante el “trato hostil” y “vengativo” del Gobierno español y la “violación” de sus derechos. También Néstor Rodríguez Lobaina ha pedido que se le devuelva a la prisión de donde salió. Dado que no se han cumplido los once meses reglamentarios, supongo que esas repatriaciones serán perfectamente viables.

¿Han sido diametralmente diferentes las condiciones de acogida en unos y otros lugares? ¿O han sido diferentes las visiones de unos y otros sobre circunstancias más o menos similares?

Hay una situación objetiva: España está en plena crisis y su tasa de desempleo es la mayor de Europa, de modo que la integración plena, que empieza por la independencia económica, se vislumbra difícil. Cuando el economista Miguel Martínez se queja de la lenta homologación de títulos académicos y universitarios («un trámite muy lento y burocratizado», admite un portavoz de Accem) y duda de las “posibilidades de que podamos acceder al mercado laboral conforme a nuestros estudios y preparación”, se integra al clamor de varios millones de españoles.  Es el caso del odontólogo Alfredo Pulido, aunque según éste, “Nada es comparable con una prisión, y menos en Cuba”.

Según las ONG de acogida, algunos han conseguido algunos trabajos esporádicos, pero ningún contrato permanente. La secretaria general de CEAR, Estrella Galán, asegura que los cubanos cuentan con la «simpatía» de la sociedad española, pero que los pocos que han encontrado trabajo ha sido en la economía sumergida, o que, como cualquier parado de larga duración, “ante el temor a perder las ayudas, sopesan bastante las ofertas de trabajo». Por todas estas razones, el gobierno ha decidido prorrogar otros seis meses los subsidios, siempre que «las personas formen parte activa del proceso de integración«, en palabras del subdirector para Migraciones de Cruz Roja, José Javier Sánchez.

Lo cierto es que desde octubre, nueve disidentes se han trasladado a Miami, uno a Chile y otro a la República Checa, y la cifra podría ascender a una treintena. Las autoridades norteamericanas ya han creado un programa de visados para los asilados políticos cubanos. Si se trata de reunirse con sus familiares y encontrar un espacio promisorio, es perfectamente razonable. Si alguno confía en las subvenciones norteamericanas al exilio político cubano, debería tomar nota de las quejas de Reina Luisa Tamayo, madre Orlando Zapata, porque la ayuda que ha estado recibiendo se está «agotando» y actualmente ninguno de sus doce familiares, alojados en cuatro apartamentos (a un alquiler de 1.295 dólares mensuales cada uno) tiene trabajo que les garantice el sustento en los próximos meses. De momento, ya buscan un nuevo lugar donde vivir, más económico.

Una de las informaciones más asombrosas relacionadas con los excarcelados cubanos la ofrece Fran Cosme (http://www.primaveradecuba.org/Articulo/22odisea). Según él, “dos minutos antes de abordar el avión, funcionarios de la embajada española les dieron a firmar un compromiso que dentro de sus tantos puntos contenía uno que los obligaba a abstenerse de formular críticas al gobierno cubano y al español, así como abstenerse también de manifestaciones políticas”. El autor no cita la fuente y, dadas las pruebas, resulta difícil compatibilizar esas exigencias (claramente inconstitucionales) con el hecho de que el 19 de julio de 2010, diez ex prisioneros solicitaron por escrito a los cancilleres de la Unión Europea que no fuese revocada la posición común, tal como solicitaba el ministro Moratinos, sin que, hasta donde se sabe, se produjeran represalias. O que Regis Iglesias y Miguel Martínez aceptaran una invitación a una conferencia de prensa organizada en Madrid por Unión Progreso y Democracia (UPyD), en la que ambos señalaron que España ha incumplido el “Proceso de acogida e integración social a personas pidiendo protección internacional”. En esa ocasión, Fernando Maura, de UPyD, sostuvo que “los trajeron como mercancía política para cambiar la posición común de la Unión Europea hacia Cuba”. Olvidó decir que en aquella conferencia de prensa, Iglesias y Martínez también eran “mercancía”, en este caso de la política doméstica.

Responsables de las ONG de acogida han afirmado que la mayor parte de los excarcelados llegó con unas «expectativas muy altas que no se han podido cumplir». Y eso nos lleva a un fenómeno endémico en la sociedad cubana: la sobrevaloración de lo extranjero. Frente a la retórica de Granma, según la cual, excepto Cuba, Corea del Norte y Venezuela, el mundo entero está a punto de hundirse en la miseria, los cubanos han desarrollado un imaginario del Malecón pallá en el cual los jamones pata negra y los trajes de Armani florecen como la verdolaga. Basta recogerlos. Eso explica que muchas familias consideren las remesas vitalicias de sus parientes out of borders una especie de derecho adquirido por el simple hecho de permanecer en la Isla, cuidándola para que no se hunda y que al regresar de visita la encontremos en el mismo sitio. Y que el primo segundo de la tía política no pida un par de tenis para ir a la escuela, sino unos Converse último modelo.

Durante medio siglo ha actuado sobre nosotros una pinza perversa. Por un lado, el poder ha intentado convencernos de que los cubanos, faro y guía del universo, somos el pueblo elegido, tributario natural de la solidaridad internacional. Y predica con el ejemplo: casi 198.000 millones logró sacarle a los rusos, y 21.000 millones de deuda impagada. Más lo que le debe al Club de París y las subvenciones venezolanas.

La otra mandíbula de la pinza es la indefensión. El cubano que reside en la Isla no está autorizado a mejorar su situación económica, algo que debe comprender el visitante que llega, y el amigo o pariente que lo recibe si tiene la suerte de brincar el charco. Quienes lo ayudan, invitan o convidan como muestra de amistad, afecto, amor u otros sucedáneos, cumplen una obligación que no requiere más explicaciones.

En el caso que nos ocupa, puede que algunos consideren una obligación internacional la subvención a quienes luchan por la democracia en Cuba, y han sufrido prisión por ello. Es comprensible que eso fuera así mientras permanecían en la Isla, hostigados por el régimen que les negaba, incluso, el acceso a un puesto de trabajo. Y es justo que se les otorguen subsidios temporales y facilidades para integrarse a esta sociedad en uno de sus momentos más difíciles, algo de lo que no disfrutan millones de sus compatriotas, “simples inmigrantes”, en palabras de Erick Caballero.

Pero ningún país del mundo tiene obligaciones o deberes con la Isla. El destino de Cuba es, exclusivamente, un asunto de los cubanos.

Un amigo que fue a recibir a uno de los primeros grupos de excarcelados me contó de una señora que, al bajar del avión, le manifestó su intención de continuar desde España la lucha por la democratización de Cuba. Y él le respondió: “Después de las seis”. “¿Cómo?”, preguntó ella. “Después de las seis. A esa hora termina la jornada de trabajo”.

 

“Después de las seis”; en: Cubaencuentro, Madrid, 18/07/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/despues-de-las-seis-265503





Los años del miedo

10 06 2011

A mediados de 2003, realicé un tour por todas las librerías de Madrid con el propósito de colocar para su venta la revista Encuentro de la Cultura Cubana. En una librería de Moncloa dejé un par de números y el librero me pidió que volviera días más tarde para darme respuesta. Cuando regresé, me confesó que le gustaba mucho la revista y que ya era difícil encontrar publicaciones que “busquen un diálogo con lectores de contenidos, no de colorines” (intento ser textual), pero que le resultaba imposible venderla en su librería. ¿Por qué? Porque la mayoría de mis clientes son franquistas, concluyó. La respuesta me dejó por un momento anonadado, pero poco a poco fui entendiendo la lógica de aquel librero. Y Los años del miedo (Editorial Planeta, Barcelona, 2011, 558 pp.), de Juan Eslava Galán, ha contribuido a despejar decisivamente las dudas que me quedaban.

En la saga de su exquisita Historia de España contada para escépticos, que no deja títere con cabeza, Los años del miedo nos desgrana la historia cotidiana de la España franquista entre 1939 y 1952 con una prosa ágil y oportunamente irónica que se mueve entre el reportaje y el ensayo histórico. Lo anterior bastaría para recomendar su lectura. Pero a los cubanos este libro nos aporta tantas coincidencias, despierta tantas complicidades, que a menudo no estamos muy seguros de a qué país se refiere el autor.

La economía de supervivencia en la España que nos describe Eslava Galán produjo el café de cáscara de cacahuete tostada, ensalada de collejas, arroz de liebre al felino doméstico, sopas de peladuras de papas y arroz con ajo, conocido como “arroz de Franco”. Y también tuvieron su Nitza Villapol recetando bisté de cáscara de toronja y picadillo de cáscara de plátano. En Cocina de recursos, de Ignasi Domènech, se detalla, entre otras delicatessen, la tortilla de papas sin huevos y sin papas. Aquella España tuvo también coches a pedales, paladares clandestinos, y el motor de agua de Francisco Gascón, equivale a la bicicleta para desmochar de un innovador cubano. Y los planes fantásticos de la autarquía: esquistos bituminosos que harían de España un país petrolero, reservas incalculables de oro… como quien dice Cordón de La Habana y Zafra de los Diez Millones. Mientras, el gasto militar franquista ascendía al 63% del PIB. El cubano se desconoce.

La retórica también resultará extraordinariamente familiar. ¡La sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido!, machacaba la radio. Franco Franco Franco, gritan en la Plaza de Oriente. Fidel Fidel Fidel, en la Plaza de la Revolución. En todos los organismos oficiales responden al teléfono con el “¡Arriba España! Dígame”, equivalente del “Patria o muerte. Ministerio de Industrias” de los cubanos 60. Toda carta, incluso las de amor, debía encabezarse con el “Saludo a Franco. ¡Arriba España!”, como cerrábamos las nuestras con un “Revolucionariamente”, Pepito. El diccionario se purga de extranjerismos: aguardiente jerezano por coñac, ensaladilla imperial en lugar de ensaladilla rusa, los hoteles Internacional pasan a llamarse Nacional; Margarita Gautier, La Dama de las Camelias, se convierte en Margarita Gutiérrez, y la Caperucita Roja será desde ese momento la Caperucita Encarnada. Batida contra lo extranjero que Cuba extenderá al jazz, al rock y al béisbol, donde aparecerá una nueva nomenclatura: el campo corto, el jardín izquierdo; aunque el strike y el out se resistieron.

Concluye Eslava Galán que el español está condenado a ser mitad monje y mitad soldado. Como el cubano: mitad miliciano, mitad comisario político. “En España o se es católico o no se es nada”, declaró Franco en 1938. (La calle, la universidad, Cuba pertenecen a los revolucionarios). De modo que fingir religiosidad aunque seas ateo en la España franquista tiene su equivalente en esconder en el armario el corazón de Jesús o el altar a Eleguá. Fingir falangismo auténtico, sobre todo si te cogió la guerra en zona roja. “No significarse” era la consigna. Para que nadie se piense que inventamos la doble moral. La terrible historia de Teófilo, que para obtener su cartilla de racionamiento se ve obligado a decir que se avergüenza de su padre, encarcelado por republicano, es dolorosamente familiar.

Según el escritor falangista Agustín de Foxá, “Tenemos una dictadura dulcificada por la corrupción”. De modo que frailes pedófilos, militares ladrones, violadores falangistas gozaban de total impunidad… siempre que no flaquera su fe en el Caudillo y en Dios.

La educación pasó a ser coto exclusivo de la iglesia (“demasiadas misas para tan poco niño”, recordaba Terenci Moix) que se encargó de lavar sus cerebritos con el mismo entusiasmo que empleará años más tarde el Estado cubano tras convertir la educación en su coto exclusivo. Cualquier agricultor sabe que el vivero es el primer secreto de una buena cosecha. Los curas, como más tarde los ideólogos del Partido, imponen la moda: el largo de las faldas, la profundidad de los escotes y los peinados. Por entonces atemorizan las calles en su cruzada contra la inmoralidad “Los Luises”, niñatos de buena familia, una especie de brigada de acción rápida comandada por el padre Llanos, quien terminará convirtiéndose al comunismo con la misma fe jesuita y ejerciendo de misionero en la jungla chabolista madrileña del Pozo del Tío Raimundo, hasta su muerte “en olor de santidad marxista-leninista”. Aunque las normas morales eran relativas: el adulterio de la mujer era terminantemente censurado. El del hombre, comprensible. También se sancionará al militante del partido que en Cuba perdone una infidelidad a su mujer. De lo contrario no tenemos noticias. A veinte años de distancia, ambos regímenes restringieron la vida nocturna en nombre de una moralidad revolucionariofalangista.

Los index de libros prohibidos, los sindicatos verticales franquistas y su Seguridad del Estado podrían haber servido de modelos a sus homólogos cubanos, aunque en esto última la ínsula ha superado a la Madre Patria.

La Ley de Cortes Españolas estableció un “parlamento orgánico” casi idéntico a nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular. Español, vota sí a la ley de sucesión, clamaba la propaganda, y el 93% de los españoles lo hizo, o eso dijeron los periódicos. Y en sus 36 artículos, el Fuero reconoce, entre otros, el derecho de los españoles a la libertad de expresión y reunión, “mientras no se atente contra los principios del Estado” (sic).

Durante los primeros años 40, submarinos nazis repostaban en Cádiz, Vigo y Tenerife. Los rusos tendrán su base en Cienfuegos. Los productores españoles acudieron a trabajar en la Alemania nazi, y los leñadores cubanos fueron a Siberia. Franco envió al frente ruso su División Azul y dijo que en caso de necesidad un millón de españoles defenderían Berlín. Cuba, en operación conjunta, envió sus tropas a Etiopía, y un millón de cubanos están dispuestos a defender Miami.

Revisitando a Weber, nos percatamos de que una dictadura carismática como la cubana hasta fechas recientes, tiene diferencias importantes con una dictadura patrimonialista legitimada por la victoria en la Guerra Civil, en la que Franco se aupó al poder por delegación de sus conmilitones y creó suficientes complicidades para mantenerlo. Mientras Fidel Castro es un líder carismático y un político inteligente y de una habilidad extraordinaria, Albert Boadella nos dice de Franco: “Se sostuvo tantos años en el poder porque su debilidad mental descolocaba a todo su entorno. Tenía la crueldad, la frialdad, la perversidad del imbécil, que puede ser mucha y muy importante. Lo cierto es que tuvimos enfrente a un enemigo de bajísima categoría”.

A pesar de lo cual, en sus políticas y en sus rasgos personales hay inquietantes coincidencias. El culto a la personalidad emparienta al gallego del Ferrol con el gallego de Birán. Corría de boca en boca el chiste del aspirante a maestro nacional que en el examen de aptitud, ante las preguntas: ¿Quién descubrió América? ¿Quién pintó Las Meninas? ¿Quién escribió El Quijote?, responde invariablemente: Francisco Franco. Y es aceptado como maestro nacional, ¿o será maestro emergente? Franco tenía su Gibraltar, como Castro tiene Guantánamo. Franco eligió como artista plástico de cabecera a Juan de Ávalos y Fidel Castro, a Kcho. Ambos practicaron hasta lograr una retención urinaria notable, para desesperación de sus escoltas, ministros y contertulios. Ignoro si se trata de una cualidad típicamente gallega. Para Franco, cualquiera que estuviera en su contra era masón. Para Fidel Castro, mercenario y anexionista. Y la fulminante destitución de Ramón Serrano Suñer —Carmen Franco, la hija del Caudillo, había preguntado en la mesa “¿aquí quién manda, papá o el tío Ramón?”— recuerda a las fulminantes planes pijama concedidos por Fidel Castro a quienes creyeron un día tener más poder del que les tocaba por la libreta.

Todo eso me ha permitido comprender mejor al librero de Moncloa, y posiblemente explique por qué a la muerte de Franco, mientras la izquierda española descorchaba el champán y las democracias occidentales aplaudían la oportunidad histórica de España para transitar hacia la democracia, en Cuba se declararon tres días de duelo oficial.

 

“Los años del miedo”; en: Cubaencuentro, Madrid, 10/06/2011. http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/los-anos-del-miedo-263991





Romper la invisibilidad. Entrevista al eurodiputado Luis Yáñez Barnuevo

12 03 2010

Mientras el eurodiputado Luis Yáñez Barnuevo entraba a las sesiones del Parlamento Europeo, el cuestionario de esta entrevista viajaba por email hacia Estrasburgo. Tras la votación, que por aplastante mayoría aprobó una resolución de condena al gobierno de la Isla, las preguntas lo acompañaron bajo una nevada hacia el aeropuerto, aterrizaron en Madrid y volaron hasta Sevilla donde, ya cerca de la medianoche, dispuso de tiempo para responderlas, una deferencia que Cubaencuentro le agradece. Su día comenzó y terminó con el tema de Cuba, algo que el eurodiputado conoce perfectamente desde hace treinta años. Tres décadas de amistad con Cuba que, en su caso, significa amistad con su legítimo representante: el pueblo cubano. La coherencia política de Luis Yáñez Barnuevo no requiere otras presentaciones.

 

El eurodiputado Martin Schulz, líder de los socialistas y socialdemócratas en el Parlamento Europeo, pidió a los 27 socios de la UE que «rechacen categóricamente una dictadura que pisotea los derechos humanos». ¿Cómo se traduce ese rechazo categórico?

Luis Yáñez Barnuevo (LYB): Las declaraciones de Martin reflejan su indignación por la muerte de Orlando Zapata y no una propuesta política, aunque coincido en que los 27 deben tener siempre presente la naturaleza inequívoca del régimen cubano a la hora de elaborar sus políticas con Cuba.

 

¿Es coherente que la UE tenga una posición común hacia Cuba y que cada país actúe bilateralmente a su manera?

LYB: Lo ideal sería «comunitarizar» la política de la UE con la isla,  pero ya existe una coordinación intergubernamental que pesa sin duda en las relaciones bilaterales de cada país de la UE con Cuba. No actúan cada uno por su cuenta. Por sólo citar un mecanismo, los embajadores de los países miembros que tienen representación en La Habana están diariamente coordinando sus acciones e informándose mutuamente.

 

¿Cuál sería la política adecuada frente a un gobierno que usa a sus ciudadanos como rehenes, de modo que las consecuencias de cualquier medida coercitiva recaiga en ellos y no en los gobernantes?

LYB: El mejor ejemplo negativo es que el embargo norteamericano, que dura ya cerca de 50 años, no ha debilitado sino fortalecido al régimen (dotándolo de un discurso victimista y una coartada impagable), perjudicando en cambio a la población. Si se quieren tomar medidas selectivas que hagan reflexionar al gobierno cubano y no perjudiquen al pueblo, se podría pensar, por ejemplo, en condicionar las visitas a Europa de los jerarcas cubanos y el, por ahora, libre accionar de las embajadas de Cuba en Europa que organizan y financian a supuestos grupos de «amistad con Cuba» que muchas veces son arietes para hostigar a los críticos con el sistema cubano, sean estos europeos o cubanos en el exilio.

 

Otorgar legitimidad y visibilidad a la disidencia en Cuba, conseguir que ésta deje de ser invisible para el propio pueblo cubano, sería un camino adecuado, un primer paso para conseguir una transición en la Isla. ¿Debe Europa aceptar la marginación e invisibilización de esa disidencia como condición para el mantenimiento del diálogo con las autoridades cubanas, o debe mantenerse firme en su reconocimiento a la disidencia aunque ello obstaculice el diálogo con el gobierno?

LYB: Precisamente, el primer objetivo que me marqué al promover la proposición sobre los DDHH en Cuba que hoy ha aprobado el Parlamento Europeo por histórica mayoría, era romper la invisibilidad que padecen los presos de conciencia y activistas pacíficos de los DDHH en Cuba. Me ha dolido mucho la muerte de Orlando Zapata, pero me dolió antes que durante 86 días casi nadie hablara de su huelga de hambre. Con perdón, sólo yo, entre los políticos europeos, habló de él en el ABC de Madrid a finales de enero. Hacerlos más visibles es también prestar más atención al movimiento de blogueros cubanos, de fuera, pero sobre todo de dentro de la isla. Yo creo en el diálogo, crítico y exigente, de la UE con las autoridades cubanas, pero nunca al precio de ignorar a la disidencia.

 

¿Puede encontrarse un espacio común entre socialistas y populares en cuanto al tema cubano, una política de consenso, y evitar que esto se convierta en un arma arrojadiza que en nada favorece la búsqueda de un futuro mejor para Cuba?

LYB: Los que me conocen saben que siempre he combatido el instrumentalizar al pueblo cubano para dirimir las diferencias entre el PP y el PSOE. Después de años, hoy lo he conseguido, y espero que ello abra un tiempo nuevo. Para ello el PP debe renunciar a la política de campanario y de galería de acusar al gobierno español y al PSOE de complacientes con la dictadura cubana, sencillamente, porque es falso, y el PSOE debe esforzarse en negociar con el PP, sinceramente y sin reservas, una política española, y no sólo de los socialistas, con Cuba. Es decir, una política de Estado que se convertiría en política de la UE, porque Europa escucha a España en este tema.

 

Según Diego López Garrido, el diálogo con las autoridades cubanas «ha logrado algunos avances» en lo que se refiere a los presos de conciencia. ¿Cuáles son esos avances? ¿Justifican una posición más “blanda” de la UE frente al gobierno cubano?

LYB: Creo que López Garrido se refería a que el Ministro Moratinos y el propio Presidente Zapatero –en algunos casos, como el de Raúl Rivero– han logrado con dicho diálogo la liberación de 20 presos de conciencia desde 2004. En mi opinión, no hay descalificar con palabras gruesas el tan mencionado diálogo, ni significa necesariamente una política «blanda». Creo que tengo una pequeña autoridad para decir que ni con Cuba ni con cualquier otro país con gobierno autoritario o totalitario las relaciones son blancas o negras, sino de una infinita gama de grises.

 

María Muñiz, eurodiputada por el PSOE, afirma que la Posición Común es «un obstáculo que bloquea cualquier posibilidad de diálogo político», «una extravagancia en las relaciones exteriores de la UE». ¿El obstáculo y la extravagancia no será  el gobierno cubano?

LYB: El obstáculo es, desde luego, el gobierno cubano al que conozco hace más de 30 años porque los que de verdad mandan en La Habano son los mismos desde hace medio siglo.

 

¿Existe «instrumentalización» de los Derechos Humanos por parte de la UE como ha denunciado el eurodiputado de Izquierda Unida, Willy Meyer?

LYB: Creo que quienes más «instrumentalizan» los DDHH, el Estado de Derecho y la democracia en terceros países son el PP, que no condenó el golpe de Estado de Honduras, e Izquierda Unida, que no ha votado la resolución de hoy sobre Cuba y sí condenó el golpe hondureño. Dos pesos y dos medidas que los socialdemócratas no hemos practicado.

 

“Romper la invisibilidad. Entrevista al eurodiputado Luis Yáñez Barnuevo”; en: Cubaencuentro, Madrid, 12/03/2010. http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/romper-la-invisibilidad-entrevista-al-eurodiputado-luis-yanez-barnuevo-230890





Moratinos again

20 10 2009

Dos años y medio después, Miguel Ángel Moratinos, ministro español de Exteriores, regresa a Cuba en visita oficial. Y ha subrayado que ésta tiene «un objetivo muy claro». «No he venido aquí a reunirme con ningún sector de la sociedad cubana sino a fortalecer las relaciones bilaterales». Los gobernantes de la Isla no forman parte entonces de ningún sector de la sociedad cubana, en lo que lleva razón. No es nada asombroso, por tanto, que su delegación no se haya reunido con la disidencia.

Esta visita continúa la nueva política hacia Cuba propuesta por España a la Unión Europea (UE): “acercamiento y diálogo”, «confianza, apertura y voluntad de trabajar con las autoridades cubanas”, en contraste con las medidas adoptadas en 2003 tras la Primavera Negra; medidas de “dudosa utilidad práctica”, según Moratinos. Se trata de “recuperar un nivel adecuado de interlocución con las autoridades cubanas”, aunque también una “relación más provechosa con la disidencia y con toda la sociedad cubana”, explicó hace dos años. Y, efectivamente, el “recuperar” va por buen camino, no así la “relación más provechosa”, aunque quién sabe qué significa una “relación más provechosa”. ¿Provechosa para quién?

Moratinos se ufana de que la normalidad bilateral es ya un hecho consolidado y de lo que se trata es de «fortalecer» los vínculos con la isla, es decir, con sus gobernantes.

En la agenda llevaba algunos temas espinosos, como la retirada de los cuatro agentes del CNI que vigilaban a los etarras históricos refugiados en la isla, acusados por La Habana de «interferencias» en asuntos internos. Así como las quejas de los empresarios españoles sobre retrasos en los pagos del Estado y la repatriación de beneficios, y la detención del industrial español Pedro Hermosilla bajo acusaciones de cohecho y violación de contratos con el Estado cubano.

El saldo de la visita ha sido «el compromiso firme» del mandatario cubano de establecer un diálogo con los empresarios españoles para organizar calendarios de pago y saldar los 300 millones de deuda. La libertad provisional de Hermosilla a la espera de juicio. La inauguración de la oficina técnica de cooperación española en La Habana –la ayuda a la Isla aumentó de 17 millones de euros en 2007, a 32 en 2008, y se espera que ascienda a 34 en 2009–. Así como la liberación de los prisioneros de conciencia Nelson Alberto Aguiar Ramírez y Omelio Lázaro Angulo Borrero. Aguiar, encarcelado desde 2003, fue liberado tras cumplir 6 de los 13 años de condena. Angulo ya había sido liberado en 2005, y ahora es excarcelado de la Isla: se le permite abandonar el país un año antes del cumplimiento de su condena. Según Moratinos, esto es un ejemplo de la política constructiva con «un país amigo» como es Cuba, y añade que de los más de 300 presos políticos que había cuando los socialistas llegaron a La Moncloa, quedan 206.

A cambio, Madrid se ha comprometido a priorizar, durante su presidencia de la UE, la eliminación de «la Posición Común», al considerar que ésta, acordada en 1996 y por la cual se exige al ejecutivo cubano el tránsito a la democracia pluripartidista y a la economía de mercado, irrita al gobierno de Castro y, al imponer condiciones, obstaculiza todo esfuerzo democratizador y a favor de los DD HH. Un comunicado de la Cancillería cubana asegura «que sólo será posible avanzar hacia la plena normalización de las relaciones entre Cuba y la UE mediante la eliminación de la injerencista y unilateral Posición Común».

Fuentes del exilio y de la oposición han agradecido a Moratinos su mediación a favor de los dos disidentes excarcelados pero, al mismo tiempo, ha sido unánime la crítica a su diálogo con el gobierno excluyendo a la oposición. Crítica comprensible pero sólo parcialmente justa. ¿Por qué? Porque parte de un equívoco: que el propósito de la política española hacia Cuba es promover la democratización de la Isla y el respeto a los DD HH.

La política de cualquier país es una herramienta destinada a ejercer, ampliar  y conservar el poder de la mejor manera posible. En naciones democráticas, eso exige contar con la anuencia de los electores, dado que la felicidad de los ciudadanos se traduce en alegría electoral. En países autocráticos, no, salvo que ponga en riesgo esa preservación del poder. La política exterior española hacia Cuba no elude esa definición. Está destinada a preservar y mejorar los intereses de los españoles, a aumentar su influencia en la Isla y a consolidar su carácter de puente entre la UE y Latinoamérica. Si, de paso, consigue algún avance en materia de DD HH y de democratización en Cuba, mejor. Incluso en las políticas domésticas, cuando se emplea el tema de Cuba como arma arrojadiza entre gobierno y oposición, deberemos descontar de la parte que corresponde a Cuba la que corresponde al arma.

No significa que los políticos sean insensibles a los sufrimientos del pueblo cubano, sino que sus prioridades profesionales son otras. Son cargos electos por el pueblo español, no por el pueblo cubano. Y es algo sobre lo que los cubanos de la Isla y de la diáspora deberemos tomar buena nota: Sólo a nosotros compete la democratización de la Isla y el respeto a los DD HH. No podemos delegar esa responsabilidad en políticos norteamericanos o españoles. Aunque agradezcamos cualquier gesto que se produzca en esa dirección en cualquier lugar del mundo.

Se han escuchado incluso voces amenazantes. Que una vez consumada la transición, los demócratas de la Isla saldarán sus cuentas con los interlocutores del régimen que una vez los obviaron. Un absurdo por partida doble. Cuando llegue ese día, serán otros los políticos españoles, y sería como pedirles cuentas por la actuación del capitán general Valeriano Weyler, quien inventó en 1896 los campos de concentración. Y si los demócratas de la Isla acentúan viejos resquemores antes que el interés de sus ciudadanos, no serían mejores que la aristocracia verde olivo que en un desplante a costa de las necesidades de los cubanos ha rechazado la colaboración europea. En definitiva, quienes se quedan sin el acueducto son sólo los ciudadanos. Y en ese sentido sí es un éxito para todos los cubanos que se haya incrementado la cooperación española a la Isla, éxito que, a su vez, cumple con una de las líneas maestras de la política internacional española.

Claro que ya la política es mucho más sutil y eufemística que hace un siglo. Los políticos invocan los DD HH, la lucha contra la pobreza, el hambre, el terrorismo, en pro de la democracia y la felicidad universales, aunque debajo se muevan intereses comerciales y geopolíticos. Pero hay que hacerlo, al menos, con inteligencia. Descubrir, por ejemplo, las armas de destrucción masiva en Irak. Y hacerlo con elegancia. Cuando el ministro Moratinos afirma que «he encontrado en el presidente Raúl Castro el compromiso de avanzar en el proceso de reformas, de mejorar la situación económica de Cuba», ofende la inteligencia de los cubanos. Un país paralizado por la inoperancia y empantanado en la peor crisis de su historia sólo avanza hacia abajo: se hunde. Cuando sostiene que «aquí no se trata de pedir gestos sino que se avance en la buena dirección y que haya resultados concretos» debería saber que privar a las palabras de contenido está penado por la Real Academia de la Lengua. Y cuando afirma que España es respetuosa con la «decisión soberana de las autoridades cubanas» y «que son los propios cubanos los que deben decidir cómo llevar sus asuntos políticos», debería ser más pudoroso. No está hablando de un gobierno legitimado por las urnas, sino de una dictadura de medio siglo. ¿Acaso sonreiría complacido si alguien en su presencia se refiriera al franquismo en esos términos?

Y hablando de legitimidad, ese es uno de los terrenos en los cuales sí puede hacer mucho la UE por los cubanos. Dado que hoy el líder monopoliza toda la legitimidad y la representatividad que correspondería a los trece millones de cubanos, la UE debería distribuir equitativamente legitimidad y representatividad entre los múltiples interlocutores (oficiales y no oficiales) de la sociedad cubana, antídoto contra el monopolio simbólico del poder. Reconocer la horizontalidad de la sociedad cubana ha sido uno de los mayores logros de la Posición Común, a pesar de su costo político y económico, dada la hiperestesia del gobierno cubano, aquejado de ilegitimidad.

Frente a una dictadura que cuenta como rehén a un pueblo entero, Moratinos debería saber que toda política es de “dudosa utilidad práctica”. La democratización no vendrá por ese camino. Las dictaduras no suelen suicidarse en cocteles diplomáticos. Y si el propósito es comprar con “suavidad” la liberación de los presos políticos, hay unos 200 disponibles, y si escasearan, Raúl Castro puede encarcelar a otros cientos para reponer la moneda de cambio. De acuerdo a la lógica perversa de un gobierno que no se debe a sus ciudadanos, una dulcificación de las políticas europeas será interpretada como la rectificación no de una política ineficaz, sino injusta, y como tácita aceptación del status quo. Castro no escupirá de nuevo a Europa en sus “Reflexiones”; complacerá al empresariado que, en contubernio con un Estado que trafica sin pudor con la mercancía “cubanos”, recluta mano de obra cautiva mediante contratos de trabajo que en Europa serían constitutivos de delito, y  entusiasmará a los supervivientes de una izquierda cretácica que defiende para los nativos de la Isla, con un fervor colonial, una dictadura que se cuidan mucho de pedir para los europeos en sus mítines electorales.

Mientras, la sociedad civil, esa Cuba embrionaria del día después, sabrá que se encuentra, de momento, más sola. Los intocables de la disidencia volverán a ser atendidos de lunes a viernes, en horario de oficina, por la trastienda de la embajada.

 

 





La política y los símbolos

25 11 2008

José Blanco, el número dos del gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE), efectuó entre el 6 y el 7 de noviembre una visita oficial a Cuba con un mensaje «de apertura» para sus anfitriones del Partido Comunista (PCC), “de mirar al futuro, de dar pasos, de ir avanzando». A su regreso, declaró que tras “un diálogo abierto y franco, hablar sin tapujos de todos los temas” y encontrar “comprensión y receptividad», se lleva “una lectura moderadamente positiva” de su visita. El PSOE asegura que nadie de la oposición solicitó a Blanco una reunión. Sólo el portavoz del Partido Arco Progresista, Manuel Cuesta Morúa, a solicitud propia, pudo hablar por teléfono con el señor Blanco antes de su regreso a España.

Una semana más tarde, la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, dijo que se mantiene un «diálogo inalterable» con la oposición cubana, y el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se mostró a favor de la renegociación de la deuda de Cuba a través de la concesión de créditos.

La nueva política hacia Cuba propuesta a la Unión Europea por el ministro Moratinos en nombre del gobierno español es “acercamiento y diálogo”, «confianza, apertura y voluntad de trabajar con las autoridades cubanas”, en contraste con la anterior, de “dudosa utilidad práctica”. Se trata de “recuperar un nivel adecuado de interlocución con las autoridades cubanas”, aunque también una “relación más provechosa con la disidencia y con toda la sociedad cubana”. Con todos y para el bien de todos, diríase.

Entre las políticas que fueron implementadas en 2003 —y que según un editorial de El País “no han servido para nada o incluso han producido resultados indeseados”— estuvo invitar a los disidentes a los actos en las embajadas europeas, para subrayar el deseo de un diálogo multipolar con el pueblo cubano, no aceptar como único interlocutor al Gobierno. Aunque las embajadas cubanas suelen invitar, sin represalias de los gobiernos locales, a activistas y organizaciones anti sistema, la respuesta de La Habana fue prohibir a sus funcionarios asistir a actos donde algún virus disidente pudiera contaminarlos.

Europa también recortó la cooperación cultural —grave error, al hacer más claustrofóbica la vida a una población para la cual cada intercambio, cada ventana, es una pequeña bocanada de libertad—. Y derivó la cooperación hacia instituciones no gubernamentales, minando el monopolio de legitimidad del Gobierno cubano.

Fidel Castro, como de costumbre, subió la parada: bloqueó las líneas de comunicación con los diplomáticos comunitarios, tildó a Europa de neocolonia norteamericana, insultó a sus mandatarios y rechazó toda cooperación, con la garantía de que ello sólo afectaría a la población cubana, que aplaudiría frenética el derroche de dignidad de su máximo líder.

Desde el advenimiento a España de la democracia, las diferentes presidencias han intentado favorecer una transición democrática en Cuba y paliar en lo posible su estado de penuria crónica. La actual no es la excepción. Partiendo de esa premisa, ¿qué pueden hacer España y Europa para promover la democratización cubana?

Ante todo, reconocer que no está en sus manos (ni los cubanos deseamos que esté en sus manos, sino en las nuestras) cambiar el status quo en Cuba. Tener clara entonces la noción de sus propias limitaciones y de que las políticas adecuadas comienzan por comprender que están lidiando con una de las dictaduras más absolutas y unipersonales de que se tienen noticias, dispuesta desde hace 50 años (y los que queden) a cualquier sacrificio (del pueblo cubano)por conservar el poder. De esa adicción son rehenes los habitantes de la Isla, cuyo destino está siempre sujeto a modificaciones sin previo aviso.

De modo que quien diseñe la política europea deberá hacerlo no hacia esa entelequia que es Cuba —existe como Nación, sin dudas, y sus fronteras rebasan la geografía de la Isla, pero el “gobierno de Cuba “es apenas un seudónimo—, sino hacia Fidel Castro, quien dicta políticas desde sus “Reflexiones”, algo en que podría serle más útil a Europa la asesoría de siquiatras que de politólogos, y considerar que él no retrocederá ante presiones que afecten a su pueblo, castrado de voz y voto. Aunque sí se interesa por la opinión pública mundial y por su papel en la política planetaria —protagonismo desmedido, megalomanía y una vanidad digna de estudio—. De ahí su recurrente discurso juvenil, libertario y redentor de los pobres, de denuncia sin soluciones, evidente en un larguísimo mandato que ha multiplicado la pobreza y podado las libertades.

En la Isla, él es Cuba y viceversa. Y la disidencia es, por definición, anticubana al ser anticastrista y, por carácter transitivo, pro yanqui. La UE deberá tener presente que él jamás aceptará la existencia de una oposición respetable, jamás concederá el rango de adversario político a un conciudadano, condenado al estatus de súbdito. Un disidente es definido como mero instrumento del único enemigo que él ha elegido, porque su estatura confirma la propia: Estados Unidos de Norteamérica.

Quien diseñe la política exterior española, no importa de qué partido sea, si verdaderamente desea favorecer la floración de la Cuba próspera y democrática de mañana, deberá considerar que Fidel Castro y su sucursal, Raúl, no son sus aliados en ese empeño, sino el obstáculo a superar. Pero hay dos terrenos en los cuales sí puede hacer mucho la UE por los cubanos: la representatividad y la legitimidad. Dado que hoy el líder monopoliza toda la legitimidad y la representatividad que correspondería a los trece millones de cubanos, la UE deberá continuar haciendo patente que Cuba, aunque esté condenada a no serlo, es un país normal donde existen múltiples interlocutores representativos y legítimos: el Gobierno, la oposición, la sociedad civil, las iglesias, etc. De ese modo, no sólo se mina el monopolio simbólico del poder, sino que se otorga visibilidad a esos actores, lo cual, en cierta y muy precaria medida, los preserva de la represión. Derogar esos monopolios de representatividad y legitimidad, reconocer la horizontalidad de la sociedad cubana, ha sido uno de los mayores logros de la posición común. Un logro, claro está, que tiene un costo político y económico, dada la discrecionalidad insular en el tratamiento a los inversionistas.

Si España desea modificar la política europea, por ser de “dudosa utilidad práctica”, en favor de una más efectiva, antes debería recordar que ni el embargo ni las concesiones conseguirán que el gobierno ceda un ápice de su poder a la democratización de la Isla, y que frente a una dictadura que cuenta como rehén a un pueblo entero, toda política es de “dudosa utilidad práctica”. Si el propósito es comprar con “suavidad” la liberación de los presos políticos, vale recordar que en Cuba hay unos 300, ninguno de los cuales ejecutó una acción violenta, y que los pocos que han abandonado las prisiones han recibido “licencias extrapenales”, un espléndido eufemismo: excarcelaciones reversibles que pueden ser derogadas si el disidente “licenciado” incurre de nuevo en la ira del Señor. Las “licencias extrapenales” no son materia del código penal, sino de la voluntad divina.

Por eso las únicas políticas efectivas son las simbólicas: distribuir equitativamente legitimidad y representatividad, antídoto contra el monopolio simbólico del poder.

No puede decirse hoy que los Castro gobiernen por consenso, como sucedió durante los primeros años, ni contra una mayoría abiertamente opositora, sino sobre una multitudinaria resignación, sobre un compás de espera en equilibrio inestable, pero especialmente sobre un caudal simbólico que opera como reafirmación de poder, rompeolas contra la subversión e incluso instrumento de legitimación desde la óptica machista y caudillera. El caudillo ganó el poder a tiros —si quieren tumbarlo, que tengan cojones de sacarlo a tiros, solían afirmar sin sonrojarse los fidelistas recalcitrantes—; culminó la insurrección “milagrosamente” intocado por las balas; ha (hemos) resistido las presiones de Estados Unidos; sobrevivió al Oso Misha, dueño de los cohetes; exportó tropas victoriosas a los cuatro vientos (las derrotas han sido pudorosamente ocultadas); sobrevivió a cientos de atentados fraguados por la CIA; ha dejado a su paso una recua de hijos; el caudillo no duerme, dirige despierto sus propias intervenciones quirúrgicas; todo lo ve y lo sabe; la humanidad lo ama; Cuba era una Isla desdeñable hasta su advenimiento. En fin. De modo que cualquier erosión de ese universo simbólico, de ese monopolio de la legitimidad, es un adoquín del camino hacia una legitimidad equitativamente distribuida entre todos los cubanos.

Ese caudal simbólico no es mero adorno para su vanidad. Es una póliza de seguro del poder, gracias a su efecto disuasorio sobre cualquier idea subversiva, condenada al fracaso por el ojo omnividente. En contraste con esa publicidad unívoca, sus oponentes externos juegan en desventaja. Están sujetos a la opinión pública, a la oposición, a los electores y a una prensa diversa y respondona.

De acuerdo a esa lógica perversa, una derogación, una dulcificación o un retroceso en la posición común de la UE, además de todo lo que puede significar en términos de tácita aceptación del actual status quo, será interpretado por él, de cara a su público, como falta de consistencia y confirmación, no de que la política anterior era inútil, sino de que era injusta. Ahora que los europeos han entrado por el aro, dirá con énfasis de perdonavidas, los recompensaré haciendo más dulce para sus empresarios el clima del Caribe, seré más simpático con sus diplomáticos y no los escupiré en mis “Reflexiones”.

Los intocables de la disidencia vuelven a ser atendidos de lunes a viernes, en horario de oficina, por la trastienda.

Es muy posible que esa “rectificación” europea impulsada por España consiga la libertad de un manojo de prisioneros —quedarán muchos en las cárceles y muchísimos más por apresar, moneda para futuras transacciones, en esa gigantesca cantera de humanos sin derechos—; complacerá al empresariado que, en contubernio con un Estado que trafica sin pudor con la mercancía “cubanos”, recluta mano de obra cautiva mediante contratos de trabajo que en Europa serían constitutivos de delito; entusiasmará a los sobrevivientes de una izquierda cretácica que defiende para los nativos de la Isla, con un fervor colonial, una dictadura que se cuidan mucho de pedir para los europeos en sus mítines electorales, y, desde luego, suavizará el intercambio de Europa con La Habana.

Mientras, la sociedad civil, esa Cuba embrionaria del día después, sin dudas la única Cuba con futuro —algo que deberán tener en cuenta los políticos europeos de hoy y, sobre todo, los de mañana—, sabrá que se encuentra, de momento, más sola.

 

“La política y los símbolos”; en: El tono de la voz, 25 de noviembre, 2008. http://www.cubaencuentro.com/jorge-ferrer/blogs/el-tono-de-la-voz/espana-y-cuba-politica-y-simbolos

 





La invasión gallega

3 09 2001

Lo que algunos llaman la “nueva colonización” española de Cuba no es nada nuevo ni se refiere exclusivamente a Cuba. Tras la consolidación del despegue económico español, sus empresarios han dirigido su mirada (y su capital) hacia América Latina con un fervor sólo comparable al de aquellos precursores de la globalización que, en el siglo XVI, adscribieron todo un continente a la geografía europea. De modo que en apenas veinte años, España se ha convertido en el segundo y a veces el primer inversionista extranjero en varios países latinoamericanos, cosa sorprendente si consideramos que hasta hace no mucho la península pertenecía por derecho propio al Tercer Mundo.

Con sus altas y sus bajas, Fidel Castro mantuvo buenas relaciones comerciales con su homólogo Franco, época de la que conserva a su mejor interlocutor en la Madre Patria: el capo gallego Don Manuel Fraga Iribarne. Claro que España no iba a conceder a Cuba las subvenciones de las que la dotaba el campo socialista. Por eso habría que esperar a su extinción, y la apertura cubana a las inversiones, para que España se convirtiera, junto a Canadá, en el primer socio comercial cubano, con la cuarta parte de las 392 asociaciones económicas de capital mixto, y 213 empresas representadas (de las 775 presentes en la Isla). Actualmente, es el tercer acreedor de Cuba, con un 10,8% de su deuda externa —$11.200 millones hasta 1998, que habrán crecido sustancialmente, dado el déficit de Cuba en la balanza comercial ($515 millones vs. $120 millones sólo en 2000). A esto se suman 150.000 turistas españoles por año de visita a la Isla.

La XI Sesión del Comité Hispano Cubano de Cooperación Empresarial, celebrada recientemente, contó con la participación de 70 empresarios españoles, el vicepresidente del Consejo de Ministros de Cuba, José Ramón Fernández, los titulares de Comercio Exterior, Raúl de la Nuez, de Inversión Extranjera, Marta Lomas, y de Transporte, Álvaro Pérez. En ella, José Manuel Fernández, director de la Cámara de Industria y Comercio española, definió a Cuba como una “zona estratégica para las inversiones», trampolín para la expansión económica hacia otras regiones, e instó al gobierno cubano a ofrecer mayores «seguridades legales» a los inversionistas. Se solicitará a la Isla la liberación y desregularización de los sectores cerrados a la inversión extranjera. Un argumento que no hizo explícito, pero que todos conocemos, es la especial circunstancia de que el escenario cubano está vedado al inversionista norteamericano, competidor peligroso y cercano.

Al mismo tiempo que las autoridades cubanas promueven inversiones españolas en infraestructura del turismo y distribución comercial, reconocen, por boca de Antonio Carricarte, presidente de la Cámara de Comercio de Cuba, que el desequilibrio de la balanza, muy favorable a España, es «uno de los problemas más acuciantes en nuestras relaciones». Exportar la Revolución ya no es rentable, por tanto el gobierno deberá pensar otras soluciones.

Todo esto ha despertado una extendida animadversión hacia los empresarios españoles en los círculos cubanos del exilio: tanto entre instituciones como entre ciudadanos corrientes, principalmente en Estados Unidos. Las razones son diversas.

Expertos norteamericanos criticaban recientemente en Miami la explotación de los trabajadores cubanos por los empresarios españoles en la Isla. A esos trabajadores se les pagan salarios de miseria que el Gobierno cubano reduce más de veinte veces al traducirlos automáticamente a pesos. Sin libertad de asociación ni sindicatos que defiendan sus derechos, los trabajadores cubanos se encuentran en el status de mano de obra cautiva, aunque un funcionario del sindicato Comisiones Obreras afirme desde Madrid que en Cuba “tienen reconocidos los derechos de los trabajadores en su Constitución” y que los cubanos disfrutan de una “pobreza bella, porque cada uno de los ciudadanos la vive». Claro que si ese sindicalista propusiera a los trabajadores españoles una cobertura sindical semejante lo echarían a patadas de su puesto en cinco minutos.

Otro argumento es que los inversionistas españoles oxigenan al régimen cubano, permitiendo su supervivencia. Que aprovechan oportunidades de las que están excluidos los propios cubanos (de adentro o de fuera), sin otra consideración moral que la ganancia. Y no hay que olvidar la noción de la superioridad cubana: desde mediados del siglo XIX, la Isla fue más productiva y rica que su metrópoli, y durante la primera mitad del XX, los “gallegos” inmigraron como bodegueros y peones, no como ejecutivos. Medio siglo después, la balanza migratoria se ha invertido. Pero cuesta trabajo acostumbrarse.

Es cierto que la inversión extranjera colabora a la supervivencia del gobierno actual. Como también colaboran las remesas familiares —con su monopolio del comercio minorista, el gobierno cubano se abroga el derecho de imponer unos márgenes abusivos de ganancia—. Es cierto que el capital extranjero aprovecha en Cuba los bajos precios de la mano de obra, la limitada competencia; como también es cierto que se arriesga en un mercado incierto y sujeto a la cambiante voluntad del Economista en Jefe.

La Cuba de hoy sin inversiones foráneas ni los $1.200 millones anuales de remesas familiares, se vería abocada a un Período Más Especial, si cabe. Una circunstancia que podría provocar tímidas reformas económicas, e incluso una evolución sínica de la economía, pero difícilmente una apertura democrática. Una vuelta de tuerca a la represión sería más que probable.

La primera pregunta pertinente: ¿Se comportaría de diferente manera el inversionista norteamericano, el cubano-americano o el presunto empresario cubano, de serle concedidas idénticas oportunidades?

Y la segunda: ¿Estaría dispuesto el exilio cubano a suprimir las remesas, restándole oxígeno al régimen y ahogando de paso a sus propios familiares? Sospecho que la respuesta mayoritaria es no. De lo que se desprende la tercera pregunta:

¿Podemos pedirle al inversionista español que prescinda de oportunidades, que no negocie con el régimen, que no le preste respiración artificial, cuando nosotros mismos nos sentimos moralmente incapaces de cortarle el suministro de dólares, si el precio a pagar es la supervivencia de los nuestros?

Cada cual tendrá sus propias respuestas a estas preguntas. Pero algo que no dimana de las palabras, sino de los hechos, queda para mí muy claro. Al inversionista le interesa, ante todo, su margen de ganancia. Al gobierno cubano, mantenerse en el poder a toda costa, incluso contra el bienestar y la supervivencia de los gobernados. Y a los denostados exiliados, a la “mafia de Miami”, a la diáspora repartida por medio mundo, antes que promover la caída del régimen que nos obligó a ese duro oficio que es el exilio, nos interesa el destino de los nuestros. Nuestros compatriotas. Los nuestros. No los suyos. Y eso me enorgullece.

 

La invasión gallega”; en: Cubaencuentro, Madrid,3 de septiembre, 2001. http://www.cubaencuentro.com/economia/2001/09/03/3624.html.

 





Papirriquis sin fronteras

18 06 2001

No se trata de una nueva ONG, sino de los papirriquis (y mamirriquis), preferiblemente (o presuntamente) con guaniquiqui, que buscan allende los mares el amor de su vida. Traducido al castellano de la Real Academia, me refiero a los cardúmenes de españoles(as) (primer lugar en el ranking amoroso de importación), italianos, canadienses, mexicanos, etc., todos con (as) final, que acuden al Caribe a la caza del mancebo o la doncella, cuya veda fue levantada hace ya algunos años.

La agencia Reuters nos informa que en 2000 fueron concertados 2.573 matrimonios entre súbditos del Rey Juan Carlos y súbditos de Fidel Castro. Son mayoría las damas criollas con pretendiente peninsular; pero el ejemplo de las famosas hispánicas ha puesto de moda al macho cubensis, cuyo average de casorios crece vertiginosamente.

Con mil bodas, Italia es el segundo destino del turismo matrimonial. Le siguen Francia con 187, y Gran Bretaña con unas 100. Será cosa del idioma. Ya se sabe que el amor es comunicación. ¿Estaremos en presencia de una nueva conquista, pero esta vez más cariñosa y en sentido opuesto? ¿Cuántos de estos matrimonios terminan en divorcio? El dato no se conoce.

El caso de Joaquín Pérez citado por Reuters es ejemplar: a sus 71 años encontró en Cuba novia de 38. Amor y boda fulminantes —las flechas de Cupido son ahora turbo—, regreso al terruño y fin del partido por abandono cuando la muchacha partió sin decir a dónde, llevándose el coche con apenas 5.000 kilómetros de rodaje, aire acondicionado, ABS, llantas de aleación y elevalunas eléctricos. En su carta al consulado, se queja el abandonado: “Ella siempre me dijo que la diferencia de edad no importaba y que le gustaban los hombres maduros”. Don Joaquín es indulgente con la “madurez” de sus 71 años. Su carta, junto a la de otros (auto)engañados, como una suerte de “contraindicaciones” destinadas a los presuntos, cuelga en la sala del consulado español, donde hacen cola las parejas para formalizar su amor sin fronteras. Algo francamente ridículo, por no decir patético.

Es cierto que la extroversión del cubano hace más fácil entablar una relación en la Isla que en las ciudades europeas, donde entre las prisas y esa cáscara impermeable que con frecuencia protege la identidad, el prójimo deja de ser próximo, y el otro subraya su otredad. El Estado del bienestar proporciona confort, no compañía. Y la soledad es una dolencia que no cubre la Seguridad Social. Todo eso influye en que el turismo sexo-matrimonial vaya ganando incluso sus agencias de viajes especializadas, donde explican las técnicas para el ligue caribeño, los indicios para diferenciar una chica común —si usted va en plan serio— de una jinetera—si va en plan putañero—. Claro que es trágico. Tanto la situación de soltería forzosa en pueblos donde las muchachas emigran a la ciudad, mientras los varones se quedan en las labores del campo —Babilafuente, Arabayona y Cantalpino, cerca de Salamanca, han organizado incluso caravanas de solteros a la Isla—; como la de quienes necesitan cruzar la Mar Océana para toparse en persona con el sexo opuesto. Y la circunstancia de la Isla no puede ser más propicia: miseria, falta de expectativas, limitaciones migratorias y, sobre todo, la noción de que el statu quo no tiene intención de escampar en un futuro previsible. En definitiva, el altar es menos temerario que la balsa, y por muy peligroso que sea el pretendiente, nunca lo será tanto como la Corriente del Golfo.

El sueño de muchas muchachas italianas o alemanas de la postguerra era casarse con un soldadito norteamericano. Y Cuba vive la mayor postguerra sin guerra que se recuerda. “Aquí no estamos viviendo, sino durando”, decía alguien, y para ello hay que echar mano a una picaresca de la supervivencia en que la moral que no da de comer es inmoral. Y en este caso, ayuda el hecho de que para el cubano el matrimonio no es una institución sacrosanta, sino un estatus voluntario, eventual y reversible.

¿Son todos los matrimonios un pacto entre la voluntad migratoria y la ceguera voluntaria? En lo absoluto. Conozco parejas internacionales que llevan veinte (felices o apacibles) años de convivencia. Hay, y ha habido siempre, amores sin fronteras. Y bodas internacionales en que la seguridad material, un mínimo confort, suplantan al amor. También entre compatriotas, valga la aclaración. Pero sólo en circunstancias muy propicias la globalización del himeneo alcanza el grado de epidemia.

Si la Cuba de hace veinte años era Territorio Libre de Prostitución, el incremento del turismo a mediados de los 80, junto a la expansión de una red comercial en dólares, favorecieron su reaparición. La causa, ya se sabe, es otra. Ya existe hoy en la prostitución cubana un verdadero ecosistema: poblado por especies diversas. Desde la jinetera patriótica, que trabaja en moneda nacional, y suda la cintura en la base de la escala social; hasta la jinetera de áreas verdes, que opera exclusivamente en monedas exóticas, o la parajinetera, que combina el ejercicio de oficios muy diversos con la cabalgata ocasional. Se cubren todos los matices del espectro social y todas las tarifas. Incluso las no tarifadas: se trata de convencer al presunto de que lo mío es puro amor, papito (mamita). Puedo aceptarte un regalo, pero no me tarifo. Regresa y aquí me tienes, Francisco ó María José ó Pierre ó Selma, esperándote como tu novia(o) fiel. Hasta que el incauto pica el cebo, paga la boda, el billete de avión y se trae su flamante nativa(o), que posiblemente lo abandone al cabo de tres meses o un año, una vez consolidada su posición en la vieja Europa.

De cualquier modo, nada de lo que escriba exorcizará mi tristeza por esas muchachas y muchachos que venden su juventud y parte de su alma. Aunque quizás sea que estoy envejeciendo, y no acabo de enterarme de que en la pragmática del siglo XXI, piel y músculos son mercancías tan honorables como cualquier otra, sujetas a las leyes del mercado.

Tristeza (mayor) por esos solterones sin otra opción que importar una dosis de amor. O por esos putófilos trasatlánticos, obligados a recorrer 10.000 kilómetros con una valija de bragas y jabones para comprar lo que cualquier caníbal de Nueva Guinea: una ración de carne humana.

“Papirriquis sin fronteras”; en: Cubaencuentro, Madrid,18 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/lamirada/2001/06/20/2745.html.