Diálogo transiberiano

10 08 2001

Tras ocho días y 9,500 kilómetros en un tren blindado de 17 vagones, con cristales ahumados, al que precedían dos locomotoras para evitar atentados, Kim Jong-Il, monarca norcoreano, llegó a Moscú. El vástago de Kim Il Sung, además del poder absoluto sobre su pueblo, tiene numerosas manías: terror a los aviones (razón que explica su ferrofilia), pánico a las infecciones (llevó a Rusia su propia agua de Corea y se lava las manos y cara continuamente con alcohol), colecciona películas, vino francés, amantes, y cuando no monta en tren, cabalga en corceles pura sangre.

Como en los mejores tiempos de la URSS, a su paso se bloquearon los andenes, se suspendieron trenes de cercanías, resucitaron viejos usos protocolarios y el secretismo que rodeó el itinerario dificultó la labor de la prensa. En Omsk, una de sus escasas paradas, Kim Jong-Il visitó una fábrica de tanques (que quizás prefiera, a juzgar por el crecimiento y modernización de sus fuerzas armadas en un país que se muere literalmente de hambre) y otra de embutidos (más perentoria para sus conciudadanos). En Omsk se cuenta que le cantaron el “Hurra Hurra, querido King Jong-il, líder amado en todo el mundo”. Le bastaría cerrar los ojos para sentirse de nuevo en los dorados tiempos en que Stalin y su padre eran íntimos. Para no descuidar ningún rito, Kim Jong-Il ha sido el primer mandatario extranjero, en la época post-soviética, que ha visitado a Lenin en su mausoleo de la Plaza Roja.

Más allá de lo anecdótico, entre Vladimir Putin y su homólogo norcoreano ha habido numerosas coincidencias: Ratificar el Tratado Antimisiles de 1972 y rechazar el escudo nuclear proyectado por Bush, y que desataría una nueva carrera armamentista. Ambos expresan que el programa nuclear de Corea del Norte respetará la moratoria sobre las pruebas de misiles balísticos vigente hasta 2003 —»declara que su programa de misiles tiene un carácter pacífico y no supone amenaza para ningún país que respete la soberanía de la República Popular Democrática de Corea», reza el texto de la declaración conjunta firmada por ambos— y alegan «el derecho de cada Estado a disponer de una seguridad igual». Putin respalda en el acuerdo el diálogo entre las dos Coreas, «sin injerencias externas» y acoge «con comprensión» la exigencia de Pyongyang a EE. UU. sobre la retirada de sus tropas de Corea del Sur, “con vistas a garantizar la paz y la estabilidad en la Península Coreana con medios no militares», en palabras de Kim Jong-Il. Al respecto, Putin se ofrece a «desempeñar un papel constructivo y responsable» en el diálogo entre las dos Coreas, cosa que reforzaría su mermada presencia en Oriente. Tanto Vladimir Putin como el líder coreano coincidieron también en reclamar un mayor papel de la ONU en los asuntos internacionales, y Rusia respalda las negociaciones entre Corea del Norte, Estados Unidos y Japón, así como el restablecimiento de sus relaciones con Europa.

De haber ocurrido veinte años atrás, el protocolo habría sido el protagonista del encuentro entre ambos líderes. Hoy ha despertado el interés de los analistas y las suspicacias de Washington. Junto con Irán, Irak y Libia, Estados Unidos considera a Corea del Norte un «Estado gamberro», lo que define, según ellos, a Estados antidemocráticos, socioeconómicamente inestables y con aspiraciones de convertirse en potencias nucleares. Es cierto que Corea del Norte, a pesar de la hambruna que ya a diezmado a millones de habitantes, ha reforzado su presencia militar en la frontera sur, y se empeña en un costoso proyecto de tecnología nuclear punta —en 1988 realizó una prueba sobre el espacio aéreo de Japón con misiles balísticos—. Pero sería ridículo pensar que podría intentar un ataque nuclear a Estados Unidos, algo sólo creíble como excusa para engrosar el abultado presupuesto militar norteamericano y sembrar en la mente de los electores una falaz presunción de invulnerabilidad.

Es curiosa la inquietud de la administración Bush, porque Estados Unidos ha sido el principal organizador de la reunión entre Vladimir Putin y Kim Jong-Il, así como del acercamiento entre Moscú y Pekín.

A pesar del fin de la Guerra Fría y el desmoronamiento del antiguo campo socialista, el presupuesto militar norteamericano, en lugar de descender, ha crecido. Nuevas iniciativas, como el escudo antimisiles, resultan cuando menos contraproducentes tras la esperada distensión. Lejos de fomentar la integración de Rusia, la transición de China o la reunificación de ambas Coreas —que posiblemente reproduzca la absorción de la antigua RDA—, la arrogante pretensión norteamericana de convertirse en la policía del planeta en un mundo unipolar favorece el acercamiento entre países del antiguo bloque. Bien sea para presionar a Washington, o para restaurar la personalidad internacional perdida. En contraste con las amenazas y sanciones de Washington, Vladimir Putin ofrece una puerta a Corea del Norte, promete la expansión del transiberiano a toda la península coreana, y un programa de cooperación energética y comercial. Y, ya de paso, mantiene en vilo a su colega Bush ante la perspectiva de venderle armas a Kim Jong-Il.

El ferroviario coreano posiblemente recorrerá de regreso los 9.500 kilómetros a casa con la certeza de que incluso su estalinismo trasnochado puede encontrar aliados interesantes en este mundo. Todo está en buscarlos.

Diálogo transiberiano”; en: Cubaencuentro, Madrid,  10 de agosto, 2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/08/10/3532.html.

 





Ideogramas en fuga

9 08 2001

A mediados de julio tuvo lugar en un yacimiento de estaño, en la provincia china de Guangxi, uno de los peores accidentes mineros de la historia: una filtración de agua mató a unos 400 mineros, aunque las autoridades sólo han reconocido poco más de cien. Ante los primeros rumores, la respuesta de las autoridades a la prensa (sobre todo la extranjera) fue que el accidente nunca ocurrió, y que se trataba de un comentario malintencionado. Más tarde, aceptaron una filtración de agua a la mina de Lajiapo, aclarando que sin víctimas. Insistieron en que se trataba de un rumor aun cuando el Diario de la Juventud de Shanghai publicó la noticia dos semanas después del accidente.

No tardó en circular la información en Internet, y varios periódicos de Guangxi, Pekín y Cantón, reiteraron el suceso, a pesar de las amenazas “de arriba”, que presionaron para silenciar el caso. La respuesta de la prensa fue la acusación a los dirigentes locales de intentar engañar a la opinión pública, aparecida nada más y nada menos que en el Diario del Pueblo, órgano del Partido Comunista. Un periodista chino llegó a infiltrarse de incógnito en la mina para comprobar la magnitud de la catástrofe, y lo que fue originalmente “un rumor” se convirtió en el rumor de las aguas circulando sobre cientos de cadáveres.

¿Se trata de una insubordinación de los periodistas chinos, de ideogramas en fuga que las autoridades no pueden contener? ¿Empieza a ejercer la prensa china la tarea de saneamiento social que debería corresponderle?

Hay indicios interesantes:

Empiezan a ser cubiertas diferentes catástrofes causadas por la negligencia oficial —el caso de las 42 víctimas por la explosión en marzo de un taller de fuegos artificiales en Jiangxi terminó con el primer ministro Zhu Rongji pidiendo disculpas en la televisión—. Se clausuran sitios webs y revistas de la provincia de Guangdong, por pasarse de la raya (siempre difusa) entre lo tolerado y lo intolerable. Yao Xiaohong es despedido del diario Información de la Ciudad por publicar (explicaré más tarde el subrayado) un artículo sobre la venta de órganos de presos ejecutados, cosa que el gobierno chino ha negado reiteradas veces. Indicios que, según algunos analistas, denuncian que la prensa china ha iniciado el camino de “no retorno” hacia la libertad de expresión.

Todos los que hemos ejercido el periodismo bajo un poder que dispone del “monopolio de la verdad” y del monopolio de la palabra, sabemos que el control de la prensa puede ser abrumador. Claro que es más fácil en un país como Cuba que en China, donde la tolerancia de ciertas “libertades” económicas permite márgenes de maniobra imposibles para un periodista cubano. Por eso subrayaba arriba el término publicar, dado que al tratarse de un hecho de tal magnitud, un control eficiente de la palabra habría sancionado al periodista por “intentar”, pero jamás por “publicar”. El cierre de sitios y revistas, indica también el juego a la riposta del gobierno ante la insubordinación informativa. Pistas que nos aproximan al veredicto de los analistas sobre el despertar de un nuevo periodismo en China.

Pero también conocemos que en ciertos momentos, el poder que hasta ayer actuaba como silenciador invita a la gritería. El propio Fidel Castro exclamaba durante el II Pleno del Comité Central del PC (1986) que “Ningún enemigo nos va a criticar mejor que lo que nos criticamos nosotros. (…) antes que la suciedad nos sepulte, es mucho mejor lavar los trapos al aire libre, Y añadía que “…debemos usar la prensa en esta batalla (…) Porque falta presión. Si existiera más presión yo creo que existirían menos errores. (…) Realmente, yo no veo manera de que nosotros empecemos e emplear la prensa de un modo más eficiente y que no se originen algunos de estos problemas (errores, injusticias), (…) si nosotros mismos (los dirigentes de la revolución) nos hemos equivocado. ¿Qué podemos esperar, que no se equivoquen los periodistas?”. Unos meses más tarde ya ni se hablaba del asunto. Los tecnócratas culpables habían sido purgados, el país volvía a ser “el mejor de los mundos posibles” y se nos convocaba a cerrar filas frente al enemigo. Pobre del que se hubiera tomado la glásnost en serio.

Los propósitos de este tipo de operaciones pueden ser desde la búsqueda de verdades “convenientes” para limpiar el staff de elementos indeseados, hasta ofrecer una cara más amable y tolerante ante el exterior, o rescatar la credibilidad del discurso. ¿Será eso lo que ocurre en China? ¿Una apertura controlada y dirigida preferentemente hacia ciertos territorios y esferas, de modo que se facilite la limpieza doméstica? Quizás. Aunque posiblemente haya diversos ingredientes en este arroz tres delicias: apertura controlada y dirigida, imposibilidad de ejercer un férreo monopolio de la verdad en condiciones de cierta libertad económica, y (la mejor) la voluntad de periodistas y medios de vindicar su oficio y convertirse en empresarios éticos en el libre mercado de la palabra. O del ideograma en este caso. Ojalá sea éste el ingrediente que determine la calidad del plato informativo que se sirva a los chinos en los próximos años.

Ideogramas en fuga”; en: Cubaencuentro, Madrid,  9 de agosto, 2001. http://www.cubaencuentro.com/opinion/2001/08/09/3505.html.

 





¿Un mártir de Globalia?

24 07 2001

Los mártires suelen ser de gran utilidad. Incluso los mártires involuntarios. Claro que en el caso de Carlo Giuliani, natural de Roma y residente en Génova, habría que reflexionar si se trataba de una persona que “murió o padeció mucho en defensa de sus creencias, convicciones o causas”, lo que a juicio del Diccionario de la Real Academia define a un mártir. Según denuncian las fotos, el video ampliamente divulgado y los testigos, el suceso tuvo lugar cuando un vehículo de los Carabineros, aislado y con escasa posibilidad de maniobra en la plaza de Alimonda, un área cercana a la Zona Roja (donde se efectuaba la reunión de los más poderosos del  mundo), fue atacado por  varios manifestantes, de los cientos de miles que en Génova han intentado boicotear  la cumbre del G8, la cara más visible de la globalización. Contra el vehículo se lanzaban tablones. piedras y extintores, cuando un carabinero (¿herido y con objeto de defenderse, como dicen fuentes oficiales italianas, o simplemente un soldado de reemplazo de 20 años y aterrado?) efectuó contra el joven dos disparos desde el vehículo, a una distancia de cinco metros. Tras los intentos de reanimación, se certificó la muerte, sin conocerse aún su nombre o nacionalidad, dado que no portaba documentos. Horas más tarde se dio a conocer que Giuliani tenía antecedentes penales por resistencia y ultraje a la autoridad, de lo cual algunos medios de prensa han deducido que si bien se lamenta su muerte, por otra parte “él se lo buscó”.

¿Mártir o gamberro? ¿Se lo buscó o lo encontró? Antes habría que responder a otras preguntas.

Seattle, Praga, Québec, etc, han establecido una tradición: donde haya cumbre, habrá manifestaciones de protesta. El movimiento antiglobalización, ese enorme saco donde caben ecologistas, indigenistas, sindicalistas, las mil y una facciones de la izquierda, junto a movimientos reivindicativos de casi todo y ONGs de espectro multicolor, acude a estas citas en busca de un espacio  donde disentir del discurso imperante, bastante monocorde y repetitivo en los medios de prensa. Un discurso que santifica como verdades teologales la democracia representativa, el libre mercado  y los derechos humanos. Difícilmente encontremos en esos miles de manifestantes un puñado que difiera esencialmente de la carta de los derechos humanos. Difícilmente encontremos otro (o el mismo) puñado que defienda un modelo de sociedad totalitaria, que impediría, en primer lugar, sus propias manifestaciones –el G8 debería contemplar a Cuba, Libia, Irak o China como posibles anfitriones de sus próximas cumbres–. De modo que la gran fuente de conflicto es la globalización del mercado, y la percepción de que la libertad del capital se produce a costa de la libertad y la prosperidad de los seres humanos.

La Gran Muralla, las legiones romanas o la muralla de agua que es el Atlántico, no detuvieron en su día las expansiones de pueblos completos, los drásticos virajes de la historia, por dos sencillas razones: respondían a estímulos poderosos, y suplantaban fórmulas extenuadas, o incapaces de perpetuarse. Del mismo modo, sería ilusorio pensar que la globalización es reversible; cuando ni siquiera es algo nuevo, sino el (por ahora) último capítulo de la larga saga que iniciaron los primeros homínidos con sus migraciones.

Mi divergencia con algunos ideólogos neoliberales al uso (que posiblemente coincida con la de muchos manifestantes de Génova) es que inexorable no significa perfecta. Hasta hoy, el mercado ha demostrado una enorme vitalidad en el fomento económico, las revoluciones tecnológicas y en su propia internacionalización. Y a la sombra de la prosperidad y la rentabilidad, se han cobijado tradicionalmente las artes y las ciencias, las garantías sociales y otros rubros tan “improductivos” como imprescindibles.  Pero el mercado no tiene moral. Ni falta que le hace. Los hombres sí. Y falta que nos hace. No se calcula la rentabilidad de los derechos humanos, la tasa de reinversión de la democracia, o la plusvalía de la solidaridad; aunque algunos lo hayan intentado. Por eso no es raro que muchos aboguemos por una globalización con rostro humano, no “contra” las leyes del mercado, sino “paralelamente” a las leyes del mercado. Es de sentido empresarial producir con la máxima rentabilidad; pero es de sentido común hacerlo sin envenenar el planeta. Que se muden al sudeste asiático las fábricas, es obra del mercado. Que esos obreros vean cada día más dignificado su trabajo, o que los beneficios de esa actividad tengan un por ciento de reinversión social, es obra de la moral. Como la reducción gradual, pero efectiva, de la distancia que separa a ricos y pobres, y que es, estratégicamente, una garantía para las propias naciones desarrolladas. No hay muralla que detenga la esperanza, y el hambre ha sido siempre más lista que los aduaneros. Es tan absurdo defender la libre migración del capital, pretendiendo al mismo tiempo la resignada inmovilidad de las personas, como su contrario.

Por eso no es raro que el propio presidente francés, Jacques Chirac  haya  dicho que «si 150.000 personas salen a la calle, habrá que escucharlas». O que su ministro delegado de Sanidad, Bernard Kouchner,  anuncie » un verdadero mayo del 68 mundial».  O que 180 países, con la notable y bochornosa excepción de Estados Unidos, despejen en Bonn el camino para ratificar el Protocolo de Kioto que regulará las emisiones gaseosas causantes del efecto invernadero. ¿Significa eso que ya está en marcha esa globalización alternativa? En lo absoluto. Un ejemplo es el recién creado Fondo Mundial para la Salud, 1,300 millones de dólares destinados a luchar contra el SIDA o la malaria en los países más pobres,  apenas la quinta parte de lo que ha pedido el secretario general de la ONU, Kofi Anan.

Pretender la derogación del mercado es tan absurdo como admitir la dictadura del mercado. Ese ha sido, en lo esencial, el propósito de los manifestantes desde que se abriera la “Era Seattle”. Desde el silencio o el grito, a la protesta festiva, o la presión numérica que convoca la reflexión de toda la sociedad. Por el contrario, los grupos violentos que actúan en cada cita con agresividad creciente, son lo más parecido a lo que según ellos combaten: los ideólogos que defienden el imperio feroz y automático del capital. Ambos persiguen sus fines sin importar el rastro de desolación que dejan a su paso. Y si unos se escudan tras la libertad de mercado; los otros se escudan tras la libertad de expresión que revindican con razón el resto de los manifestantes. Y lo peor: se escudan tras sus cuerpos. Según declaraciones de muchos manifestantes, su máxima preocupación no era detectar por dónde aparecería la policía, sino por dónde aparecerían los militantes del llamado “bloque negro”, dispuestos a repartir equitativamente entre todos los presentes, la represión que se les venía encima tras quemar un automóvil o destrozar un comercio. Por eso ya muchos nos preguntamos ¿quiénes son estos violentos? ¿Son manifestantes contra la globalización? ¿O son en realidad elementos marginales, gamberros e infiltrados, cuyo propósito no es otro que conceder a  los carabineros la excusa perfecta para disolver a garrotazos las legítimas y pacíficas protestas de los otros? ¿Su violencia es sufragada por sus ideales, o por alguna nómina más o menos secreta? Son preguntas que deberíamos respondernos antes de saber  si Carlo Guiliani fue mártir o gamberro, si  se lo buscó o lo encontró.

Por ahora sólo sabemos que la reconstrucción de Génova costará más de diez millones de dólares, que en la cárcel hay más de 200 manifestantes, y en los hospitales más de 600 heridos. Sabemos que Carlo Giuliani era un joven de 23 años que (¿violento o aterrado?) se disponía a disparar un extintor de diez kilos contra un vehículo policial, cuando tuvo la mala suerte de encontrarse con otro joven, de veinte años, quien  (¿violento o aterrado?) le disparó a la frente unos gramos de plomo, convirtiéndolo en la primera víctima de Globalia. Aunque aún no sabemos si fue un mártir. Y ni siquiera sabemos de qué bando.

¿Un mártir de Globalia?“; en: Cubaencuentro, Madrid, 24-07-2001. http://www.cubaencuentro.com/internacional/2001/07/24/3213.html





Interpretaciones y silencios

17 07 2001

No sin cierto asombro, he leído en el diario Juventud Rebelde dos artículos de la periodista Elsa Claro directamente enfilados contra el Tribunal Internacional de La Haya a propósito del proceso a Slobodan Milosevic y la entrega de generales croatas para su procesamiento.

No es que me asombre la postura de La Habana en defensa de Milosevic, enemigo de Occidente, y ya se sabe que los enemigos de mis enemigos. Los diarios cubanos fueron los únicos del planeta en no ofrecer noticias sobre la limpieza étnica en Kosovo, aunque sí sobre los estragos causados por los bombardeos de la OTAN. Para conocer la política del gobierno cubano sobre cualquier asunto, basta tomar nota de sus silencios.

Tampoco me extraña el pronunciamiento en contra de la entrega de generales croatas, tradicionales enemigos del amado Slobodan; porque en este caso se trata de negar la legitimidad del Tribunal Internacional de La Haya. Lo que me maravilla son los argumentos de la periodista cubana.

En su defensa de Milosevic, a quien da como condenado antes de ser juzgado (quizás no logra deshacerse del procesamiento típico de los disidentes en La Habana, condenados incluso antes de ser apresados), alega que 200 intelectuales se han pronunciado a su favor —sin extenderse más sobre la catadura de los tales—, y que “fue con Milosevic con quien se logró la precaria paz para Bosnia o que fue elegido en comicios multipartidistas”, ocultando que fue él quien promovió cuatro guerras en diez años (“como cualquiera en su posición defendió el territorio bajo su competencia”, afirma al respecto), decretó limpiezas étnicas y asoló el país. Debería recordar la especialista en asuntos internacionales que la paz para Bosnia se obtuvo “a pesar de Milosevic” y gracias a la intervención internacional. Lo de ser elegido en comicios multipartidistas (esa “farsa democrática”) debería ser un demérito a los ojos de las autoridades cubanas, que defienden la pluralidad del monopartidismo y un modelo de “democracia participativa” donde los deseos de once millones son interpretados telepáticamente por uno solo. Olvida también la periodista que en las últimas elecciones el Zar Slobodan no aceptó su derrota y fue necesaria la insurrección de las masas para echarlo a patadas del puesto.

Creo que habría sido más saludable para la naciente democracia serbia juzgar primero a Milosevic in situ por los delitos económicos que allí se le imputan. Delitos cuya prueba encontramos en La Haya, donde los abogados del ex-presidente ofrecen 250 millones de marcos como fianza, algo que la prensa cubana escamotea para evitar que el ciudadano común se pregunte ¿cuánto gana al mes un presidente serbio? Pero mi criterio al respecto se rige por consideraciones tácticas, no estratégicas: reafirmaría la solvencia moral del nuevo gobierno y ofrecería una mejor imagen de independencia de criterio. Algo que debería haber evaluado Estados Unidos antes de ejercer presión para la entrega inmediata del ex-presidente. Claro que también comprendo, y en gran medida admiro, la difícil decisión del ejecutivo serbio, que ha optado por asimilar las presiones, algo políticamente irrentable, en aras de obtener una ayuda rápida para la reconstrucción del país que fuera el más próspero de Europa Oriental y es hoy una nación en ruinas. A causa de los bombardeos, pero también a causa de diez años de matanzas decretadas por Milosevic, el ideólogo fascistoide de la Gran Serbia. Claro que este argumento es incomprensible en La Habana, donde el bienestar de los ciudadanos es una consideración marginal.

En lo estratégico, tanto los autores de las matanzas en Ruanda, el ex-dictador chileno, los responsables de la tragedia balcánica, y tantos otros que no menciono por no hacer interminable la lista, merecen un banquillo en La Haya, como en su día lo merecieron los encausados de Núremberg (¿o aquellos eran también víctimas del Imperialismo?).

En su interpretación de la entrega de generales croatas es aún más curiosa la postura de la periodista. Si bien reconoce (los croatas no son tan amigos como los serbios) “que hubo crímenes y que alrededor de 150.000 serbios perecieron, mientras una cifra superior fue desplazada”, alega que los croatas ven a esos generales “como actores notables de algo justo”, es más, son, según ella, “ídolos” que se le escamotean al pueblo —cosa que, de ser cierta, nos llevaría a cuestionar el estado mental de los croatas.

La moraleja es que no importan los crímenes, sino la autoridad de quien los juzga. Una autoridad puesta en duda, hasta tanto La Haya no demuestre su solvencia juzgando a los enemigos de Fidel Castro. Pero la moraleja esconde un temor más hondo y solidario: el de algunos jerarcas cubanos a ser ellos mañana quienes se sienten en el mismo banquillo.

Es cierto que distamos mucho de una justicia sin fronteras, una justicia verdaderamente internacional e imparcial que haga pensar dos veces a los dictadores y genocidas de turno antes de decretar la barbarie. Es cierto que los mandatarios de países poderosos son virtualmente impunes —China, Estados Unidos o Rusia son casos paradigmáticos—y que, posiblemente, los genocidas de Vietnam, los invasores del Tibet y los carniceros de Chechenia no se sentarán jamás en otro banquillo que el del portal de su casa. Es cierto que algunos crímenes son pasados (in)explicablemente por alto —Afganistán, Israel, El Congo, Angola—. Es cierto que muchos políticos, incluyendo al mandatario cubano, hacen suya la frase de Dulles al referirse a Somoza, catalogándolo como “un hijo de puta”, pero matizando que era “nuestro hijo de puta”. La izquierda y la derecha, desde Stalin y Hitler a la fecha, han tenido y tienen sus propios hijos de puta, cuyos crímenes son apenas excesos de celo en el cumplimiento de su misión histórica.

Ahora bien, el signo esperanzador de nuestros días es que ya el contubernio con los hijos de puta predilectos no se produce abiertamente, por temor a la opinión pública; que el todopoderoso Pinochet tenga que hacerse el viejo loco para eludir a la justicia; que haya asesinos extraditados y juzgados por la comunidad internacional; pero, sobre todo, que la noción de impunidad política empieza a disolverse. Y que cuando se trata de violaciones sistemáticas de los derechos humanos ya la humanidad no está dispuesta a conformarse con la vieja noción de que cada país es una finca particular sometida a los caprichos y tropelías del capataz de turno. Y quizás sea eso, precisamente, lo que irrita al mayoral de La Habana, quien, al igual que los generales croatas, considera su éxito militar un indulto perpetuo. De ahí que reivindique su propiedad sobre las vidas y haciendas de los cubanos y el antiguo derecho de pernada.

 

Interpretaciones y silencios”; en: Cubaencuentro, Madrid,17 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/07/17/3107.html.

 





Delante del toro

10 07 2001

Era un mediodía  de julio, en Pamplona, capital de Navarra, cuando miles de personas congregadas frente al balcón de la Casa Consistorial, a pesar de la lluvia, elevaron al cielo sus pañuelos rojos para saludar el tradicional Chupinazo, un cohete que da inicio a la fiesta española más conocida en el mundo, gracias a Ernest Hemingway. Tras el  grito «¡Pamploneses, pamplonesas, viva San Fermín, gora San Fermín. Felices Fiestas!», empiezan 204 horas ininterrumpidas de insomnio, alcohol y toros, hasta que el “Pobre de mí” concluya las fiestas.

Cierto cincuenta y ocho actos festivos durante nueve días, entre ellos la salida de la comparsa de Gigantes y Cabezudos, corridas de toros, espectáculos musicales, la procesión en honor a San Fermín que recorre el Casco Viejo y, por supuesto, los encierros. Aunque posiblemente lo que más corra en esta apacible localidad navarra, durante su desenfreno anual, sea el alcohol, lo que la ha hecho mundialmente famosa es que toros y personas corren juntos, preferiblemente no revueltos.

Antiguamente, cuando traían desde las dehesas los toros para la lidia,  hacían noche en las afueras. Temprano en la mañana entraban a la ciudad azuzados por hombres a caballo y a pie, que se encargaban de encerrarlos. Con el tiempo, se pasó de correr tras el toro, a correr delante, del trabajo a la “diversión”. Si en sus orígenes los corredores eran pocos,  y naturales del lugar, hoy son demasiados y en gran parte extranjeros. El recorrido, de unos 800 metros, parte de los corralillos, en las afueras de la ciudad vieja, hasta la plaza.

Justo antes de las ocho, los corredores avezados cumplen el rito de cantar a San Fermín ante su hornacina y solicitar su bendición, cosa que normalmente no viene mal. A las ocho, un cohete anuncia la apertura de los corralillos. Un segundo cohete indica que todos los toros están ya corriendo por la Cuesta de Santo Domingo arriba, camino de la plaza del Ayuntamiento. Traspasada la plaza, los toros enfilan la calle Mercaderes, para entrar en la de Estafeta, chocando frecuentemente contra el lado izquierdo de la cerrada curva por la velocidad de la carrera. Desde ese punto, suele disgregarse la manada y tomar dispersos la recta calle Estafeta, donde se producen las carreras más “limpias”. El llamado tramo de Telefónica da paso a la cuesta abajo que lleva al callejón de la Plaza de Toros. Un tramo sumamente peligroso, protegido por un doble vallado y, ya dentro del callejón, por unas gateras donde refugiarse en caso de caída. Tras el embudo del callejón, los corredores  escapan en abanico de la manada que, ayudada por los llamados dobladores que los atraen con sus capotes, se encamina hacia la puerta de corrales. Cuando todos los toros entran en la plaza suena un tercer cohete y, una vez que han traspasado la puerta de toriles, un cuarto anuncia que el encierro ha terminado.

Correr delante del toro no sólo requiere velocidad y temple, sino sabiduría. Los nativos, habituados a este ejercicio, recomiendan llegar al encierro totalmente sobrios y con los reflejos bien a punto. Traer ropa suelta y cómoda, que no entorpezca, y un calzado antideslizante, porque si bien es cierto que cualquiera resbala y cae, es menos saludable hacerlo ante dos metros de afilada cornamenta. Ya en la carrera, buscar sitio junto a un toro, incluso poniendo la mano sobre su lomo, y acompañarlo todo el trayecto, mirando de soslayo, eso sí, al resto de los animales (incluso a los turistas), para evitar una cornada por sorpresa o un metíoenelmedio que nos convierta en tragedia la fiesta. Buscar por todos los medios estar en el interior cuando lleguen las curvas, porque media tonelada de toro estampándote contra el vallado de madera, duele. En suma, no se trata de llevarle la contraria al toro, interponiéndose a su paso, sino de hacerle creer que lo acompañamos en su recorrido, aunque al final su destino sea el ruedo, y el nuestro bebernos una copa de rioja en la taberna más próxima. Por eso, en caso de caída, quedarse quietecito y dejar que los toros pasen por encima. Saldremos, en el peor de los casos, algo magullados. Los toros no perdonan al que levanta cabeza. Se trata, en suma, de dominar los rudimentos de la sicología taurina (embestir) y oponerle un principio elemental de la sicología humana (hurtar el cuerpo). Así de sencillo. Ponerlo en práctica ya es más complicado.

En contraste con los nativos, los extranjeros vienen con su biblia hemingwayana bajo el brazo, The Sun Also Rises (1926), y ansiosos por pasar de la teoría a la práctica. En consecuencia, la mitad de los heridos suelen ser extranjeros, y la mayoría de los muertos.  Una muchacha de New Jersey con una cornada de 30 centímetros que alcanza el fémur, y traumatismo craneoencefálico.  Un inglés con una cornada de 10 cm. en la rodilla. Un australiano con traumatismo craneoencefálico. Un joven de Virginia y un canadiense corneados en los muslos. Como se ve, Hemingway hace estragos, no sólo en la historia de la literatura. De los nativos heridos, algunos se quejan de intrusos con cámaras en el recorrido, que al impedirles correr adecuadamente, provocaron sus percances.

Con motivo de los sanfermines, la prensa de muchos países se hace eco de esta “costumbre bárbara” y su costo en vidas. No deja ser cierto. Aunque vale reconocer que es menos vulgar morir atropellado por un toro, que por un ómnibus urbano, y a nadie se le ocurre prohibir la circulación de vehículos en esos encierros gigantes que son las ciudades. También valdría recordar que esto de correr ante un animal que embiste y mata no es algo privativo de Pamplona, donde lo sui géneris es que los corredores lo hacen voluntariamente. En otros lugares del mundo se corre obligado por las circunstancias. Lo que cambia, es la clasificación zoológica de la bestia.

 

Delante del toro”; en Cubaencuentro, Masdrid, 10/07/2001.    http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/07/10/3008.html)

 





Los cinco magníficos

6 07 2001

El pasado 8 de junio, transcurridos seis meses y 103 audiencias en un tribunal federal de Miami, un jurado que no incluía a ningún cubanoamericano, declaró culpables de conspirar para acceder a información secreta en bases militares del sur de la Florida, y de actuar como agentes extranjeros sin registrarse como tales, a cinco ciudadanos cubanos residentes en La Florida: René González Sehwerert, instructor de vuelo y especialista en técnicas de aviación; Ramón Labañino Salazar, economista graduado en la Universidad de La Habana; Fernando González Llort, y Gerardo Hernández Nordelo, ambos licenciados en Relaciones Internacionales, y Antonio Guerrero Rodríguez, ingeniero civil en construcción de aeródromos. En el caso de Gerardo Hernández, se le halló culpable también de participar en la conspiración que fraguó el derribo y el asesinato de cuatro pilotos de Hermanos al Rescate, en 1996, lo que podría equivaler a cadena perpetua. Ellos integraban la llamada Red Avispa.

Desde la captura de los agentes, a fines de 1998, y durante el largo proceso, La Habana hizo un espeso silencio sobre el caso. Por fin, doce días después de la sentencia, apareció en Granma la noticia de que cinco compatriotas “que en las entrañas mismas del monstruo arriesgaban diariamente sus vidas para descubrir e informar sobre los planes terroristas que la mafia cubano-americana con la tolerancia y complicidad de las autoridades de Estados Unidos “fueron “declarados culpables de infames y falsas imputaciones ante un tribunal de Miami (…) amañado, prejuiciado, desinformado, y bajo colosal presión”. Explica Granma que “dada la índole de su heroica misión, era necesario esperar el desarrollo del largo y tenebroso período que duró el proceso desde el arresto hasta la injusta decisión del jurado para desenmascarar y denunciar la impúdica actuación de las autoridades policiales y judiciales de Miami. Después de casi tres años de anónimo y ejemplar heroísmo, ha llegado la hora de divulgar toda la verdad”.

Durante tres años, cualquier ciudadano del planeta podía informarse en la prensa sobre los pormenores del arresto, las pruebas, los alegatos del fiscal y la defensa. El pueblo cubano carecía de ese derecho. Y la razón es muy simple: el cubano no tiene derecho a recibir información pura e interpretarla por su cuenta. La información siempre tiene que llegarle ya interpretada. Mientras cupo cierta esperanza de que los agentes no fueran hallados culpables, La Habana se abstuvo de pronunciarse abiertamente. Y sin interpretación, la noticia no existe.

Casos de espionaje se dan todos los días, y por parte de todas las naciones. Espías son aprehendidos y juzgados continuamente, sin que se dé al asunto otra connotación que “bajas en el servicio activo”. Pero en lo que se refiere a estos cinco espías, se decidió, una vez confirmado el veredicto, que podrían tener una utilidad adicional: utilidad patriótica para alimentar infinitas mesas redondas donde se demuestre que “cinco patriotas cubanos” han sido “injusta y cruelmente” encarcelados por presiones políticas. Para ello, comienza el Granma transcribiendo un mensaje que supuestamente escribieron los espías al pueblo norteamericano, al que preguntan “por qué no podemos vivir en paz ambos pueblos”; dicen haber evitado “la muerte de ciudadanos inocentes cubanos y norteamericanos”, acusan al gobierno norteamericano de complicidad y tolerancia con los planes agresivos hacia Cuba del exilio cubanoamericano que, según su contabilidad, han costado a la Isla 3.478 muertos y 2.099 incapacitados y, por último, no se arrepienten de sus acciones. Muertes lamentables, sin duda, como la de los 30.000 compatriotas que, según estimaciones discretas, han muerto mientras intentaban huir de Cuba.

El sistema de mesas redondas, que se inauguró con la Era Elián, ha persistido contra diferentes enemigos: La Ley de Ajuste Cubano, el embargo, etc., promoviendo un estado de beligerancia perpetua que los cubanos logran paliar apagando la tele. Mantener al cubano en un estado de crisis permanente no sólo justifica la supresión de las libertades en un país en guerra, sino que pretende distraer al personal de su más importante problema: el yantar cotidiano. En las mesas redondas ya efectuadas los métodos de ataque han sido tres: descalificación del (supuesto o real) enemigo, recalificación de los espías y argumentaciones sesgadas de un hecho innegable: cinco ciudadanos al servicio de un país recogían en otro información de inteligencia.

Entre los descalificados, empleados como coartada de las acciones de los espías cubanos, se encuentra José Basulto, que encabeza Hermanos al Rescate, protagonista de incursiones de propaganda en el espacio aéreo cubano, sin otro daño que la información, pero también del salvamento de numerosos balseros cubanos a la deriva. Se le acusa de volar con periodistas checos a bordo, un crimen difícil de catalogar, y se afirma que goza de total impunidad, con lo que se acusa directamente al gobierno norteamericano de permitirle violar “las normas del Convenio de Chicago que rigen estrictamente las formulaciones para el tráfico aéreo, más cuando se sabe que por el espacio de nuestro país pasan diariamente cerca de 400 vuelos, fundamentalmente estadounidenses, donde viajan en su mayoría ciudadanos norteamericanos, a los cuales se les pone en peligro la vida”. Claro que la vida de estos ciudadanos no es puesta en peligro por las avionetas de Basulto, sino por una presunta respuesta de los cazas cubanos, que acaso podrían derribar un Boeing 747 por error.

Otro de los “enemigos” mencionados es el presidente del Movimiento Democracia, Ramón Saúl Sánchez, a quien se acusa de 20 ataques a embarcaciones y misiones diplomáticas cubanas, participación en el asesinato de Carlos Muñiz Varela, y de un atentado en el 79 a la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. En el mismo saco se incluyen sus acciones de los últimos 20 años: protestas callejeras al concretarse los primeros acuerdos migratorios Cuba-EE. UU., flotillas que se han acercado a la Isla en un gesto de protesta, entre el 95 y el 98, fundación de Radio Democracia, apoyo a los parientes miamenses de Elián, y testificar en el juicio a los propios espías. Lejos estoy de justificar cualquier acción violenta contra Cuba, ni en el pasado ni en el presente. Pero me resultan inadmisibles los baremos del gobierno cubano, según los cuales una acción de protesta o el ejercicio de una opinión contraria, son actos de guerra. Se trata, simplemente, de una internacionalización de su política doméstica hacia la disidencia interna.

Al proceso de recalificación de los espías han sido convocados los familiares: la madre de René González Sehwerert, por ejemplo, cita a su hijo como “muy emprendedor”, dado que hizo, “con la ayuda de su hermano Roberto, el juego de cuarto” (¿dónde habrá conseguido la madera?), lector impenitente y hasta poeta. Cosas todas estas que cualquier madre puede decir de su hijo, sin que de ello deduzcamos si era o no un buen agente de la Seguridad del Estado cubana. Claro que el propósito es desvanecer la idea de que se trataba de agentes profesionales de inteligencia que hacían el trabajo para el que fueron entrenados. Su condición actual de “víctimas” recomienda presentarlos como cubanos comunes y corrientes, amateurs heroicos que un día decidieron sacrificar sus pacíficas vocaciones por la patria.

Las interpretaciones sesgadas son aún más ingeniosas.

El periodista Randy Alonso aseguró en una mesa redonda que “Cuba nunca ha ocultado que se realizaban acciones de búsqueda de información entre los terroristas de Miami, en legítima defensa” —a pesar de que durante tres años se ha ocultado al propio pueblo cubano que cinco espías estaban siendo procesados—, pero “que no necesitamos espiar a Estados Unidos, como ha expresado Fidel”. De modo que toda la mitología de infiltrados en la CIA, dobles agentes, triunfos del espionaje cubano en las entrañas del monstruo ¿era mentira? ¿O mienten ahora? Ya uno no sabe qué pensar. Si Estados Unidos es, en la retórica gubernamental cubana, el gran enemigo, si practica hacia el exilio de Miami “tolerancia y complicidad” ¿no es lógico que se le espíe?

En ningún momento, por supuesto, esclarecen qué sucedería en caso contrario. Me explico: Cuba ha promovido (y promueve) movimientos insurgentes en diferentes puntos del planeta: ha entrenado a guerrilleros latinoamericanos y africanos, terroristas vascos, y ha dado cobijo a profesionales de la violencia de la variopinta izquierda mundial. ¿Qué le habría sucedido en Cuba, de ser capturados, a un grupo de espías colombianos, por ejemplo, que investigaran los nexos entre la subversión en su país y las autoridades cubanas? ¿Habrían sido tratados como patriotas colombianos, o encausados como espías de una nación extranjera?

Si nuestros espías eran en los 70 y 80, James Bonds tropicales que “en silencio ha tenido que ser” compitieron en las grandes ligas de la inteligencia mundial, ahora son inocentes víctimas, degradados a penetrar los “grupúsculos” de Miami que organizan vuelos de avionetas y flotillas de protesta. Víctimas abrumadas por el sistema penal norteamericano que, según Randy Alonso, les incomunica los fines de semana y sólo el lunes les permite llamar por teléfono a sus familiares y, además, les mata de hambre, dado que el último alimento que consumen al día se les sirve a las cuatro de la tarde. Olvida Randy Alonso que el sistema penal de la Isla, que se aplica por igual a los once millones de cubanos en presunta libertad, les prohíbe llamar por teléfono a sus familiares en el exterior de lunes a domingo, y no les garantiza ni una comida caliente al día.

 

Los cinco magníficos”; en: Cubaencuentro, Madrid,6 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/07/06/2979.html.

 





China: misión cumplida

3 07 2001

El Partido Comunista de China acaba de cumplir 80 años, con lo que ingresa, por derecho propio, en la tercera edad. El aniversario ha sido celebrado en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing, donde Jiang Zemin, ante la cúpula del país y 6.000 invitados, pronunció el discurso de rigor, enumerando los triunfos de estas ocho décadas, y desgranó la historia del partido, desde que fuera fundado durante un congreso celebrado en Shanghai el primero de julio de 1921, a partir de diferentes organizaciones de todo el país. Mao Zedong, quien sería El Gran Timonel del trasatlántico asiático desde la toma del poder en 1949 hasta su muerte, estuvo presente en aquella ocasión.

Según Jiang Zemin, bajo la dirección del partido “se ha establecido el sistema socialista y realizado los más amplios y profundos cambios sociales jamás vistos en China”, mediante la integración de la teoría marxista y la realidad china —a lo que bien podrían sumar las enseñanzas de los teóricos del capitalismo moderno—. Desde que el partido lograra el poder, su propósito ha sido alcanzar la prosperidad china y de los chinos —pasando por la Revolución Cultural, la persecución de gorriones, las hambrunas sin fin y la eliminación de millones de chinos non gratos—, así como el gran renacimiento nacional —entiéndase la Gran China, cuyas fronteras incluyen el anexado Tibet, Taiwán, la Manchuria, parte del sudeste asiático y diversos territorios que hoy, coyunturalmente, pertenecen a otras naciones, algo que China tiene la firme voluntad de corregir en los próximos 50 años, cuando el destino del país será “coronado por la victoria”—. Confiemos en que los ideólogos chinos, recordando la masiva importación de coolíes a Cuba durante el siglo XIX e inicios del XX, no descubran que la isla del lejano Caribe pertenece al proyecto de esa Gran China imperial que se perfila en el horizonte.

En resumen, Zemin concluye que el partido, autor de la independencia nacional, representa los intereses populares y que el pueblo, una vez liberado, se ha convertido en dueño de su propio destino, gracias al establecimiento de lo que él llama “un régimen estatal de dictadura democrática popular”. Traducido al cristiano, esto quiere decir que en China existe un capitalismo de Estado que recibe con aplausos a los “tigres de papel” (papel moneda, se sobreentiende) del capitalismo mundial, da por buenos los derechos económicos de sus ciudadanos al grito de “enriquecéos”, y santifica los métodos más despiadados de explotación, incluyendo precariedades y prestaciones sociales dignas del mejor capitalismo subdesarrollado. El capitalismo, en la versión china, santifica el resultado sin importar los métodos: salarios de miseria para una mano de obra cautiva seducen a las trasnacionales; las córneas y los riñones de los condenados a muerte devuelven la salud a los acaudalados de Occidente, y el tráfico de niños ya se ha convertido en un importante renglón de sus exportaciones. Pero al mismo tiempo, oh maravilla, el partido garantiza los derechos civiles del socialismo: nada de sindicatos que defiendan los derechos de los trabajadores, cosa que da muy mala imagen a los inversionistas; ni asociaciones alternativas o movimientos disidentes. Es decir: dictadura democrática popular, como su nombre indica. Y si alguien no está de conforme, que recuerde los 3.000 ejecutados al año, cifra que, según Amnistía Internacional, dobla la cifra total de los condenados a muerte en el resto del mundo. Claro que si algo abunda en China, son chinos.

Ese es, según Jiang Zemin, el mejor método —lo peor de ambos mundos— para convertir a China en “un país socialista moderno, próspero, democrático y civilizado”.

China: misión cumplida”; en: Cubaencuentro, Madrid,  3 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/07/03/2926.html.





Impunidad en extinción

26 06 2001

El hasta hace no mucho intocable Slovodan Milosevich, promotor de la década más sangrienta en los Balcanes, fue obligado por la presión popular a aceptar los resultados de las últimas elecciones. Fue encarcelado más tarde por delitos económicos, y esta semana se discute su extradición al Tribunal Internacional de La Haya, donde será juzgado por crímenes de guerra y genocidio.

El hasta hace no mucho intocable Vladimiro Montesinos, hombre fuerte durante los gobiernos de Alberto Fujimori, tras una huida rocambolesca que incluyó cirugía plástica, fue detenido en Caracas por agentes de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), y ha sido deportado a Perú, donde deberá responder a las acusaciones de enriquecimiento ilícito, torturas, asesinato y tráfico ilegal de armas y drogas.

La televisión venezolana mostró imágenes de siete personas, una de las cuales parecía ser Montesinos, cuando subían a un avión peruano en el aeropuerto internacional de Maiquetía, a 35 kilómetros de Caracas, a las 01:30 hora local del lunes (05.30 GMT), aunque el suceso no fue confirmado por fuentes oficiales. En la noche del sábado había sido detenido en el barrio “23 de enero”, a escasos mil metros del palacio presidencial de Miraflores, por agentes de la Dirección de Inteligencia Militar, el otrora intocable de la corruptocracia fujimorista.

El hasta hoy intocable Alberto Fujimori, tras el ridículo internacional que supone la huída de un jefe de Estado en activo por la puerta trasera, continúa bajo la protección de las autoridades niponas, que se niegan a su extradición.

La legislación yugoslava no contempla la extradición de sus ciudadanos a terceros países o tribunales internacionales. No obstante, se discute la adopción de un decreto ley, dado que el proyecto de entrega de Milosevich ya fue bombardeado en el parlamento por los socialistas montenegrinos. Aunque el Partido Socialista Popular (SNP) de Montenegro, sólo obtuvo el 30% de los votos de un país de 640.000 habitantes, y aunque la coalición DOS en el poder cuenta con la mayoría de los 10 millones de votantes serbios, el sistema de cuotas autonómicas imperante permitió a los 29 diputados socialistas impedir la votación.

El Partido Socialista de Serbia, que aún dirige Milosevich, ha tildado a la posible extradición como “golpe a la democracia” —curioso alegato por parte de quienes no aceptaron las últimas elecciones democráticas—. Es comprensible que el gobierno de Vojislav Kostunica se apresure a mostrar su colaboración con la justicia internacional, dado que el próximo 29 se podría decidir en Bruselas una primera donación de 1.200 millones de dólares a Yugoslavia. Una ayuda condicionada a su actitud ante la justicia internacional. Y es penoso el ultimátum de Washington que exige, a un país destruido por los bombardeos y que vive una delicada transición democrática después de una década de corrupción, dictadura encubierta y sangre, la decisión de entrega antes de ese día.

Tampoco los partidarios de Milosevich se quedarán de brazos cruzados, y ya el ejército de abogados que participa en su defensa ofrece 250 millones de marcos alemanes como fianza por su liberación a la espera de juicio. De donde se desprende que su salario como jefe de Estado debió ser considerable.

Las encuestas demuestran que en la calle hay rechazo de los serbios al Tribunal de La Haya, al que consideran parcial en contra de los crímenes serbios, y más “benigno” con otros ex-yugoslavos; aunque admiten la extradición si es el precio a pagar para evitar las sanciones internacionales, lograr las ayudas, y reconstruir el país y su imagen. El propio presidente, Vojislav Kostunica, opina que la entrega es inevitable, pero injusta.

Sea juzgado en La Haya, lo que parece más probable, o en Serbia, o en ambos, lo ejemplar de este caso es que engrosa una lista donde ya constan el ex-dictador Augusto Pinochet, ahora Vladimiro Montesinos, y confiemos que en breve el nuevo hijo del Sol Naciente, Alberto Fujimori.

Nunca la justicia ha sido igualmente justa: dinero y poder han sido, y son, atenuantes de peso. La doctrina de no injerencia en los asuntos internos de otros países ha servido de refugio a dictadores, criminales de guerra y mafiosos de Estado. La justicia internacional, tampoco: Estados Unidos puede montar una redada policial a gran escala para capturar al mafioso Noriega; pero ni se les ocurre una acción equivalente contra China o Rusia. Hay aún dictadores amigos y dictadores enemigos, importante coartada. Los casos de Pinochet, Milosevich y Montesinos no han derogado la impunidad como ley; la mera existencia del Tribunal de La Haya, organismo de las Naciones Unidas, tampoco. Pero tanto unos como otros, acercan el día de la justicia globalizada, cuando promotores de genocidios, dictadores y delincuentes de Estado se vean obligados a acudir a las agencias espaciales para encontrar un refugio seguro.

Impunidad en extinción”; en: Cubaencuentro, Madrid,  26 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/06/26/2838.html.

 





Papirriquis sin fronteras

18 06 2001

No se trata de una nueva ONG, sino de los papirriquis (y mamirriquis), preferiblemente (o presuntamente) con guaniquiqui, que buscan allende los mares el amor de su vida. Traducido al castellano de la Real Academia, me refiero a los cardúmenes de españoles(as) (primer lugar en el ranking amoroso de importación), italianos, canadienses, mexicanos, etc., todos con (as) final, que acuden al Caribe a la caza del mancebo o la doncella, cuya veda fue levantada hace ya algunos años.

La agencia Reuters nos informa que en 2000 fueron concertados 2.573 matrimonios entre súbditos del Rey Juan Carlos y súbditos de Fidel Castro. Son mayoría las damas criollas con pretendiente peninsular; pero el ejemplo de las famosas hispánicas ha puesto de moda al macho cubensis, cuyo average de casorios crece vertiginosamente.

Con mil bodas, Italia es el segundo destino del turismo matrimonial. Le siguen Francia con 187, y Gran Bretaña con unas 100. Será cosa del idioma. Ya se sabe que el amor es comunicación. ¿Estaremos en presencia de una nueva conquista, pero esta vez más cariñosa y en sentido opuesto? ¿Cuántos de estos matrimonios terminan en divorcio? El dato no se conoce.

El caso de Joaquín Pérez citado por Reuters es ejemplar: a sus 71 años encontró en Cuba novia de 38. Amor y boda fulminantes —las flechas de Cupido son ahora turbo—, regreso al terruño y fin del partido por abandono cuando la muchacha partió sin decir a dónde, llevándose el coche con apenas 5.000 kilómetros de rodaje, aire acondicionado, ABS, llantas de aleación y elevalunas eléctricos. En su carta al consulado, se queja el abandonado: “Ella siempre me dijo que la diferencia de edad no importaba y que le gustaban los hombres maduros”. Don Joaquín es indulgente con la “madurez” de sus 71 años. Su carta, junto a la de otros (auto)engañados, como una suerte de “contraindicaciones” destinadas a los presuntos, cuelga en la sala del consulado español, donde hacen cola las parejas para formalizar su amor sin fronteras. Algo francamente ridículo, por no decir patético.

Es cierto que la extroversión del cubano hace más fácil entablar una relación en la Isla que en las ciudades europeas, donde entre las prisas y esa cáscara impermeable que con frecuencia protege la identidad, el prójimo deja de ser próximo, y el otro subraya su otredad. El Estado del bienestar proporciona confort, no compañía. Y la soledad es una dolencia que no cubre la Seguridad Social. Todo eso influye en que el turismo sexo-matrimonial vaya ganando incluso sus agencias de viajes especializadas, donde explican las técnicas para el ligue caribeño, los indicios para diferenciar una chica común —si usted va en plan serio— de una jinetera—si va en plan putañero—. Claro que es trágico. Tanto la situación de soltería forzosa en pueblos donde las muchachas emigran a la ciudad, mientras los varones se quedan en las labores del campo —Babilafuente, Arabayona y Cantalpino, cerca de Salamanca, han organizado incluso caravanas de solteros a la Isla—; como la de quienes necesitan cruzar la Mar Océana para toparse en persona con el sexo opuesto. Y la circunstancia de la Isla no puede ser más propicia: miseria, falta de expectativas, limitaciones migratorias y, sobre todo, la noción de que el statu quo no tiene intención de escampar en un futuro previsible. En definitiva, el altar es menos temerario que la balsa, y por muy peligroso que sea el pretendiente, nunca lo será tanto como la Corriente del Golfo.

El sueño de muchas muchachas italianas o alemanas de la postguerra era casarse con un soldadito norteamericano. Y Cuba vive la mayor postguerra sin guerra que se recuerda. “Aquí no estamos viviendo, sino durando”, decía alguien, y para ello hay que echar mano a una picaresca de la supervivencia en que la moral que no da de comer es inmoral. Y en este caso, ayuda el hecho de que para el cubano el matrimonio no es una institución sacrosanta, sino un estatus voluntario, eventual y reversible.

¿Son todos los matrimonios un pacto entre la voluntad migratoria y la ceguera voluntaria? En lo absoluto. Conozco parejas internacionales que llevan veinte (felices o apacibles) años de convivencia. Hay, y ha habido siempre, amores sin fronteras. Y bodas internacionales en que la seguridad material, un mínimo confort, suplantan al amor. También entre compatriotas, valga la aclaración. Pero sólo en circunstancias muy propicias la globalización del himeneo alcanza el grado de epidemia.

Si la Cuba de hace veinte años era Territorio Libre de Prostitución, el incremento del turismo a mediados de los 80, junto a la expansión de una red comercial en dólares, favorecieron su reaparición. La causa, ya se sabe, es otra. Ya existe hoy en la prostitución cubana un verdadero ecosistema: poblado por especies diversas. Desde la jinetera patriótica, que trabaja en moneda nacional, y suda la cintura en la base de la escala social; hasta la jinetera de áreas verdes, que opera exclusivamente en monedas exóticas, o la parajinetera, que combina el ejercicio de oficios muy diversos con la cabalgata ocasional. Se cubren todos los matices del espectro social y todas las tarifas. Incluso las no tarifadas: se trata de convencer al presunto de que lo mío es puro amor, papito (mamita). Puedo aceptarte un regalo, pero no me tarifo. Regresa y aquí me tienes, Francisco ó María José ó Pierre ó Selma, esperándote como tu novia(o) fiel. Hasta que el incauto pica el cebo, paga la boda, el billete de avión y se trae su flamante nativa(o), que posiblemente lo abandone al cabo de tres meses o un año, una vez consolidada su posición en la vieja Europa.

De cualquier modo, nada de lo que escriba exorcizará mi tristeza por esas muchachas y muchachos que venden su juventud y parte de su alma. Aunque quizás sea que estoy envejeciendo, y no acabo de enterarme de que en la pragmática del siglo XXI, piel y músculos son mercancías tan honorables como cualquier otra, sujetas a las leyes del mercado.

Tristeza (mayor) por esos solterones sin otra opción que importar una dosis de amor. O por esos putófilos trasatlánticos, obligados a recorrer 10.000 kilómetros con una valija de bragas y jabones para comprar lo que cualquier caníbal de Nueva Guinea: una ración de carne humana.

“Papirriquis sin fronteras”; en: Cubaencuentro, Madrid,18 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/lamirada/2001/06/20/2745.html.





La Revolución intranquila

12 06 2001

Tras una participación masiva que obligó a mantener abiertos algunos colegios electorales hasta medianoche, Mohamed Jatamí ha sido reelegido presidente de Irán con el 80% de los votos, superando el 68% que consiguió en 1997. A una considerable distancia, le siguen el ex ministro de Trabajo Ahmad Tavakoli, representante de la “línea dura” del islamismo conservador, con un 15%.

El modelo iraní de república islámica, instaurada en 1979 por el ayatolá Jomeini tras el derrocamiento del Sha Mohamed Reza Pahlavi, se basa en el Velayat-e Faquih, según el cual la máxima autoridad religiosa, el Guía de la Revolución, vocero de Alá, tiene un poder supremo, por encima del presidente electo, la voluntad popular materializada en el voto, el parlamento o las leyes. El actual ayatolá, Alí Jamenei, sucesor de Jomeini, dispone de un Consejo de Vigilancia y de un Consejo de Expertos —aproximadamente equivalentes al Tribunal Constitucional y el Consejo de Estado en Occidente—, de los cuales dependen el sistema judicial, las fuerzas armadas, los Guardianes de la Revolución, las milicias de los Basijis y la radiotelevisión iraní, controlando así los sectores claves del poder. El Consejo de Vigilancia determina también qué leyes, personas, normas o instituciones son compatibles con los principios teocráticos, desde la administración municipal y la justicia, hasta el funcionamiento de las universidades. En las presentes elecciones, por ejemplo, el Consejo ha rechazado más de 800 candidaturas, bien sea por su carácter disidente, o porque fueran presentadas por mujeres.

En su campaña a la presidencia de 1997, Mohamed Jatamí proponía, sin desmontar la República Islámica, la implantación de una democracia religiosa que garantizara una amplia libertad cultural y política, promoviera reformas económicas y abriera el país al mundo. El 70% de los votos (superior en el caso de las mujeres y los jóvenes), confirmó en aquella ocasión los deseos del pueblo iraní. Su reelección lo corrobora, aunque hoy el propio Jatamí considera que ha fracasado en su propósito. ¿Por qué? Durante cuatro años, el Consejo de Vigilancia se ha dedicado a reprimir a los nuevos partidos “jatamistas”, bloquear las decisiones del parlamento, controlado por los partidarios de Jatamí, y cerrar las puertas que intentaba abrir el presidente electo.

En abril de 2000, el parlamento, aún de mayoría conservadora, endureció la ley de prensa. El nuevo parlamento jatamista modificó la ley, pero fue vetado por el Consejo. La razón es que la prensa liberal aparecida en los últimos años ha canalizado muchas de las preocupaciones sociales, sobre todo de las mujeres, consideradas “menores de edad” de por vida, razón por la que se limita su función en la sociedad. Y las inquietudes de los menores de 25 años, que constituyen las dos terceras partes de la población iraní y son los más reacios a aceptar las limitaciones y la estratificación del poder legada por sus mayores, como también los más afectados por el paro. El ayatolá Jamenei ha tildado a la nueva prensa de ser «una base al servicio de los enemigos de Irán». Decenas de publicaciones han sido clausuradas, así como unos 400 cibercafés, que tras diez años de censura a la que llamaban “red satánica”, se expandieron vertiginosamente, demostrando la necesidad de apertura.

Para detener ese movimiento, la teocracia no ha dudado en encarcelar a centenares de periodistas, escritores y políticos partidarios del presidente Jatamí, cuyos principales asesores se encuentran en prisión o procesados; en asesinar a figuras descollantes de la cultura, entre ellos Said Hajarian, cerebro de las campañas electorales del presidente, quien fuera tiroteado frente al Ayuntamiento de Teherán a plena luz del día.

Por eso, la advertencia de Jatamí en su campaña electoral, que en Occidente suena a verdad de Perogrullo, en Irán es subversión: «Nadie debería estar por encima de la ley. En un gobierno democrático se debe reconocer a los opositores. El sistema no encarcela a los opositores bajo el pretexto de que intentan derrocarlo».

Las mujeres y los jóvenes tendrán seguramente un gran protagonismo en el futuro de Irán. Ellas, a pesar de ocupar hoy sólo el 15% de los puestos de trabajo, son el 60% de los estudiantes universitarios. Los jóvenes, que aportan el incremento anual del 4% en la población laboral activa, chocan contra una inflación de un 20% y un magro crecimiento del 2% de la economía, atada por un aparato estatal enorme y burocratizado, bajo el control de las fuerzas conservadoras, lo que ha permitido el surgimiento de una oligarquía teológica reacia a la apertura propuesta por Jatamí, quien aspira a eliminar frenos al desarrollo, poner orden al sistema de impuestos, alentar la iniciativa, privatizar empresas estatales ineficientes, atraer capitales, diversificar las exportaciones, desbloqueando el cambio de moneda hacia una cotización más realista que haga atractivos los productos locales al cliente internacional. Por eso no es casual que, según la agencia oficial de noticias iraní, IRNA, si la participación en las elecciones fue de un 83%, entre los jóvenes se eleva casi al 90, a pesar de que no pocos manifiestan su falta de confianza en la llamada “revolución tranquila” de Jatamí.

Ya hoy se le critica su debilidad ante los poderes fácticos, no aprovechar el apoyo popular para forzar a cambios más profundos y concesiones a la emergente sociedad civil, ampliación de la libertad política, sindical, de prensa y opinión, así como favorecer las asociaciones de diverso orden que han florecido últimamente. Otros van más allá, y le acusan de no romper definitivamente con el régimen de la aristocracia teológica que ha instaurado el placebo democrático: permitir la elección de un presidente, expresión de la voluntad popular, y vaciar de contenido el cargo, vetando así las aspiraciones de los iraníes; de modo que Jatamí sea apenas el envoltorio democrático de la autocracia, contribuyendo a prorrogar su supervivencia. Quizás por esa razón, Jatamí, aun con la seguridad de ser reelegido, tuvo serias dudas sobre su candidatura, que no presentó hasta último momento. Según la Constitución iraní, que no permite un tercer mandato, ésta es su última oportunidad de convertir a Irán en un país moderno, donde Fidel Castro no se sienta “como en su casa” en su próxima visita, y donde el canto del muecín llamando a la oración no sea la única música posible.

La revolución intranquila”; en: Cubaencuentro, Madrid,  12 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/06/12/2674.html.