Interpretaciones y silencios

17 07 2001

No sin cierto asombro, he leído en el diario Juventud Rebelde dos artículos de la periodista Elsa Claro directamente enfilados contra el Tribunal Internacional de La Haya a propósito del proceso a Slobodan Milosevic y la entrega de generales croatas para su procesamiento.

No es que me asombre la postura de La Habana en defensa de Milosevic, enemigo de Occidente, y ya se sabe que los enemigos de mis enemigos. Los diarios cubanos fueron los únicos del planeta en no ofrecer noticias sobre la limpieza étnica en Kosovo, aunque sí sobre los estragos causados por los bombardeos de la OTAN. Para conocer la política del gobierno cubano sobre cualquier asunto, basta tomar nota de sus silencios.

Tampoco me extraña el pronunciamiento en contra de la entrega de generales croatas, tradicionales enemigos del amado Slobodan; porque en este caso se trata de negar la legitimidad del Tribunal Internacional de La Haya. Lo que me maravilla son los argumentos de la periodista cubana.

En su defensa de Milosevic, a quien da como condenado antes de ser juzgado (quizás no logra deshacerse del procesamiento típico de los disidentes en La Habana, condenados incluso antes de ser apresados), alega que 200 intelectuales se han pronunciado a su favor —sin extenderse más sobre la catadura de los tales—, y que “fue con Milosevic con quien se logró la precaria paz para Bosnia o que fue elegido en comicios multipartidistas”, ocultando que fue él quien promovió cuatro guerras en diez años (“como cualquiera en su posición defendió el territorio bajo su competencia”, afirma al respecto), decretó limpiezas étnicas y asoló el país. Debería recordar la especialista en asuntos internacionales que la paz para Bosnia se obtuvo “a pesar de Milosevic” y gracias a la intervención internacional. Lo de ser elegido en comicios multipartidistas (esa “farsa democrática”) debería ser un demérito a los ojos de las autoridades cubanas, que defienden la pluralidad del monopartidismo y un modelo de “democracia participativa” donde los deseos de once millones son interpretados telepáticamente por uno solo. Olvida también la periodista que en las últimas elecciones el Zar Slobodan no aceptó su derrota y fue necesaria la insurrección de las masas para echarlo a patadas del puesto.

Creo que habría sido más saludable para la naciente democracia serbia juzgar primero a Milosevic in situ por los delitos económicos que allí se le imputan. Delitos cuya prueba encontramos en La Haya, donde los abogados del ex-presidente ofrecen 250 millones de marcos como fianza, algo que la prensa cubana escamotea para evitar que el ciudadano común se pregunte ¿cuánto gana al mes un presidente serbio? Pero mi criterio al respecto se rige por consideraciones tácticas, no estratégicas: reafirmaría la solvencia moral del nuevo gobierno y ofrecería una mejor imagen de independencia de criterio. Algo que debería haber evaluado Estados Unidos antes de ejercer presión para la entrega inmediata del ex-presidente. Claro que también comprendo, y en gran medida admiro, la difícil decisión del ejecutivo serbio, que ha optado por asimilar las presiones, algo políticamente irrentable, en aras de obtener una ayuda rápida para la reconstrucción del país que fuera el más próspero de Europa Oriental y es hoy una nación en ruinas. A causa de los bombardeos, pero también a causa de diez años de matanzas decretadas por Milosevic, el ideólogo fascistoide de la Gran Serbia. Claro que este argumento es incomprensible en La Habana, donde el bienestar de los ciudadanos es una consideración marginal.

En lo estratégico, tanto los autores de las matanzas en Ruanda, el ex-dictador chileno, los responsables de la tragedia balcánica, y tantos otros que no menciono por no hacer interminable la lista, merecen un banquillo en La Haya, como en su día lo merecieron los encausados de Núremberg (¿o aquellos eran también víctimas del Imperialismo?).

En su interpretación de la entrega de generales croatas es aún más curiosa la postura de la periodista. Si bien reconoce (los croatas no son tan amigos como los serbios) “que hubo crímenes y que alrededor de 150.000 serbios perecieron, mientras una cifra superior fue desplazada”, alega que los croatas ven a esos generales “como actores notables de algo justo”, es más, son, según ella, “ídolos” que se le escamotean al pueblo —cosa que, de ser cierta, nos llevaría a cuestionar el estado mental de los croatas.

La moraleja es que no importan los crímenes, sino la autoridad de quien los juzga. Una autoridad puesta en duda, hasta tanto La Haya no demuestre su solvencia juzgando a los enemigos de Fidel Castro. Pero la moraleja esconde un temor más hondo y solidario: el de algunos jerarcas cubanos a ser ellos mañana quienes se sienten en el mismo banquillo.

Es cierto que distamos mucho de una justicia sin fronteras, una justicia verdaderamente internacional e imparcial que haga pensar dos veces a los dictadores y genocidas de turno antes de decretar la barbarie. Es cierto que los mandatarios de países poderosos son virtualmente impunes —China, Estados Unidos o Rusia son casos paradigmáticos—y que, posiblemente, los genocidas de Vietnam, los invasores del Tibet y los carniceros de Chechenia no se sentarán jamás en otro banquillo que el del portal de su casa. Es cierto que algunos crímenes son pasados (in)explicablemente por alto —Afganistán, Israel, El Congo, Angola—. Es cierto que muchos políticos, incluyendo al mandatario cubano, hacen suya la frase de Dulles al referirse a Somoza, catalogándolo como “un hijo de puta”, pero matizando que era “nuestro hijo de puta”. La izquierda y la derecha, desde Stalin y Hitler a la fecha, han tenido y tienen sus propios hijos de puta, cuyos crímenes son apenas excesos de celo en el cumplimiento de su misión histórica.

Ahora bien, el signo esperanzador de nuestros días es que ya el contubernio con los hijos de puta predilectos no se produce abiertamente, por temor a la opinión pública; que el todopoderoso Pinochet tenga que hacerse el viejo loco para eludir a la justicia; que haya asesinos extraditados y juzgados por la comunidad internacional; pero, sobre todo, que la noción de impunidad política empieza a disolverse. Y que cuando se trata de violaciones sistemáticas de los derechos humanos ya la humanidad no está dispuesta a conformarse con la vieja noción de que cada país es una finca particular sometida a los caprichos y tropelías del capataz de turno. Y quizás sea eso, precisamente, lo que irrita al mayoral de La Habana, quien, al igual que los generales croatas, considera su éxito militar un indulto perpetuo. De ahí que reivindique su propiedad sobre las vidas y haciendas de los cubanos y el antiguo derecho de pernada.

 

Interpretaciones y silencios”; en: Cubaencuentro, Madrid,17 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/07/17/3107.html.

 





Pleno salario: una utopía imposible

13 07 2001

Durante decenios, las autoridades cubanas se jactaron de que el ciudadano de la Isla disfrutaba de “pleno empleo”, una utopía irrealizable, aun en las sociedades más prósperas, donde un 5% de desempleo se considera una cifra deseable. Existen excepciones, claro está, países como Japón que han disfrutado durante años de pleno empleo, pero la norma de la economía de mercado es que funciona correctamente con un margen de desempleo, listo para la recirculación de la mano de obra.

En los países subdesarrollados, el desempleo se traduce en cero garantías de vida, supervivencia más que precaria, incursión en la delincuencia y marginación. Por lo general, En los desarrollados, el desempleado recibe apoyos para reciclarse y reingresar en el mercado laboral, un subsidio que dignifica en cierta medida su supervivencia, y diversas garantías sociales que hacen menos desesperado su status de exclusión. Pero en casi todos los casos, el desempleado suma a la falta de ingresos la noción de fracaso personal al sentirse excretado del sistema productivo del que hasta ayer formara parte. Claro que hay que matizar. Existe un desempleado crónico que disfruta la picaresca de vivir al amparo del presupuesto, mientras, de hecho, se emplea en el mercado negro de trabajo. Y el desempleado selectivo, que aprovecha la paciencia familiar y la indulgencia del sistema para rechazar trabajos que considera “indignos”, y aguarda con toda calma su exitosa inserción en el puesto laboral que a su juicio “merece”.

En el caso de Cuba, la ficción del “pleno empleo” llegó a ser tan poderosa que se dictó una “Ley contra la Vagancia” que sancionaba con penas de prisión a quienes no constaran en la nómina del Estado. La medida tenía como objetivo reforzar la extirpación, ya practicada, de toda la economía privada. No bastaba expropiar hasta el más pequeño negocio particular. Había que declarar ilegales a quienes no se enrolaran a las órdenes del Estado-patrón, único empleador aceptable. Pero, ¿en realidad existió alguna vez pleno empleo? En el artículo de Luis Jesús González, “Pleno empleo: una utopía posible”, publicado por el diario Trabajadores, se reconoce que en los 80 se inflaron “plantillas a costa del presupuesto”. En realidad, esa fue la tónica desde finales de los 60: al pasar a ser propiedad estatal, las empresas que habían operado eficientemente con cierto número de trabajadores, multiplicaron su plantilla, y desembolsaron salarios alegremente sin una contrapartida en la rentabilidad. Al no haber una respuesta adecuada en la oferta de productos, en breve la inflación dio el golpe de gracia a la desarticulación de la economía. Los 80, gracias al carácter de economía subsidiada, ocultaron en parte ese divorcio entre la retribución y la realidad.

Los 90 borraron el espejismo. En el mismo artículo, su autor reconoce que la población desempleada ascendió hasta cerca del millón de personas, es decir, un tercio de la población activa, despedida en la mayoría de los casos con un 60% de su salario como subsidio. Puede parecer generoso, pero si tomamos en cuenta que la inflación llegó a hacer equivaler el salario medio del cubano a menos de dos dólares norteamericanos, vemos que se trata de otro espejismo. Luis Jesús González, al referirse a “la mayor crisis económica de nuestra historia”, lo explica con bastante claridad: “La caída del poder adquisitivo real del salario provocó el éxodo de fuerza de trabajo calificada hacia el trabajo por cuenta propia o a la llamada economía emergente. En la última década del siglo XX la fuerza laboral empleada en el sector estatal se redujo en 15 por ciento”. Y concluye con un vaticinio optimista: gracias al saneamiento financiero, la “voluntad política” de la Revolución y “la sostenida recuperación económica”, “materializar la ocupación plena de cada ciudadano no es hoy una utopía”. Y conseguir esta utopía no será obra de la apertura a la iniciativa y el autoempleo, la descentralización y la estimulación al provechoso ejercicio de la iniciativa, sino, de nuevo, tarea del Estado, que ha creado 39.000 puestos de trabajo en los últimos cuatro años, y prevé un crecimiento sostenible en los servicios y la esfera no productiva, aunque “aspirar a grandes inversiones industriales en la actualidad sería un espejismo”.

La crisis de los 90 obligó al gobierno cubano a una leve apertura, con el subsiguiente florecimiento de los “cuentapropistas”. No sólo se evitó con ello una drástica fractura social, sino que se ofreció al exterior una imagen de cambio que alentara a los inversionistas. Con la discreta recuperación de los últimos años, presenciamos una vuelta de tuerca en la represión a la iniciativa privada: drásticas inspecciones que no aprobaría ninguna empresa estatal, un sistema impositivo abusivo, presiones y persecuciones que conforman una operación de acoso y derribo al sector económico que, aún en desventaja, demuestra cada día la ineficacia del aparato improductivo estatal. Las razones son políticas. Las consecuencias, económicas. El Estado, confiando en los dividendos del turismo —cuyos precios desmedidos, de no cambiar, permiten augurar su desvío parcial hacia destinos más atractivos del área—, la aportación del exilio y escasos renglones más, se siente en condiciones de retomar las riendas, y derogar ciertas libertades que en su día se vio obligado a conceder, a pesar de su carácter perverso, sabiéndolas reversibles.

En esas condiciones: ¿será posible el pleno empleo? Depende de a qué nos refiramos. Ya los clásicos del marxismo hablaban del salario como de la retribución otorgada por el patrón, suficiente y necesaria para mantener al trabajador en condiciones de seguir ofreciendo su plusvalía, y permitirle multiplicarse. Las cosas han evolucionado mucho desde entonces, pero básicamente el salario debe permitir al trabajador dar respuesta a sus necesidades básicas de alimento, vivienda y vestido, garantizar su atención médica y la educación de sus hijos. ¿Puede decirse que el salario en Cuba garantiza, mínimamente, estas necesidades primarias? Si descontamos la educación y la atención médica (no ya los medicamentos, que con frecuencia sólo pueden adquirirse en dólares), no. Más allá de la eterna crisis de la vivienda en Cuba, una somera comprobación de los productos que recibe el cubano por la libreta de racionamiento y del poder adquisitivo del salario medio en la red comercial que opera en dólares, denuncian que en caso de atenerse estrictamente al salario, la población cubana ya habría desaparecido. Sólo la ayuda familiar procedente del exilio, y la picaresca de la supervivencia, lo ha impedido. Desde que se produjo a fines de los 60 la fractura entre productividad y retribución, el salario dejó de ser la manifestación objetiva del respeto al esfuerzo, para convertirse en la retribución simbólica a un esfuerzo también simbólico. Una situación que no se atenúa, sino que se subraya: el levísimo incremento de los salarios parece producirse en una Cuba que ignora sus propios precios en vertiginoso ascenso, con el propósito de esquilmar las remesas procedentes del exilio, o los ingresos obtenidos al margen de la economía “oficial”. Ello deja fuera de juego a los que supuestamente constituyen la mayoría de los trabajadores: los que viven de su salario.

Regreso a la pregunta: en esas condiciones: ¿será posible el pleno empleo? Si se reactiva la Ley contra la Vagancia, se prohíbe (de hecho) el trabajo por cuenta propia, y el Estado concede estipendios simbólicos a cambio de esfuerzos simbólicos, sí. ¿Se trata de un pleno empleo real? No, en la medida que al no respetar la retribución, deja de respetarse el trabajo, y en la medida que se crea una trágica complicidad social: repudiar en público la ilegalidad, para aceptarla de hecho como un ejercicio de supervivencia.

En esas condiciones, la definición que nos ofrece el diario Trabajadores del “trabajo en nuestra sociedad como un derecho y un honor de cada cubano”, resultaría un chiste macabro, si no fuera una tragedia.

 

Pleno salario: una utopía imposible”; en: Cubaencuentro, Madrid, 13 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/07/13/3058.html.

 





Los cinco magníficos

6 07 2001

El pasado 8 de junio, transcurridos seis meses y 103 audiencias en un tribunal federal de Miami, un jurado que no incluía a ningún cubanoamericano, declaró culpables de conspirar para acceder a información secreta en bases militares del sur de la Florida, y de actuar como agentes extranjeros sin registrarse como tales, a cinco ciudadanos cubanos residentes en La Florida: René González Sehwerert, instructor de vuelo y especialista en técnicas de aviación; Ramón Labañino Salazar, economista graduado en la Universidad de La Habana; Fernando González Llort, y Gerardo Hernández Nordelo, ambos licenciados en Relaciones Internacionales, y Antonio Guerrero Rodríguez, ingeniero civil en construcción de aeródromos. En el caso de Gerardo Hernández, se le halló culpable también de participar en la conspiración que fraguó el derribo y el asesinato de cuatro pilotos de Hermanos al Rescate, en 1996, lo que podría equivaler a cadena perpetua. Ellos integraban la llamada Red Avispa.

Desde la captura de los agentes, a fines de 1998, y durante el largo proceso, La Habana hizo un espeso silencio sobre el caso. Por fin, doce días después de la sentencia, apareció en Granma la noticia de que cinco compatriotas “que en las entrañas mismas del monstruo arriesgaban diariamente sus vidas para descubrir e informar sobre los planes terroristas que la mafia cubano-americana con la tolerancia y complicidad de las autoridades de Estados Unidos “fueron “declarados culpables de infames y falsas imputaciones ante un tribunal de Miami (…) amañado, prejuiciado, desinformado, y bajo colosal presión”. Explica Granma que “dada la índole de su heroica misión, era necesario esperar el desarrollo del largo y tenebroso período que duró el proceso desde el arresto hasta la injusta decisión del jurado para desenmascarar y denunciar la impúdica actuación de las autoridades policiales y judiciales de Miami. Después de casi tres años de anónimo y ejemplar heroísmo, ha llegado la hora de divulgar toda la verdad”.

Durante tres años, cualquier ciudadano del planeta podía informarse en la prensa sobre los pormenores del arresto, las pruebas, los alegatos del fiscal y la defensa. El pueblo cubano carecía de ese derecho. Y la razón es muy simple: el cubano no tiene derecho a recibir información pura e interpretarla por su cuenta. La información siempre tiene que llegarle ya interpretada. Mientras cupo cierta esperanza de que los agentes no fueran hallados culpables, La Habana se abstuvo de pronunciarse abiertamente. Y sin interpretación, la noticia no existe.

Casos de espionaje se dan todos los días, y por parte de todas las naciones. Espías son aprehendidos y juzgados continuamente, sin que se dé al asunto otra connotación que “bajas en el servicio activo”. Pero en lo que se refiere a estos cinco espías, se decidió, una vez confirmado el veredicto, que podrían tener una utilidad adicional: utilidad patriótica para alimentar infinitas mesas redondas donde se demuestre que “cinco patriotas cubanos” han sido “injusta y cruelmente” encarcelados por presiones políticas. Para ello, comienza el Granma transcribiendo un mensaje que supuestamente escribieron los espías al pueblo norteamericano, al que preguntan “por qué no podemos vivir en paz ambos pueblos”; dicen haber evitado “la muerte de ciudadanos inocentes cubanos y norteamericanos”, acusan al gobierno norteamericano de complicidad y tolerancia con los planes agresivos hacia Cuba del exilio cubanoamericano que, según su contabilidad, han costado a la Isla 3.478 muertos y 2.099 incapacitados y, por último, no se arrepienten de sus acciones. Muertes lamentables, sin duda, como la de los 30.000 compatriotas que, según estimaciones discretas, han muerto mientras intentaban huir de Cuba.

El sistema de mesas redondas, que se inauguró con la Era Elián, ha persistido contra diferentes enemigos: La Ley de Ajuste Cubano, el embargo, etc., promoviendo un estado de beligerancia perpetua que los cubanos logran paliar apagando la tele. Mantener al cubano en un estado de crisis permanente no sólo justifica la supresión de las libertades en un país en guerra, sino que pretende distraer al personal de su más importante problema: el yantar cotidiano. En las mesas redondas ya efectuadas los métodos de ataque han sido tres: descalificación del (supuesto o real) enemigo, recalificación de los espías y argumentaciones sesgadas de un hecho innegable: cinco ciudadanos al servicio de un país recogían en otro información de inteligencia.

Entre los descalificados, empleados como coartada de las acciones de los espías cubanos, se encuentra José Basulto, que encabeza Hermanos al Rescate, protagonista de incursiones de propaganda en el espacio aéreo cubano, sin otro daño que la información, pero también del salvamento de numerosos balseros cubanos a la deriva. Se le acusa de volar con periodistas checos a bordo, un crimen difícil de catalogar, y se afirma que goza de total impunidad, con lo que se acusa directamente al gobierno norteamericano de permitirle violar “las normas del Convenio de Chicago que rigen estrictamente las formulaciones para el tráfico aéreo, más cuando se sabe que por el espacio de nuestro país pasan diariamente cerca de 400 vuelos, fundamentalmente estadounidenses, donde viajan en su mayoría ciudadanos norteamericanos, a los cuales se les pone en peligro la vida”. Claro que la vida de estos ciudadanos no es puesta en peligro por las avionetas de Basulto, sino por una presunta respuesta de los cazas cubanos, que acaso podrían derribar un Boeing 747 por error.

Otro de los “enemigos” mencionados es el presidente del Movimiento Democracia, Ramón Saúl Sánchez, a quien se acusa de 20 ataques a embarcaciones y misiones diplomáticas cubanas, participación en el asesinato de Carlos Muñiz Varela, y de un atentado en el 79 a la Oficina de Intereses de Cuba en Washington. En el mismo saco se incluyen sus acciones de los últimos 20 años: protestas callejeras al concretarse los primeros acuerdos migratorios Cuba-EE. UU., flotillas que se han acercado a la Isla en un gesto de protesta, entre el 95 y el 98, fundación de Radio Democracia, apoyo a los parientes miamenses de Elián, y testificar en el juicio a los propios espías. Lejos estoy de justificar cualquier acción violenta contra Cuba, ni en el pasado ni en el presente. Pero me resultan inadmisibles los baremos del gobierno cubano, según los cuales una acción de protesta o el ejercicio de una opinión contraria, son actos de guerra. Se trata, simplemente, de una internacionalización de su política doméstica hacia la disidencia interna.

Al proceso de recalificación de los espías han sido convocados los familiares: la madre de René González Sehwerert, por ejemplo, cita a su hijo como “muy emprendedor”, dado que hizo, “con la ayuda de su hermano Roberto, el juego de cuarto” (¿dónde habrá conseguido la madera?), lector impenitente y hasta poeta. Cosas todas estas que cualquier madre puede decir de su hijo, sin que de ello deduzcamos si era o no un buen agente de la Seguridad del Estado cubana. Claro que el propósito es desvanecer la idea de que se trataba de agentes profesionales de inteligencia que hacían el trabajo para el que fueron entrenados. Su condición actual de “víctimas” recomienda presentarlos como cubanos comunes y corrientes, amateurs heroicos que un día decidieron sacrificar sus pacíficas vocaciones por la patria.

Las interpretaciones sesgadas son aún más ingeniosas.

El periodista Randy Alonso aseguró en una mesa redonda que “Cuba nunca ha ocultado que se realizaban acciones de búsqueda de información entre los terroristas de Miami, en legítima defensa” —a pesar de que durante tres años se ha ocultado al propio pueblo cubano que cinco espías estaban siendo procesados—, pero “que no necesitamos espiar a Estados Unidos, como ha expresado Fidel”. De modo que toda la mitología de infiltrados en la CIA, dobles agentes, triunfos del espionaje cubano en las entrañas del monstruo ¿era mentira? ¿O mienten ahora? Ya uno no sabe qué pensar. Si Estados Unidos es, en la retórica gubernamental cubana, el gran enemigo, si practica hacia el exilio de Miami “tolerancia y complicidad” ¿no es lógico que se le espíe?

En ningún momento, por supuesto, esclarecen qué sucedería en caso contrario. Me explico: Cuba ha promovido (y promueve) movimientos insurgentes en diferentes puntos del planeta: ha entrenado a guerrilleros latinoamericanos y africanos, terroristas vascos, y ha dado cobijo a profesionales de la violencia de la variopinta izquierda mundial. ¿Qué le habría sucedido en Cuba, de ser capturados, a un grupo de espías colombianos, por ejemplo, que investigaran los nexos entre la subversión en su país y las autoridades cubanas? ¿Habrían sido tratados como patriotas colombianos, o encausados como espías de una nación extranjera?

Si nuestros espías eran en los 70 y 80, James Bonds tropicales que “en silencio ha tenido que ser” compitieron en las grandes ligas de la inteligencia mundial, ahora son inocentes víctimas, degradados a penetrar los “grupúsculos” de Miami que organizan vuelos de avionetas y flotillas de protesta. Víctimas abrumadas por el sistema penal norteamericano que, según Randy Alonso, les incomunica los fines de semana y sólo el lunes les permite llamar por teléfono a sus familiares y, además, les mata de hambre, dado que el último alimento que consumen al día se les sirve a las cuatro de la tarde. Olvida Randy Alonso que el sistema penal de la Isla, que se aplica por igual a los once millones de cubanos en presunta libertad, les prohíbe llamar por teléfono a sus familiares en el exterior de lunes a domingo, y no les garantiza ni una comida caliente al día.

 

Los cinco magníficos”; en: Cubaencuentro, Madrid,6 de julio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/07/06/2979.html.

 





Cuba D.C.

29 06 2001

Los emotivos desmayos de las divas del cine mudo no dieron tanto que hablar como el desmayo protagonizado por los 74 años de Fidel Castro, en vivo y en directo por la televisión cubana, mientras se dirigía en el Cotorro a una nutrida concurrencia el sábado pasado.

No menos de treinta artículos inundaron la prensa en apenas dos días, algunos de primera plana; Arafat y Chávez fueron los primeros en hacerle llegar sendos mensajes pidiéndole que no desmayara en su empeño. Se pasó revista a su historia clínica y ha habido todo tipo de diagnósticos: desde la leve lipotimia, un desbalance térmico que los ancianos ya no pueden compensar como los jóvenes, una arritmia cardíaca, una isquemia cerebral similar a la que, según comenta El Nuevo Herald, ya sufrió durante un Consejo de Estado en 1997, y que de durar más de unos pocos segundos, al dejar sin irrigación arterial el cerebro, lo dejaría fuera de combate, convertido en un vegetal, a juego con su atuendo. A propósito, se ha pasado revista en estos días a las diferentes ocasiones en que FC se ha quedado en blanco en la tribuna, vacíos que ha sorteado simulando buscar un papel extraviado. Aunque quizás el diagnóstico más “preciso” haya sido el del canciller Felipe Pérez Roque, quien trató de calmar a la multitud explicando que “el compañero Fidel ha tenido (…) un momentáneo descenso». Claro que no se trata del descenso que muchos vienen esperando desde 1960, sino de un ensayo, al que el propio FC se refirió en broma como “hacerse el muerto para ver qué entierro le hacían”. En un futuro próximo sabremos si le gustó la parálisis de la gerontocracia histórica, la vacilación de Carlos Lage, que se dirigía a la tribuna en cámara lenta, la discusión de su secretario, Carlos Balenciaga, con su canciller Felipito, el raudo asalto a los micrófonos de Pérez Roque, como de actor secundario que intenta atrapar al vuelo un protagónico, sabiendo que esas oportunidades se dan una vez en la vida. Cosa de la que algo sabían Carlos Aldana y Roberto Robaina cuando les concedieron su jubilación anticipada.

Durante los últimos días se han vertido millones de palabras para analizar las reacciones de las personas e instituciones más afectadas por el desmayo, pensando, claro está, en el desmayo final, idea que pasó por la mente de todos, amigos y enemigos, mientras se apagaba “la voz más alta de Cuba”, como la llama el locutor Rafael Serrano, y “el padre de nuestra independencia” (ídem) caía hacia la tribuna. Los escudos blindados desplegados a su alrededor por los miembros de la escolta, mientras lo sacaban en brazos, son la última versión del escudo que tradicionalmente ha desplegado el gobierno y la prensa cubana alrededor de sus problemas de salud y el tema tabú de su muerte. Pero lo cierto es que pasada cierta edad, el tema se ha hecho recurrente: notas de prensa, rumores, documentales enteros donde se pregunta a los cubanos por la era D.C., el éxito en U.S.A. de los pulóveres con la inscripción B.C. (Before Castro), ofrendas a la Caridad del Cobre para que lo cuele en la lista de espera, planes de contingencia, trifulcas sucesorias, y, sobre todo, decenas de chistes.

Todo esto ha demostrado que la llamada “dirección colegiada”, a que se ha referido FC en reiteradas ocasiones para eludir la marca de fábrica “dictadura personal”, es apenas un chiste que alude al colegio nacional, donde hay muchos alumnos, pero un solo director, cuya muerte provocará confusión y reyertas en el patio de la escuela. Ni amigos ni enemigos están preparados para lo inevitable. La Era D.C. es una ecuación con muchas variables y pocas (o ninguna) constante.

¿Estamos preparados para el cambio?

En el caso de las autoridades cubanas, hay una línea dinástica predeterminada, cuyo cumplimiento es, cuando menos, riesgoso: por razones de edad y de talento, y dos nuevas generaciones que aspiran al poder, sin que el grado de simulación que impera en la vida pública cubana permita conjeturar, razonablemente, la dirección en que lo ejercerán (suponiendo que el Jurasic Park no los purgue antes). Esta situación de indeterminación es la maniobra post-mortem del líder cubano: al presuponer que su obra continuará sin cambios —cosa de la que su propia inteligencia debe, razonablemente, dudar—, confirma para la posteridad el papel de héroe clásico, guerrillero perpetuo, azote de la injusticia y prócer ideológico del Tercer Mundo que ha pretendido representar durante medio siglo de cara a la galería. Aunque entre bambalinas sus propios utileros comenten que todo cuanto ha hecho ha sido, en cada momento, lo más apropiado para su perpetuación en el poder. Si el esquema ilusorio de la Revolución Milenarista se derrumbara, la rebatiña por el poder, la ascensión de personajillos y el caos bien podrían fomentar en una parte del pueblo cubano la nostalgia por aquellos felices tiempos en que FC nos gobernaba. Una jugada maestra, continuadora de esa praxis que ha consistido, durante más de 40 años en alimentar la megalomanía de un cubano con la infelicidad de los otros.

En cuanto a la disidencia interna: ¿Existe un plan de acción para el instante en que el desmayo sea irreversible? ¿Será lo adecuado forzar de inmediato a un cambio, convocando a la calle, o esperar a que se diriman las reyertas sucesorias y saber entonces a qué atenernos? Ignoro cuál o cuáles serán las variantes de actuación en cada caso, pero si hay algo claro es que urge posicionarse, buscar vías para multiplicar su poder de convocatoria (aún en estas condiciones extremadamente difíciles), porque ellos son, sin dudas, la primera línea de una sociedad civil que tendrá la difícil misión de abortar un segundo acto de la tragedia nacional.

El exilio, que ha clamado durante decenios por la nueva era, que celebrará el último desmayo con más pirotecnia que el fin de milenio, ¿está preparado para asumirlo? ¿Está preparado para comprender que, en primera instancia, nuestra tarea será apoyar incondicionalmente a todas las tendencias políticas que propugnen desde la Isla la restauración de las instituciones democráticas? ¿Está preparado el exilio para cambiar el discurso reivindicativo hacia un discurso de cooperación, encuentro y diálogo con nuestros hermanos de la Isla que durante decenios han luchado por la democracia en medio de la persecución y el silencio? La perseverancia de las ayudas familiares y los sólidos nexos personales entre cubanos de las dos orillas me permiten conjeturar que el exiliado de a pie está preparado. No obstante, tengo mis dudas sobre algunas formaciones políticas: ¿podrán, quienes han crecido en la confrontación y se han alimentado de la beligerancia, reciclarse hacia la colaboración generosa por el bien de todos los cubanos? ¿Podrán, de inmediato, ponerse al servicio del futuro cubano, sin pretender de inmediato un protagonismo que recaerá, sin dudas, sobre los actores políticos de la Isla? En perspectiva, Cuba reconocerá a todos sus ciudadanos, de adentro y de afuera, y su destino será obra de todos; pero conviene recordar que 40 años de propaganda no pasan en vano, y que una abrupta entrada del exilio puede reforzar las tesis más apocalípticas de la gerontocracia en el poder; mientras la colaboración desmantelará prejuicios y aceitará la transición indolora hacia un futuro plural y democrático.

¿Está preparado el gobierno norteamericano para un cambio drástico en Cuba? Por ahora, la única preparada es la Guardia Costera, que entrará en máxima alerta ante una posible avalancha. Cuarenta años de tozudo e ineficaz embargo, que sólo ha servido como excusa política a FC, me permiten dudar sobre su capacidad de reaccionar de modo flexible y ajustado a las necesidades de la Isla, de cara a una transición. El hecho de que cualquier gobierno norteamericano responde, ante todo, a los intereses de Norteamérica, no recomienda exigirle peras al olmo, para evitar decepciones. Y la diversidad de fuerzas, con frecuencia contrarias, que se conjugan en su política, tampoco permite un pronóstico fiable.

Y el último, que sería el primero: la población de la Isla. ¿Está preparada? Es obvio que no hay muestreos de opinión serios. Pero cualquiera que tome el pulso a la calle notará la coexistencia de esperanza y miedo, ansiedad por que acabe de ocurrir y desconfianza en lo que pueda ocurrir. Muchos mayores temen a un futuro de capitalismo salvaje sin garantías sociales. Los jóvenes, crecidos en la simulación, el discurso hueco y la picaresca, sin una sociedad civil que les ofrezca variantes con las que vertebrar sus ilusiones, confían más en la salida personal (con pavorosa frecuencia sólo “salida”), que en la penosa reconstrucción de un país desmantelado. Muchos están cansados: 40 años construyendo el socialismo más la perspectiva de pasarse otros 20 construyendo el capitalismo es pasarse la vida entera en obras. Se detesta el poder absoluto y paralizante. Se detesta al vacío donde cabría lo mejor y lo peor. Confío en la inteligencia, la capacidad de adaptación y la flexibilidad de nuestros compatriotas de la Isla; confío en su creatividad para construir un futuro mejor, pero no dejo de pensar que la transición puede ser ardua para todos, y especialmente dolorosa en el caso de los menos aptos.

El último chiste sobre el desmayo, cuenta que el médico que lo atendió en la ambulancia sale demacrado y los escoltas le preguntan: Doctor, ¿hay esperanzas? Y el médico contesta: No. Se está recuperando.

Yo confío en que haya esperanzas para todos en el futuro D.C. de la Isla, pero antes deberemos desmayar el desmayo, y no desmayar en el pre diseño de un porvenir que no puede caernos encima como un diluvio en plena seca, sin premeditación y con mucha alevosía. En cierta época se repitió hasta el aburrimiento que “los hombres mueren, el Partido es inmortal”. Fraguar desde ahora una Cuba próspera, plural y democrática, es la mejor manera de confirmar que las leyes de la naturaleza no tienen excepciones.

 

Cuba D.C. ”; en: Cubaencuentro, Madrid,29 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/06/29/2883.html.

 





Corrupciones

22 06 2001

Tras casi medio siglo de socialismo, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba, declaró que la corrupción es un mal inherente al sistema capitalista, pero ajeno al socialismo. Sin llegar a culpar al Imperialismo, llamó a combatirlo, dado “el vínculo existente entre la batalla de ideas y la lucha contra las indisciplinas sociales en todas sus expresiones”. Siendo “indisciplina social” un término donde lo mismo cabe la salida ilegal, el saqueo a Liborio o la compra de malanga en bolsa negra. Casi al mismo tiempo, Carlos Lage, en una reunión con directores de empresas, afirmaba que “sin el apoyo de las masas no podemos combatir a los corruptos». Exhortación de la que se deduce que ese apoyo no abunda. ¿Es sólo una malévola deducción mía o una realidad? No es tan difícil averiguarlo.

Ante todo, ¿cuál es el panorama de la Cuba actual que se desprende de la propia prensa de la Isla?

A la batalla contra las viviendas ilegales o paralegales que se está librando desde hace un tiempo —no construyendo casas, sino mediante medidas policiales—, ha seguido una redada contra decenas de administradores, acusados de apropiación ilícita, robo a portafolio armado, y el consiguiente lujo (o lujillo), que abofetea en ambas mejillas la miseria del cubano raso.

Mejillas ya maltrechas por el maltrato cotidiano en los comercios —en dólares o pesos, indistintamente—, que “linda a veces con la humillación” como nos cuenta la prensa cubana, hasta el punto de que Trabajadores llama “pesadilla cotidiana” a la compra de cualquier producto en la red comercial. Y Tribuna de La Habana cita las tribulaciones de una pobre mujer que dedicó tres meses y 529 dólares (cuatro años y medio de salario) a comprar un refrigerador defectuoso.

Un país donde los “buzos” escarban con fervor en los basureros para rapiñar restos servibles, con los que paliar los estragos de un Período Especial que ya parece Período Regular. Otros tienen más suerte, y son contratados por algunas empresas supuestamente “independientes”, patrocinadas por el Estado cubano, para servir como camareros a bordo de cruceros, ferris y yates de lujo, personal que hoy “navega en 16 cruceros en todas las latitudes” (según Granma); como médicos en África y América Latina, etc., recibiendo, de los mil dólares mensuales que a cambio de su trabajo pagan al gobierno cubano las empresas extranjeras,2 dólares diarios y una propina en moneda nacional —según refiere a El Nuevo Herald una fuente cercana a estas empresas—,. Y todos tan felices: el cubano con 60 dólares al mes, el gobierno con 940, y el empresario extranjero que se ahorra un buen dinero, al contratar a precio de ganga un semiesclavo altamente capacitado.

Por eso no resulta raro que los índices de alcoholismo hayan crecido estrepitosamente, tal como reconoce el diario Juventud Rebelde. No se trata de un mero rasgo de nuestra idiosincrasia o de una herencia familiar. Es el reflejo puro y duro de una juventud sin esperanzas que se debate entre la corrupción, la resignación y el exilio. Según Dionisio Zaldívar, decano de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana, el alcohol es un «sustituto” que intenta “llenar su vacío existencial o material”.

Como tampoco resulta raro que el gobierno cubano haya decidido hacer un inventario de “conductas impropias”. Para ello el Buró Político ha creado las “Comisiones de Fidelidad”, encabezadas por miembros del Grupo de Apoyo de Fidel Castro, y cuya función primera es orientar a los CDR la relación pormenorizada de ilegalidades, cuadra a cuadra: arrendatarios que no pagan impuestos, cuentapropistas por la libre, vendedores ambulantes, empresarios del durofrío y ejecutivos de la carpintería y la plomería que operan sin licencias. Engendros del capitalismo naciente que seguramente son los causantes de todos los males de la República.

Dado que la corrupción y la ilegalidad son consustanciales al capitalismo, pero ajenas al socialismo, se sospecha que estos administradores que suministran más de lo que administran, las peluqueras ilícitas y los buhoneros de la bolsa negra, son importados, o cuando menos un derivado ideológico de la globalización.

Lo cierto es que la historia de Cuba es reacia a corroborar las palabras de Alarcón. Tras una dictadura corrupta, el primer acto de los guerrilleros en el poder fue instalarse en las mansiones que iba desalojando la burguesía criolla y hacer ondear las barbas al viento en Cadillacs convertibles último modelo. La era del igualitarismo ocultó, bajo la homogeneidad discreta de los uniformes, el lujo de puertas adentro y del Morro hacia afuera. Los 70 y los 80 presenciaron las mil y una corrupciones que Fidel Castro “descubrió” durante el llamado Proceso de Rectificación, y en los escándalos de drogas, dólares, marfil y diamantes que cerraron con broche de oro la década. Los 90 han sido los años del sálvense quien pueda. Los más pobres bucean en la basura. Y los de siempre se apresuran a reciclar sus currículos ideológicos hacia la libre empresa, al amparo gubernamental; exportando con frecuencia a sus hijos hacia países donde aprenderán las malas artes del capitalismo, y servirán de cápsula de emergencia en caso de que empeore el panorama insular. El legado de los burgueses nacionales ya fue repartido. Ahora tienden la mano, ávidos, hacia los burgueses foráneos. En el Serengueti, hay mucha fauna parecida que vive de los despojos. Un tipo de corrupción que no es, por supuesto, privilegio de Cuba. Gobiernos corruptos sobran en este mundo.

Lo más lamentable de nuestro caso es la corrupción masiva. La corrupción de quien simula una adhesión política para estudiar en una universidad, obtener un puesto digno de trabajo o los mínimos bienes que su sola probidad profesional jamás le otorgaría. La corrupción de quienes suplantaron el trabajo con el discurso, y han hecho de la genuflexión una exitosa carrera. La corrupción del periodista obligado a hacer silencio; del ingeniero condenado a ejecutar sin objeciones la obra imposible que ayer se le ocurrió al Ingeniero en Jefe; del sociólogo al que sólo se le concede libertad para comentar los conflictos tribales en Burundi. La corrupción del trabajo como única fuente de bienestar, porque si una lección ha quedado clara en 40 años, es que en Cuba “el que no trabaja, sí come, y come bien”. El que trabaja, en cambio, suele pasarlas negras; salvo que se arrime a la moneda enemiga que tantos amigos suscita. Y la peor de todas: la continua corrupción de la vida cotidiana. El chanchullo y el trapicheo, la bolsa negra, el saqueo a Liborio, el trabajito tapiñao por cuenta propia, el engome y la envolvencia, la resolvedera y el bisne: en caso de naufragio todo vale para no ahogarse. Puede decirse categóricamente que si un cubano, uno solo, se hubiese empecinado en no quebrantar la ley durante estos 40 años, ya sería cadáver. Cualquier dietista del mundo confirmará que nadie sobrevive a 40 años de monogamia con la libreta de (des)abastecimientos. Ni a los diez últimos. De modo que la existencia del pueblo cubano, vivito y coleando, es la mejor prueba de que la corrupción es el legado por excelencia de estos 40 años, nuestro modus vivendi. Y el entramado de transacciones ilegales es tan vasto que quien compra carne en bolsa negra, no denunciará al que vende aceite robado de la shopping, porque la carne hervida pierde su gracia.

Claro que la corrupción tiene una enorme utilidad política. Un ministro puede ser devoto y corrupto. Tan pronto flaquea su fe, o pretende un sitio en el Olimpo que no le corresponde, sus corruptelas se “descubren”. Un disidente puede ser encarcelado por comprar leche en bolsa negra. Y el albañil que denuncie la mansión que el administrador le hizo a su amante, será pulverizado por robarse dos palos con qué apuntalar la barbacoa. La mayor perversión del sistema es que te obliga a corromperte para sobrevivir y deja en suspenso la condena mientras des muestras de “buena conducta”. Todo superviviente es chantajeable. El mayor acto de disidencia es estar muerto.

Seguramente Lage tiene razón, y “sin el apoyo de las masas no podemos combatir a los corruptos”. Pero antes debería solicitar el apoyo del gobierno.

 

“Corrupciones”; en: Cubaencuentro, Madrid, 22 de junio, 2001 http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/06/22/2801.html.

 





Dime con quién enlazas

19 06 2001

En su traslación a Internet, el viejo refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”, podría reeditarse como “dime con quién enlazas, y te diré quién eres”.

Por lo general, podemos descubrir la identidad de una página revisando aquellas que sus autores tienen a bien ofrecernos como merecedoras del “honor” de figurar en el selecto (y por fuerza reducido) grupo de las que aportan algo o complementan la página en cuestión, más las que simplemente gozan la condición de afines.

Revisando recientemente los enlaces que recomienda un suplemento cultural del diario Juventud Rebelde, encontré un enlace de nombre enigmático: Haika. Al visitar la página, descubrí que se trataba del órgano de la organización juvenil homóloga, que con 4.000 militantes se define como “la agrupación juvenil de izquierdas más importante de Europa” (así serán las otras) y, específicamente, de la izquierda aberzale (izquierda radical del País Vasco), cuya postura ante la violencia y el terrorismo se deduce de los textos publicados en ella.

Para quienes no estén familiarizados con el tema, vale aclarar que la izquierda aberzale va desde un partido político legal, EH, que en las últimas elecciones acaparó menos del 10% del electorado; los grupos juveniles que promueven la kale borroka (lucha en la calle), consistente en la quema de cajeros, sedes bancarias, empresas de trabajo temporal, y autos de policías o de políticos de otras formaciones; hasta ETA, en el otro extremo, que practica su particular versión de la guerra de independencia: el coche bomba y el tiro en la nuca. El común denominador es que todos se dicen independentistas, socialistas e internacionalistas. Y todos reivindican la soberanía del País Vasco (Euskadi), que en su imaginario no sólo abarca el territorio actual, sino el País Vasco Norte (parte de Francia) y Navarra.

En la página a que nos invita Juventud Rebelde, aparece una entrevista a un grupo de jóvenes protagonistas de la kale borroka publicada originalmente por la revista clandestina Resistencia, y reproducida por Haika bajo el título “La kale borroka como método de respuesta”. Un joven que emplea el seudónimo Eneko, alega que “En unos Estados policiales, corruptos, militarizados y fascistas como en los que nos hacen vivir, no se puede desarrollar por desgracia otras formas de protesta. Sales en manifestación y te la prohíben y te cosen a hostias (sic.). No existen medios de comunicación potentes en los que desarrollar las denuncias (…) Euskal Herria está dividida en tres comunidades, están asesinando a los presos políticos y a los exiliados, estamos en el puto paro, explotados, reprimidos y sin ninguna posibilidad de salir de la miseria como pueblo”. El lector ingenuo que desde Juventud Rebelde acceda a esta página imaginará un País Vasco tomado por los tanques españoles, nativos masacrados, manifestaciones disueltas a balazos; un País Vasco sumido en la miseria: masas hambreadas, mendicidad, una suerte de Tercer Mundo bajo la bota imperialista española.

Pero el lector ingenuo tropezará poco después, en la propia publicación, con el artículo “Pueblo palestino sí, pueblo vasco no”, de Roberto Delgado, quien nos cuenta que existen en Euskadi sindicatos nacionalistas, organismos que predican públicamente la desobediencia civil, asociaciones de vecinos con carácter independiente, medios de prensa, partidos y organizaciones juveniles independientes del Estado español. Ya quisiera la disidencia cubana, que opera dentro de un socialismo que para muchos aberzales es paradigmático, disfrutar del 10% de las facilidades que disfrutan estos oprimidos por el imperialismo español. Pero aún más, nos cuenta cómo los hambreados y explotados, en colecta popular, reunieron en un año casi seis millones de dólares para crear un nuevo diario. Disfrutar de una miseria tan solvente sería un sueño para muchos países que conozco. Y, ya de paso, le aclaro al lector ingenuo, que Euskadi es la región española con mayor ingreso per cápita, la más industrializada, y la que disfruta de un sistema fiscal especialmente beneficioso para la comunidad.

Si todavía el lector ingenuo continuara simpatizando con la lucha de ese pueblo pequeño por su independencia, deberá saber que, según Roberto Delgado, ello pasaría por una perspectiva anticapitalista y antiimperialista, procesos similares a los que están ocurriendo en México, Bolivia, Brasil, Palestina o Kurdistán (¡¿?!). Quizás el ingenuo simpatizante quede tan confundido como yo. Y todavía se pregunta Delgado por qué el resto de la izquierda española apoya la lucha en Palestina, pero no las reivindicaciones aberzales. Su explicación es, cuando menos, curiosa, dado que en su opinión “las acciones violentas de ETA están produciendo odio en la izquierda, ya que estas acciones no son condenadas por un porcentaje alto de la población vasca”. Una apreciación que no concuerda con la catástrofe electoral de EH, brazo político de ETA.

Por su parte, el joven Eneko, paladín de la kale borroka, no se preocupa por tales sutilezas y exige la rendición incondicional del Estado español: “ETA está hablando clara y contundentemente de que no hay salida policial, que, o se sientan a negociar o les costará muy cara su cerrazón fascista”. (Cuando dice “hablar” se refiere al estruendo de la dinamita y los disparos). Con lo cual el lector ingenuo tendrá que revisar su concepto de fascismo: dilucidar quién fue primero, si el huevo o la gallina; calibrar cómo se llama esto de que el 10% de la sociedad pretenda imponer a bombazos y cocteles molotov su versión del futuro al 90%, y buscar en las enciclopedias en qué momento de la historia existió esa Euskal Herría independiente, esa Jauja Vasca mítica y feliz que reivindican los amigos de Juventud Rebelde, en nombre de un socialismo que ocupa ya, ese sí, un lugar en los libros de historia.

Avísenme si encuentran la respuesta.

 

“Dime con quién enlazas”; en: Cubaencuentro, Madrid,19 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/meridiano/2001/06/20/2757.html.

 





Papirriquis sin fronteras

18 06 2001

No se trata de una nueva ONG, sino de los papirriquis (y mamirriquis), preferiblemente (o presuntamente) con guaniquiqui, que buscan allende los mares el amor de su vida. Traducido al castellano de la Real Academia, me refiero a los cardúmenes de españoles(as) (primer lugar en el ranking amoroso de importación), italianos, canadienses, mexicanos, etc., todos con (as) final, que acuden al Caribe a la caza del mancebo o la doncella, cuya veda fue levantada hace ya algunos años.

La agencia Reuters nos informa que en 2000 fueron concertados 2.573 matrimonios entre súbditos del Rey Juan Carlos y súbditos de Fidel Castro. Son mayoría las damas criollas con pretendiente peninsular; pero el ejemplo de las famosas hispánicas ha puesto de moda al macho cubensis, cuyo average de casorios crece vertiginosamente.

Con mil bodas, Italia es el segundo destino del turismo matrimonial. Le siguen Francia con 187, y Gran Bretaña con unas 100. Será cosa del idioma. Ya se sabe que el amor es comunicación. ¿Estaremos en presencia de una nueva conquista, pero esta vez más cariñosa y en sentido opuesto? ¿Cuántos de estos matrimonios terminan en divorcio? El dato no se conoce.

El caso de Joaquín Pérez citado por Reuters es ejemplar: a sus 71 años encontró en Cuba novia de 38. Amor y boda fulminantes —las flechas de Cupido son ahora turbo—, regreso al terruño y fin del partido por abandono cuando la muchacha partió sin decir a dónde, llevándose el coche con apenas 5.000 kilómetros de rodaje, aire acondicionado, ABS, llantas de aleación y elevalunas eléctricos. En su carta al consulado, se queja el abandonado: “Ella siempre me dijo que la diferencia de edad no importaba y que le gustaban los hombres maduros”. Don Joaquín es indulgente con la “madurez” de sus 71 años. Su carta, junto a la de otros (auto)engañados, como una suerte de “contraindicaciones” destinadas a los presuntos, cuelga en la sala del consulado español, donde hacen cola las parejas para formalizar su amor sin fronteras. Algo francamente ridículo, por no decir patético.

Es cierto que la extroversión del cubano hace más fácil entablar una relación en la Isla que en las ciudades europeas, donde entre las prisas y esa cáscara impermeable que con frecuencia protege la identidad, el prójimo deja de ser próximo, y el otro subraya su otredad. El Estado del bienestar proporciona confort, no compañía. Y la soledad es una dolencia que no cubre la Seguridad Social. Todo eso influye en que el turismo sexo-matrimonial vaya ganando incluso sus agencias de viajes especializadas, donde explican las técnicas para el ligue caribeño, los indicios para diferenciar una chica común —si usted va en plan serio— de una jinetera—si va en plan putañero—. Claro que es trágico. Tanto la situación de soltería forzosa en pueblos donde las muchachas emigran a la ciudad, mientras los varones se quedan en las labores del campo —Babilafuente, Arabayona y Cantalpino, cerca de Salamanca, han organizado incluso caravanas de solteros a la Isla—; como la de quienes necesitan cruzar la Mar Océana para toparse en persona con el sexo opuesto. Y la circunstancia de la Isla no puede ser más propicia: miseria, falta de expectativas, limitaciones migratorias y, sobre todo, la noción de que el statu quo no tiene intención de escampar en un futuro previsible. En definitiva, el altar es menos temerario que la balsa, y por muy peligroso que sea el pretendiente, nunca lo será tanto como la Corriente del Golfo.

El sueño de muchas muchachas italianas o alemanas de la postguerra era casarse con un soldadito norteamericano. Y Cuba vive la mayor postguerra sin guerra que se recuerda. “Aquí no estamos viviendo, sino durando”, decía alguien, y para ello hay que echar mano a una picaresca de la supervivencia en que la moral que no da de comer es inmoral. Y en este caso, ayuda el hecho de que para el cubano el matrimonio no es una institución sacrosanta, sino un estatus voluntario, eventual y reversible.

¿Son todos los matrimonios un pacto entre la voluntad migratoria y la ceguera voluntaria? En lo absoluto. Conozco parejas internacionales que llevan veinte (felices o apacibles) años de convivencia. Hay, y ha habido siempre, amores sin fronteras. Y bodas internacionales en que la seguridad material, un mínimo confort, suplantan al amor. También entre compatriotas, valga la aclaración. Pero sólo en circunstancias muy propicias la globalización del himeneo alcanza el grado de epidemia.

Si la Cuba de hace veinte años era Territorio Libre de Prostitución, el incremento del turismo a mediados de los 80, junto a la expansión de una red comercial en dólares, favorecieron su reaparición. La causa, ya se sabe, es otra. Ya existe hoy en la prostitución cubana un verdadero ecosistema: poblado por especies diversas. Desde la jinetera patriótica, que trabaja en moneda nacional, y suda la cintura en la base de la escala social; hasta la jinetera de áreas verdes, que opera exclusivamente en monedas exóticas, o la parajinetera, que combina el ejercicio de oficios muy diversos con la cabalgata ocasional. Se cubren todos los matices del espectro social y todas las tarifas. Incluso las no tarifadas: se trata de convencer al presunto de que lo mío es puro amor, papito (mamita). Puedo aceptarte un regalo, pero no me tarifo. Regresa y aquí me tienes, Francisco ó María José ó Pierre ó Selma, esperándote como tu novia(o) fiel. Hasta que el incauto pica el cebo, paga la boda, el billete de avión y se trae su flamante nativa(o), que posiblemente lo abandone al cabo de tres meses o un año, una vez consolidada su posición en la vieja Europa.

De cualquier modo, nada de lo que escriba exorcizará mi tristeza por esas muchachas y muchachos que venden su juventud y parte de su alma. Aunque quizás sea que estoy envejeciendo, y no acabo de enterarme de que en la pragmática del siglo XXI, piel y músculos son mercancías tan honorables como cualquier otra, sujetas a las leyes del mercado.

Tristeza (mayor) por esos solterones sin otra opción que importar una dosis de amor. O por esos putófilos trasatlánticos, obligados a recorrer 10.000 kilómetros con una valija de bragas y jabones para comprar lo que cualquier caníbal de Nueva Guinea: una ración de carne humana.

“Papirriquis sin fronteras”; en: Cubaencuentro, Madrid,18 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/lamirada/2001/06/20/2745.html.





Puentes y coartadas

15 06 2001

Mientras Bush reafirmaba en Madrid su voluntad de mantener el embargo a Cuba, un grupo de liberales y representantes de los Estados agrícolas, presentó en el Congreso nuevas facilidades para vender alimentos y medicinas a la Isla; a pesar de que esa tímida apertura del año pasado (incluyendo restricciones al financiamiento y los viajes a Cuba) no fue aceptada por el gobierno de La Habana.

Bridges to the Cuban People (Puentes con el pueblo de Cuba) se denomina la ley redactada por el senador demócrata por Connecticut, Christopher Dodd, con catorce copatrocinadores, que incluyen a tres senadores republicanos. Otro proyecto de ley colateral, esta vez con unos 80 copatrocinadores, fue presentado por el demócrata del Bronx José Serrano y el republicano por Iowa Jim Leach. Dodd, aprovechando su jurisdicción en los temas legislativos relacionados con Cuba, como presidente del subcomité del Hemisferio Occidental, perteneciente al Comité de Relaciones Exteriores, y el dominio de los demócratas en el senado, propone eliminar restricciones sobre viajes y ventas de alimentos. Le apoyan en el ablandamiento del embargo tanto Tom Daschle, líder de la mayoría, como el presidente del Comité de Agricultura, Tom Harkin.

Por su parte, George Bush, eludió dar por sentado en Madrid que se prorrogará de nuevo, el 17 de julio, el Título III de la Ley Helms-Burton, que establece sanciones extraterritoriales a las empresas que operen en Cuba, especialmente si ocupan instalaciones de antiguos propietarios norteamericanos. Ello afectaría a numerosas empresas europeas, canadienses, japonesas y mexicanas, y especialmente a las empresas españolas, primer socio comercial de Cuba en la Unión Europea.

Al respecto, Bush concedió, en referencia a la cadena hotelera Sol-Meliá: “Me doy cuenta de que hay un problema que afecta a una empresa española y trabajaremos para resolverlo”, pero reafirmó que “tenemos previsto mantener el embargo sobre Cuba hasta que Fidel Castro libere a los presos, organice elecciones y abrace la libertad”. Abrazo improbable.

Una postura que ya parece parte de las tradiciones presidenciales norteamericanas, a pesar de su ineficacia demostrada a lo largo de cuatro décadas. Si el propósito del embargo ha sido presionar al señor Fidel Castro a una apertura democrática, o al menos a la instauración de una economía de mercado (cosa que ha bastado en el caso de China para mantener buenas relaciones), el resultado es bien visible. La “amistad indestructible” con la Unión Soviética, consignada incluso en la Constitución de 1976, caso único, que yo recuerde, de un país citando a otro en su carta magna, permitió paliar durante treinta años los efectos del embargo. La cautelosa apertura al capital extranjero después, la dolarización y la copiosa ayuda familiar aportada por el exilio, han sido las tablas de salvación desde inicios de los 90. ¿No existe el tal embargo, y por tanto no hay razón para que se derogue, como argumentan contradictoriamente algunos? Sí, existe, y encarece el comercio cubano al privarlo de su mercado más cercano, cierra puertas a sus exportaciones e impide la llegada del tradicional turismo procedente de Estados Unidos. Su efecto ha sido calculado por La Habana en 40.000 millones de dólares. Cifra mínima en el balance de estos cuarenta años, y que denuncia a la nefasta política económica insular como el primer causante de su bancarrota: uno de los primeros países del continente, convertido en uno de los últimos, lo que explica por qué el país que recibió un millón de inmigrantes en la primera mitad de siglo, vio huir a dos millones en la segunda mitad. Ahora bien, si el propósito del embargo ha sido convocar la solidaridad internacional (según el esquema elemental de David y Goliat), y apuntalar ideológicamente al señor Fidel Castro, lo ha conseguido con una eficacia envidiable. Durante cuatro décadas el embargo ha sido el culpable perfecto, mentira que machacada a diario por la propaganda en el cerebro de los cubanos, ha llegado a convertirse en semiverdad. Por eso no es casual que ante cualquier intento de apertura (Carter, Clinton), la respuesta de La Habana haya sido el Mariel, el derribo de avionetas, etc. Si un día Washington decide dejar a FC sin coartada, ya lo veremos denunciando “esa nueva maniobra del imperialismo”, y haciendo lo imposible por abortar el levantamiento del embargo. En definitiva, los mandatarios de la Isla no carecen por su culpa ni de lo imprescindible ni de lo superfluo, y quien en todo caso sufre sus efectos, el pueblo llano, no tiene la oportunidad de pronunciarse en las urnas. Razón que explica el éxodo más copioso de nuestra historia, aunque de eso también tiene la culpa, en la retórica surrealista de La Habana, la perversa Ley de Ajuste, y no la miseria sin esperanza en que vive el ciudadano de la Isla.

Desde su promulgación, la Helms-Burton, una vuelta de tuerca en el embargo, que en su día pretendió demostrar (al fin) su eficacia como mecanismo de presión, ha concitado las protestas de los países con empresas que operan en Cuba, dada su extraterritorialidad, al abrogarse el derecho de hacer extensible una norma jurídica norteamericana al resto del planeta. Razón por la que, en dos ocasiones, el presidente Clinton dejó en suspenso su aplicación. A pesar de la negativa de Bush a confirmar la continuidad de esta política, no es previsible un cambio radical, algo que lo enfrentaría a sus aliados del resto del mundo.

Ahora, tras su encuentro con el presidente norteamericano en Madrid, José María Aznar subrayó que en las relaciones entre España y Estados Unidos lo verdaderamente importante es que ambos sean “capaces de trabajar juntos en situaciones delicadas, como es ésta de la Helms-Burton, o las que plantea el Plan Colombia, y de evitar problemas, aunque no estemos de acuerdo”. En su comunicado conjunto, ambos mandatarios se comprometen a “promover la democracia y los derechos humanos” en América Latina. Ya veremos en la práctica, qué significa eso.

 

“Puentes y coartadas”; en: Cubaencuentro, Madrid,15 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/06/20/2731.html.

 





Rehenes

8 06 2001

La situación de la niña cubana Sandra Becerra Jova, rehén e instrumento de venganza política, ha convocado de nuevo el Affaire Elián, que machacó a la opinión pública hasta los límites del hastío.

En este caso se trata de una Elián a la inversa.

Vicente Becerra y Zaída Jova, padres de la niña, cursaron en la Universidad de Campinas, en Sao Paulo, Brasil, estudios de postgrado, presuntamente a través de un convenio interestatal entre ambos países, modo casi exclusivo en Cuba de matricular en una institución extranjera. Como es habitual en estos casos, Sandra, su hija, no fue autorizada a viajar con ellos, y quedó al cuidado de su abuela.

Por razones personales, profesionales, económicas o porque hace ya tres años nació en Brasil Daniel, su segundo hijo, Vicente y Zaida decidieron quedarse a residir en el país sudamericano. La nacionalidad brasileña de Daniel, concedía a toda la familia el permiso de residencia, incluso a Sandra, la niña de once años que aún se encuentra en Cuba.

La pareja ha intentado infructuosamente que el gobierno cubano permita la salida de Sandra, y sólo ahora, hartos después de «cuatro años de infructuosos y humillantes trámites ante el régimen de Fidel Castro», deciden dar a conocer su caso. La situación de Sandra, la niña privada de sus padres, ha sido denunciada en la asamblea anual de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en San José de Costa Rica, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), e incluso la cancillería brasileña se interesó por el asunto en abril, ante el embajador de Cuba en Brasilia, Jorge Lezcano Pérez, sin recibir respuesta.

Quienes conocemos el misterioso laberinto migratorio cubano, sabemos que no habrá respuesta.

Tras una época en la que viajar era prerrogativa de unos pocos, y siempre en funciones encomendadas por el Estado —exceptuando las llamadas “salidas definitivas”, que presuponen al gobierno actual como “definitivo”—, se abrió en los 80 la posibilidad de viajar si se era invitado por alguien que se hiciera cargo del (¿minusválido?) cubano; se multiplicaron los viajes de estudio e intercambio, y las invitaciones de instituciones culturales, frecuente tapadera de un exilio menos traumático, y a veces reversible. En todos estos casos, el Estado cubano, salvo excepciones, autoriza la salida de los adultos, pero no de sus hijos, dado que los menores de edad no están en Cuba autorizados a viajar al exterior, para protegerlos así de la contaminación capitalista, y que crezcan sanos y felices con su litro diario de leche garantizado hasta los siete años, momento en que se convierten en adultos lácteos, pero no migratorios.

El procedimiento tiene múltiples utilidades:

Si los padres se sienten tentados a “desertar” —es la palabra castrense empleada, dado que todos los cubanos son enrolados desde su nacimiento en la Revolución, sin siquiera solicitarlo—, es decir, a establecerse fuera de Cuba, deberán saber que su hijo queda a cargo de la Patria, que se los devolverá, discrecionalmente, cuando le dé su real gana. Si los padres se “portan bien”, es decir, no hacen declaraciones anticastristas en los medios de prensa, no se vinculan a organizaciones non gratas del exilio, y se mantienen calladitos, este plazo puede ser de tres a cinco años, durante los cuales el Estado retiene, pero no mantiene al menor. Si los padres se “portan mal”, es decir, hacen declaraciones que desagraden a las autoridades de La Habana, se vinculan políticamente, u otros etcéteras, el Estado cubano se atribuye la potestad de retener al menor por tiempo indefinido, librándolo así de la mala influencia de sus padres, y cuidando con esmero de su salud ideológica.

Ya sé que suena cínico, pero lo más cínico es que ocurra.

Si el famoso Elián debía estar con su padre, fuera comunista, demócrata, republicano o anarcosindicalista, viviera en Matanzas o en Arizona, tampoco deberían ocurrir los cientos de pequeñas-grandes tragedias, como la de la niña Sandra Becerra Jova, en silencio, sin que se filtren a la prensa. Los padres temen (con razón) que la divulgación de su caso sólo obtendría represalias de los mandantes cubanos, dueños de las vidas de sus súbditos, cuya libertad es apenas un gracioso obsequio, no un derecho.

Comprendo sus razones, pero también creo que los cubanos hemos hecho demasiado silencio. Quizás si se divulgaran los casos de esos cientos de elianes privados de sus padres en un ejercicio de venganza política, y a los cuales La Habana no aplica la batería de argumentos humanitarios que disparó con alegría en el Caso Elián, la presión internacional lograría lo que no consigue la silenciosa desesperación de tantas familias fracturadas: convencer a Fidel Castro de que cuanto en los mítines de la Unión de Jóvenes Comunistas se le nombra como “Nuestro Papá” (sin contar antes con la aprobación de nuestras pobres madres) se trata apenas de un slogan diseñado por alguna lumbrera de la guataquería. Ser amo podrá ser oficio del puño y del cerebro. Pero ser padre no es ni siquiera un derecho consagrado por unas gotas de semen, sino un oficio de la víscera más generosa: el corazón. Y dudo que en su corazón, tan apuntalado hoy como La Habana, y atestado de amor a sí mismo, quepa demasiada gente,

 

“Rehenes”; en: Cubaencuentro, Madrid,8 de junio, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/06/08/2633.html.

 





En fin, el mar

22 05 2001

La Unión de Jóvenes Comunistas se dispone a cambiar radicalmente sus métodos de trabajo. En la reciente Asamblea Provincial de Villa Clara, en la agenda de trabajo de la organización en Granma, y en los principios esbozados por el secretario general Otto Rivero Torres, se percibe un espíritu que, seguramente, convertirá a la UJC en una institución democrática, abierta, en fin, el mar.

El propio primer secretario afirmaba en días pasados, que se proponen conocer al dedillo el arte de la política, para “conmover y movilizar no sólo a sus compañeros de filas, sino también a los que no tienen un carné, o a los que incluso no se han integrado del todo a la vorágine creadora de la sociedad cubana actual”. Es decir, se trata de convencer a los jóvenes con un proyecto político atractivo, donde disfruten de una participación creativa, y no como meros tornillos de la maquinaria estatal. O, más que convencer, “conmover” —la palabra, sin dudas, rebasa el pedestre ejercicio de reclutamiento que practica la política tradicional—. Y no sólo se ejercerá esta conmovedora política con los militantes, que disfrutan ya de convicciones o al menos del carné que lo demuestra, sino que se extenderá a los que “no se han integrado del todo”. ¿Y los que no se han integrado del nada? En la provincia Granma tienen la respuesta. Tras reconocer que “no pocos han quedado al margen de la influencia de la organización”; se proponen trabajar con todos los contemporáneos “incluso con quienes detentan actitudes erradas o irreverentes”.

No queda claro qué son actitudes erradas, pero conociendo que “antes de b y p se escribe m”, puede suponerse que actitud errada es toda aquella que no cumpla con la regla de la ortografía política. No obstante, eso no los excluye. Tampoco a los irreverentes. En breve presenciaremos una organización con sentido del humor, la redención del choteo, la reivindicación de la sátira como ejercicio de sanidad social, y aunque no nombren a Pepito Secretario General, al menos saldrá de las catacumbas.

Otto Rivero Torres subraya también que “la salida del Período Especial no está meramente relacionada con dejar atrás las carencias materiales, sino también, y sobre todo, con lograr un cambio de mentalidad que haga humanamente superior al cubano”. Un propósito, sin dudas saludable, que arrumbará al desván de la historia los mítines de repudio, la chusmería política, la ofensa y la descalificación como sucedáneo de argumento, o la repetición infinita de consignas, ese ejercicio del criterio (ajeno) indigna de cubanos humanamente superiores.

Por el momento, mientras los jóvenes cubanos no se enteren de la buena nueva, se detectan algunos problemas casi tan viejos como la propia UJC.

El primero es que la organización recluta números, no personas, razón por la que se propone ahora “un trabajo político-ideológico más eficaz, más espeso en argumentos, más intencional y diferenciado”. Aun corriendo el peligro de extraviarse en la “espesura” de los argumentos, donde se agazapan los más peligrosos bichos y alimañas.

Se apunta también “la necesidad de desterrar el formalismo, la guataquería y la falta de compromiso”. Aunque puede suceder que la guataquería sea compromiso, el compromiso sea formal, y así sucesivamente. Claro que la falta de compromiso tiene remedio, porque “un militante sin tarea puede convertirse en un joven sin compromiso”. Y a la inversa.

Se hace referencia a la inestabilidad de los cuadros. El decrecimiento del número de militantes entre los trabajadores (no así entre los estudiantes); que no ingresan a la UJC “por carecer sus entidades de estructuras juveniles que amparen el crecimiento”; nunca porque simplemente no les interesa militar. Algo que, de todos modos, no debe preocupar, porque en la futura UJC no se trabajará con cifras, sino con nombres y apellidos. No se puede conmover a la fuerza, ni establecer una meta de conmovidos para el próximo quinquenio.

También se detecta falta de combatividad y energía, una “mala política de sanciones” y la inasistencia de los militantes a las reuniones. Mientras llega el día en que lo más importante sea el contenido, es decir, la formación de cubanos humanamente superiores, el Primer Secretario Otto Rivero nos advierte que “el primer deber de los militantes es participar en las reuniones que convoca su comité de base, al igual que cotizar”.

Una preocupación especial es la escasez de militantes que al concluir su ciclo en la UJC admitan de buen grado transitar hacia el Partido Comunista. Muy pocos se acogen directamente al “principio de voluntariedad” y aducen que no porque no. En ese momento crítico, cuando se debe mudar la piel de la militancia juvenil por la de la militancia adulta, suelen aparecer dolencias de la columna que hacen insoportable el peso del carné en el bolsillo, abuelitas enfermas a las que cuidar, etc., etc., etc. Razón por la que el Primer Secretario aboga en estos casos por que se llegue “hasta el último argumento posible cuando se trate de hablar con un joven que refiera problemas familiares o falta de tiempo como razones para no ingresar a las filas”. Y se pregunta: “¿Acaso el Partido es inhumano, acaso no entendería a una joven embarazada o a alguien que atraviese un situación familiar difícil?” Algo que sin dudas cambiará cuando la UJC aplique su nueva y conmovedora política. Los presuntos ingresos al Partido no tendrán que devanarse los sesos en busca de excusas. La negativa rotunda será admisible y no tendrá consecuencias desagradables para el futuro de quienes decidan pasar con fichas.

Como bien dice la periodista cubana Alina Perera Robbio, “solo se quiere a fondo lo que bien se conoce”. Y viceversa.

 

“En fin, el mar”; en: Cubaencuentro, Madrid,22 de mayo, 2001 http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/05/22/2384.html.