Ginebra 1, Havana Club 0

20 04 2001

Tras meses de intensos viajes, cabildeos, negociaciones, alabanzas e insultos, el 18 de abril a las 14:30, hora de Cuba, la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, por cerrada votación de 22 a favor (Argentina, Bélgica, Camerún, Canadá, Costa Rica, Rep. Checa, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Japón, Letonia, Madagascar, Noruega, Polonia, Portugal, Corea del Sur, Rumania, España, Reino Unido, Uruguay y Estados Unidos), y 20 en contra (Argelia, Burundi, China, Cuba, India, Indonesia, Liberia, Libia, Malasia, Nigeria, Pakistán, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Suazilandia, Siria, Venezuela, Vietnam y Zambia);con 10 abstenciones (Brasil, Colombia, Ecuador, Kenia, Mauricio, México, Níger, Perú, Senegal y Tailandia) y un ausente, la República Democrática del Congo, aprobó la moción de condena al gobierno cubano por su sistemática violación de los derechos humanos.

La condena en Ginebra es puramente simbólica, dado que no implica ningún tipo de sanción, salvo la moral. Y como el gobierno de La Habana califica su derrota de “victoria moral” —ignoro qué calificativo habrían acuñado en caso de no prosperar la moción—, ni eso. Pero me asalta una duda: si perder la votación fue una victoria; si según ellos el padre de la moción (Estados Unidos, por supuesto) sólo obtuvo una “victoria pírrica”; si este tipo de eventos no merecen ninguna credibilidad, al ser “selectivos” y “discriminatorios”; no comprendo por qué se gastó la leche condensada de tantos niños en viajes internacionales y cabildeos del canciller cubano y su equipo, por qué La Habana ha redondeado tantas mesas, hecho correr océanos de tinta sobre el tema, y traspasando las fronteras de la grosería empleando su nutrido arsenal de insultos contra las naciones que presuntamente votarían en su contra.

La Comisión de Derechos Humanos es objeto de manipulación política. Lo sabe hasta Vox Populi. Hay presiones de todas direcciones para fomentar o inhibir condenas, en dependencia de quien se trate, y la magnitud del mercado correspondiente no es ajena a estos tejemanejes. Países como China, por ejemplo, no son sancionados. Pero el hecho de que unos violadores sean absueltos (y no por falta de pruebas), o ni siquiera sean encausados, no significa que en Cuba no se violen los derechos humanos. De modo que la condena es justa, y no se trata, como repite la prensa oficial, de una moción “anticubana”, sino de una moción contra el gobierno cubano. Aunque en la Isla persistan en la engañosa sinonimia Cuba=Patria=Socialismo=Fidel. Aplicando después el carácter transitivo. Por el contrario, se trata de una moción pro cubana, en la medida que ejerce una simbólica presión para que se produzca una ganancia en las libertades de once millones, a costa de limitar la hoy omnímoda libertad de uno solo.

A pesar de no sentirse condenada, en palabras del canciller cubano, la nomenclatura insular, por boca de la prensa, ha echado mano a un catálogo de insultos que Borges habría envidiado en su Historia universal de la infamia. Lacayuna es la República Checa al presentar la moción; ignorados, pisoteados, vilipendiados y recibiendo órdenes directas de Colin Powell, actuaron los europeos, en especial la Gran Bretaña y España, en su papel de segundona. Con “los mismos méritos” votaron Canadá, Suecia (que no votó, aunque lo afirme el Granma, quizás se refieran a Noruega, hielo más hielo menos) y Japón. Aterrados los africanos, a quienes Estados Unidos amenazó sancionarlos a su vez en Ginebra, u ofrecerles dinero para combatir el SIDA en caso de que se portaran bien. Curiosamente, Sudáfrica, la nación de ese continente con más casos de SIDA, la que acaba de ganar la pelea a las multinacionales farmacéuticas norteamericanas y se dispone a fabricar sus propios medicamentos eludiendo patentes, votó contra la moción. “Nada sorprendentes”, según la prensa cubana, fueron las votaciones de los cuatro países latinoamericanos que aprobaron la propuesta checa.

Los que, en cambio, votaron al compás de Cuba, especialmente Argelia, Libia, China, Rusia y Venezuela, dieron “la cara al plenario” y denunciaron la vil maniobra. Esos son los buenos de la película. Y el malo malísimo, por supuesto, Estados Unidos, para el que la condena a Cuba era de tal importancia que un solo mandatario recibió diez llamadas de Bush en una madrugada; amenazaron con retirar el “weaver” que inhibe temporalmente la aplicación de la Helms-Burton; suprimir “blindajes financieros”; sus agregados militares ejercieron la intimidación (¿habrán amenazado con invadir en caso de que no se cumplieran las órdenes?); practicaron, según el embajador cubano ante la comisión, Carlos Amat, “el chantaje, las torceduras de brazos, y así y todo, no han conseguido variar los estándares de votación de otros años”. (Traducido: el gobierno cubano fue nuevamente sancionado, pero no por goleada). Y añade: “Todo el mundo estaba sobrecogido en el plenario por sus presiones. Parecían cuervos”. Vista la pavorosa situación, el milagro es que votaran contra la moción países como Indonesia, Malasia, o Qatar, e incluso Arabia Saudita, el aliado norteamericano en Oriente Medio. Parece que algunas caperucitas no le temen al lobo.

Del total de las naciones que ejercieron su derecho al voto, 52,11 eran latinoamericanas, 13 europeas, 2 de América del Norte, 14 africanas, 3 de Oriente Medio y 9 asiáticas. El comportamiento del voto fue el siguiente:

Continente Países / % del total de votantes A favor de la moción / % Continental Contra la moción / % Continental Se abstienen / % Continental
Latinoamérica 11 / 21% 4 / 36% 2 /18% 5 / 46%
Norteamérica 2 / 4% 2 / 100%    
Europa 13 / 25% 12/ 92% 1 / 8%  
África 14 /27% 2 / 14% 8 / 57% 4 / 29%
Oriente Medio 3 /6%   3 / 100%  
Asia 9 / 17% 2 / 22% 6 / 67% 1 / 11%
TOTAL 52 22 20 10

Como se observa en esta estadística de bodega, Norteamérica es el continente donde las autoridades cubanas son menos populares, seguido de cerca por Europa, donde sólo Rusia desentona. Latinoamérica es el más dudoso, además de que allí los partidarios del régimen son la mitad que sus enemigos. En África, a pesar de las amenazas militares y farmacéuticas, el apoyo se acercó a las tres quintas partes de los países votantes; apoyo superado por el 67% de los asiáticos. De todo esto de desprende que, salvo en Asia, el hemisferio norte no se le da bien a Fidel Castro. En su propio hemisferio, sólo el 15% lo apoya abiertamente. Su pretensión de ser recordado como el Bolívar del Siglo XX no ha prosperado. A juzgar por las estadísticas, mejor se embadurna la cara como el negrito del teatro bufo y cambia de continente. O toma lecciones particulares de chino en la calle Zanja y se presenta en el Celeste Imperio como la reencarnación barbuda de Mao Zedong. Aunque, sin dudas, sus mejores opciones están en el Medio Oriente, donde le cederían un trozo de desierto, dispondría de un harén de mansos ministros, y podría cortar la mano a los ladrones y la lengua a los disidentes, y nadie se le iría en balsa porque el oleaje de dunas no es navegable. Puede que le queden algunos años para convertir el desierto en victoria y acabarle de desgraciar la vida a los periodistas especializados en el eterno conflicto de Oriente Medio. Árabes, palestinos, judíos y un jodío de postre.

Y lo más importante: de aceptar mi sugerencia, cuya demostración matemática es irrefutable, sentaría un magnífico precedente: que por primera vez emigren los gobiernos, no los pueblos.

 

“Ginebra 1, Havana Club 0”; en: El Nuevo Herald, Miami,24 de abril, 2001.

“Ginebra 1, Havana Club 0”; en: Cubaencuentro, Madrid,20de abril,2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/lasemana/2001/04/20/2054.html.

 





Presos en directo

17 04 2001

La información de que ha estallado un motín en una cárcel latinoamericana, ya casi no es noticia. Con superpoblaciones que normalmente multiplican por tres, por cinco o por diez la capacidad instalada, con una dieta balanceada (en las mismas balanzas de los campos nazis), pésimas condiciones de higiene y asistencia médica, lo único que en ellas sobra es la violencia. Con esos ingredientes, y algunos más, no es raro que con una asiduidad que ya parece rutina los presos se amotinen, tomen rehenes, conminen a las autoridades y creen una crisis eventual que por lo visto sólo funciona como paliativo para una enfermedad ya crónica en nuestras sociedades.

Por eso no es raro que los delincuentes europeos juzgados y encarcelados al sur del Río Grande, no luchen por la conmutación de sus condenas, sino porque los trasladen a una cárcel en su país de origen, y convertirse en presos cinco estrellas del primer mundo.

En esta ocasión ocurrió en la prisión de Curumbé, situada en Cuiaba, ciudad del Mato Grosso brasileño. 368 prisioneros (la capacidad teórica es de 260) aprovecharon el jueves 12 a las tres de la tarde, cuando estaba a punto de concluir la hora de visita, y tomaron a 163 reheres, entre ellos unos 50 menores y varios agentes de prisiones. El cabecilla de la operación, José Carlos Nascimento, era miembro del grupo Primer Comando de la Capital, banda que controla el tráfico de droga en las cárceles, y que conmovió Brasil el pasado febrero con la revuelta simultánea en 29 prisiones de Sao Paulo.

Los prisioneros de Curumbé exigían la dimisión de Elpidio Onofre Claro, director del penal desde hace 20 días.

Quince de los rehenes fueron liberados entre viernes y sábano, día en que al parecer los prisioneros alcanzaron un principio de acuerdo y se disponían a deponer su actitud, liberar a los rehenes y permitir el acceso de las autoridades. Pero los cabecillas se negaron a suspender el motín hasta el domingo, y explicaron sus razones a las autoridades.

Ya comunicada la prórroga del motín, el mismo sábado se escucharon disparos en la prisión, y poco después cesaba la revuelta.

Cuando las autoridades ingresaron al penal, descubrieron los cadáveres de Nascimento y otros cinco cabecillas, aniquilados por los demás presos. La razón de este ajuste de cuentas fue que Nascimento pretendía postergar la solución del conflicto, no para obtener mayores ventajas, sino para ser entrevistado en vivo, el domingo por la tarde, en uno de los programas de más audiencia de la televisión brasileña. Consideraciones secundarias eran el daño que se causaba a los familiares, o el acuerdo alcanzado.

Se cumple aquel postulado filosófico: “Sales en la televisión, luego existes”. Y su contrario: si no sales en la tele, tu existencia es, cuando menos, dudosa. Una razón que ya no es sólo usufructo de políticos y celebridades. Cualquier hijo de vecino soporta horas de espera para ocupar asiento en un plató, confiando en que un pase descuidado de la cámara revele al mundo su presencia televisiva. Miles de aspirantes claman por encerrarse en una casa y mostrar a la audiencia sus intimidades y miserias. Porque la existencia del homo televisivo nos demuestra que ser médico es una profesión, pero ser famoso (e incluso famosillo) es una carrera. Una verdad que descubrió y puso en práctica precozmente Fidel Castro, gracias a que la sufrida Cuba que él liberó, contaba con la más extensa red televisiva de Hispanoamérica. Una verdad que usufructuaron Franco, Sadan, Kadafi, Chávez en Venezuela y el primer político online, el Subcomandante Marcos.

Claro que en el caso de la cárcel brasileña, los presos pusieron las reivindicaciones concretas y el bienestar de sus familiares, por delante del famoseo de sus líderes; dando un ejemplo notable de sentido común. Decididamente, la sabiduría no tiene cátedra fija ni se cobija en exclusiva bajo el techo de las llamadas (y a veces mal llamadas) instituciones culturales y docentes. Y aunque esto no se traduzca en una incitación a copiar sus métodos, algunos catedráticos deberían estudiar sin prejuicios la filosofía de los reos.

“Presos en directo”; en: Cubaencuentro, Madrid, 17 de abril, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/04/20/1967.html.

 





Guapería

10 04 2001

Este planeta empieza a parecerse a mi aula de cuarto grado. La mayoría de los niños no rebasábamos las 70 libras y éramos, por razones de peso, propensos al diálogo, la conciliación y los pactos. Nuestras confrontaciones no solían pasar del boconeo (tu madre, la tuya, la bolita del mundo de la tuya, la rebombiá de…, y así hasta las más alambicadas construcciones del insulto, que sólo he vuelto a encontrar en la literatura). Dos o tres pesos pesados, en cambio, no se rebajaban a contemporizar, y zanjaban las discusiones con el argumento terminal de un sopapo. Aunque se cuidaban de ejercer la guapería con sus iguales, e incluso concertaban pactos de no agresión, delimitando sus respectivas esferas de influencia. Algún minimosca ejercía también la guapería, pero aplicando la técnica del muerde y huye, o cobijándose bajo la sombra protectora de un guapo mayor con vocación de líder que había congregado su propia corte de alguaciles, tracatanes y recaderos.

En este planeta que emerge tras la caída de la URSS, sólo se dintingue un guapo en todo el barrio, y la administración Bush, en cuya nómina constan el vice-presidente Richard Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, expertos en la Guerra Fría y ex jefes ambos del Pentágono, parece empeñada en confirmarlo. Anuncia el desarrollo del sistema antimisiles, obviando los acuerdos de desarme. Con el propósito de advertir al personal, y sin que medie una explicación clara y plausible (quizás había que librarse de misiles caducados) bombardea a Irak, sabiendo que el malvado Hussein no puede ejercer otra respuesta que la gritería. Por último, en contra de sus promesas electorales y de la firma estampada en la reunión del G-8, abandona el Protocolo de Kioto sobre regulación en las emisiones de gases tóxicos —de los que Estados Unidos es líder mundial, con la cuarta parte de los venenos que amenazan convertir la atmósfera en algo irrespirable—. En todos los casos, el argumento es el mismo: Por mis timbales. Y no se refieren al instrumento musical.

Quizás lo más peligroso de esta política timbalera sea que Bush no siente obligación alguna en caso de pactos o acuerdos internacionales contraídos por la administración anterior, lo cual establece un nefasto precedente, incluso para los propios Estados Unidos. Por otra parte, los argumentos de que una limitación de las emisiones afectaría a la economía norteamericana —como afecta a la economía de cualquier otra nación—, dejan en precario el principio de que la justicia y los intereses globales de la humanidad están muy por encima de los intereses particulares de individuos, países y compañías. Principio sin el cual los organismos internacionales, empezando por la ONU, podrían ser disueltos mañana mismo.

Ahora al guapo del barrio le ha salido un competidor, inferior en su musculatura de misiles y bombas, pero docto en kung fu y con una paciencia de chino para imponerse poco a poco en el patio de la escuela. No en balde ya Bush lo definía como un “competidor estratégico”.

Desde que el avión espía norteamericano EP-3 colisionó con un caza chino matando al piloto, y se vio obligado a aterrizar en la isla de Hainan, las autoridades norteamericanas han exigido la devolución de avión y tripulantes intactos y sin que medie debate. Advierten que el avión no deberá ser inspeccionado (cosa que ya los chinos hicieron por aquello de que “el patio de mi casa es particular”) y Condoleezza Rice, asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, afirma que una disculpa a China no sería adecuada. El presidente Bush expresa en una carta, que responde a “razones humanitarias”, sus condolencias a la esposa del piloto fallecido, pero, restándole importancia, atribuye a la situación anímica de la viuda la referencia de la mujer a la “cobardía” de la negativa norteamericana a pedir disculpas. Richard Cheney lamenta la prolongación de este asunto, que pone en peligro las relaciones a largo plazo con China —el mayor mercado del mundo—, y se mantienen “intensas negociaciones” para pedir disculpas a China sin pedirlas. Porque esa es la exigencia de los asiáticos: obligar al guapísimo del barrio a pedir disculpas ante la comunidad internacional. Disponen para ello de un avión, 24 tripulantes, y una paciencia de chinos.

Washington se refiere a los 24 tripulantes como “retenidos” y no como “rehenes”, asimilando la lección de Joyce sobre la flexibilidad del idioma. Varios congresistas alientan presiones económicas a China, cuya relación favorable con EE. UU. puede permitir su ingreso en la Organización Mundial de Comercio. Otros preferirían una disculpa sotto voce para seguir negociando en paz con los asiáticos. Y a pesar de la monolítica postura de China, seguramente habrá allí quienes apuesten por el comercio de la dignidad, en aras de la dignidad del comercio. Una batallita entre arrogancia y conveniencia que seguramente concluirá en gritería, boconeo y guapería de salón, porque ambos saben que los pequeños de la clase están mirando, y en el fondo de sus corazoncitos infantiles, se ríen como locos.

“Guapería”; en: Cubaencuentro, Madrid, 10 de abril, 2001 http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/04/10/1877.html.

 





¿Ginebra o ron?

6 04 2001

Los debates en Ginebra sobre el estado de los Derechos Humanos, ya parecen formar parte de una cierta recurrencia noticiosa. Los periodistas desempolvan y retocan sus crónicas de la sesión anterior, porque en este planeta de limitados recursos, incluso la inteligencia es reciclable.

Que a cualquier ser humano le corresponden, por su mera existencia, ciertos derechos, es una concepción históricamente reciente. Y aún hoy contemplamos la existencia de ciudadanos y naciones con derechos de primera, segunda y hasta cuarta categoría. Ciudadanos con derechos musculares: injertos del tercer mundo en el primero que permite a las naranjas de California y al brócoli de Murcia, ser competitivos. Aún así, el mero hecho de que en 1948 se aprobara la Declaración Universal de Derechos Humanos fue un paso más gigantesco para la humanidad que el de Armstrong en la Luna: conceder a todos los humanos, aunque fuera sobre el papel, incluso sobre el papel mojado, ciertos derechos. Claro que aún distamos mucho de una política radical y “de principios” sobre el tema: existen naciones cuyo atractivo mercado “dulcifica” la falta de libertades.

Hay gobiernos que acuden a Ginebra sin temor a sanciones, quizás por aquello de que quien no la debe no la teme. Otros asisten (o ni se toman el trabajo) con las expectativas cumplidas de antemano: saberse condenados sistemáticamente por la violación de los derechos de sus ciudadanos, y con la tranquilidad de espíritu que concede el “no me importa”. El gobierno de Cuba, como de costumbre, arma la pataleta por anticipado.

Fidel Castro divide a los cubanos en dos grupos: quienes le apoyan (o, al menos, lo simulan) y los “anexionistas” (presuntos culpables de lesa yanquilidad) y, con su clara vocación universal, hace extensible esta parcelación al planeta entero: “justos”, que apoyarán al gobierno de la Isla, y “lacayos” del Imperialismo Yanqui. Del mismo modo que ningún cubano, en la sistemática del castrismo, tiene derecho a una tercera opinión, ningún país está autorizado por las autoridades de La Habana, a opinar según su propio criterio (a menos que ese criterio coincida con los de FC, en cuyo caso se trata de una clara independencia de pensamiento). Ya lo dijo Jaime Crombet, vicepresidente de la Asamblea Nacional cubana: “No se puede rechazar el bloqueo a Cuba y ser cómplice del Imperio que intenta justificarlo”. Como en una vieja película de John Wayne, hay que estar con los indios o con los cowboys. Y añadió, durante la 105a Conferencia de la Unión Interparlamentaria que se celebra en La Habana: “Para nosotros, quien apoye a Estados Unidos en sus maniobras y campañas difamatorias contra Cuba carecerá de autoridad para hablar sobre los derechos humanos y la democracia en nuestro país”. Y como no se puede denostar el embargo y, al mismo tiempo, sostener que en la Isla se violan sistemáticamente los derechos humanos, en la lógica de La Habana, sólo queda una actitud posible.

Un ejemplo claro es la respuesta, en la Conferencia Interparlamentaria, al delegado estonio, quien había leído una “diatriba contrarrevolucionaria que le instruyeron en defensa de los dos mercenarios checos que hace varias semanas fueron detenidos en nuestro país por venir a Cuba cumpliendo misiones de una potencia extranjera: instruir, abastecer y financiar a elementos aislados que aspiran con gran impotencia y el desprecio de nuestro pueblo a que Cuba sea anexada a Estados Unidos y regrese a la condición de colonia yanqui”. Como se observa, el estonio era una suerte de recadero, los parlamentarios checos eran agentes pagados por el Imperio, y los opositores en la Isla, “impotentes”, “despreciables” y “anexionistas”. Y eso que Borges nos alertaba contra el exceso de adjetivación.

Claro que el gobierno de FC es flexible, y acepta incluso con benevolencia las abstenciones en Ginebra, caso tradicional de algunos gobiernos latinoamericanos. Pero las cosas cambian: Argentina ya no es la de los “compañeros” militares que Cuba apoyó en la guerra de Las Malvinas, y se ha pasado al “enemigo”. El México de Fox es una incógnita: pretende relanzar las relaciones con La Isla, tiene en La Habana un embajador socialista; en Ginebra, una diplomática que censura la violación de los derechos humanos en Cuba, y un canciller de izquierdas, Jorge Castañeda, que se atreve a firmar: «El ejercicio de la soberanía no puede, de ninguna manera, perseguir fines inhumanos; no puede, por tanto, ser ejercida por un Estado en contra de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de cada individuo que se encuentre en el ámbito de su soberanía». Sabiendo que será confinado al Gulag ideológico de La Habana.

Las autoridades cubanas, además, se ofrecen para impartir un seminario universal sobre prácticas democráticas, como se desprende de lo sucedido en la Conferencia Interparlamentaria cuando el alemán Dieter Schloten calificó de insuficiente en Cuba el respeto a los derechos civiles y políticos y a la libertad de prensa, entre otros, y brindó la experiencia de su país para ayudarlos. Ramón Pez-Ferro, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional, respondió: “no necesitamos ni sus lecciones ni sus consejos”. Disfrutamos “de una democracia representativa y participativa que puede ser ejemplo de una verdadera democracia”. De modo que Cuba transitó hacia la democracia y ni nos enteramos.

A pesar de adjetivos, diatribas y gritería, Fidel Castro sospecha que la Ginebra no le sienta bien. Él prefiere el Chivas Regal. Y en su nombre, el canciller cubano Felipe Pérez Roque predice que de cualquier modo la votación será celebrada: «No podemos todavía hacer un pronóstico, pero ya podemos estar seguros de que si la votación no nos es favorable, obtendremos una victoria moral”. Es decir, que la celebración está cantada: si no es con Ginebra, será con Havana Club.

“¿Ginebra o ron?”; en: Cubaencuentro, Madrid, 6 de abril, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/04/06/1855.html.

“¿Ginebra o ron?”; en: Periodista Digital, 2001. http://www.periodistadigital.com/textos/colaboraciones/82.html.





Las barbas del vecino

3 04 2001

El todopoderoso Slobodan Milosevic ha sido mudado a una nueva residencia oficial, donde dispone de habitación privada, recibe comida a la carta, visitas, prensa y libros. Pero nada es perfecto, porque en la prisión de Belgrado también hay rejas. Han transcurrido casi quince años desde que se alzara al liderazgo regional del Partido Comunista Serbio. Su travestismo político en aras del poder, desde comunista a socialista y nacionalista, algo que suena pavorosamente parecido a nacionalsocialista, su tesis de la Gran Serbia –“Serbia alcanza hasta donde esté la última tumba de un serbio”, afirmó en 1992 Radovan Karadzic–, y su ejercicio de las limpiezas étnicas –¿recordará ahora las 10,000 víctimas de su amigo Ratko Mladic durante el asalto a Srebrenica?– consiguió convertir a uno de los países más prósperos del Este, en una nación en ruinas. La explosión de Yugoslavia. Las guerras de Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Kosovo.
El hombre que fue depuesto en las urnas, pero no lo aceptó hasta que el pueblo tomó las calles de Belgrado en un irreversible referendo, no ha sido detenido por los 200.000 muertos y los dos millones de desplazados que causaron sus guerras, ni por decenas de asesinatos políticos, sino acusado de malversación y abuso de poder, para los que el código penal serbio contempla entre 5 y 15 años de prisión. “Acusaciones provisionales de que abusó de su poder para desviar fondos del presupuesto con vistas a su enriquecimiento y a mantener a su partido en el poder”, reza la escueta noticia aparecida en el diario Granma.
Ante el anuncio de la detención, Milosevic se atrincheró en su mansión de Dedinje, con toda su familia y su guardia personal al mando de Sinisa Vucinic, armada hasta los dientes. A las puertas, 500 miembros de las “guardias populares” ofrecían sus vidas antes que permitir la detención. El ejército, según declaración del Ministro del Interior de Serbia, Dusan Mihajlovic, retrasó la detención entregando las llaves de la residencia a la guardia personal del ex dictador, en lugar de entregarlas a la policía. A la casa le fueron cortadas el agua y la luz, y en medio de la tensa espera, Milosevic amenazaba pistola en mano con suicidarse y matar a su familia. Mira Markovic, su esposa, tuvo que ser atendida por problemas cardíacos. Tras “el enfrentamiento entre un comando armado de hombres enmascarados con la guardia personal de Milosevic, en uno de los dos fallidos intentos de detenerlo”, como reza el diario Granma, aludiendo a los “malos” de esta historia, los policías “enmascarados”; y al cabo de tensas negociaciones, Milosevic, tras recibir la garantía de no ser extraditado al Tribunal Penal Internacional de La Haya, se entregó pasadas las 4:30 de la madrugada del domingo.
El presidente de Yugoslavia, Vojislav Kostunica, había ordenado a los “enmascarados” detenerlo sin héroes y sin mártires. Y Milosevic colaboró, desoyendo al coro de jóvenes que a 200 metros de su residencia le gritaban: “¡Slobo, salva a Serbia y suicídate!”. De la aguerrida guardia pretoriana sólo se detuvo a tres. El resto corrió con las botas puestas. Los “guardias populares” se esfumaron sin dejar rastro. El domingo amaneció apacible, y en Belgrado no se registró ni una sola manifestación de apoyo al diseñador de la Gran Serbia, al constructor de la Miseria Serbia.
El Partido Socialista de Serbia declaró de inmediato que Milosevic se entregó para evitar un derramamiento de sangre. Es decir, de “su” sangre, porque si algo no ahorró durante 10 años fue sangre ajena. Y también declaran que ha sido vendido “por un puñado de dólares”. Un puñado de 50 millones, más el aval de Estado Unidos ante el FMI y el Banco Mundial. Una hora y veinte minutos antes que concluyera el ultimátum de Washington, fue detenido  Milosevic, desbloqueándose así la posibilidad de conseguir un préstamo vital para una nación en ruinas. Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, certifica que Belgrado ha cooperado. No obstante, los fondos no serán automáticamente liberados. El senador republicano Micht McConnell opina que esto se condicionará a la entrega del prisionero al Tribunal de La Haya. Punto en que concuerdan la Unión Europea y la OTAN, concediendo de plazo hasta fines de año.
¿Será entregado Milosevic a la justicia internacional?
Dado que sus crímenes han sido de lesa humanidad, sería justo que así fuera. Dada la imperfección del tribunal, como toda obra humana, por no decir parcialidad, un argumento de los serbios –20 croatas acusados, todos de Bosnia, y ni uno solo de Croacia acusado por crímenes a la minoría serbia–, se prevén objeciones de Belgrado, además de la no existencia (por el momento) de una legislación yugoslava que permita la entrega. Si, además, tenemos en cuenta el delicado proceso de transición que lidera Vojislav Kostunica, quizás lo más afortunado sería que purgara sus crímenes inmediatos en Serbia, y más adelante fuera extraditado.
Lo cierto es que este domingo arroja varias lecciones:
El hombre pródigo con la sangre ajena, fue ahorrativo con la propia.
Los incondicionales, dispuestos a morir por el líder “con las botas  puestas”, suelen tener un plan B para casos de emergencia.
El mundo es más pequeño, y la inviolabilidad de la “soberanía nacional”, que los tiranos gustan invocar para eludir el término impunidad, es una coartada cada vez más débil.
Y el pueblo, arrastrado en su día a mítines y guerras, es el mismo pueblo que primero lo depuso y más tarde contempló entre el silencio y la alegría su última caída.





Los derechos y los izquierdos

30 03 2001

Que a cualquier ser humano le corresponden, por su mera existencia, ciertos derechos, es una concepción históricamente reciente. Las democracias arquetípicas del mundo antiguo concedían voto sólo a los ciudadanos libres, y esa condición de no-persona que es la esclavitud continúa vigente, explícita o implícitamente, en muchos países. En su día, los teólogos discutieron si las mujeres, los negros y los indígenas americanos tenían alma, lo cual los haría merecedores de otros derechos, no sólo el de pertenecer a la fauna local. Y no es necesaria una larga memoria para percatarnos de que el voto femenino es una novedad histórica. Hoy contemplamos con toda naturalidad la existencia de ciudadanos y naciones de primera, segunda y hasta cuarta categoría, dotados con los derechos correspondientes. O ciudadanos a los que sólo se les concede un valor muscular: injertos del Tercer Mundo en el Primero que permite ser competitivos a las naranjas de California y al brócoli de Murcia.

Aún así, el mero hecho de que en la resolución 217 A (III), la Asamblea General de las Naciones Unidas, acordara el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos fue un paso más gigantesco para la humanidad que el de Armstrong en la Luna. Por primera vez, un foro de seres humanos concedía a todos sus congéneres, aunque fuera sobre el papel, papel mojado si se quiere, ciertos derechos.

En los documentos que aparecen en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, y que puede leer cualquier humano con derecho a la Internet, se apela a la argumentación estadística para poner en dudas la legitimidad de la política de derechos humanos, aduciendo que al “ser establecida en 1946, la Comisión de Derechos Humanos estaba integrada por 18 países, cuando existían 53 Estados Miembros de las Naciones Unidas, es decir, el 34% de los Estados Miembros”. Y añade el MINREX que “en la actualidad, solo 53 países de los 189 integrantes de las Naciones Unidas componen la Comisión, o sea el 28%”. De inmediato nos preguntamos por qué La Habana, tan proclive a la estadística, se decantó por el sistema patentado en su día por Vladimir Ilich, y no por el que impera en la inmensa mayoría de las naciones. De cualquier modo, en los mismos documentos, el gobierno cubano declara su “compromiso firme y permanente con la promoción y protección de los derechos humanos” —estadísticas al margen—. ¿En qué consisten entonces sus objeciones? La esencial es que dada la proporción abusiva de los países del Norte en la Comisión de DDHH (el 20% de los escaños cuando son apenas el 15% de los miembros de la ONU, dice el MINREX), se han ponderado los derechos civiles por encima de los restantes como criterio para evaluar el estado de los DDHH en las naciones. Y Cuba tiene razón.

Recordemos que en la Declaración se consigna que TODOS los seres humanos tienen derecho a la seguridad social, a la satisfacción de sus derechos económicos (Artículo 22); derecho al trabajo libremente elegido, a una remuneración equitativa que asegure a él y a su familia una existencia digna, protección contra el desempleo y derecho a pertenecer y fundar sindicatos que le defiendan (Artículo 23); derecho a tiempo libre, descanso y vacaciones pagadas (Artículo 24);derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar y, en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales; derecho a seguros por enfermedad, invalidez, viudez, vejez, etc.; así como la protección de la maternidad y los niños (Artículo 25); derecho a la educación y derecho de los padres a elegir la educación de su hijos (Artículo 26); a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten (Artículo 27). Hay más, pero bastan estos para demostrar que en ningún país, que yo conozca, TODOS sus habitantes disfrutan del menú íntegro que nos ofrece la DUDH.Y distamos mucho de que esta situación se subvierta, distamos mucho de que todos los gobiernos y, en especial, los de las naciones desarrolladas, asuman un compromiso real por que ese derecho a la vida sea algo más que un documento. Y seguramente no será Don Mercado quien automáticamente lo resuelva.

Dije antes que Cuba tiene razón, y me explico: se ponderan, efectivamente, los derechos civiles. Los derechos fundamentales, que condicionarían el acceso de todos los seres humanos a un nivel digno de vida, dependen de factores económicos que sólo evolucionarán con lentitud. Los derechos civiles, en cambio, expresan la relación entre el poder y el individuo: actor con plenos derechos, incluso al respeto de su individualidad; o mero tornillo cuyo derecho es responder con obediencia a la rueda dentada del poder. Dependen, por tanto, de algo tan volitivo como la actitud de los hombres que detentan el poder ante los demás hombres. ¿La inquietud del gobierno cubano es pura vocación de equitatividad? No. ¿A qué se debe entonces su interés en subrayar esos derechos fundamentales? ¿A qué se debe que el MINREX exprese como posición de Cuba “el reconocimiento del carácter universal, indivisible, interdependiente e interrelacionado de todos los derechos humanos (...) dándole a todos el mismo peso, tanto a los derechos civiles y políticos como a los económicos, sociales y culturales, incluido el derecho al desarrollo”?

Dado que nadie cumple con todo esto, ¿con qué moral se me acusa?, apostilla La Habana. Además, el gobierno cubano considera que garantiza a los ciudadanos de la Isla un nivel de vida digno. También depende de lo que se entienda por dignidad: sistema gratuito de salud sin medicamentos ni medios; educación elegida por el gobierno (pater nostrum), dictada por maestros mal pagados y en éxodo de escuelas en ruinas, abrumados por la falta de recursos mínimos; una libreta de racionamiento que garantiza la alimentación subsahariana que su inventor no ha disfrutado en estos 40 años; derecho a adquirir en dólares que no se ganan la ropa y otros bienes imprescindibles; derecho a hacinarse tres generaciones en casa de los abuelos, o a que la mitad de las viviendas de la Isla se encuentren en situación ruinosa (según afirmación reciente de Carlos Lage); derecho a que el ingeniero y el médico ganen 15 dólares mensuales, otorgando al Estado una plusvalía de miedo (con lo que la gratuidad de las gratuidades queda en mero teorema); por no hablar del “libre” acceso a la cultura, o la libertad sindical. O del proclamado “derecho al desarrollo”, que Fidel Castro ha aplicado por el revés: colocando en la cola a un país que estaba a la cabeza de América Latina. En fin, el derecho, en este caso del Estado, a convertir el país que recibió en la primera mitad del siglo un millón de inmigrantes, en el país de donde huyeron dos millones en la segunda mitad. Sin discriminar a los zurdos, creo que se confunden los derechos con los izquierdos.

La desesperación reciente de La Habana por demostrar que en la Isla existe una genuina democracia —difícil tarea cuando menos de la mitad de los parlamentarios son elegidos por votación popular, y se reúnen una semana al año, lo que da cuenta de su peso en la maquinaria gubernamental—; los pataleos y acusaciones a Argentina o la República Checa y Polonia; la campaña más adjetiva que objetiva desatada en la prensa ante la inminente sanción condenatoria que le espera a mediados de marzo, todo forma parte de una habitual manipulación: suplir con himnos universalistas (a los que no falta su dosis de razón) la falta de respuesta a las preguntas más elementales sobre la realidad cubana.

¿Mueren de enfermedades curables los niños africanos? Sí. ¿Y eso qué relación tiene con que los cubanos sean discriminados hasta el ostracismo por sus ideas políticas (Artículo 2)? ¿Carecen de pan los campesinos etíopes? Sí. ¿Y eso qué relación tiene con que ningún cubano disfrute de la libertar de disentir, so pena de palizas, arrestos, mítines de repudio y otros izquierdos humanos que otorga FC (Artículos 3 y 5)? ¿Carecen de derecho a la salud las mujeres afganas? Efectivamente. ¿Y eso qué relación tiene con que en Cuba no sólo carezcan de las más elementales garantían las personas juzgadas por los tribunales, sino que incluso se les condene a prisión por “peligrosidad”, es decir, prisión profiláctica que precede al delito (Artículos 8,9 y 10)? ¿Carecen de toda seguridad los trabajadores haitianos? También. ¿Y eso qué relación tiene con que el Estado cubano interfiera arbitrariamente en la vida privada de sus ciudadanos, viole la correspondencia, mancille desde el monopolio de los medios de comunicación la honra de quienes disientan, o imponga la división de las familias según el grado de devoción política (Artículos 12, 15 y 16)? ¿Cruzan el Río Bravo los hambreados espaldas mojadas y son cazados por la policía migratoria norteamericana? Efectivamente. ¿Y eso qué relación tiene con que en Cuba el derecho a la libre circulación sea potestad del Estado, mediante el arbitrario permiso de salida, y se le niegue por definición a una parte importante de los ciudadanos; que el derecho a la nacionalidad o a cambiarla sean armas políticas o medios de recaudación, y que el intento de huida fuera penado con largas condenas (Artículos 13 y 15)? El propio MINREX reconoce en sus documentos que de esto lo que más le interesa es “el movimiento sin restricciones de las remesas financieras que los ciudadanos de otros países envíen a sus familias en el país de origen”. ¿Por qué será?

Y aunque el niño que padece esclavitud sexual en Tailandia o los meninos da rúa en Río de Janeiro carecen de todos los derechos, no creo que eso justifique el derecho de FC sobre la propiedad de sus súbditos (Artículo 17), la libertad de opinar (siempre que sea de acuerdo con el gobierno), y la de asociarse (a las organizaciones establecidas y controladas por el Estado) (Artículos 17 al 20). Por no hablar de su peculiar ejercicio de la libertad de recibir información, según la cual estas líneas no podrán ser leídas por los ciudadanos cubanos, cuya castidad ideológica Fidel Castro pretende preservar, tamizando este mundo revuelto antes de colocarlo ante sus ojos. Este mundo donde los hombres luchan por sus derechos, sin que un sumo pontífice se abrogue la potestad de instituir una libreta de racionamiento para administrar sus izquierdos: 80 gramos de pan y la más plena libertad de hacer silencio.

 

“Los derechos y los izquierdos”; en: Cubaencuentro, Madrid, 30 de marzo, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/03/30/1751.html.

 





Metáforas

29 03 2001

Si cayeron Roma y el imperio español donde nunca se ponía el sol, no es raro que también caiga el objeto más grande colocado por el hombre en el espacio.
Después de 15 años, 1 mes, 3 días, 8 horas, 28 minutos y 13 segundos, la estación espacial Mir, construida por un país que ya no existe, cayó en el Océano Pacífico y descansa ahora a 5,000 metros de profundidad (de lo más alto a lo más hondo). Por ella guardaron los ingenieros rusos un minuto de silencio.
Su muerte anunciada desencadenó las más diferentes reacciones: alarma en Micronesia, indignación en Chile porque les conviertan el Pacífico en vertedero cósmico, advertencias de Nueva Zelanda a sus pescadores, que insistieron en faenar ya que los rusos no les iban a pagar sus facturas, y la promesa promocional de cierta compañía: un taco gratis por habitante norteamericano si algún fragmento impactaba en el blanco flotante que desplegó en el océano.
La Mir cargó al máximo sus baterías solares antes de morir, como en su día la nación que la creó, cargó al máximo sus arsenales antes de caer por su propio peso, de muerte natural.
Tres impulsos proporcionados por el progreso, perdón, por la nave Progress adosada a la Mir, bastaron para enfilar la estación en su último viaje. El progreso tiene la costumbre de dar esos empujones en un sentido que a veces es triunfal y otras, fatal.
Las 137 toneladas de la Mir penetraron en la atmósfera. La ingrávida placidez de su limbo cósmico, donde su tarea consistía en dar vueltas y más vueltas alrededor del mismo sitio (86.331 veces circunvoló la Tierra) un quinquenio tras otro —cualquier similitud con los planes quinquenales es pura coincidencia—, fue sobresaltada por el contacto con la densa atmósfera del planeta. La fricción convirtió a la antigua joya de la corona soviética en una esfera incandescente, ardiendo a 3,000 grados centígrados, fácil de distinguir a simple vista desde la Tierra. A una altura de 90 kilómetros, de las 137 toneladas, unas 112 se desintegraron. Apenas 25 toneladas, convertidas en una gigantesca granada de fragmentación, alcanzaron la superficie del océano, 3,000 kilómetros al este de Nueva Zelanda. 1,500 fragmentos metálicos incandescentes, algunos de hasta 70 kilogramos, impactaron en la zona prevista y a la hora señalada. Un triunfo para los ingenieros rusos.
“El enorme trabajo realizado los últimos días para hundir a la Mir será estudiado como modelo, y esta experiencia será utilizada, ya que el futuro de la astronáutica pasa por el aumento de las dimensiones de las estaciones espaciales. La astronáutica rusa ha demostrado una vez más que puede resolver tareas únicas y complejísimas”, declaró Yuri Kóptev, director general de la Agencia Espacial Rusa. Un crimen para el líder comunista Guennadi Ziugánov, quien declaró que, después del naufragio del submarino nuclear Kursk, el hundimiento de la Mir “es la más grande tragedia ocurrida durante la gestión del nuevo presidente ruso”. “Un crimen contra el futuro de Rusia, contra la ciencia y la cosmonáutica nacionales”. Los diputados y astronautas Svetlana Savítkaya y Vitali Sevastiánov también consideran que ha sido un error hundir la Mir, cuya operatividad podía haberse extendido hasta el 2002, y solicitan la destitución de Kóptev. No obstante, tanto el Gobierno como la Agencia Espacial Rusa, optaron por liquidar el tantas veces remendado artefacto, y concentrarse en la flamante Estación Espacial Internacional, donde Rusia aspira desempeñar un papel importante. Un debate que nos parece haber escuchado antes.
Ni uno solo de los fragmentos dañó a dos decenas de buques pesqueros que, acostumbrados a las inclemencias meteorológicas, persistieron en continuar sus labores cayera lo que cayera del cielo. Los turistas que se apiñaron en Fivi para presenciar el acontecimiento, contemplaron una lluvia de chatarra espacial incandescente que tiñó de oro y plata el cielo del Pacífico. Un ciudadano de Taichung, en Taiwán, aquejado de depresión e incapaz de soportar la angustia ante la remotísima probabilidad de que la estación cayera sobre la isla, se prendió fuego ante la tumba de su abuelo. Fue la única víctima mortal directa de este suceso.
La nave Mir, cuyo nombre significa paz, en ruso, descansa en paz en un remoto rincón del Océano Pacífico, que según los navegantes es el menos pacífico de los océanos. Confiemos que ésto no sea otra metáfora.





Civilización competitiva

5 03 2001

A fines de 1985 me mostraron en Kazán, capital de la Tartaria soviética, la estatua de un Lenin tan adolescente que aún tenía pelo. Situada frente a la universidad local, reproducía la imagen que tendría cuando cursó estudios allí. El guía se dedicó a explicarme con fervor que de las miles de estatuas repartidas por todo el país, aquella era la que lo representaba más joven, si se exceptúa una de Lenin niño erigida en Odesa. Sin poder reprimirme, le pregunté si no había ninguna de la madre de Lenin embarazada. No me respondió, pero deduje que si de él dependiera, ya me hubiera teletransportado con la mirada a algún campo (no campus) siberiano. Dos siglos atrás, idéntico castigo me habría infringido un pope de ironizar a propósito del icono local. Pero las religiones cambian.

Es norma universal, que cuanto más los necesitan, más invocan los pueblos a sus dioses. Y la necesidad del pueblo ruso es dolorosamente antigua. Una tradición que enlaza sin respiro al Padrecito Dios, al Padrecito Zar, al Padrecito Stalin… y a todos los padrecitos provinciales, municipales y locales. El resultado: un respeto-temor casi cromosomático a las jerarquías, una medrosa devoción al poder, como de perro apaleado, que noté incluso entre las personas más cultas. Eso explica muchas cosas.

Rusia, a medio camino entre Asia y Europa, ha padecido durante siglos un desgarramiento entre la tradición oligárquica del Oriente y la vocación occidentalizante de sus clases altas. Entre el feudalismo y la ilustración. Entre gobiernos despóticos para los cuales el mujik no se distinguía muy claramente de cualquier otro animal doméstico, y el refinamiento de sus cortes francófilas y germanófilas, que no distinguían muy claramente al mujik de cualquier otro… Mira qué casualidad.

Ramiro Villapadierna escribía hace un tiempo en ABC que: «La libre competencia capitalista es un esquema duro de convivencia, rebajado sin embargo en Occidente por siglos de civilización cristiana y desarrollo de principios cívicos. En la Europa Oriental, en cambio, esta ley de la selva económica se ha instalado sobre una sociedad castrada éticamente y desnortada (¿deshonrada?) moralmente y los resultados parecen salvajes».

No hay dudas: la ley del sálvense quién pueda capitalista ha instaurado en los países del este una especie de Far East donde sólo sobrevive el John Wayne que más rápido desenfunde su Colt 44. El crimen organizado es, de lejos, el sector de la economía rusa que mejor funciona. El 70% del comercio ruso paga protección a la mafia. En Eslovaquia y la República Checa la inseguridad ciudadana es tal que por cada policía hay 7 guardias privados. El esquema de inversión piramidal que antes esquilmó a 4 millones de rumanos, hurta 1.500 millones a los ahorradores albaneses, y ya sabemos en qué acabó la operación. ¿Causas? El desmoronamiento de unas normas de convivencia instauradas por decreto durante decenios; la no aparición de nuevas normas, dado que quienes ayer asaltaron el poder en nombre de la dictadura del proletariado se repartieron más tarde el botín en nombre de la democracia y la dictadura del libre mercado. Y un vacío de poder intermedio que llenaron de inmediato las únicas fuerzas políticas organizadas: las mafias. Todo eso es cierto.

Como resultado, los comunistas (ya más socialdemocratizados) asaltan la Duma a puro voto, se desempolvan los bustos de Lenin, Stalin resurrecto mira admonitorio desde las pancartas, se afilan las hoces y se lustran los martillos. Un alto oficial de la KGB (con cara de oficial de la KGB) gana por amplia mayoría, y una parte nada despreciable de los rusos añora mano dura. En Occidente algunos se sobresaltan, o cuando menos se extrañan de esta inconsecuencia política de los rusos. Quizás los mismos que descubrieron asombrados, años atrás, que el coloso tuviera los pies de barro y se desmoronara sin intervención de los mísiles.

Para un observador medianamente atento, tanto aquello como ésto son consecuencia lógica de dos milenios de autocracia.

Si usted captura una gallina silvestre y la inmoviliza contra el suelo colocándole la bota sobre el cuello durante media hora, al soltarla el ave buscará refugio lo más lejos posible de la bota. Si, en cambio, la mantiene durante días o semanas, suministrándole una ración suficiente de grano, cuando retire la bota, el animal revoloteará atontado, divagará sin saber muy bien qué hacer con su repentina libertad.

Porque la libertad requiere aprendizaje. No basta disponerla por decreto. El inexorable atraso económico, producto de atar con ligaduras políticas las leyes económicas, y recrudecido por la carrera armamentista, la gran guerra patria que los soviéticos no lograron ganar, demostrándose que los misiles pueden ser más letales cuando no se disparan; una geopolítica de talla extra que le quedaba holgada a ese megapaís subdesarrollado; los males endémicos de una sociedad que intentó domesticar el talento; la doble moral y la corrupción; así como la desestimulación al entronizarse la primera ley del socialismo: «Yo simulo que trabajo y el Estado simula que me paga»; todo ello hizo que una pequeña apertura se convirtiera en grieta y derrumbara el edificio completo.

¿Pero hacia dónde se derrumbó?

Hacia un remedo de democracia donde los demócratas de hoy son los autócratas de ayer. Hacia un capitalismo salvaje sin las más mínimas garantías sociales, y con un 30% de los sufridos mujiks bajo el límite de pobreza. Hacia un reparto del botín donde medran las mafias y los cuadros más astutos del Partido, reconvertidos de la nomenklatura a la revista Fortune. Hacia un país multinacional que sólo logró el consenso de la mordaza, y ahora, retiradas las mordazas, pretende acallar a tiros la gritería. Hacia una sociedad mimética que perdió sus viejas coordenadas y no encuentra las nuevas (seguramente no son esos Mickey Mouse que sustituyen en los lienzos de Arbat los paisajes nevados y las troikas).

El hombre necesita libertad, qué duda cabe, pero antes necesita pan. Y eso Occidente, que accedió primero al pan y luego a la libertad, debía saberlo. Si Estados Unidos, sólo Estados Unidos, invirtiera en Rusia la décima parte de lo que gastó en la carrera armamentista que terminó desangrando a la URSS —mecanismos de control mediante, o Marbella se repleta de jeques eslavos—, quizás otro gallo cantaría “Noches de Moscú”. Pero ya es costumbre: en Nicaragua, que les hubiera costado mucho menos, hicieron lo mismo.

Y si, por su parte, los rusos le hubieran llenado bien la panza de grano a la gallina antes de retirar la bota, la gallina ahíta se habría dedicado con calma a hacer la digestión democrática. Pero una gallina hambrienta que estrena libertad suele ser impredecible. Y eso a Occidente debía preocuparle: esta gallina tiene mísiles nucleares. Un vecino amigo pero caótico e impredecible, puede ser más peligroso que un enemigo coherente. Y sólo hay dos formas de paz estable y duradera: la paz de los sepulcros, y la paz de la riqueza. A la primera no regresarán. A la segunda sólo llegarán, sin ayuda, a muy largo plazo. Y como se sabe, los fabricantes de democracias nuevas suelen otorgar garantías cortas.

Pero yo me pregunto si «en Occidente siglos de civilización cristiana y desarrollo de principios cívicos» atenúan la ley de la selva. Si miramos a nuestro pasado, veremos en los albores del capitalismo la misma crueldad sin disfraces que hoy «disfrutan» los países recién avenidos al sistema. No fue con civilización cristiana que Occidente esquilmó a sus colonias, ni con principios cívicos se edificaron las factorías de Manchester. La llamada sociedad del bienestar no es un obsequio de la civilización, sino una conquista de los trabajadores a la que se avino el capital, a regañadientes, para evitar males mayores, sobre todo ese Este comunista que tan útil le fue durante decenios al movimiento obrero de Occidente. Eludir el fantasma de la subversión bien valía una disminución de la plusvalía, si a cambio se instauraba una sociedad estable donde el capital se moviera sin temores y el progreso no estuviera a merced del sobresalto. Aún cuando lamente las iniquidades que el llamado socialismo real perpetró contra sus propios pueblos, el pensionista de hoy deberá agradecer a aquellos bolcheviques desconocidos, causantes, en buena medida, de su pensión estable y su cartilla de la seguridad social.

Incluso hoy los principios cristianos no parecen imperar entre los niños explotados por Adidas, que nunca podrán comprar las zapatillas que fabrican; o entre quienes mantienen en Angola la guerra de diamante y petróleo a cambio de armas obsoletas; o los que exportan alimentos prohibidos y medicinas caducadas.

Pero el fantasma ya no existe. En los libros de historia y las enciclopedias, el comunismo se conjuga en pasado. Y el capital vuelve a la carga. El neoliberalismo se expande. Los gobiernos tienden alfombras al dinero que sobrevuela el planeta cada vez con menos limitaciones, en busca de oportunidades. Ser competitivo es más importante que ser cristianamente civilizado. Y el primer principio cívico es la ganancia. Se pone en entredicho aún la más tímida justicia distributiva y el propio Estado del bienestar resulta «insostenible» si queremos ser competitivos.

Lejos ya el peligro de la subversión, caen las máscaras. La precariedad del empleo empieza a llamarse «movilidad del mercado laboral». La vocación de servicio público se convierte en ineficacia. La privatización nos salvará de la decadencia y la moderación salarial nos abrirá las puertas del futuro. Suscríbase a un plan privado de pensiones si quiere garantizar una vejez tranquila. Recuerde que todos somos iguales ante Dios, pero algunos teólogos modernos sospechan que sólo accederán al Reino de los Cielos los más competitivos.

“Civilización competitiva”; en: Cubaencuentro, Madrid, 27 de febrero, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/03/05/1316.html.

 





La ley del peón

16 02 2001

Aquel día de octubre de 1967, mientras miraba a la cámara con la fijeza empecinada de la muerte en los ojos, lejos estaba el alma de Ernesto Che Guevara, de barruntar su rostro reproducido en millones de camisetas y posters, encabezando manifestaciones y consignas de todas las tendencias, incluso las que él habría odiado. Lejos estaba de convertirse en reclamo turístico desbordando los timbiriches de La Habana Vieja. Y más lejos aún de sospechar que 34 años más tarde, la muerte de su guerrilla suscitaría una polémica con sede en Suecia y sucursal en París. Le ronca el mango, habría dicho quizás en su cubano adoptivo.

La controversia comienza el 13 de enero pasado, cuando el diario sueco Dagens Nyheter publica en su suplemento DN. Lördag Söndag un reportaje firmado por Tarik Daleh y Eric Gandini, cuya versión fílmica se difundió por el Canal 1 de la TV sueca cuatro días más tarde. En ambos se defiende la inocencia de Ciro Bustos, a quien se ha tenido durante años por el hombre que, tras su arresto por el ejército boliviano, ofreció abundante información, incluyendo retratos de los guerrilleros, entre ellos el Che. Y se acusa directamente a Regis Debray de haber delatado la presencia de Guevara, desencadenando los acontecimientos que conducirían a su muerte.

Ciro Bustos aduce en el reportaje que los retratos no prueban su culpabilidad, porque en ellos se insertaron dos caras falsas (de Andrés y de Ruthman). También se entrevista a Gary Pardo, jefe de la tropa que exterminó la guerrilla, quien también afirma que Debray fue el primero en hablar del Che.

Por su parte, el agente cubano de la CIA Félix Rodríguez define a Orlando Jiménez Bazán (Cambas), el tercer guerrillero capturado, como “muy reservado”, cosa que lo exime de culpas.

También la hija del Che ha culpado en declaraciones públicas al francés de la muerte de su padre.

Apoyando la tesis del reportaje, René Vázquez Díaz publica el mismo 17 de enero que en el mausoleo al Che en Santa Clara no hay ninguna acusación oficial contra Bustos. Y, curiosamente, el hermano del guerrillero Jorge Vázquez Viaña (Loro), Humberto Vázquez, quien también acusa a Debray en el reportaje, trabajó el año pasado en la campaña por la alcaldía, como político de izquierda, del hombre que dirigía la tropa que mató a su hermano: Gary Pardo.

Pero la cosa no parece estar tan clara: Jorge Castañeda, en su biografía del Che, se refiere a la temprana penetración del aparato urbano de la guerrilla por la CIA ya la ruptura del Che con Mario Monge, lo que le condujo a aliarse con el maoísta Moisés Guevara, incorporando a la tropa a hombres como Pastor Barrera (dícese que soplón, ex policía y narco, un dechado de virtudes), quien desertó junto a Vicente Rocabado al día siguiente de llegar Tamara Bunke con Ciro Bustos y Debray, delatando la presencia de cubanos. Salustio Choque, otro hombre de Moisés Guevara, fue atrapado por el ejército y, al parecer, confesó hasta lo que no sabía. Los tres maoístas sirvieron de testigos de cargo en el juicio contra Bustos y Debray.

Diez días después de la detención de Debray, el 29 de abril, el ejército apresa y tortura a Jorge Vázquez Viaña (Loro), a pesar de lo cual sólo logran que hable timándolo: un agente de la CIA, de origen cubano, se hace pasar por enviado de Fidel Castro, y le sonsaca información confirmatoria de lo ya dicho por los desertores.

En una entrevista ofrecida a la revista Tricontinental en 1998, el Comandante Piñeiro (Barbarroja), quien se ocupó de preparar todas las operaciones cubanas en el exterior durante años, declaró que (a pesar de “las negativas posturas políticas” asumidas por Debray en los últimos años), quien más información ofreció a los militares bolivianos fue Bustos, y que Debray (en contra de lo que se deduce del Diario donde el Che afirmara que el francés “habló demasiado”), sólo reveló una primicia: el carácter continental del proyecto guerrillero guevariano. Algo que cualquier lector de los discursos del Che, sabía sin que nadie se lo confirmara.

En carta a Liberatión, Elizabeth Burgos se refiere a la entrevista que el general Ovando, jefe del ejército boliviano, ofreció a El Diario de La Paz (21-09-1967), donde confiesa que la presencia del Che en Bolivia consta en un telegrama interno del ejército del 24-11-1966, casi cinco meses antes de la detención de Debray y Bustos. Según la misma carta, Debray sólo reconoce la presencia del Che tres semanas después de su arresto, en el mes de mayo, ante las evidencias presentadas por sus captores; mientras Bustos dibuja planos de los escondites donde se encontraba documentación de la guerrilla.

Al parecer, los autores del reportaje ponen el mismo entusiasmo en defender a Bustos que en atacar a Debray. Lo que no queda claro es por qué. Si se trata de esclarecer una verdad histórica, existen muchos argumentos que se han obviado, algunos de tanto peso como las declaraciones de Piñeiro, quien más sabía de todo el entramado guerrillero montado por Cuba. O la información con que ya contaba el ejército boliviano en el momento de la detención de Bustos y Debray. Si se trata de una operación política, todo queda más claro: la retractación de Debray de sus antiguas convicciones duele aún en La Habana. Y más aún su libro Loués soientles seigneurs (Alabados sean nuestros señores), donde tanto Fidel Castro como el Che distan mucho de la imagen que nos ofrecen el poster y el mausoleo. Tampoco se le perdona que fuera Debray quien ayudara a Daniel Alarcón (Benigno), superviviente de la guerrilla y ex-alto oficial de la Seguridad del Estado, a exiliarse en Francia y publicar su Vida y muerte de la evolución cubana.

Es precisamente la lectura de este libro, y la relectura atenta del Diario del Che, lo que nos permite acercarnos a la verdad. Digo: si de eso se trata. En ambos quedan claros algunos hechos:

Por el contrario de lo ocurrido en la Sierra Maestra cubana, donde el Movimiento 26 de Julio se insertó con fortuna en la realidad social, captando adeptos y concitando simpatías; la guerrilla del Che en Bolivia siempre fue un artefacto exótico que jamás ganó el apoyo del campesinado con el que resultaba difícil incluso comunicarse. Desde su instauración hasta su hecatombe, aquella guerrilla fue vista por los nativos a través de un prisma ajeno a cualquier postulado marxista de la lucha de clases: medio milenio de desconfianza indígena hacia todos los blancos. Algo que no ha cambiado tras su muerte: los quechuas no peregrinan a La Higuera para homenajear al ideólogo o al líder de sus reivindicaciones sociales. Acuden a San Ernesto de la Higuera con el hijo enfermo en procura de un milagro. Un Papa tan pródigo en canonizaciones debería pensárselo mejor.

Por otra parte, las continuas referencias del Che al abandono de Manila (La Habana), y la explícita acusación de Benigno, permiten reconstruir paso a paso el destino sellado de una guerrilla naufragando en la selva, en medio de la indiferencia cuando no la hostilidad local, y que envía continuos SOS sin respuesta. Algún día se sabrá con toda exactitud si ese abandono fue negligencia o asesinato. Si se debió a falta de iniciativa —que ni antes ni después faltó a La Habana para manipular sus operaciones encubiertas—, como afirman sus defensores. O de un peón conscientemente sacrificado en el tablero de la política internacional. Lo cual tiene su explicación: La Unión Soviética de Brezniev y de la política de distensión nunca vio con buenos ojos la vocación “trotskista” de la Cuba exportadora de revoluciones. Y el menos grato a Moscú era el Che, tras sus acusaciones explícitas de Argel y su admiración por la China de Mao. De modo que la política de promoción subversiva practicada por La Habana en los primeros 60, era (aunque no exclusivamente, por supuesto) una suerte de venganza por el ninguneo de Krushev a Fidel Castro durante la Crisis de los Mísiles o de Octubre. Tras el fracaso de la ¿política económica? cubana —que concluiría una de sus épocas más “creativas” con la Ofensiva Revolucionaria del 68 y la Zafra del 70—, se produce un gradual acercamiento a la Unión Soviética —en junio de 1967 el Primer Ministro Alexia Rosiguen visita la Isla—, redondeado con el espaldarazo público de FC a la invasión rusa que aplastó la Primavera de Praga en agosto de 1968. Así las cosas, no sería extraño que la negligencia de La Habana haya sido diligente. Como resultado: se perdía un héroe bastante desobediente, se ganaba un mártir —suelen ser mucho más obedientes—, y se complacía a la Gran Madre Rusia Subvencionadora y Petrolífera.

Años más tarde, cuando la 82 División Aerotransportada invadió Granada, FC ordenó inmolarse a los albañiles y peones cubanos que construían un aeropuerto. De nuevo, la Ley del Peón: si Ronald Reagan ve morir heroicamente a 200 constructores casi desarmados, abrazados a la bandera mientras entonan el himno (como proclamó la imaginativa radio cubana), se lo pensará dos veces antes de invadir a los otros diez millones de la Isla. Para su mal, los constructores cubanos no estaban dispuestos a corroborar la contabilidad de FC con su pellejo, y siguieron el ejemplo del oficial enviado por éste para conducirlos al sacrificio: el coronel Pedro Tortoló, quien daría nombre en el imaginario popular cubano a un modelo de zapatillas deportivas, dadas sus habilidades en los tres mil metros con obstáculos.

¿Fue Regis Debray el primero que denunció la presencia del Che en Bolivia? Al parecer, no. ¿Fue Bustos? Posiblemente, tampoco. Pero, ¿importa eso, como no sea para el estrecho círculo de los protagonistas y de los realizadores suecos que han desatado esta pequeña tormenta? No. En su carta de despedida a Fidel Castro, el Che se recrimina por no haber confiado más en él. Ahora sabemos que su desconfianza no era motivo de autocrítica. Al naufragar voluntariamente en la selva boliviana, el Che arrimó a su sien la pistola, un destino que, por otra parte, buscó conscientemente durante toda su vida. Desde Manila apretaron el gatillo.

 

“La ley del peón”; en: Cubaencuentro, Madrid, 16 de febrero, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/02/20/1182.html.





Palabras deslizantes

9 02 2001

En muchas escaleras, aceras y zonas de acceso público, existen bandas de arenisca u otro material con alto índice de fricción: las bandas antideslizantes, cuyo propósito es evitar los resbalones y caídas. Aunque ya se sabe: cualquiera resbala y cae, en palabras de Mr. Vox Populi. Lamentablemente, el cuidado que se prodiga a nuestro esqueleto no tiene su equivalente en bandas antideslizantes intelectuales, cuando se trata de cuidar nuestra inteligencia. En el enorme flujo de información que recibimos cada día, escasean las «palabras antideslizantes», es decir, las que fijan una noción inequívoca de la realidad. Abundan en el idioma, pero con frecuencia son palabras «incómodas»: impiden el dulce devaneo de la ambigüedad.

Salvo los autores de diccionarios, son pocos los grupos humanos interesados en un idioma 100% antideslizante. Aunque todos operan según el mismo procedimiento: las palabras buenas (crecimiento, mejora, calidad) se subrayan terminantemente; mientras las malas (descenso, desigualdad, empeoramiento, crisis) se envuelven en una nube de eufemismos. Y el procedimiento inverso, si nos referimos al adversario (léase enemigo).

De modo que el «ajuste de los precios» sustituye al puro y duro «aumento», mediante una operación de cirugía estética. La liposucción de contenido aparente convierte en «limpieza étnica» el genocidio (Goebels debe revolverse de envidia en su tumba), y se llama «operación de castigo» —con su connotación pedagógica, colegial, paterna— al bombardeo de zonas civiles por la aviación israelí en la frontera siria. Así, mientras sus partidarios le llaman «interrupción del embarazo», sus detractores emplean el lapidario y tradicional «aborto», de sonoridad casi delictiva. Se «aborta» una conspiración de los malos, y se «interrumpe» una operación militar de los buenos.

Con frecuencia reproducimos las manipulaciones del lenguaje, sin percatarnos de que, subrepticiamente y por reiteración, estamos alterando las apariencias de la realidad, su imagen. Por muy buena (o mala) voluntad que ponga el periodista, todavía resulta arduo hallar la palabra filosofal que transmute al nombrar la realidad misma.

Lógicamente, en una sociedad de derecho, los creadores del eufemismo, de la palabra deslizante, deben inducir reiterada y subrepticiamente su uso a los transmisores de la palabra: los periodista, que con alta (harta) frecuencia seguimos el juego por pura desidia. Pero también las esferas de poder imponen sus propias verdades por la vía de la palabra, que llegan a alcanzar apariencias de inamovilidad. Así, se habla de la «moderación salarial», pero no de la «moderación de la ganancia», porque por un raro enroque de las palabras, ahora los empresarios no tienen «ganancia» (líbrenos el Dios de la Caperucita Roja de la palabra “plusvalía”), sino «excedentes empresariales», colocándose la expresión estratégicamente cerca de «reinversión» y «creación de empleo», para que nadie sospeche que con ese «excedente» se comprarán un Porshe o un yate. De modo que los desempleados deberían saltar de alegría cada vez que una mulinacional remonta «excedentes» de 3.000 millones.

Pero el clímax de la resbalosidad lingüística se alcanza en las naciones donde el Estado es dueño de todo, y en especial de la palabra, que el ciudadano deberá consumir dócilmente. En Cuba, por ejemplo, las empresas debían reportar el «faltante» en sus inventarios: la palabra denominaba el por ciento de los bienes e insumos que los propios funcionarios habían robado (la palabra “robante” es demasiado brutal) durante el período en cuestión. Se llama «trabajo voluntario» a las labores agrícolas a las que acudían los estudiantes, so pena de ser expulsados del colegio. Para esto, alguien creó el exactísimo término “oblivuntario”. Al Servicio Militar Obligatorio se le rebautizó como Servicio Militar General (los hijos de los generales solían evadirlo), y a la crisis de los 90, que demolió el 60% de la economía cubana, «Período Especial en Tiempos de Paz», una frase que resulta casi placentera.

Pero ni los dueños de la palabra se libran de que las muy malditas resbalen en sentido opuesto. Las guaguas de La Habana solían colocar en el cristal trasero la exhortación “Sígueme”, una publicidad de la Unión de Jóvenes Comunistas que exhortaba a seguir a la Revolución a donde quiera que fuera, y una manada de transeúntes obedecía cuando la guagua se volaba limpiamente la parada. En la entrada del Combinado del Este, la mayor prisión de la Isla, colocaron una frase de Fidel Castro que resultó proverbial: “Todo lo que somos hoy, se lo debemos a la Revolución y al Socialismo”. Pero la mayor muestra de talento propagandístico fue la de un comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas, que decoró el muro del cementerio de Victoria de las Tunas con un rotundo: «Aquí no se rinde nadie». Y tenían razón.

“Palabras deslizantes”; en: Cubaencuentro, Madrid, 9 de febrero, 2001. http://www.cubaencuentro.com/lamirada/2001/02/09/1055/2.html.