Outsiders

31 01 2012

Reflexionar sobre el papel que deben jugar en el acontecer insular los intelectuales cubanos que viven fuera de la Isla, exige un análisis previo sobre qué es un intelectual y qué funciones cumple o debe cumplir en la vida pública.

A la pregunta ¿qué es un intelectual? se han dado muchas respuestas. Quien trabaja con su cerebro y no con sus manos podría ser la más elemental, en cuyo caso incluiríamos a un bróker de la bolsa y excluiríamos a Picasso. Según Michael Löwy, en Para una sociología de los intelectuales revolucionarios, al no ser una clase, los intelectuales, creadores de productos ideológico-culturales, no se definen en relación con los medios  de producción. Pueden elegir, de modo que no existe inteligentzia neutra. Lo cual se puede aplicar a cualquier ciudadano, cuya ideología no está estrictamente signada por su extracción social. Añade Löwy que al regirse por “valores” ajenos al dinero, los intelectuales “sienten una aversión casi natural contra el capitalismo”, algo que no merece comentarios.

Gramsci señalaba que «todos los hombres son intelectuales, pero no todos los hombres cumplen en la sociedad la función de intelectuales». Y añadía que “los intelectuales modernos son directores y organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad”. Una boutade gramsciana que nunca ha alcanzado el carácter de ley. Norberto Bobbio opina que los intelectuales son expresión de la sociedad de su tiempo y que el momento histórico es crucial en su definición y también de su responsabilidad histórica. Lo cual es seguramente cierto, y aplicable a toda la humanidad.

Si el intelectual no siempre es “un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una visión, una actitud, filosofía u opinión para y en favor de un público”, como aseguraba Gramsci, sí es, en la definición de Umberto Eco, “quién realiza trabajos creativos bien sea en las artes o en las ciencias, y propone ideas innovadoras”. Y añadiría que, en general, deberá ejercer una reflexión crítica sobre la realidad en su ámbito de competencia que no se limita a las humanidades. En una cultura intertextual, médicos, físicos, biólogos, informáticos, etc., proyectan sobre la realidad una reflexión en ocasiones más esclarecedora que los intelectuales “tradicionales”.

A lo largo de la historia, los intelectuales han asumido diferentes papeles, desde la Paideia griega, que debía dotar al individuo de conocimiento y control sobre sí mismo y sobre sus expresiones y prepararlo para ejercer sus deberes como ciudadano, no siempre como político (aunque Solón fuese el prototipo del intelectual-político en la Grecia presocrática). Hasta el intelectual público romano: Ovidio, Tácito, Séneca. Papel que cambió drásticamente en una sociedad teocéntrica y teocrática, el Medioevo, donde los monjes eran apenas guardianes de la cultura. El hombre del Renacimiento, relativamente independiente pero subordinado al poder de sus mecenas. El intelectual en el capitalismo, cuyos márgenes de libertad se ensancharon, y las complejas relaciones en el socialismo entre los intelectuales y los aparatos partidistas y el Estado.

Umberto Eco, en “Papel del intelectual”, distingue distintos tipos:

Los intelectuales orgánicos (Ulises al servicio de Agamenón), quienes, según él, “deben aceptar la idea de que el grupo, al que en cierto sentido han decidido pertenecer, no les ame demasiado”. “Si les ama demasiado y les da palmaditas en la espalda (…) son intelectuales del régimen”. Sobre éstos decía Gramsci que eran captados por la clase dominante para que otorguen a su proyecto “homogeneidad y legitimidad” y creen “una ideología que trascienda a las clases”. Adolf Hitler tuvo excelentes científicos e intelectuales orgánicos, como Martin Heidegger. Y John Fitzgerald Kennedy reclutó una corte de intelectuales prestigiosos, como Arthur M. Schlessinger Jr. y McGeorge Bundy.

Los intelectuales platónicos, aquellos que, como Platón, a pesar de su experimento fallido con el tirano de Siracusa, creen que pueden enseñar a gobernar. Apostilla Eco: “Si tuviésemos que vivir en la isla de la Utopía de Tomás Moro o en uno de los falansterios de Fourier, lo pasaríamos peor que un moscovita en los tiempos de Stalin”. Como bien sabía Octavio Paz, es “muy distinto mandar a pensar: lo primero corresponde al gobernante, lo segundo al intelectual. Los intelectuales en el poder dejan de ser intelectuales (…) sustituyen la crítica por la ideología”. La segunda otorga al poder un fundamento moral, lógico e histórico; la primera juzga y, cuando es necesario, contradice y critica.

Los maestros aristotélicos, quienes enseñan todo tipo de cosas, pero no dan consejos precisos.

Y los intelectuales críticos con su propio clan, más que con los enemigos, al estilo de Sócrates, que operan como “conciencia crítica de su grupo”, a los que tampoco se les ama demasiado. Este será creativo, elaborará ideas interesantes que el político inteligente deberá considerar, aunque no las aplique textualmente. Según Carlos Fabreti, esos “intelectuales tienen una responsabilidad: la crítica sistemática de los argumentos esgrimidos por el poder, el cuestionamiento radical y continuo del ‘pensamiento único’ que pretenden imponernos”. Claro que ello habitualmente no gusta a los políticos.

Jorge Castañeda atribuye a los intelectuales de América Latina el papel de guardianes de la conciencia nacional, demandantes de responsabilidad, baluartes de rectitud, defensores de los principios humanistas, críticos del sistema y de los abusos de poder. Lo cual, a mi juicio, es mucho pedir.

El ejercicio de esta “conciencia crítica” ha resultado con frecuencia nefasto para sus protagonistas: ostacismo, cárcel, exilio, persecución y muerte. El fiscal fascista que juzgó a Antonio Gramsci dictaminó: “Durante veinte años debemos impedir que este cerebro funcione”, y fue condenado a veinte años. Murió en prisión a los 46 años de edad. La periodista Anna Politkovskaya, quien reveló los crímenes en Chechenia, recibió dos balazos en la nuca. La lista sería interminable.

De modo que, al menos en teoría, el intelectual debe ser parte de la “conciencia crítica” de la sociedad que habita. Ni más ni menos, a mi juicio, que todo aquel, intelectual o no, que desee ejercer su papel de ciudadano y no conformarse con figurar en las estadísticas demográficas.

En las circunstancias actuales de Cuba, eso sería óptimo. Desde el derrumbe del campo socialista, el país ha estado abocado a una redefinición continua que ha afectado a la economía, la política, la relación entre el poder y los ciudadanos y de estos entre sí, entre el exilio y el insilio, entre el discurso ideológico y la praxis social. Podría decirse, siguiendo a Gramsci, que el país se enfrenta a una “crisis de hegemonía”, en cuyo caso se impone la necesidad de un debate público y sin limitaciones, con el objetivo de articular nuevos consensos. Un debate que convoque a todos los estamentos de la sociedad, pero donde los intelectuales (o algunos intelectuales, en particular los aristotélicos y los críticos, para no generalizar), al disponer de un discurso estructurado sobre la sociedad que es su campo profesional de actuación, podrían aportar a la clase política argumentaciones muy atendibles.

Y, de hecho, ese debate ocurre, aunque no con la profundidad, la transparencia y la amplitud que la actual situación del país requeriría. Tiene lugar en foros profesionales, debates más o menos cerrados y en medios que, por razones editoriales o tecnológicas, tienen escasa incidencia en la población de la Isla. Los distintos llamamientos a debates públicos realizados desde el poder han sido oportunidades perdidas. Sus resultados no se han ventilado con la trasparencia que merecían ni desembocaron en referendos que sancionaran democráticamente las principales inquietudes de los ciudadanos, quienes han operado como una intelectualidad aristotélica a su pesar, pues sus juicios concretos se han convertido, en su ósmosis hacia el poder, en opiniones difusas más próximas a la estadística que a la ideología.

No pocas veces he repetido que el debate sobre el presente y el futuro de Cuba atañe, en primer lugar, a los cubanos, intelectuales o no, que residen en la lsla. Y, en segunda instancia, a quienes habitamos allende el Malecón. Las razones son obvias: sobre los cubanos de la Isla recae el peso de las dificultades que padece el país, de modo que son ellos los primeros interesados en remediarlas; son ellos los que disponen de los derechos ciudadanos que a sus compatriotas del exilio les son enajenados tan pronto truecan su geografía, y si bien el exiliado puede regresar (o no), quienes viven en la Isla saben que de sus decisiones de hoy dependerá la habitabilidad de su propio futuro y el de sus hijos.

Exhortar a la frugalidad y al sacrificio a los cubanos en nombre de un ideal que ciertos grupos de izquierda defienden con fervor ante lonchas de jamón serrano y algún Ribera del Duero Gran Reserva, me resulta tan inmoral como exhortar a esos mismos cubanos a derribar al gobierno al precio de sus vidas, mientras se trasiega un sándwich cubano y un batido de mamey en el Palacio de los Jugos.

Y entre esos cubanos del inside puede que sean algunos/muchos/los intelectuales quienes dispongan de mejores recursos para ejercer su “conciencia crítica”, dado que poseen los recursos teóricos y una información de primera mano sobre la realidad cubana. Aunque esa “conciencia crítica” pueda estar condicionada no sólo por el miedo a las represalias, sino por el mero cálculo de su escasa rentabilidad a corto plazo. Para Edward Said, “la dependencia económica del poder mediante subvenciones o ayudas para las investigaciones son formas de control de los intelectuales”. En un país donde todos los medios culturales y de difusión, así como otorgar (o no) libertad de movimiento, están en manos del Estado,  la dignidad contestataria puede ser temeraria.

Eso no significa, desde luego, que a los cubanos que residen fuera de la Isla, y en particular a sus intelectuales, les esté vedada la participación en ese debate. Muy por el contrario, sería recomendable. Dado que en la diáspora habita el 15% de los cubanos del planeta, vetar su participación equivaldría a la exclusión de todos los habitantes de la ciudad de La Habana.

Sin que me avale ninguna estadística confiable, opino que la mayoría de los cubanos de la diáspora conserva su interés por los acontecimientos de la Isla, bien sea porque ésta afecta a sus familias allí o porque se sienten con derecho a ejercer su ciudadanía insular, así sea virtual. Y creo que sería muy útil para el país que esas voces fuesen escuchadas y se sumasen a las de sus compatriotas en la Isla. Las razones son varias.

En primer lugar, al conservar su ciudadanía cubana (incluso tras haber adquirido otra, cosa que la Constitución prohíbe pero el gobierno mantiene), les asiste el derecho de participar en la vida pública de su país. Si, como reza la página del Ministerio de Relaciones Exteriores, esa diáspora es esencialmente económica, comparable con otras poblaciones migrantes de nuestro continente, deberían recibir un trato equivalente: preservar sus derechos económicos, sociales y políticos y ejercerlos desde cualquier geografía.

Entre esa población outsider existe una elevada proporción de profesionales altamente calificados, formados en Cuba y/o fuera de Cuba, cuya aportación al debate social, político, económico, artístico y científico que prefigure el futuro de la Isla, no debería desecharse. Portadores de una experiencia profesional y ciudadana adquirida en otros contextos, ésta les concede la posibilidad de pronunciarse partiendo de enfoques y perspectivas que enriquecerían el debate y, en sintonía con sus colegas de la Isla, conjurar males futuros y sortear obstáculos evitables. Como ya observó Gramsci, la escolarización proporcionada por un Estado responde a su aparato ideológico. Inyectar sabidurías otorgadas por otros modelos de escolarización sería, por fuerza, enriquecedor. Y no me refiero a predominio alguno, sino a las bondades de la biodiversidad.

Dado que Cuba se encuentra inmersa en un proceso de cambio y que, por su carácter de economía abierta en medio de un mundo globalizado, le sería casi imposible superar su crisis actual de modo endogámico, sería esencial para el país apelar al capital intelectual, a la experiencia profesional, empresarial y científica de su diáspora, sobre todo si la perspectiva de Cuba es sumarse al verdadero motor del desarrollo en el siglo XXI: la sociedad del conocimiento.

Una participación activa de ese capital humano, e incluso del otro capital, en el proceso de renovación y remodelación de la sociedad cubana, facilitaría la apertura de puentes y espacios de colaboración entre ambas orillas; el traspaso de know how, tecnologías e información; mercados de bienes y servicios, y mercados de ideas.

Para ello, desde luego, sería imprescindible que el Estado cubano reconsiderara sus relaciones con la diáspora. Ya que preserva su condición nacional, es moralmente insostenible no preservar sus derechos ciudadanos, así como a entrar o salir libremente de la Isla y disponer allí de las mismas prerrogativas que sus compatriotas residentes en Cuba. Sería inaceptable otorgar a la diáspora el derecho de aportar su capital profesional al tiempo que se le amputan otros derechos. E imponer condicionamientos políticos a esa participación bastaría para sentenciar su inviabilidad.

Ciertamente, una parte de la diáspora, atenta a sus carreras profesionales y a las coordenadas sociopolíticas de las sociedades donde se han reinsertado, se desentiende de los asuntos cubanos. Y está en todo su derecho. Son noruegos o canadienses vocacionales. Según un estudio realizado en Miami por la Florida International University (FIU), sólo una pequeña parte de los exiliados en esa ciudad regresaría a la Isla incluso en caso de que cambiaran drásticamente las condiciones que los empujaron al exilio. Han rehecho sus vidas y ya tienen hijos y nietos que viven, como diría Gustavo Pérez-Firmat, en el hyphen: cubano-americanos, cubano-españoles. Pero, gracias a las nuevas tecnologías de la información, muchos de ellos estarían dispuestos a contribuir con sus saberes y experiencia, aunque no se radicaran en la Isla. Pocos países de nuestro entorno cuentan con ese capital potencialmente disponible para su relanzamiento.

Relicto de aquel unamuniano “¡Qué inventen ellos!”, se mantienen en nuestros países no pocos prejuicios ideológicos contra los intelectuales: una élite improductiva y desasida de la vida práctica, y ante la cual la sociedad suele adoptar posiciones extremas: la reverencia o la descalificación. La historia demuestra, en cambio, que aquellos países que primero comprendieron la fuerza motriz de las ideas son hoy las sociedades económica y socialmente más avanzadas. Cuba cuenta con una doble reserva de la materia prima más importante del siglo XXI: el talento: una población altamente instruida en la Isla y una sólida masa profesional en su diáspora. Al Estado cubano atañe la responsabilidad, pensando en el destino de la nación más que en el ejercicio confortable del poder, de crear las condiciones para que esa doble reserva de talento se revierta en bien de toda la sociedad, o, por el contrario, inhibir su despliegue por temor a los “daños colaterales” que pueda ocasionar, pues, como escribió a Nikita Kruschev en 1954 el académico Piotr Kapitsa: “una de las condiciones para el desarrollo del talento es la libertad de desobediencia”.

El papel del intelectual contemporáneo ya no es el mismo que en época de Emil Zolá, Antonio Gramsci o Jean Paul Sartre. Una sociedad mucho más compleja y el recuento de la experiencia histórica excluyen los sitiales de gurús supremos. Aun así, el talento sigue siendo “incómodo” para toda forma de poder que no asuma a la intelectualidad y su “conciencia crítica” como parte inalienable del tejido social y propulsor de su desarrollo. El Estado moderno no puede entresacar con una pinza de cejas aquellos saberes deseables y desechar los saberes incómodos. Está condenado a comprar el pack completo.

Umberto Eco afirmaba que nada lo irritaba más (o lo hacía sonreír) que ver a los intelectuales utilizados como oráculos. Y nada más alejado de este texto que pretenderse oracular. Me bastaría que algunas de estas ideas alimentaran el debate entre los hombres y mujeres destinados a construir la Cuba del mañana.

“Outsiders”; en: Espacio Laical, nº 1, La Habana, 2012, pp. 69-71. http://www.espaciolaical.org/contens/29/6971.pdf





Discusiones bizantinas

27 01 2012

Quien repase el Documento base para la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, coincidirá con las palabras de Raúl Castro en el aeropuerto de La Habana, tras despedir al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad: “no hay que hacerse tantas ilusiones con la conferencia ni levantar mucha perspectiva (sic) (…) Ahora es una cuestión interna del partido”. Si no hay que hacerse tantas ilusiones y es un mero asunto de política interna, ¿para qué perder tiempo en formalidades de esa naturaleza cuando el país está abocado a la inminente bancarrota?

Como en un chiste que contaban los moscovitas, al romperse el tren que conducía a la URSS por el camino del socialismo, Leonid Brezhniev pidió a los maquinistas y mecánicos que subieran a bordo y se sentaran. “Pero el tren está roto, camarada”. “No importa. Siéntense. Y ahora muévanse hacia delante y hacia atrás, como si estuvieran sometidos a la inercia del tren en movimiento”. Cuando todos lo imitaron, Brezhniev sentenció: “Como ven, el tren no se mueve. Pero parece que se mueve”.

El documento de marras recuerda en su retórica añeja a aquella discusión bizantina perpetrada por los monjes para  decidir si las sandalias reglamentarias serían negras o marrón, el color de la cuerda con que se anudarían la sotana y su calibre específico, mientras Mohamed Mahomet II, El Conquistador, sitiaba Constantinopla, y el ejército de Constantino XIII se desangraba para impedirlo. (Mohamed Mahomet II dispondría más tarde de mucho tiempo libre para ocuparse de los monjes).

El punto I, “Funcionamiento, métodos y estilo de trabajo del Partido” es un calco de cientos de documentos anteriores, y reitera el dogma de que el PCC es la vanguardia de la sociedad, no porque sus ideas sean las más eficientes, avanzada o innovadoras; ni porque cuente con la mayoría de los votos en una pugna electoral con otras formaciones; ni siquiera porque sus miembros sean los más cualificados. Es la vanguardia porque es la vanguardia.

Si alguien quisiera armar un diccionario de dialecto burocrático, el punto II, El trabajo político e ideológico, es una fuente indispensable. En él aparecen todas las frases hechas de este medio siglo: “fortalecer la unidad nacional”, “impulsar la participación”, “evaluar sistemáticamente”, “profundizar en la conciencia”, “estimular la protección y cuidado de los bienes”, “incentivar la participación real y efectiva”, “promover en el pueblo la cultura económica, jurídica, tributaria y medioambiental”, “perfeccionar la atención política”, “desarrollar la labor política e ideológica”, “proyectar estrategias”, “combatir enérgicamente”, “enfrentar los prejuicios”, “consolidar la política cultural”, “adecuar la enseñanza del marxismo leninismo”. (¿Adecuarla al protocapitalismo de Estado?). De modo que cuando nos llama a “enfrentar las manifestaciones de formalismo”, uno se queda tan perplejo como ante una revista sadomaso encabezada por un editorial sobre las virtudes de la moral cristiana y los beneficios de la abstinencia.

En ese mismo punto se llama a “reflejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital, la realidad cubana en toda su diversidad” y a “estimular que los medios de comunicación masiva sean una plataforma eficaz de expresión para la cultura y el debate”. Dicho por los mayores perseguidores de la libertad de expresión, son afirmaciones equidistantes entre el cinismo y el humor negro.

En cuanto al punto III, la Política de cuadros, lo más novedoso es la reiteración de la limitación a diez años de los altos cargos (cuando la esperanza de vida de ningún alto dirigente cubano alcanza esa cifra). Es una humorada “promover que los cuadros surjan de la base” desde una cúpula integrada, casi exclusivamente, por septuagenarios autoelegidos por razones históricas. Y garantizar la “sólida preparación técnico-profesional, probadas cualidades éticas, políticas e ideológicas” es apenas una boutade futurista. Pedir a los cuadros  “mayor agilidad e iniciativa” desde la parsimonia con que el raulismo está desplegando sus tímidas reformas es un total contrasentido. Y “demandar de los cuadros el cumplimiento de las disposiciones legales y exigir, cuando corresponda, la responsabilidad a los infractores”  es una verdadera novedad, el pleno reconocimiento de que en Cuba no todos son iguales ante la ley. En cualquier país medianamente funcional esa especificación resulta innecesaria. Cuadros o no cuadros, todos los ciudadanos están obligados al “cumplimiento de las disposiciones legales”. Reiterarlo es como recordarles que en su condición de cuadros deben respirar más o menos regularmente.

En las Relaciones del Partido con la UJC y las organizaciones de masas, el punto IV, se ofrecen las instrucciones de cómo continuar manteniendo con ellas la misma relación fraternal del titiritero con su marioneta: “garantizar un vínculo sistemático”; “atención a los pioneros, adolescentes y jóvenes”; “garantizar que el método y las formas para la selección de sus cuadros sean…”, e incluso “promover espacios para la recreación” y “perfeccionar las publicaciones juveniles” (al estilo del diario Granma).

De modo que cuando Ricardo Alarcón afirma en relación a la Conferencia que “la renovación es indispensable en todo, (y) es absolutamente indispensable en la isla” quiere decir absolutamente nada. Correlacionar este documento con decenas o cientos de documentos anteriores demostraría que esa “renovación” ni siquiera alcanza a la sintaxis.

Y Mariela Castro, tan especializada como de costumbre, confía que la conferencia “ayude a desbloquear el proyecto de ley sobre los derechos de transexuales y homosexuales”. ¿Y los derechos de los once millones restantes, e incluso de los trans y homos cuando no cumplen su estricto papel de criaturas sexuales en la que el marielismo-leninismo las quiere confinar?

A mediados de noviembre pasado, Pedro Campos publicó en Kaos en la Red su artículo “Cuba: La Conferencia puede ser la última oportunidad” (www.kaosenlared.net/noticia/cuba-conferencia-puede-ser-ultima-oportunidad). En él, Campos reitera algo sobre lo que ha hecho énfasis en textos anteriores: que la revolución del 59 fue política, pero dejó pendiente la revolución social. “Estatizó toda la propiedad, pero no la socializó, ni cambió la organización asalariada del trabajo que tipifica el capitalismo. Del capitalismo privado, pasamos a un capitalismo monopolista estatal y (…) un orden político centralizado. Aquella revolución (…) nunca realizó los cambios democráticos y socializantes necesarios”. Por el contrario, instauró el estado-parásito subvencionado por la URSS y Venezuela.

Campos acusa al status quo de déficits democráticos, estatismo, corrupción y retranca a la implantación de “un socialismo más participativo y democrático” por el que él aboga. Y ahora “el estado enfatiza su carácter controlador y recaudador de las finanzas y los recursos, al tiempo que trata de desentenderse de sus compromisos sociales” (suma “lo peor del “socialismo de estado” y “lo peor del capitalismo neoliberal”). Concluye que “capitalismo estatal más capitalismo privado, suma capitalismo” promovido por “una burocracia que pierde, por días, la vergüenza revolucionaria”. (Si alguna vez la tuvo, le faltó por anotar). Y teme que “nos arrebaten la revolución” “unos cuantos obcecados, desviados por los vicios, egos y ánimos de lucro que engendra el poder”.  Un temor superfluo, porque la revolución ya le fue escamoteada al pueblo cubano en los años 60.

Tras un análisis objetivo, y en gran medida certero, de la realidad cubana, Campos no puede evitar deslizarse hacia la Política-Ficción y la Sociología-Ficción, una tendencia de la izquierda que sicoanalistas más capacitados que yo deberán estudiar algún día. Argumenta que la variante tropical del sistema chino no será posible en Cuba porque nuestra historia “ha generado en nosotros un sentimiento muy fuerte contrario a la explotación, a la sumisión, a la dominación, a trabajar para otros: los cubanos preferimos trabajar para nosotros mismos y nuestras familias, lo cual nos hace autogestionarios, por principio, algo que no está tan enraizado en la conciencia social china de carácter cuasi-feudal”. Lo cual podría explicar que dos millones de cubanos se hayan ido (y 50 millones de chinos), pero no que los once millones restantes hayan soportado medio siglo de explotación, sumisión y dominación trabajando para otros. Alerta que en dos años puede Cuba convertirse en neocolonia con la entrada masiva de capital norteamericano, aunque confía en que “el rechazo de los cubanos al imperialismo, y especialmente al imperialismo norteamericano, hace muy difícil aquí reintroducir el capital del Norte en amplia escala; no así sus productos”. Sin que nos explique por qué rechazarían los cubanos el capital que levanta una empresa y ofrece empleo, y no los productos. El militante del partido parece usurpar el puesto al científico social. Un militante incapaz de alcanzar ciertas verdades cuando estas florezcan fuera de los límites de su pastizal ideológico.

Teme, no sin cierta razón que el rechazo popular al seudosocialismo imperante incline el péndulo político al otro extremo. Anuncia la posibilidad de una verdadera revolución y concluye que “Si al pueblo no queda otra opción que la revolución política, no culpen a los revoltosos, a los inconformes, a los desposeídos, a los revolucionarios, a los que decidan cambiar el gobierno a como dé lugar”.

¿Estamos, como augura Campos, en vísperas de una segunda revolución si el gobierno no implanta los cambios hacia un socialismo libertario y participativo? Una población harta e incrédula de sus gobernantes, una gerontocracia más atenta a su supervivencia que al bienestar de los gobernados, una economía en bancarrota y un panorama de crisis internacional son ingredientes óptimos para prefigurar un estallido, pero, a menos que ocurra un grave error de cálculo o una catástrofe, no se avizora la revuelta que predice Campos, y menos aún hacia ese socialismo participativo y libertario que sería una primicia mundial.

La historia de los totalitarismos del siglo XX demuestra que esos estallidos re-revolucionarios raras veces se producen. En Cuba, la re-revolución ha sido migratoria. El Estado emplea ingentes recursos en penetrar a los grupos opositores desde su estado larval y reprime con rudeza desproporcionada la más mínima disidencia, podando continuamente su base social. Aunque existen imponderables que podrían propiciar estallidos espontáneos y, posiblemente, fuera de todo control, en particular el de la disidencia tradicional: agravamiento extremo de la crisis mundial, hundimiento de la economía cubana, un exceso represivo y no convenientemente ocultado, o un mal cálculo del equilibrio entre pequeñas aperturas que creen esperanza y anclajes conservadores que preserven el status quo. En ese caso, ¿dispararía el ejército contra el pueblo? Me gustaría asegurar, como Campos, que no, pero los generales serán los grandes beneficiados de un poscastrismo a su medida que ya prefiguran. Si están dispuestos a inmolar la felicidad de once millones de compatriotas a su proyecto de reencarnar como la oligarquía de la Cuba futura, ¿dudarían en fusilar in situ a diez soldados reticentes para garantizar la obediencia de los otros?

“Discusiones bizantinas”; en: Cubaencuentro, Madrid, 27/01/2012. http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/discusiones-bizantinas-273356





2012

13 01 2012

El 21 de diciembre de este 2012, Año del Mago para los mayas, concluye su quinto ciclo solar con la alineación de la Tierra, Júpiter y Marte. Aunque lo más probable es que al día siguiente comience el sexto ciclo maya, y nada más, el club de fans del apocalipsis insiste en que ese día se acabará el calendario. El maya y todos los demás. E invocan una antigua profecía sumeria según la cual ese mismo día el planeta Nibiru –que se asocia a Júpiter o a la Estrella Polar en los textos antiguos–, cuya presunta órbita excéntrica ha hecho las delicias de los ufólogos, pasará cerca de la Tierra, alterará los polos y una serie de maremotos destruirá el planeta.

Poco antes, el 22 de septiembre, algunos científicos auguran violentas tormentas solares. Por si acaso, no concierten para ese día videoconferencias ni confíen sus vidas a los sistemas electrónicos. Como será sábado, un paseo campestre, bronceador en mano, sería lo más recomendable.

Mucho antes, el 23 de enero de 2012, comienza el Año del Dragón, signo propicio para los chinos. Tras las revoluciones industrial y del conocimiento, se anuncia la Revolución del Todo a Cien. 2012 también trae cuatro eclipses, dos de Sol y dos de Luna, y el retorno de Saturno en octubre hacia el signo de Escorpión, algo que sólo ocurre cada 30 años.

Los mantras, hechizos, rituales, cursos de feng shui, amarres, amuletos y el tarot se venden como antídotos del desconflaute universal. (A los bibliotecólogos: la palabra clave es “venden”).

Un tal Federico de Robertis, sicólogo social y argentino, valga la redundancia, anuncia que nos abocamos a «la última etapa de un ciclo largo de 26.000 años que culmina entre el 21 y 23 de diciembre y marca el pasaje hacia nuevos sistemas de ideas; diferentes al capitalismo, el poder monopólico, el odio desmedido, las guerras. (…) Vamos hacia un amanecer de la conciencia, un camino lumínico nuevo…». Y recomienda a los urbanitas encandilados por la nueva iluminación led «crear su propio ecosistema interno hasta alcanzar la calma”.

En Cuba aparece la Letra del Año. No una, sino dos: la de la Comisión Organizadora Miguel Febles Padrón, y la “oficial”, de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, del Consejo Cubano de Sacerdotes Mayores de Ifá.

Antes nos recuerdan que la Letra de 2011 no fue como las promesas del gobierno, sino que se cumplió. La «caída de cabezas de familia» fue la carambola de presidentes derrocados en el norte de África y la muerte de Kim Jong-il. Tampoco faltaron los desastres naturales y medioambientales anunciados. Esta vez en Filipinas, Brasil, Nueva Zelanda, España, Chile, Tailandia, Turquía y Japón. Profecía segura. No hay año sin desastre. En 2011 dominó Baba Eyiobe (doble salvación), un signo que aparece en años de inflexión para la historia de Cuba –1959, 1989, 1998, 2004 y 2011–.

La letra del año “oficial”, la de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba, tiene como signo Ogbeche. Su profecía es “Ire aiku lese alaleyo, eyebale” (Un bien de salud gracias al oricha regidor de cada persona, hay que darle sacrificio (sangre). Gobierna Ochun y acompaña Changó. Entre los refranes del signo llaman la atención: “Mentiroso y revolucionario” y “La carreta se va delante de los bueyes”. Recomienda utilizar una pluma de loro en la cartera de forma permanente. La letra apuesta por la unión de la familia, religiosa y sanguínea, evitar la discriminación social y racial, el consumo de alcohol y drogas, el uso de armas de fuego y armas blancas, y tener sumo cuidado con negocios ilícitos, estafas y robos. (Es una especie de código penal). En sintonía europea, evitar el despilfarro, porque tendremos situaciones económicas difíciles, y es imprescindible el ahorro. Y augura un año difícil para la salud (estrés, problemas estomacales, ginecológicos, circulatorios, afecciones en las piernas y la vista, cáncer, problemas mentales y locuras transitorias).

Por su parte, la letra del año de la Comisión Miguel Fébles Padrón, presidida por el sacerdote de Ifá Guillermo Diago Molina, “Ogbe Weñe”, fue extraída por Michael, un babalao canadiense recién graduado. De modo que no sólo está en manos canadienses el destino del turismo nacional. Para esta comisión, el signo regente es “Baba irete meyi” (“La sombra del niño de corta vida”). La divinidad regente es Oya, y la divinidad acompañante, Oggun. Predice trastornos de la locomoción, hernias discales, trastornos de bajo vientre en la mujer, disminución de la natalidad y aumento de la mortalidad infantil, trastornos digestivos, epidemias y enfermedades de la piel. Lo que, unido a la otra letra, augura un año atareado para los médicos que no hayan sido exportados a Venezuela. Esos tendrán otros bretes.

Además de coincidir en la sísmica y el cambio climático, esta letra anuncia guerras y confrontaciones, transiciones, cambios sociales, políticos y económicos; envejecimiento poblacional y serios trastornos en el matrimonio. Deberá prestarse especial atención al asunto de la vivienda (cuidado con las obras sin la debida asesoría técnica) y buscar soluciones ágiles a los problemas. (Seguramente no se refiere a la parsimonia raulista). Recomienda la higiene en los hospitales, una campaña de limpieza general para evitar epidemias; el aprendizaje de oficios manuales; especial atención a los hijos, a la gestión económica pública, a la agricultura y una distribución organizada de los productos, y brindarle a la mujer la consideración que merece; así como cambios y revisión de las leyes penales, adecuándolas a estos tiempos. Más que una letra, parece un programa electoral. Entre sus refranes del Odun, son sugerentes: “El peine no puede peinar un calvo”; “El juez que mucho avisa no quiere encontrar culpable”, y “Fue la boca del macho cabrío la que lo mató”.

En Venezuela, el sacerdote de “Ifá” Adalberto Herrera Alfonso, “Otura Tiyu”, fundador de la Asociación Civil Cultural Seguidores de Ifá (Asoifa), advierte en su letra “sobre la desaparición física de un alto personaje del país y de fuertes enfrentamientos entre opositores políticos”, lo cual tendría repercusiones inmediatas en la letra cubana. Un cruce de letras. Un verdadero diptongo. “Habrá traiciones y maldiciones en el seno militar, triunfos y conquistas de los obreros, ciertas mejoras en lo económico”. Candela pal sindicato, en traducción libre. Y “proliferación de asaltos, robos y actividades ilegales” (especialmente dedicado a los médicos cubanos en Urgencias).

Por su parte, la letra laica de los analistas prevé más preguntas que certezas. La visita del Papa puede invitar a aperturas cosméticas. La realidad social impondrá avances más rápidos que las propias reformas y las nuevas leyes, sugieren algunos. O mano dura a quien se salga del guión, opinan otros. “El peine no puede peinar un calvo” resume la voluntad renovadora. Y “El juez que mucho avisa no quiere encontrar culpable”, su batalla contra la corrupción (al menos desde cierto nivel al cielo). Todo aromatizado con el lejano olor del petróleo en el Golfo, ahora que Chávez tiene en su contra la letra venezolana.

En el resto del planeta, los mismos expertos que no vieron venir la crisis, aseguran que 2012 será el más difícil de la historia del euro y del proyecto europeo. Se impone limitar el déficit al 0,5% del PIB y establecer un fondo de rescate permanente. Reformas en materia laboral, pensiones y fiscalidad. Austeridad y recortes sociales. Una segunda recesión económica y desempleo masivo; nuevos tratados internacionales para avanzar hacia una unión fiscal y económica más fuerte. Sanear y recapitalizar los bancos, que han paralizado el crédito, para que abran el grifo. Pero 523 bancos recibieron préstamos del BCE a tres años por 489.000 millones al 1%. En lugar de abrir el crédito a empresas y familias o adquirir deuda pública, guardaron en su balance 220.000 millones y depositaron el resto en el BCE al 0,25%.

Se habla de un vagaroso “plan de reformas económicas para estimular el crecimiento” al tiempo que Bruselas rechaza un plan de inversiones públicas y pronostica un 0,5% de crecimiento en 2012.

La letra del año de Christine Lagarde, jefa del FMI, más atendible que las otras, anuncia que «La economía mundial está en una situación peligrosa». La crisis de deuda «es una crisis de confianza en la deuda pública y en la solidez del sistema financiero». En tiempos de crisis, el nacionalismo de cada país gana terreno al europeísmo. Incluso los emergentes, China, Brasil y Rusia en particular, que fueron motores de crecimiento mundial, “sufrirán ante los factores de inestabilidad».

Visto lo visto, quizás los armagedonistas de inspiración maya no anden tan desencaminados. Y si después del 21 de diciembre sólo viene el 22, no desesperen.

Según el astrónomo holandés Piers van der Meer, en 2013 las tormentas solares destruirán la vida en la Tierra. Si aun así sobrevivimos, en 2014 el astrofísico británico Albert Sherwinski anuncia una gran nube de polvo cósmico que arrasará el sistema solar. Y la nueva era glacial que vaticina el astrofísico ruso Jabibul Abdusamatov. Para 2018, los intérpretes de Nostradamus anuncian el holocausto nuclear. Y con un poco más de paciencia, nos queda el apocalipsis fijado por Isaac Newton para 2060.

“2012”; en: Cubaencuentro, Madrid, 13/01/2012. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/2012-272862





Calentón.net

3 01 2012

El pasado 19 de octubre apareció en el diario Juventud Rebelde un artículo (http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/informatica/2011-10-19/internet-calienta-el-mundo/), cuando menos, original: “Internet «calienta» el mundo”, escrito por Mario Alberto Arrastía Ávila, especialista de Cubaenergía.

El autor nos descubre que si bien Internet ha traído ciertos beneficios, hacer una búsqueda en Google, entrar en Facebook o ver un video en YouTube consume electricidad y emite “gases que contribuyen al calentamiento global”.

Anota que entre 2000 y 2010 el tráfico en Internet creció 200 veces, y pormenoriza millones de emails por segundo, cuentas diarias de Twiter y 3.000 millones de usuarios en 2015 con un tráfico de 966 exabytes, según Cisco.

El autor afirma que “como la electricidad que usan nuestras computadoras y el centro de datos no se genera cerca de nosotros, no podemos ver la contaminación atmosférica creada y es difícil que nos inquiete saber cuánta energía se usa y en qué medida contribuye Internet a ensuciar la atmósfera y calentar el mundo”. (Tampoco queda más cerca la termoeléctrica cuando encendemos la luz o el ventilador, pero en lo de la distancia tiene toda la razón). Y nos alerta de que las telecomunicaciones globales ya ocupan el quinto lugar por su consumo de energía, detrás de Estados Unidos, China, Rusia y Japón. Añade que Amazon, Google, Microsoft, Apple, IBM o Facebook “consumen gran cantidad de electricidad producida a partir de carbón mineral”. Un dato sorprendente: ¿cómo ha averiguado el articulista el origen exacto de la electricidad en redes nacionales entrelazadas que normalmente proviene de hidro y termoeléctricas, nucleares y plantas de energías renovables? ¿Trae la electricidad producida con carbón alguna boronilla que permita distinguirla? En cualquier caso, me fijaré a ver si detecto luminiscencia radioactiva, si gotea crudo o si sale del tomacorriente un vientecillo de generador eólico.

El articulista comenta alarmado que los centros de datos en Estados Unidos consumen el 2% de la energía del país. Y en el planeta es el 1,3%, equivalente a la energía producida por todos los aerogeneradores del mundo. Greenpeace estima que el consumo de electricidad de los centros de datos crecerá en un 200% para 2020 (1.430 millones de toneladas de CO2 emitidas). Aunque los especialistas de Pike Research predicen una reducción del 31% para la misma fecha.

Anota que con el consumo de la infraestructura técnica de Google se alimentaría a 200.000 viviendas norteamericanas (¿cuántas viviendas cubanas? ¿alguien lo sabe?) para gestionar cada día mil millones de búsquedas que seguramente serían más ahorrativas si los clientes se desplazaran a la biblioteca. Que los usuarios de YouTube emiten unas 6.000 toneladas diarias de GEI y que cada clic en Google requiere de 0,003 kWh, lo que provoca la emisión de 0,2 gramos de dióxido de carbono. Confieso que mi próximo clic será dubitativo.

En un país donde los internautas apenas contaminan, es reconfortante que un especialista tenga el altruismo de preocuparse por los cibercontaminantes planetarios. Aunque no es raro si tomamos en cuenta que Cuba es el país más ecológico del mundo.

En primer lugar, la contaminación industrial es ínfima. No sé si el país cumple con los protocolos de Kyoto, pero la cosa ha mejorado mucho desde que los protocolos de Moscú la abandonaron. Y las industrias, y los ómnibus húngaros Ikarus, cuyos humos se observaban a tres paradas de distancia. Muchos carros americanos y Ladas han muerto de muerte natural y la clase dirigente, dispuesta a salvar el planeta, se ha resignado a los Toyota y los Mercedes Benz que cumplen la normativa europea de emisiones.

La casi abolición de la industria azucarera fue otro aporte de la Isla a la capa de ozono, y los grupos electrógenos no duraron lo suficiente para agrandar el agujero.

Hablando de gases, se ha comprobado que el mayor emisor de metano a la atmósfera es el culo de las vacas. Ante la imposibilidad de conseguir por ingeniería genética vacas sin culo, se optó por la extinción de la especie. Gracias a ello, no se necesita desarbolar grandes extensiones para pastizales (como en los 60), y el ecosistema del marabú (esa planta exótica pero que ya sentimos como nuestra) se mantiene intacto.

La frugal alimentación de los ciudadanos también genera menos deyecciones y éstas son más vegetarianas, lo que, según Greenpeace, es más asimilable por el paisaje.

La contaminación acústica es una asignatura pendiente (y qué clase de contaminación), pero la lumínica, que tanto molesta a los astrónomos, está casi resuelta. En algunas zonas de Párraga y Caimito del Guayabal el panorama del cielo es tan diáfano como en el observatorio del Teide. Mira que mandar el Hubble al espacio exterior cuando pudieron colocarlo en Coco Solo. Y eso tiene una ventaja colateral. Cuando pasan de noche sobre la Isla, los satélites espías se dan una perdía del carajo. En el triángulo de las Bermudas hay más luces que en La Habana.

Lejos del consumismo occidental, la conciencia ecológica impulsa en Cuba una cultura del reciclaje que debe estar entre las más decididas del planeta: se reciclan las bolsitas desechables, las botellas plásticas y las laticas; el Frigidaire con el motor quemado se convierte en armario y la plancha sin asa, en tostadora. Nada se desecha, ni siquiera los dirigentes del Partido, que llevan medio siglo reciclándose de ministerio en ministerio.

El país también ha evitado los excesos del urbanismo salvaje que llena el paisaje de rascacielos e invade el hábitat del tomeguín y del sinsonte. En Cuba el crecimiento urbanístico es interior: barbacoas, mamparas, cuatro generaciones en quince metros cuadrados. (Por cierto, el articulista también pertenece a Cubasolar, aunque no sé si eso tendrá relación con el urbanismo). Cuando se llena la barbacoa y la familia empieza a disponer turnos rotativos para dormir, los más jóvenes tienen la delicadeza de ceder sitio a sus mayores e irse. Me refiero a irse. Lo que ha contribuido a la preservación de los ecosistemas marinos. Frente a los océanos sobreexplotados de por ahí, las aguas territoriales cubanas han presenciado un raro ejercicio de reciprocidad: los cubanos se comen tantos peces, como los peces, cubanos.

Y eso nos lleva al comercio exterior de productos ecológicos. El primer rubro de exportación son los cubanos, un sector en que la Isla es líder mundial. Se ha comprobado que los dos millones de unidades exportadas son cien por cien naturales, sin conservantes ni colorantes. Una ganadería sostenible que no genera gastos de transporte y que rinde beneficios durante muchos años. La mala costumbre de los condones soviéticos de convertirse en chalecos salvavidas ocasionó un baby boom en los 60, sobre todo después que la vida nocturna se redujo a la televisión nacional. Ahora la producción ha disminuido, pero aun así se mantienen e incluso se incrementan las exportaciones.

La integridad del autor le obliga a reconocer que “la investigación y redacción de este artículo (…) provocó la emisión de unos siete kilogramos de CO2”. Algo que podría evitar mediante la distribución telepática, el mismo método que emplean los mandatarios cubanos: una discreta consulta popular mediante referendos telepáticos antes de tomar decisiones que afectarán a todos los ciudadanos de la Isla.

La conclusión de Mario Alberto Arrastía Ávila es que por todo eso, “Internet debe usarse responsablemente”. Y es lo único que no comprendo. ¿Qué quiere decir responsablemente? ¿Enviar emails modelo SMS para ahorrar energía? ¿Felicitar a la familia una vez al año por navidades, cumpleaños y santos, todo junto? ¿Buscar en Google sólo aquello que no encontremos en la Biblioteca Nacional? ¿No leer periódicos extranjeros que, al venir desde tan lejos, pueden recargar la red? ¿Medir bien cada clic como si los dieran por la libreta a diez por semana? Aunque ahora caigo: responsabilidad viene de responsable. Yo tuve en Cuba responsables de pioneros, de aula, de sindicato, de lote, de personal y cuadros, de proyecto, de departamento, de propaganda. ¿Por qué no un responsable que nos oriente en la Intranet, esa Internet municipal? Podríamos descubrir que Buscasiboneyes.com es mejor que Google; las bondades de YouNoTube, la web del daguerrotipo, y que en Asambleadebalance.com tenemos más amigos que en Facebook. Todo bajo una supervisión que nos ayude a encontrar el buen camino en la red, ese jardín de los senderos que se bifurcan. (Cuando menos lo esperas, en una Internet sin direcciones prohibidas y adecuadamente señalizadas aparecen los innombrables). No ha quedado demostrado que generar ideas afecte a la capa de ozono, pero deambular por la red sin algún responsable que te oriente puede aumentar la temperatura emocional, y eso sí podría alterar el delicado ecosistema de la Isla.

“Calentón.net”; en: Cubaencuentro, Madrid, 03/01/2012. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/c





Hablar en cubano

2 12 2011

Luis Roberto Choy López (Santiago de Cuba, 1946) fue investigador del Departamento de Lingüística del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y del Departamento de Filología Española de la Universitat de València. Doctorado en Filosofía por la Universidad Carolina de Praga y en Filología Española por la Universitat de València, ha impartido cursos regulares en universidades de Cuba, España y Estados Unidos, país donde reside. Durante décadas, sus investigaciones han girado en torno al español de los cubanos: sus orígenes y su historia, el consonantismo en el habla culta y en el habla popular urbana de Cuba; los contrastes entre el español de Cuba y el de España; el Atlas Lingüístico de Cuba; los procesos asimilatorios y el sistema fonético y sistema fonológico en el español actual de Cuba. Por todo ello, nadie más capacitado que él para esclarecer nuestras dudas sobre la lengua que hablamos los cubanos.

 

En la evolución del español en Cuba hablas de tres períodos: La koineización, que se divide a su vez en “El surgimiento” (1492-1599) y “La estabilización” (1600-1762). La estandarización, dividida en “La africanización” (1763-1867) y “La españolización” (1868-1898). Y La independización, compuesta por “La identificación” (1899-1958) y “La homogeneización” (de1959 al presente). ¿Qué tipifica cada uno de estos períodos?

Luis Roberto Choy (LRC): En primer lugar, Luis Manuel, gracias por este encuentro para hablar sobre temas que han ocupado parte de mi vida. Hay otras personas sumamente capacitadas para hablar sobre este asunto, cada una de acuerdo con sus investigaciones y sus experiencias personales. Parece que, en general, me he visto atraído por las clasificaciones —las taxonomías, como hubiera dicho nuestro Max Figueroa— en torno al español hablado en Cuba. En algún momento, intenté describir el sistema fonético y fonológico; en otro, las zonas dialectales y, finalmente, los períodos de la historia del español de Cuba. Como han sido prácticamente las primeras clasificaciones, por supuesto que con importantes antecedentes, corren el riesgo de estar llenas de inexactitudes, pues los datos factuales con los que he contado han sido limitados. Mi mayor deseo es que estas clasificaciones se continúen corrigiendo y enriqueciendo por las actuales y futuras generaciones de lingüistas. Con respecto a los tres períodos principales en la historia del español hablado en Cuba, te los podría resumir así:

El primer período (La koineización, 1492-1762) es de formación, estabilización y consolidación de la koiné en Cuba. Como consecuencia de que la Corriente del Golfo era el recorrido ideal para los viajes de América a Europa, la ciudad de San Cristóbal de La Habana, desde mediados del siglo XVI, cambiaría su vida de villa marginal y olvidada, y con ella la de las restantes villas del país. En un primer período, la convivencia y mezcla de nativos con europeos y, más tarde, con africanos, dio lugar a una sociedad que nacía mestiza, a pesar de las insalvables barreras raciales de entonces. Los nacidos en el país, mestizados o no, comenzaron a denominarse criollos; más tarde, criollos rellollos, los criollos hijos de criollos, descendientes de españoles o de esclavos africanos. Asimismo, la coexistencia de diferentes dialectos hispánicos —andaluz, castellano, murciano, extremeño, canario— en un mismo territorio, en el cual recibían también la influencia secundaria de lenguas indoamericanas y africanas, dio lugar a un proceso lingüístico de intercambio, selección y simplificación de rasgos dialectales que posibilitaría la aparición de una lengua común, diferente a los dialectos que la habían originado: la koiné cubana.

Uno de los rasgos de esta forma de expresarse los criollos es la fuerte influencia que, en líneas generales, ejercen en ella los dialectos meridionales hispánicos, con predominio del andaluz, en un primer y breve lapso, y del canario, en una etapa posterior y más prolongada. En este período, la capacidad de expresarse adecuadamente en la koiné cubana —el habla del país— se erige como el rasgo más caracterizador de los criollos cubanos, independientemente de su origen europeo, africano o indoamericano.

El período de la koineización lo he dividido en dos subperíodos. Durante el primero (El surgimiento de la koiné, 1492-1599) hay una población de lento crecimiento, que había residido en ese territorio desde las primeras décadas, con la esporádica entrada de grupos europeos, africanos e indoamericanos de otros territorios. Esto había propiciado que el seseo se impusiera como la característica más general de la koiné cubana, presente ya en documentos de la segunda década del siglo XVI.

En el segundo subperíodo (Estabilización y consolidación de la koiné, 1600-1762), Santiago de Cuba pierde su hegemonía dentro de la Isla y La Habana legitima su condición de capital. Desde entonces, se reafirmarían las diferencias este-oeste que caracterizarían la variación lingüística territorial del país. El aumento poblacional, al margen de los múltiples y diversos aportes demográficos foráneos, tenía como núcleo básico, al igual que en el subperíodo anterior, a los habitantes criollos, independientemente de su ascendencia. Este núcleo exhibiría como seña común de identidad su competencia en el uso del español koiné, a la que debían aspirar todos los que llegaban. Ya a finales de este período, la koiné parece estar completamente estabilizada. En 1757, Nicolás Joseph de Ribera señalaba de los bozales que era cosa admirable ver cómo en pocos años individuos de veinte “naciones diferentes” se reducían a un idioma y cómo los criollos o hijos de ellos solo en el color se distinguían de los españoles o sus hijos.

El segundo período (La estandarización, 1763-1898) se caracteriza, desde el punto de vista del crecimiento demográfico, por la entrada masiva de dos grupos humanos principales: africanos y españoles. Coincide, en líneas generales, con el cambio operado en la economía cubana hacia una producción azucarera de base plantacional, lo cual provocó una necesidad imperiosa de mano de obra esclava. El gran desarrollo socioeconómico de estos años posibilita la creación de centros de estudios e instituciones que propagan, como modelo de corrección idiomática, el habla centro-norteña peninsular —con sus eses, jotas y zetas—. Este período, que hemos denominado estandarización, no pudo borrar los rasgos más característicos de la koiné cubana, sobre todo en los grupos menos favorecidos socioeconómica y culturalmente. Sin embargo, de manera general, se restituyeron eses, volvieron a distinguirse en gran medida las consonantes /r/ y /l/, desapareció, en la mayor parte del país, el voseo —el uso del pronombre vos en lugar de tú— y, en general, el vocabulario se enriqueció gracias a los avances educativos. Para entonces, el español académico peninsular se vería situado, como norma supradialectal ideal, por encima de la koiné criolla, muchas veces como meta inalcanzable.

En el primer subperíodo de la estandarización (La africanización, 1763-1867), como consecuencia de la entrada masiva de mano esclava, la sangre africana llegó en 1817, según Ramiro Guerra, a ser mayoritaria en el país. En los últimos años de este subperíodo, los canarios o isleños constituían un grupo muy importante: en 1862 formaban el 42% de toda la población española radicada en Cuba.

Todos estos inmigrantes tenían que acomodar su manera de hablar a la koiné cubana, la cual resultaba más asequible, pues había sufrido los procesos de nivelación y simplificación que habían eliminado oposiciones fonológicas e incluso gramaticales con un limitado rendimiento funcional, es decir, diferencias que cuando se eliminaban —por ejemplo, entre la zeta y la ese—, no creaban grandes problemas de comunicación, resueltas en general por el contexto lingüístico o extralingüístico.

En el segundo subperíodo (La españolización, 1868-1898) se producen las guerras independentistas cubanas. El cese de la inmigración forzada procedente de África —proceso que culmina con la supresión de la trata— se vio compensado con una avalancha de inmigrantes procedentes de España, premeditado contraataque a las ideas independentistas.

La diversidad de la emigración, no solo española, había creado un ambiente cosmopolita. La ya patente penetración económica y cultural de los Estados Unidos fue contrarrestada por la presencia masiva de españoles. Al finalizar este subperíodo, casi la mitad de la población blanca cubana había nacido en España, donde el español centro-norteño se había erigido ya desde mucho antes, sobre todo en los estratos más escolarizados, en norma modélica. Este hecho reforzó el proceso de estandarización, por lo que este modelo europeo alcanzó su momento de mayor prestigio, a pesar del peso canario que tenían estos españoles. Una reminiscencia de ello la podemos percibir en las primeras grabaciones de la música popular cubana de las décadas iniciales del siglo XX, en las cuales ciertos cantantes pronunciaban /z/, aunque de manera asistemática, donde era esperable /s/ de acuerdo con la norma objetiva cubana, vacilación derivada de la incongruencia entre la norma objetiva, el habla real, y la norma axiológica, ideal, del período precedente.

El último período (La independización, 1899- presente), se identifica por la sustitución del ideal modélico centro-norteño peninsular por pautas de carácter nacional. Desde el punto de vista demográfico, el crecimiento poblacional se fundamenta ahora en la reproducción autogenerativa de la sociedad, aunque no cesa el flujo de inmigrantes, mayoritariamente españoles, en la primera parte del siglo.

En el subperíodo inicial (La identificación, 1899-1958), a pesar de la presencia de intereses foráneos, la variación regional y social del lenguaje está claramente definida sobre la base de una identidad lingüística nacional. En consecuencia, hay un afán, tanto en las artes como en la literatura, de destacar «lo cubano» a través de una búsqueda de elementos autóctonos, muchas veces indocubanos o africanos. La influencia del modo de vida de Estados Unidos en el país —the American way of life— también tiene su repercusión lingüística, particularmente en el léxico de algunos sectores de la sociedad.

El segundo subperíodo (La homogeinización, 1959 — presente) se distingue en sus primeras décadas por el aislamiento y distanciamiento, desde el punto de vista lingüístico, con respecto al resto de los países de habla española, y, al mismo tiempo, por la disminución de la influencia ejercida por el inglés estadounidense en el léxico del país. El movimiento migratorio invierte su dirección: desde Cuba hacia otros países. El español de Cuba sufre, a partir de entonces, un proceso de popularización, como consecuencia de la intensificación del transvase de elementos del habla popular o marginal al habla de los estratos más escolarizados. Al mismo tiempo, elementos del habla culta y especializada, como resultado de la extensión de la educación, pasan al habla común. Todo esto, sumado a las intensas migraciones internas y al monolitismo político e ideológico de las instituciones y de los medios de comunicación masiva, provoca una tendencia a la homogeneización lingüística y al desvanecimiento de la variación regional y social de la lengua.

En una visita a Cuba, en 1984, el lingüista español Manuel Alvar advertía sobre la urgencia de estudiar el español de Cuba antes de que se convirtiera, desde el punto de vista de la cartografía lingüística, en una “mancha uniforme”.

 

Has escrito sobre el español de América en sus quinientos años. ¿puede hacerse un mapa a groso modo de las normas del español hablado en las diferentes zonas de América? ¿Cómo se insertaría Cuba en ese mapa?

LRC: Según Eugenio Coseriu, las zonas dialectales o los dialectos no existen sino después de que, partiendo de un criterio determinado, se establecen. Es decir, si nos decidimos por el comportamiento de la /s/ final de sílaba, los resultados van a ser completamente diferentes a otra zonificación basada en el voseo (el uso del pronombre vos en lugar de ) o en la sustitución, en el caso del modo subjuntivo, del imperfecto por el presente (Ella quería que la rescate en lugar de Ella quería que la rescatara).

En español, a la división simplista de español peninsular y español americano ─con el canario como puente─ ha sucedido la de Diego Catalán (1958), de gran difusión, en español del centro y norte de España frente al español atlántico, puesta en tela de juicio por Zamora Munné y Guitart (1982), quienes proponen en su lugar tres modalidades: dos peninsulares, centro-norteña y meridional, y una americana. Sus objeciones en torno al llamado español atlántico parten de que la distribución del seseo (pronunciación de ese en lugar de zeta) y el ceceo (pronunciación de zeta en lugar de ese), los cambios de /r/ o /l/ al final de sílaba ─conjuntamente con la distinción ustedes/vosotros─ es muy diferente si se compara el español meridional con el español americano. Basado sobre todo en el comportamiento de la /s/ y /r/ y /l/ finales de sílaba, Montes Giraldo (1984) sugiere, para los dialectos histórico-estructurales del español, un superdialecto A, que comprende el centro-norte peninsular y las zonas andinas e interiores de América, y un superdialecto B, representado por las hablas meridionales peninsulares, incluido el canario, y el español insular y costero de América.Si el superdialecto A mantiene los fonemas /s/ y /r/ y /l/ finales de sílaba, el superdialecto B los modifica o elimina.

Hispanoamérica, por su parte, cuenta con una primera división (1882), que debemos al cubano Juan Ignacio de Armas y Céspedes, donde se proponen, de manera imprecisa, cuatro o cinco zonas dialectales. Esta zonificación ─según José Pedro Rona─ ha servido de base a Pedro Henríquez Ureña para la suya (1921), donde se señalan cinco zonas dialectales, sin dudas la más difundida, sustentada, de manera apriorística, en la supuesta influencia indoamericana (náhuatl, caribe-arahuaca, quechua, araucana, guaraní). De mejor suerte y mayor vigencia ha gozado, sin embargo, la distribución de igual fecha del español americano en tierras altas y tierras bajas del mismo Henríquez Ureña, la cual Rosenblat identifica, jocosamente, por su «régimen alimenticio»: «las tierras altas se comen las vocales, las tierras bajas se comen las consonantes». Para Canfield, las regiones altas representan generalmente los principios del andalucismo, mientras las costas, el pleno desarrollo. Rosenblat, siguiendo a Wagner, considera que la diferencia se debe a que los españoles se establecieron en regiones similares a las que habitaban en la Península: andaluces en tierras bajas, castellanos en las altas. Menéndez Pidal prefiere hablar de tierras marítimas o de la flota y tierras interiores.

A José Pedro Rona debemos la primera zonificación dialectal del español americano sobre una base puramente lingüística (cuatro rasgos de carácter fonológico, fonético, morfológico y sintáctico). Si bien sus veintitrés zonas dialectales (1964) se resienten por el estado incipiente y desigual de los estudios dialectológicos hispanoamericanos de aquel momento, su valor metodológico y sus aportes son innegables. Asimismo, Melvin Resnick (1975), si bien no pretende establecer una división en zonas dialectales, proporciona un voluminoso cuerpo de datos de carácter fónico con el objetivo de identificar las hablas hispanoamericanas. Posteriormente, Zamora Munné y Guitart proponen nueve zonas dialectales para el español de América (1982), sustentados en el comportamiento de /-s/, /x/ (jota) y el voseo. Finalmente, en 2000, Francisco Moreno-Fernández establece cinco zonas dialectales americanas (1- Caribe, 2- México y Centroamérica, 3- los Andes, 4- La Plata y el Chaco y 5- Chile), para cuyo establecimiento se basa en datos de la fonética y la fonología, la gramática y el léxico característicos de estas zonas.

Lógicamente, el español de Cuba se enmarca dentro del español del Caribe hispánico, con sus rasgos distintivos.

 

¿Cuáles son, en general, las características más distintivas del español hablado hoy en Cuba?

LRC: Basado en las ideas y los procedimientos de Ralph Penny al explicar el carácter “revolucionario” del dialecto castellano como resultado de su expansión por gran parte de la Península Ibérica, he expuesto, al analizar tres factores —la marginalidad, las redes sociales y la interdialectalización— referentes a las condiciones que estimulan o frenan el cambio lingüístico, que los dialectos hispánicos antillanos (Cuba, República Dominicana y Puerto Rico) son dialectos revolucionarios, innovadores desde los momentos iniciales de la koiné en estos países.

Aparte de numerosos cubanismos léxicos (guagua, hayaca, hanyaca, tayuyo, jimagua, fruta bomba, jaba, cederista, jinetera), hallamos usos léxicos especiales como rectificar en una cola o rectificar la cola, en lugar de ratificar o confirmar el lugar en la cola, conductor de un transporte publico, en lugar de cobrador, uso que comienza a debilitarse.

Desde el punto de vista gramatical, llama la atención el voseo tipo A (-áis, -éis, ís: amáis, teméis, partís), sumamente infrecuente, con un paradigma gramatical etimológico: vos (sujeto), vos (término de preposición), os (objeto) y vuestro (posesivo). Estas manifestaciones del voseo cubano se localizan, coincidentemente, dentro de la denominada zona III, en la región centro-oriental: Camagüey, Las Tunas, Holguín, Manzanillo y Bayamo. Encontramos otros usos, como ¿Cómo tú está(s) en lugar de ¿Cómo estás?, donde el uso de sirve para evitar la ambigüedad, lo cual afecta al resto de los pronombres personales, que también anteponemos, aunque no haya riesgo de confusión; o expresiones como “Si yo tuviera ruedas, fuera bicicleta”, en lugar de “Si yo tuviera ruedas, sería bicicleta”, que compartirmos con otras regiones del Caribe hispánico.

Como sabes, mis zonas dialectales de Cuba se basan en el consonantismo, especialmente, las consonantes finales de sílaba. Debo aclararte que cuando transcribo [j], para facilitar la comprensión, no es el sonido fuerte español, sino, por el contrario un sonido mucho más débil, aspirado, como el de jaba [jaba] en la pronunciación cubana.

I-Zona occidental (Pinar del Río, Ciudad de La Habana, Matanzas, Cienfuegos y Trinidad): Ésta es una zona innovadora desde el punto de vista fonético, si bien persisten restos de usos gramaticales antiguos, como la presencia de pronombres enclíticos en ciertos contextos: díceme, dígole. Los cambios fonéticos más llamativos son: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la consonante siguiente: vuelta [buédta], parque [págke], Alberto [abbédto], Jorge [jóje]; aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: desde [déjde], mismo [míjmo], isla [íjla]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: carnaval [cajnabál], Orlando [ojlándo], dejarla [dejájla]; debilitamiento de /y/ (grafías y o ll) intervocálica: playa [pláia], pepilla [pepíia], desmaya [dejmáia], bello [béio].

II-Zona central (Santa Clara, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila): En esta zona son perceptibles rasgos fonéticos descritos en la occidental, pero bastante atenuados: asimilación de las consonantes /r/ o /l/ por la consonante siguiente: calvo [cábbo], cartera [cadtéra], Albita [abbíta]; debilitamiento de /y/ (grafías y o ll) intervocálica: Padilla [padíia], camilla [camíia]. Persisten con similar intensidad: aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: gasto [gájto], bastante [bajtánte], complejista [complejíjta]; aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Carlitín [kajlitín], horno [ójno], diurna [diújna].

III-Zona centro-oriental (Camagüey, Las Tunas, Holguín, Manzanillo y Bayamo): Ésta es la zona dialectal fonéticamente más conservadora del país. Es precisamente en algunas regiones pertenecientes a esta zona donde se han registrado restos de voseo (uso del pronombre personal vos en lugar de y sus formas verbales correspondientes: ¿Qué vos queréi(s)?, ¿Cómo estái(s)? Aquí los rasgos fonéticos referidos a las zonas anteriores están sumamente atenuados. Sólo persisten con igual intensidad la aspiración de /r/ ante /n/ o /l/: Mirna [míjna], contarle [kontájle]; y la aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra: mosca [mójka], espera [ejpéra], estudio [ejtúdio].

IV-Zona sur-oriental (Santiago de Cuba y Guantánamo): Es también una zona lingüísticamente innovadora; el rasgo fonético más llamativo se refiere a la baja frecuencia de aspiración de /s/ final de sílaba y medial de palabra, descrita para las zonas anteriores. En su lugar, es muy frecuente la asimilación de /s/ por la consonante siguiente, lo cual lleva comúnmente a su desaparición: desde [dédde], mismo [mímo], espiritista [epiritíta]. También son más frecuentes aquí que en otras zonas los trueques entre /r/ y /l/, que tienen como resultado más general la pronunciación de [l]: por favor [pol faból], parque [pálke], Alberto [albélto], Jorge [jólje]. Muy esporádicamente esta confusión se produce a favor de [r]: dulce [dúrse], volver [borbér]. En esta zona dialectal no se han registrado, sin embargo, casos de aspiración de /r/ y /l/ ante /n/ del tipo carne [kájne].

V-Zona extremo-oriental (Baracoa): Ésta es una zona pequeña, durante siglos confinada a un relativo aislamiento con respecto a las otras regiones del país, donde confluyen tendencias lingüísticas innovadoras y conservadoras. Aquí la propensión a la sustitución de la aspiración por la asimilación o pérdida de la /s/ llega a un grado aún mayor que en las otras zonas del país: después [depué], estudioso [etudióso], especialista [epesialíta]. También son comunes las omisiones de /r/, sobre todo en las formas verbales de infinitivo: fregar [fregá], mortificar [mortificá], perder [perdé]. Por otro lado, no se escuchan aquí aspiraciones de /r/ ante /l/ o /n/, del tipo turno [tújno], y en líneas generales no son frecuentes las modificaciones fonéticas más llamativas en otras regiones.

Es sumamente significativo el hecho de que en estas dos últimas zonas (IV y V), con una notable influencia franco-haitiana, sea más perceptible un fenómeno llevado a consecuencias extremas en el francés y en el criollo haitiano: la pérdida de /s/ final de sílaba, como explicaré más adelante.

 

Cuáles son sus principales diferencias con el español de España. ¿Hay una norma de excelencia que funcione como patrón, de modo que acercarnos o alejarnos de esa norma implique un juicio de valor?

LRC: Es difícil hablar de un español de Cuba, con sus interesantísimas variaciones regionales, pero mucho más de un español de España, donde el mapa lingüístico muestra una variedad y riqueza insospechadas. Muchas de las diferencias de nuestro español con respecto al peninsular las compartimos, por supuesto, con el resto de América y a veces también con el sur de España y, sobre todo, con las islas Canarias.

Cuando los cubanos llegamos a España, lo primero que tenemos que hacer es ajustar nuestro léxico al peninsular con el objetivo de poder comunicarnos sin interferencias. Así, tenemos que olvidarnos de jaba, fruta bomba, guagua, bodeguero, etc. Por otro lado, comenzamos a utilizar o a acostumbrarnos a formas como vale, ¡joder!; igual, en lugar de a lo mejor, tal vez, quizás, rumorear en lugar de rumorar, picor en lugar de picazón. Los cambios en la fonética y en la gramática son más lentos. Primeramente tenemos que restituir eses y reforzar algunos sonidos como el de la jota, que a veces les cuesta trabajo percibir. El uso de vosotros y sus correspondientes formas verbales y pronominales es menos común entre los cubanos. Una de las dificultades mayores de los españoles es distinguir entre cuando decimos las dos y las doce.

Para algunos cubanos la norma ideal de corrección sigue estando en el español de España y en la Real Academia Española, aunque su uso se aleje más o menos de este ideal. Para los cubanos, en general, existe una norma suprarregional, un ideal común creado por la tradición, las normas académicas y nuestra percepción, a través del cine, la televisión, la radio e Internet, de lo que debe ser el habla correcta representada por los escritores, actores, profesores, científicos, diplomáticos. Es una norma que nos dice que debemos decir parque en lugar de págke; escuela en lugar de ekuéla; haya en lugar de haiga. Es una norma ideal, axiológica, que no tiene que ver con la norma objetiva, el uso real, de la que solo a veces se percatan los hablantes sobre todo cuando se ponen en contacto con hablantes de otra variedad regional o social del español. En alguna época, la norma ideal de la lengua rusa estaba representada por el ruso hablado por los actores del Teatro Mali de Moscú. En Cuba, nunca hemos tenido un tipo de referencia tan definida.

 

Todos hemos abrevado alguna vez en el Catauro de cubanismos, de Fernando Ortiz, y en el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, de Esteban Pichardo. A este último te refieres como “ciencia y ficción”. ¿Por qué?

LRC: El diccionario de Esteban Pichardo tuvo cuatro ediciones (1836, 1849, 1862 y 1875). En ellas, como nunca antes, se describe nuestro léxico regional, algunos de nuestros rasgos fonéticos, el voseo en ciertas zonas, los diminutivos, la influencia franco-haitiana en el este del país y, además, para situar estos fenómenos, sugiere algunas zonas dialectales. A este estudio minucioso y serio es a lo que llamo “ciencia” cuando me refiero a la labor lingüística de este sabio cubano. En 1866, entre la tercera y cuarta edición de su diccionario, Pichardo publica en La Habana la novela El fatalista, en la que trata de reflejar “varias costumbres locales” y en la que se hacen patentes algunos de los usos que refleja en su diccionario. A esta incursión de nuestro investigador en la literatura es a lo que llamo “ficción”. En fin, con su “ciencia” y “ficción”, este hombre extraordinario nos ayudó a conocer como nadie la geolingüística cubana del siglo XIX.

 

Afirmas que la frecuentísima elisión de “s” en dialectos dominicanos y extremosurorientales cubanos es, posiblemente, una influencia francohaitiana. ¿Qué pruebas hay al respecto? ¿Existe alguna explicación lingüística semejante para el peculiar “habanero”, con su sustitución de la “r” por la “g”?

LRC: Para referirme a la influencia francohaitiana en el español de los dialectos dominicanos y extremosurorientales cubanos (zona IV: Guantánamo y Santiago de Cuba; zona V: Baracoa), me baso en el hecho que fueron estas zonas donde la presencia de haitianos y franceses provenientes de la cercana Haití se hizo patente a partir de los disturbios de 1791. De manera que, además de la general tendencia de los dialectos caribeños a perder las consonantes finales de sílaba, este proceso de mestizaje cultural y lingüístico aceleró una evolución del español costero o de las tierras llanas, sumamente desarrollado en el Caribe hispánico. Valgan de ejemplo las semejanzas entre escuela:[ekuéla], école; hospital: [opitál], hôpital; mismo: [mímo], meme.

En el caso de las asimilaciones en contacto regresivas (ACR) propias de las zonas dialectales occidentales cubanas, responden a la tendencia general del español al debilitamiento de las consonantes finales de sílaba; es decir, al establecimiento de sílabas del tipo CV (consonante + vocal) en detrimento del tipo CVC (consonante + vocal + consonante). Esta tendencia se vio reforzada sobre todo en el subperíodo de la africanización, cuando grupos que hablaban lenguas subsaharianas, donde el tipo de sílaba predominante es CV (consonante + vocal) vinieron a reforzar una tendencia propia de la lengua española. En el caso del español de las ACR (asimilaciones en contacto regresivas), típicas de La Habana y de gran parte de la región occidental no son ajenas al español de otros países caribeño, pero en el oeste de Cuba alcanzan una intensidad y amplitud sin paralelo: Alberto [abbédto], Jorge [jóje], barco [bágko].

 

En un chiste bastante conocido, el cura que tiene a Pepito como monaguillo se queja de que los cubanos siempre van muy rápido, que cuando él dice “Dios te salve, María”, ya Pepito está “entre todas las mujeres”. Y en el chiste, como en casi todos, hay una dosis de verdad. Y no me refiero a “las mujeres”. He notado en Perú, en México y en Centroamérica, no así en España, que los cubanos hablamos demasiado rápido para ser inteligibles a la primera, por lo que debemos repetir con frecuencia reduciendo las revoluciones. ¿Tiene ello alguna explicación lingüística? ¿Por qué no ocurre con los españoles?

LRC: En realidad, nunca he estudiado este tema. Sin embargo, en otros países existen los mismos tópicos, que no dudo tengan una base real. Por ejemplo, en España he escuchado que los andaluces hablan con una velocidad que los hace ininteligibles. Para otros, el habla chilena es la más rápida y difícil de comprender. En Perú dicen que las hablas más veloces están al norte, cerca de la frontera con Ecuador, y de modo particular en Lima. Me arriesgaría a asegurar que la ininteligibilidad a la que en muchas veces se refieren se debe no solo a la velocidad, sino también a otros factores coadyuvantes como la entonación, la pronunciación o el léxico.En el caso de Cuba, he notado que en ciertas regiones el tempo de habla es mucho más lento que en otras. Por ejemplo, te diría que el habla en la ciudad de Bayamo es mucho más lenta que la de Santiago de Cuba.

 

En el sur de Pinar del Río, entre los plantadores de tabaco, la mayoría de origen canario y que permanecieron durante siglos en un relativo aislamiento, he detectado una norma del español sustancialmente diferente a la de sus vecinos geográficos. Siempre pensé que se trataba de arcaísmos en desuso en otras geografías de la lengua. Muchos investigadores españoles subrayan también la pervivencia de arcaísmos en América de donde deducen el carácter arcaizante del español americano. Tú anotas, en cambio, que el 90 % del acervo lingüístico americano es común a todos los hablantes de la lengua, y que sus koineizaciones (del griego koiné: “lengua común” surgida por la coincidencia en un determinado territorio de diversas variedades regionales de una misma lengua, como sucedió en América cuando confluyeron allí diferentes dialectos hispánicos) sucesivas (y precursoras) han producido normas lingüísticas “mejor niveladas, más simplificados, con mayor vocación de cosmopolitismo. En resumen, dialectos mucho más modernos”. En suma, que el español moderno se perfila antes en América que en España.

LRC: El español de América se incorpora a la historia general de la lengua española en el período de transición entre el castellano medieval (siglos XIV y XV) y el español clásico (siglos XVI y XVII). Participa —como es de suponer por el constante flujo y reflujo de los españoles hacia tierras americanas— en los cambios fonológicos y morfosintácticos de esta última época, pero perviven en él formas desaparecidas en la Península, al menos en el uso estándar, lo cual ha conducido a la reiterada superficialidad de subrayar el carácter arcaizante del español americano, fundamentalmente de su léxico, sin percatarse de que es absurdo tal calificativo referido a palabras que tienen absoluta vigencia en el habla de alrededor de un 90% de los hispanohablantes: somos muchos más en América que en España. Asimismo, podríamos señalar, entre otros ejemplos, que si en muchos territorios americanos se conserva el pronombre vos, en España continúa vivo el pronombre vosotros, desaparecido de la norma hispanoamericana. Y, si aceptamos la idea de Ralph Penny de que la lengua española es una historia de continuas koineizaciones que comienza con las vicisitudes del primitivo dialecto castellano y llega hasta la lengua española actual, deberíamos admitir también que el español americano muestra dialectos resultantes de koineizaciones sucesivas, que es lo mismo que decir mejor nivelados, más simplificados, con mayor vocación de cosmopolitismo. En resumen, dialectos mucho más modernos.

 

Durante el último período del español en Cuba, “La homogeneización”, tuvo lugar una escolarización masiva pero, al mismo tiempo, la dejación de una “norma culta” de la lengua (en consonancia con la dejación de normas de educación y cortesía ciudadana tildadas de “burguesas”), la parcial disolución de las barreras entre clases y razas y un amplio éxodo interior, así como el parcial aislamiento de influencias externas. ¿Cómo ha incidido todo ello en la norma lingüística actual de los cubanos?

LRC: El español actual de Cuba sigue sufriendo un proceso de homogeneización tanto en el aspecto territorial como en social. En estos momentos, muchas hablas regionales, debido a las migraciones internas, confluyen en las grandes ciudades, especialmente en La Habana  —“¡Que La Habana no aguanta más!”, cantaban los Van Van—, de modo que hay un intercambio constante de usos siempre regidos por el habla habanera, dado el prestigio lingüístico que suelen emanar las capitales. La elevación del nivel de educación y el desprecio a las normas cultas, en un principio identificadas con las maneras burguesas, ha tenido consecuencias contradictorias. En el caso de la pronunciación, los rasgos del habla popular y vulgar se siguen trasvasando a la supuesta habla culta. No sucede así con el léxico, que por una parte se ha enriquecido en diversos campos, mientras que, por otro lado, se ha visto invadido de expresiones vulgares o marginales. En la gramática también ha habido una elevación de la corrección idiomática, sin perder los rasgos del español caribeño. Por ejemplo, en Cuba no es muy habitual escuchar “haiga”, “descriminación” o “íbanos”… tan comunes en otras hablas populares del ámbito hispanohablante. A la cerrazón inicial al mundo hispánico ha sucedido un contacto más directo con otros hispanohablantes —sobre todo españoles—, facilitado principalmente por el turismo. De este modo, en el área del turismo, identificable muchas veces con el mundo marginal, es posible escuchar expresiones como ¡Vale!,¿Tienes fuego?, follar. Por último, llama la atención en el habla semiformal o formal el uso de formas tomadas del lenguaje oficial de la prensa, de la televisión, de los actos oficiales, muletillas que afloran en el habla de los cubanos como una muestra de la influencia de un lenguaje oficialista, simplista y dogmático.

 

En 1992 llegué a Ciudad México procedente de La Habana y llamé por teléfono a un colega habanero. Del otro lado de la línea me contestó un mariachi. Era mi amigo. Esa noche, mientras comíamos juntos, empecé hablando con Jorge Negrete y, a los postres, ya su modo lingüístico era el de Ñico Saquito. He observado que en países con poca presencia de hispanohablantes los cubanos conservan incontaminada su norma lingüística original, que en Miami está transitada de spanglish; en Houston, de mexicanismos, y en España y algunos países latinoamericanos, de los usos locales. ¿Existe algún estudio sobre el “cubano” de la diáspora?

LRC: Por supuesto, que hay un proceso de acomodación siempre que una persona se expone a otra variedad de su lengua, principalmente cuando en esa comunidad se utiliza la variante de prestigio, modélica, de la lengua en cuestión. En primer lugar, adopta el léxico y luego, de acuerdo con cuestiones personales y sociales, puede acomodar su pronunciación y su gramática. A mí me resulta muy curioso que cuando los cubanos visitan España encuentran un acento completamente “español” en los cubanos radicados allí, mientras que los españoles los siguen identificando por su acento “cubano”.

Como tú señalas, cuando el inmigrante se siente arropado por una gran comunidad de su mismo origen, no solo mantiene con más fijeza sus hábitos lingüísticos, sino también sus memorias, sus tradiciones y su orgullo nacional.

Con relación a los trabajos sobre el español cubano de la diáspora, hay que destacar en primer lugar el estudio de Beatriz Valera, El español cubano-americano, una abarcadora introducción al español cubano de un sector de la diáspora, aparecido en 1992. Finalmente, resulta imprescindible nombrar el trabajo de Humberto López Morales (“’Latinos e hispanohablantes:Grados de dominio del español. Cubanos”) aparecido en Enciclopedia del español en los Estados Unidos, 2009, bajo su coordinación. Por cierto, este lingüista, Secretario General de Asociación de Academias de la Lengua Española, desarrolla planes sumamente serios y rigurosos para la enseñanza de la lengua española y la lingüística hispánica en una Cuba que todos esperamos democrática y abierta a la cultura contemporánea.

“Hablar en cubano”; en: Cubaencuentro, Madrid, 02/12/2011. http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/hablar-en-cubano-271175





Alzados on line

25 11 2011

Este libro va de micrófonos a cámaras, de sonidos subrepticios a imágenes acusadoras. De los micrófonos que dos agentes vienen a instalar en casa de Nicanor O’Donnell en el corto Monte Rouge, a los miembros de las brigadas de acción rápida que se cubren el rostro y huyen cuando los familiares de Orlando Zapata Tamayo les apuntan con las cámaras de sus teléfonos móviles.

El título de Antonio Jose Ponte, Villa Marista en plata (Editorial Colibrí, Madrid, 2010), juega con la obra de Carlos Garaicoa Las joyas de la Corona, expuesta en la Bienal de La Habana de 2009, donde se mostraban reproducciones en plata de ocho centros de detención y tortura en el mundo, entre ellos Villa Marista y la sede del Servicio de Inteligencia de Línea y A. El diccionario de la RAE recoge la acepción “en plata” como “brevemente, sin rodeos ni circunloquios, en sustancia, en resolución, en resumen”, lo que en cubano sería “de verdad”. Y aquí Villa Marista se nos muestra, más que la ideología y la política, como la osamenta del poder “de verdad” que ha conseguido sostener medio siglo de castrismo. Sin ese sustrato óseo se habría desmoronado hace mucho.

Los cruces de caminos entre arte, política y nuevas tecnologías es el recorrido que propone el autor, comenzando con la humorada de Monte Rouge, una suerte de disidencia light que mereció la reprobación oficial, hasta el punto de condenar a su autor a hacer votos públicos de fidelidad. Y se enseria con Garaicoa en una obra que equipara Villa Marista con la Stasi, la Escuela de Mecánica de la Armada y la Lubianka y que, sin embargo, contó con la aprobación de los curadores y sus “asesores”, y condenó a Nirma Acosta, en La Jiribilla, a malabarismos dialécticos para “demostrar” que la obra no era lo que decían las agencias extranjeras, sino “una mirada penetrante (…) frente a un mercado del arte asociado a concesiones y estafas”. Tras la aprobación oficial, a ella le tocaba limpiar la escena del crimen, pero con detergentes ideológicos de baja calidad.

La segunda parte del libro se adentra en “la guerra de los emails” ocurrida tras la aparición en la TV cubana, entre diciembre de 2006 y enero de 2007, de tres connotados represores de la cultura defenestrados hacía mucho, en particular Luis Pavón, ex presidente del Consejo Nacional de Cultura. Cundió el pánico entre los viejos escritores represaliados, a la sazón ascendidos a los altares de Premios Nacionales de Literatura.  ¿Traería de vuelta el raulismo a los zombies que creían recluidos para siempre en las catacumbas de la historia? Había que conjurar de inmediato aquella resurrección. Y los emails difundieron por la red el rumor, la angustia y la ira, pero pronto, por obra del reenvío y tumultuosas listas de direcciones, la riada se desbocó. Irrumpieron sin invitación incluso desde otras orillas geográficas e ideológicas.

Algunos se negaban a circunscribir el debate a aquellos policías culturales e indagaban sus conexiones con el sheriff del pueblo. Por qué quinquenio gris, se preguntaban, si la represión ya se acerca al medio siglo. Escritores del exilio convocaban desde platea alta a valentías que ellos tampoco tuvieron cuando les tocó estar en el ring. Otros alertaban sobre la inutilidad de un debate en torno a tres agentes cuando el cuerpo policial seguía intacto. Un antiguo subordinado de Pavón defendió la necesidad de desbordar el debate más allá de la cultura, hasta ámbitos políticos y sociales que hasta el momento han sido patrimonio exclusivo del líder. Jóvenes para los cuales “Papito” Serguera bien podría ser un timbalero de la Orquesta Riverside ponían en cuestión el primer (y único) mandamiento de la cultura revolucionaria: el mussoliniano “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”. Había que poner coto a aquel desparrame ideológico que ya amenazaba, incluso, a quienes lo habían iniciado.

Tras dos semanas de tángana, la UNEAC publicó su declaración “La política cultural de la Revolución es irreversible” (en consonancia con un socialismo irrevocable) que conjuraba el temor de las víctimas del pavonato, pero omitía al resto de las víctimas y eludía empantanarse en cenagales ideológicos surcados de peligros. Salvo los “enterados”, el resto de la población se quedó en la duda ante aquella respuesta sin pregunta. Como escuchar “la tuya”, sin que previamente nadie diga “tu madre”.

Pero ni así se calmó la charca. Si la política cultural es irreversible, Pavón y su élite fueron consecuentes con ella, exclamó Reinaldo Escobar. A menos que sea cierta la ironía de Ponte y “aquellos comisarios medraban durante los olvidos de Dios”. Respondidos los miedos, Orlando Hernández aseveró que esa ha sido la función de la intelectualidad cubana: esperar respuestas y decisiones, no tomarlas. “No está en nuestras manos. Hace mucho que entregamos las manos”.

Al rescate y en una suerte de dialéctica inversa, Desiderio Navarro afirma que eran los comisarios con sus informes quienes decidían las órdenes de sus jefes, y Ambrosio Fornet atribuye a esos policías una capacidad retroactiva, de modo que sobre ellos recayeran también los desmanes de los 60. A pesar de reuniones a cubierto con el ministro y conferencias bajo estricta invitación, la meteorología electrónica no amainaba, y subió de tono cuando Fernando Jacomino, vicepresidente del Instituto del Libro, echó en cara al escritor Francis Sánchez y a su compañera las cifras exactas de los royalties cobrados por ellos, un intento de amordazarlos con papel moneda. Antes los enviábamos a una acería o un almacén donde les era sustraído todo su tiempo; ahora les pagamos en dinero, en viajes, en honores y en tiempo. Esa era la moraleja.

En Vida y destino, de Vasili Grossman, un científico acosado (y acusado), a punto de ser molido por la maquinaria burocrática, desenfunda toda su valentía y una dignidad fatalista, hemigwayana. Basta una llamada telefónica de Stalin, interesado por su trabajo, para que recupere todas sus prerrogativas y algunas más. Sus fiscales se convierten en aduladores y a codazos intentan alcanzar su vecindad, como una pata de conejo que inocula suerte con solo tocarla. Pero entonces, quien enfrentó con entereza el ostracismo siente pánico ante la posibilidad de perder el favor de los dioses. Es el vértigo de las alturas.

Con sus 128 páginas de 244, este capítulo es el núcleo del libro. Recoge en detalle (demasiado detalle) la guerra de los emails, y pone al descubierto los perversos mecanismos implementados por el poder en sus relaciones con la cultura y cómo las nuevas tecnologías pueden funcionar como un  medio de defensa. Emboscados en la red, lejos de las autovías del poder, comienza una guerra de guerrillas. A pesar de las oportunas intervenciones del autor y de su excelente prosa, la cita in extenso de los emails, donde no son infrecuentes los bodrios de redacción y los farragosos textos oficiales y paraoficiales, empantana a ratos la lectura, le resta agilidad. Sintetizar las citas o referirlas, lo habría evitado. Nos deja, en cambio, con el deseo de visitar la “Carta para no ser un espíritu prisionero”, de Reina María Rodríguez, quien “se acoge al ejemplo de Marina Tsviétaieva”, y que el autor no reproduce por “pudor personal” o por su habitual modestia.

Si ese capítulo se refería a la guerrilla on line, los dos últimos dan cuenta del arte de la guerra. Una guerra asimétrica entre un ágil comando de blogueros, disidentes y periodistas independientes, y la pesada caballería del Estado, que ha establecido en la Universidad de las Ciencias Informáticas de La Habana (UCI) su base de misiles. El campo de batalla es escuálido: una red lenta y minada, plagada de tierras de nadie donde ni las tropas estatales están autorizadas a operar. Razón por la que, emboscados tras cualquier matorral, los blogueros son más afectivos en sus incursiones a la Internet y las redes sociales. Los micrófonos y las cámaras de espiar han cedido paso a los micrófonos y las cámaras en los móviles que sirven para la denuncia y hacen volver el rostro, callarse y huir a los funcionarios, los esbirros y los paramilitares.

Lo peor de esta guerra es que los guerrilleros se han alzado ahora en una serranía inaccesible. No basta movilizar ciento cincuenta mil milicianos y peinar el campo. Como en los sesenta, el Estado intenta despoblar el lomerío impidiendo el acceso a Internet del ciudadano corriente, pero ya no es tan fácil confinar a la población en Ciudad Sandino. Se escurren y confraternizan con el enemigo. Con razón atribuye Yoani Sánchez al gobierno parte del mérito por su creciente popularidad. La publicidad de lo prohibido es siempre tentadora. Un nuevo tipo de escritor y de periodista que no teme salir del armario ideológico coloca en la UNEAC y en la UPEC sendos espejos donde sus mayores cuentan sus canas y sus miedos. Como el abuso de la penicilina, las invocaciones al imperialismo ya no surten efecto. La cárcel sigue siendo temible, pero ya hay quienes temen más a la reclusión voluntaria en una mazmorra de silencio y ofrecen en los blogs listados de los efectos indispensables a llevar en caso de arresto. Ahora son los esbirros quienes huyen de las cámaras y los micrófonos. Ya no están tan seguros de que el futuro pertenezca por entero a la revolución y el socialismo y, por las dudas, prefieren que no cuelguen allí su retrato enarbolando una cabilla o un insulto. Se percatan de que la nueva guerrilla ya está empezando a bajar al llano de la realidad: pasean gladiolos por la 5ª Avenida, efectúan performances callejeros, no temen interrumpir con sus exabruptos sosegadas conferencias oficiales y ni siquiera se les puede apalear con tranquilidad, porque nunca se sabe si alguien está grabando. Los alzados on line se vuelven tupamaros, ensayan la guerrilla urbana. ¿Tampoco la calle pertenece ya a los revolucionarios?

Incluso los chicos de la UCI están contaminados de libertad. De tanto andar por su cuenta en la jungla cibernética, han empezado a hacer preguntas incómodas. Quizás sea el momento de ingresarlos en la UCI, en la Unidad de Cuidados Ideológicos, antes que deserten. Los cohetes balísticos eran mucho más previsibles.

Villa Marista en plata propone un viaje. Comienza en la obra contestataria que, aún sujeta a los espacios oficiales de difusión, encuentra caminos alternativos, como Monte Rouge, gracias a la tecnología. Continúa en el hallazgo del espacio virtual como sitio de debate que el poder es incapaz de monitorear y domesticar, aunque lo intenta. Y termina en una reminiscencia de la teoría guevariana del foquismo. La guerrilla cultural se alza en un espacio imposible de acotar y señalizar, donde los agentes del Estado son incapaces de dirigir el tráfico ideológico. Al descender de la serranía virtual a la calle real, se cierra el ciclo.

La estructura del libro responde a sus contenidos: encrespada, sinuosa, ajena a una vocación lineal, como el oleaje de las nuevas tecnologías en red. El lector académico, el sociólogo y el politólogo echarán de menos una composición más cartesiana, una mayor visibilidad de causas y efectos. El lector de literatura encontrará su camino entre las turbulencias y se sentirá invitado a poner de su parte. Un libro sobre intelectuales y tecnologías apela a Villa Marista, y eso lo desgremializa. Carpinteros, soldadores, músicos. Por invocación o de hecho, por Villa Marista hemos pasado todos los cubanos.

 

“Alzados “on line”; en: Cubaencuentro, Madrid, 25/11/2011. http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/alzados-on-line-270906





Acompañar y servir. No prevalecer. Entrevista a Roberto Veiga González, editor de Espacio Laical

22 11 2011

Roberto Veiga González (Matanzas, 1964), jurista de profesión, comenzó a colaborar en el proyecto de la revista Espacio Laical el 29 de junio de 2005, y el 21 de diciembre del mismo año se convirtió en su editor. Es profesor del Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana. Dado que Espacio Laical está protagonizando buena parte del debate teórico que se está produciendo en la Isla en este momento de inflexión de su historia, y al renovado papel de la Iglesia Católica en ese debate, le hemos propuesto un cuestionario que toca varios temas clave para el destino de la nación.

Estimado Roberto, uno de los sucesos posiblemente más dañinos para la nación cubana fue la abolición de la diversidad en la prensa ocurrida a inicios de los 60. Ello suprimió un importante observatorio crítico del devenir insular que, a los efectos sociales, juega el mismo papel que las llamadas células avisadoras en el organismo. Salvo contadas excepciones en ciertos momentos del último medio siglo, la prensa oficial cubana se ha comportado como un buró de agitación y propaganda. En ese clima, todavía imperante, aparecen algunas revistas católicas como Palabra Nueva, Vitral y Vivarium, de mediados de los 90, y Espacio Laical (2005),  por citar algunas. Obviamente, ellas no existirían sin la feliz conjunción entre el interés y la profesionalidad de sus editores y el apoyo de la Iglesia Católica. ¿En qué medida ha sido un proyecto de sus editores que ha recibido el apoyo de la Iglesia, o una política de la Iglesia que ha convocado a los editores? ¿En qué medida esta nueva prensa y su implicación en los temas sociales ha sido aceptada por el gobierno y qué obstáculos ha tenido que sortear?

Roberto Veiga González (RVG): La diversidad de análisis, de criterios y de propuestas siempre enriquece la vida nacional, pues constituye una posibilidad para advertir las fallas que dañan el devenir social y encauzar nuevos rumbos que puedan conducir al país hacia una mayor prosperidad y un mayor equilibrio. Esto es posible, únicamente, cuando existe un potente y responsable entramado de entidades ciudadanas que constituyen la sociedad civil –sindicatos, y otras asociaciones de profesionales, de estudiantes, de campesinos, de vecinos, entre otras (siempre autónomas y democráticas)–, y la sociedad política ­–una pluralidad de partidos políticos, así como mecanismos para que los ciudadanos controlen el cumplimiento de la constitución, el desempeño del parlamento y la gestión del gobierno, entre otras maneras–. Y la prensa resulta un medio indispensable para socializar los análisis, los criterios y las propuestas, así como las gestiones de toda esa diversidad. En tal sentido, los medios de comunicación tienen que ser tan plurales como plural sea cada sociedad.

En Cuba no ha sido así en los últimos cincuenta años. Hemos vivido en un sistema socio-político que se fundamenta en la dirección de una “vanguardia”. Y esta, como un resultado de esa lógica, es quien asume el derecho único de pensar el país –aun cuando tolere otras opiniones y en algunos momentos haya efectuado ciertas consultas a la ciudadanía–.  Esta premisa de los ideólogos del socialismo de Estado –ya fracasado históricamente– ha empobrecido las potencialidades de nuestra sociedad y, por supuesto, el desempeño de la prensa. Si bien es cierto que, en determinados momentos, ha sido posible encontrar en alguna prensa escrita (Juventud Rebelde, por ejemplo) y en ciertos espacios de la radio –en muy escasas ocasiones a través de la televisión– algunas expresiones autónomas del sentir de los ciudadanos. También se hace necesario destacar el surgimiento, en la década de los 90, de publicaciones importantes que disfrutan de una juiciosa autonomía en relación con los preceptos ideológicos imperantes, como son las revistas Temas, La Gaceta de Cuba y Criterios. Y, más recientemente, la llegada de Internet, el correo electrónico y la memoria flash han contribuido –enormemente, aunque sólo en un sector de la población– a ampliar y a democratizar el acceso a la información y el espacio de debate.

En medio de esa realidad, y de manera muy especial en el brevemente esbozado contexto de los años 90 y de los 2000, han ido surgiendo y consolidándose las publicaciones de la Iglesia Católica.  Con ello, la Iglesia pretende poseer sus propios medios para desarrollar la misión evangelizadora, en la cual se integran todos los temas: espirituales, culturales, familiares, sociales, económicos y hasta políticos, pues todos los ámbitos de la vida son constitutivos de la naturaleza humana y comprometen la realización de cada persona –criatura de Dios, por quien debe velar la institución religiosa.

Por lo general, las publicaciones –entre las cuales se encuentran las que mencionas– no surgieron por una disposición que emanara solamente de una iniciativa estratégica de la correspondiente jerarquía eclesiástica (el Arzobispo de La Habana en los casos de Palabra Nueva, Vivarium y Espacio Laical, y el Obispo de Pinar del Río en el caso de Vitral). Más bien, los pastores convocaron a la búsqueda de nuevos medios para la acción de la Iglesia en la sociedad cubana y fueron apoyando los proyectos que lograron surgir, allí donde germinaron ciertas condiciones que lo favorecían.

Esta nueva prensa, en sus inicios, fue vista como un peligro, pues para algunos podía constituir una competencia desestabilizadora. Así pensaron muchísimas de las autoridades, y algunos que no poseían cargos políticos, estatales o gubernativos, sino ciudadanos medios –llamados revolucionarios– que concebían el devenir social desde una ortodoxia estalinista muy poco abierta a lo diverso. Esto, como es obvio, ha provocado inconvenientes, entre los cuales se encuentran: la suspicacia y el disgusto ante diferentes opiniones aparecidas en estos medios y la amonestación a algunos colaboradores por los criterios vertidos, así como la advertencia a intelectuales que se desempeñan en instituciones oficiales para que no escriban en nuestros medios. Sin embargo, esta realidad ha ido cambiando gracias a la apertura por parte de muchos y a la labor transparente y constructiva –nada desestabilizadora– que ha marcado el desempeño de la generalidad de estas publicaciones.

 

Hoy, Espacio Laical es un referente imprescindible para comprender la sociedad cubana y su devenir, los conflictos más candentes y los debates que prefiguran el destino de la nación. Observo una paulatina transición, desde sus comienzos hasta hoy, en el énfasis: desde los temas inherentes a la comunidad católica cubana, hacia los temas que atañen a toda la nación y su destino. Al mismo tiempo, es evidente, desde el diseño hasta los contenidos, así como el nivel de los colaboradores, una acentuada profesionalización. ¿Qué factores humanos y materiales han propiciado ese cambio? ¿Cómo ha repercutido todo ello en el alcance de la publicación, su distribución en la Isla, la ganancia de nuevos lectores, no obligatoriamente dentro de la comunidad católica, y las relaciones con el Estado?

RVG: Los católicos debemos servir al prójimo y nuestro prójimo más cercano es el cubano que sufre y que para conseguir sus anhelos necesita sanarse y reconciliarse consigo mismo y con el otro. En tal sentido, la revista debe ofrecer a Jesucristo, para que todo aquel que alcance a tener fe pueda renovarse humanamente. Por ello estamos obligados a dedicar un bloque de la publicación a temas espirituales, teológicos y filosóficos-religiosos. Sin embargo, no hemos conseguido articular debidamente este espacio; lo cual constituye un reto.

Por otro lado, nos percatamos muy pronto de que también debíamos trabajar en otra dimensión de la reconciliación. Para hacerlo consensuamos promover el encuentro, el diálogo y el consenso entre cubanos. En este ámbito, con la ayuda de Dios –pues muchísimas circunstancias parecían hacer imposible dicho propósito–, hemos tenido más suerte. La revista se propuso ser un espacio para la comunión entre los más diversos criterios que laten en la nación cubana, siempre que se formulen con fundamentos y por medio de un lenguaje de diálogo, capaz de tender puentes y no construir trincheras de combate. Esto ha sido muy bien acogido por el público, pues los cubanos demandan –con urgencia y ansiedad– mucha serenidad para tratar los asuntos del país y espacios para expresar, o ver reflejadas, sus preocupaciones y expectativas. Por esta misma razón ha ido aumentando la cantidad de nacionales –residentes en la Isla y en la diáspora, con diversos credos ideológicos, políticos, filosóficos y religiosos– que ofrecen su contribución, con el deseo de brindar un pequeño aporte al bien de Cuba, de cada cubano. Esta identificación de la revista con la suerte de las más plurales preocupaciones y expectativas que agobian a nuestros compatriotas ha intensificado la relación de la publicación y de la Iglesia –institución a la cual pertenece– con la nación cubana.

En cuanto a mi valoración acerca de la relación de la revista con el Estado, todo depende de qué entendemos por Estado. Si lo reducimos a las autoridades y funcionarios que rigen el país, entonces debo decir que pueden admitirse distintas interpretaciones. Algunos han expresado que no les gusta la publicación y hasta han hecho algún esfuerzo por entorpecerla, pero otros –que constituyen un sector significativo– la siguen y la valoran. Esto ya es un paso positivo en la relación del Estado con la revista y con la Iglesia, pero sobre todo con los criterios que se expresan en la misma.

Has mencionado que el compromiso de la revista “desde la Iglesia y como Iglesia” es con el “bienestar de Cuba” y tu rechazo a que ella “se convierta en la plataforma de una única visión de la cosas, aunque esta emane del Evangelio y, por ende, la abrimos a la exposición de los criterios más disímiles, siempre que estos sean lógicos y profundos y se expresen a través de metodologías que no contradigan los valores de la fe cristiana”. En una sociedad transitada por medio siglo de laicismo, abolición de la enseñanza católica y ateísmo programático, y donde las posiciones mayoritarias de la sociedad en temas como el matrimonio (incluso el matrimonio gay), el aborto, la sexualidad y la educación distan mucho de la doctrina oficial de la iglesia, ¿se plantea Espacio Laical el debate abierto de estos temas ofreciendo espacio a criterios antagónicos, a pesar de que la revista se haga “desde la Iglesia y como Iglesia”?

RVG: Para la Iglesia, una de las maneras de realizar su catolicidad (aspiración de universalidad) es ofreciendo espacios con el propósito de que todos puedan expresarse, siempre que la intención sea procurar el bien por medio del bien. Pero, además, esto le exige asumir lo positivo de todo el abanico de criterios y deseos de la sociedad, perfilarlo desde fundamentos evangélicos y promoverlo. En tal sentido, la Iglesia debe sentirse obligada a dialogar con todas las opiniones de este mundo y tratar de alimentarse de las mismas –cuando esto sea posible y en la medida pertinente–. Nuestra revista es un instrumento de la Iglesia que, en alguna medida, la ayuda a realizar ese servicio.

Sin embargo, dada las urgencias de nuestra realidad, así como las inquietudes y angustias de los pensadores relacionados con nuestra publicación, se ha postergado el debate en relación con los temas que mencionas, por ejemplo: aborto, sexualidad y matrimonio. No obstante, opino que –llegado el momento– el Consejo Editorial aceptará concederle el espacio necesario al intercambio de ideas sobre estas materias. ¿Por qué no? Compartir los argumentos, siempre que se haga con profundidad y respeto, contribuye a la comprensión y al acercamiento entre las personas con opiniones diferentes, y esto es parte de la misión de la Iglesia.

 

La publicación ha insistido en que el estado actual y el futuro de la nación exige hermanar a sus miembros, rearticular consensos y fraguar un nuevo pacto social en esa Casa Cuba que reúna y acepte la diferencia alrededor de un proyecto común, “intentar promover toda la diversidad de la nación” y “procurar una relación fraterna entre toda esa pluralidad; pues solo así se contribuye verdaderamente a la unidad en la diversidad”. Has hablado de “un espíritu de diálogo, no de deslegitimación ni de confrontación”. Y creo que no de otro modo alcanzará el país una reformulación de su destino donde quepan todos. ¿Crees que ello sea posible en la circunstancia actual o que existan indicios que permitan avizorarlo en un futuro próximo? El Partido Comunista, en su Proyecto Documento Base de la Primera Conferencia Nacional del PCC, insiste en equiparar Patria, Revolución y Socialismo, un monopolio de la imagen de nación que no deja demasiado margen a esa diversidad respetuosa e incluyente.

RVG: Estoy convencido de que el equilibrio y el progreso de la nación dependen de la capacidad que tengamos para encontrarnos, para dialogar, para llegar a consensos, para cincelar una sociedad renovada. Y esto es posible si quienes poseemos esta convicción –desde todo el espectro político e ideológico de la nación–, trabajamos arduamente por lograrlo. Sin embargo, en algunos momentos tengo mis dudas acerca de que –aunque sea posible– resulte verdaderamente probable. Posible y probable no son términos idénticos.

Si analizamos las circunstancias actuales que prefiguran el acontecer nacional podemos advertir fuertes –fortísimos–  elementos que entorpecen la promoción de un camino de encuentro, de diálogo y de refundación. En las estructuras partidistas, estatales y gubernamentales abundan los dirigentes y funcionarios atrincherados en viejos esquemas políticos que tienden a la exclusión y al inmovilismo. No obstante, también debo resaltar que existen otros con una sólida capacidad política y con una suficiente claridad acerca de los cambios que necesita el país, aunque a veces sea difícil distinguirlos públicamente.

Por otro lado, quienes hasta ahora poseen los controles políticos de nuestra emigración rechazan de manera visceral la posibilidad de dialogar con los afines a la Revolución y se sulfuran ante la posibilidad de que se produzca en Cuba una reforma, en la que participen activamente las actuales autoridades, encaminada a lograr mayores cuotas de libertad y de justicia, así como un mayor bienestar espiritual y material. Sin embargo, también debo destacar que en nuestra emigración han ido destacándose nuevas personalidades y entidades que constituyen un signo de esperanza.

Otro sector a mencionar es la disidencia. Un segmento significativo de esta tampoco contribuye a un auténtico clima de diálogo, aunque muchas veces en su discurso se aboga por el mismo, porque el fundamento de sus propuestas y el espíritu de su quehacer político están marcados por la metodología de la confrontación y del aniquilamiento del otro. Este sector no tiene poder y posee mucha menos influencia que los dos anteriormente indicados. Sin embargo, algunas instituciones extranjeras y medios de comunicación, también foráneos, le conceden determinada relevancia y consiguen cierto influjo del mismo en sectores de la opinión pública internacional y en posiciones políticas de determinados gobiernos.

Es posible percibir que varios sectores hasta ahora muy bien instalados políticamente no favorecen –en la medida que reclaman nuestras urgencias– la constitución de un sendero de encuentro, de diálogo, de consenso, de refundación. A veces pienso, y hasta me convenzo, que el presidente Raúl Castro tiene conciencia de cuán vulnerable hace esto a la nación y que tiene previsto crear condiciones para revertir –en alguna medida– este peligro. Ciertamente, tal vez piense hacerlo de una manera diferente a la que podamos preferir unos y otros, pero –de todos modos– podría ser beneficioso para el país y colocarlo en un peldaño superior que le facilite una redefinición sistemática y un ascenso continuo. Sin embargo, en ocasiones me sorprendo –muy preocupado– creyendo descubrir que no puede hacerlo, que no podrá lograrlo. Esto sería fatal, por eso se hace imprescindible ayudar a que el proceso sea probable.

En estos momentos, está circulando el Proyecto Documento Base de la Primera Conferencia Nacional del PCC. Lamentablemente, parece que no satisface las expectativas de la inmensa mayoría. El documento propone cambios interesantes, como los relacionados con el papel de los medios de comunicación, pero faltan muchísimos otros cambios que deberían debatirte en ese evento, y continúa colocando al PCC dentro de una concepción dogmática y de poder que lo  aleja de una verdadera función política.

No es posible reconocer que existe un distanciamiento entre las ideas del PCC y del pueblo, en especial de los jóvenes, y asegurar que esto es debido a que no han funcionado los mecanismos para el trabajo ideológico. Si fuera así, tan simple, la cuestión sería resolver la manera de que todos comprendan y asuman los criterios de quienes dirigen el Partido. Pero la cuestión es mucho más compleja. Nuestra sociedad es muy, pero muy plural, y no habrá solución si todos no procuramos entender a cada uno de nosotros. En tal sentido, más bien sería el Partido quien debe tratar de comprender los criterios de toda la diversidad nacional y establecer un diálogo con ella.

Se hace obligatorio redefinir el lugar de la ideología y la manera de emplearla. Por supuesto que siempre habrá ideología en el desempeño social de todo país. Incluso sería conveniente que en cada sociedad convivan y se proyecten varias ideologías desde una dinámica de enriquecimiento mutuo. Esto podría ser muy beneficioso. Sin embargo, un trabajo político-ideológico entendido como un universo de mensajes continuos e intensos que pretenden mostrar un conjunto de conceptos, valores y principios, así como hechos históricos que parecen confirmar la realización de los mismos, con el propósito de brindar herramientas para que los ciudadanos resistan una crisis ya larga, que puede parecer interminable, en la que se les consumen sus vidas, suele resultar un quehacer casi estéril y hasta producir hastío. Lo que debe proyectarse de manera continua e intensa es un entramado de gestiones, tan diversas y universales como sea posible, encaminadas a presentar propuestas, a dialogarlas y a lograr consensos acerca de cómo conseguir el mayor bienestar posible para nuestro presente y para nuestro futuro. En fin, hacer política en la sociedad y con toda la sociedad.

Por otro lado, el documento plantea que deben separarse las funciones partidistas de aquellas otras gubernativas y empresariales. Sin embargo, se aferra a orientar que el Partido puede reunir a las administraciones y a todos los factores (como le llaman) para que les rindan cuentas. Igualmente, y para confirmar la contradicción, propone que los dirigentes del Partido roten por cargos de dirección en el Estado y en el gobierno. No estoy en contra de que militantes y dirigentes del Partido ocupen cargos de dirección en el Estado, en el gobierno y en el empresariado; pero desearía que lo hagan porque hayan resultado ser los mejores para hacerlo y como producto de mecanismos democráticos, y no porque sean militantes del Partido y como resultado de una planeación en la dirección del mismo.

Asimismo, el documento plantea que se pueden disfrutar de todos los derechos y hasta ocupar cargos públicos, etcétera, sin discriminación racial, de género, de creencias religiosas y de orientación sexual. Esto constituye el resultado de un proceso positivo que se viene gestando desde hace años y tal vez ahora llegue a un momento importante de consolidación.  No obstante, el documento no precisa si podrá participar toda la pluralidad de criterios socio-políticos que existe en cada uno de estos segmentos de la sociedad. Esto último resulta muy importante en materia de igualdad y participación ciudadana. Lamentablemente, todo el proceso de reformas está marcado y dañado por cuestiones de esta índole. Se suelen anunciar las transformaciones desde una presunta voluntad de apertura amplia y profunda y por ende efectiva, pero después –cuando se elaboran las medidas y se comienzan a implementar– resulta limitada y quebrantada dicha voluntad. Esto puede tener una explicación. Sin embargo, el país no puede esperar mucho más sin correr un alto riesgo. Se hace imprescindible asumir una robusta dosis de apertura y claridad, integralidad y celeridad.

Muchas más pueden ser las críticas a dicho documento, pero continuar desbordaría la intención de una entrevista. Realmente, desearía un Estado no confesional; sin embargo, por ahora no hubiera pretendido que se renunciara a mantener los imaginarios de Revolución y de socialismo, pero sí que los reinterpretaran –sin que ello implicase una claudicación para nadie–, de manera que hicieran al Partido más político y más democrático, y al Estado más inclusivo y más republicano.

La Iglesia Católica como institución ha jugado en Cuba diferentes papeles a lo largo de su larga historia. No hubo en las colonias inglesas o francesas una denuncia de la masacre de los nativos equivalente a la de Las Casas. Connivente con la esclavitud y con la colonia frente al movimiento independentista, a pesar de algunas figuras de alto relieve que apoyaron la causa cubana. Alineada con los estamentos del poder durante la república. Sometida más tarde por el Estado y el gobierno revolucionarios, ha devenido recientemente una interlocutora necesaria para las liberaciones de disidentes, por ejemplo, hecho interpretado por algunos como un saludable ejercicio de mediación y por otros como una claudicación. Más allá de las distancias, los cubanos estamos condenados a entendernos si queremos sobrevivir como nación. ¿En qué medida percibe el pueblo de Cuba a la Iglesia como un factor importante de ese diálogo y de esa conciliación, y en qué medida desconfía de que su intervención esté condicionada por sus propios fines como institución y no por los intereses de la mayoría de los cubanos, creyentes o no creyentes?

RVG: Tiene usted cierta razón en esas aseveraciones que ha hecho acerca de la Iglesia en la historia de Cuba. No obstante, la realidad posee muchos matices y, por tanto, no pueden hacerse afirmaciones tan categóricas, ni en contra ni a favor. Resulta imposible hacer ahora un recuento histórico capaz de ofrecer una visión de la Iglesia más positiva que la presentada en la introducción de su pregunta. Sin embargo, daré algunas breves pinceladas que permitan demostrar que es posible.

Es cierto que la Iglesia no estuvo, en bloque –como yo hubiera preferido hoy–, en contra de la esclavitud. Pero, como usted afirma, hubo figuras de la Iglesia que abogaron en contra de la misma, y en Cuba la Iglesia hizo un esfuerzo tremendo por lograr un trato más humano para los esclavos. Hasta tal punto fue la presión que intentó hacer la institución en este sentido, que los hacendados comenzaron a traer de España los capellanes para sus haciendas, con el propósito de que no fueran sacerdotes obligados a obedecer los requerimientos de la Iglesia en la Isla en materia de atención a la esclavitud.

En cuanto a la connivencia con España en contra de la independencia, debo recordar que para lograrlo hubo que desarrollar una política de descubanización del clero. La Iglesia había asumido una labor fundadora de la nación, promoviendo la cubanidad, así como los fundamentos de las diferentes formas políticas que pretendían realizar la misma: el reformismo, el autonomismo y el independentismo. Todas las posiciones políticas, siempre que pretendieran fundar lo cubano, fueron acogidas y alimentadas por la Iglesia. Ahí está el ejemplo de la faena desarrollada por el Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana. Esta labor fue tan importante que no pudieron dejar de beber de sus fundamentos libertarios casi ninguno de los patricios que hicieron posible la nación y la independencia, por lejanos que estuvieran de la fe católica.

En este sentido, también existen muchos argumentos que pudieran matizar sus afirmaciones acerca de una Iglesia alineada únicamente con los estamentos del poder durante la república, y sometida más tarde por el Estado y el gobierno revolucionarios. La Iglesia jamás fue sometida durante la etapa revolucionaria. Ella –como consecuencia de una lucha entre la institución eclesiástica y la Revolución, conflicto en el cual tuvieron responsabilidad ambas partes– fue estigmatizada, agredida y acorralada, pero esto no conllevó que fuera dominada. La Iglesia no se dejó dominar y asumió el confinamiento con mucha entereza y dignidad, lo cual hizo posible que resistiera, creciera, se consolidara, ganara en influjo social y consiguiera legitimarse como un actor nacional responsable. Para conocer la Iglesia de estos tiempos se hace imprescindible estudiar el Encuentro Nacional Eclesial Cubano realizado en 1986, que fue el resultado de 10 años de diálogo entre todos los miembros de la Iglesia en Cuba, donde la misma decidió ser muy, pero muy evangélica y muy, pero muy cubana, abierta a todos y dispuesta a acompañar a cada cubano, fuera quien fuera. Invito a estudiar el documento final de este proceso.

El actual papel de la Iglesia como posible interlocutora no es un rol sacado de abajo de la manga, sino el resultado de una historia que, tal vez, algunos no conozcan bien (o no quieren conocer). La historia de la Iglesia en Cuba, y en especial durante este último medio siglo, ha hecho posible que la inmensa mayoría del pueblo la perciba como un factor importante de diálogo y de conciliación. Claro, existen algunos que dudan de sus intenciones –dudar es un derecho–. Sin embargo, debo precisar que muchos de esos prejuicios acerca del actual desempeño de la Iglesia tienen origen en la campaña de un sector que no le perdona a la institución procurar un arreglo entre todos los cubanos, donde nadie resulte perdedor, y se logre un cambio ordenado del modelo socio-político-económico que responda realmente a los deseos de la nación, del cubano medio, del cubano pobre. Ese otro sector lleva años añorando la confrontación, el aniquilamiento del otro y el caos como medios para erigirse luego en “únicos salvadores” del país. Por eso consideran la labor de la Iglesia como una claudicación motivada por intereses mezquinos y oportunismos de todo tipo. Pero esto no debe preocuparnos; ya Martí nos advirtió que es sólo el amor quien ve, que quienes aman, edifican, y quienes odian, destruyen.

Una de las grandes virtudes de Espacio Laical es no recluirse en “un pensamiento netamente católico o que emane del catolicismo” (te cito), sino el haber conseguido un espacio plural de debate que ha tocado muchos de los temas cruciales que inquietan (y angustian) a los cubanos. ¿Es posible mantener esa línea editorial y conservar ciertos equilibrios sin levantar los obstáculos que terminaron con una revista como Vitral?

RVG: Dos escenarios pudieran hacer fracasar el proyecto de Espacio Laical, antes de tiempo, antes de que cumpla su cometido. El primero, si los sectores intransigentes logran detener y revertir el proceso de reformas que, aunque lento y poco claro, se va realizando sin dar pasos atrás, y entre sus propósitos esté interrumpir todo empeño de participación real y de diálogo serio. El segundo, si el proceso de reformas continúa, pero con mucha lentitud, escasísima claridad, poca audacia para desatar los debates y limitada capacidad de escucha de la opinión ciudadana; porque ello podría generar una falta de confianza y una apatía que genere poca disposición para hacer públicas las opiniones y participar en la construcción de una Cuba mejor. Estos escenarios son posibles. Sin embargo, nosotros rezamos para que no ocurran y cada día sean más las posibilidades de expresar los criterios, dialogar y alcanzar consensos, a través de todo un universo de medios, entre los cuales se encuentre nuestra revista. De esta manera, como es lógico, también un día la publicación llegará a su fin, pero no de forma traumática.

Se ha hablado de que en ocasiones Espacio Laical y otras revistas católicas presentan una “realidad virtual”, un diálogo que es, de momento, incipiente. Yo, en cambio, soy de los que considera que ya hay que trabajar para el mañana, prefigurar el diálogo y el entendimiento entre todos los cubanos. A ello has respondido que “sería injusto no reconocer cuánto se ha avanzado en los últimos años”. ¿Puedes enumerar esos avances?

RVG: La cuestión nacional se ha convertido en tema central de muchísimos diálogos entre vecinos, compañeros de trabajo y de estudio, amigos y familiares. Dichos coloquios, a veces, sobrepasan la mera conversación y se convierten en foros de debate que van creando una opinión socializada. Estas charlas han demostrado que los cubanos pueden encontrarse e incluso ponerse de acuerdo, a pesar de las diferencias de criterios. Estos intercambios tienen hoy un espacio que los privilegia: el e-mail y, en muchos casos, han conseguido determinada institucionalización, como es el ejemplo de esta misma publicación, Cubaencuentro.

En la sociedad civil de la Isla existen muchos espacios de diálogo institucionalizados. Mencionaré algunos de los más destacados en La Habana: las revistas La Gaceta de Cuba y Temas, así como el espacio de debate de esta última conocido como Último Jueves; y los proyectos La Cofradía de la Negritud, con su boletín; el ciclo de talleres “Pensar la Revolución”, en el Centro Cultural Juan Marinello, donde participó una vigorosa juventud de izquierda; la Cátedra Haydée Santamaría; el proyecto El guardabosques, con su boletín; la Red Protagónica Observatorio Critico, con su compendio de noticias y análisis; Estado de Sats; así como diversos espacios promovidos por la UNEAC, y numerosísimas tertulias y reuniones de personas afines.

En la Iglesia Católica, por sólo mencionar algunos espacios de diálogo institucionalizados en la Arquidiócesis de La Habana, tenemos El Aula Fray Bartolomé de Las Casas (de los padres dominicos); el Centro Cultural Padre Félix Varela; el Centro Fe y Cultura (de los padres jesuitas); la Cátedra Razón y Fe; SIGNIS-Cuba; el Centro de Bioética Juan Pablo II; el Centro de Estudios Arquidiocesano, y las revistas ECOS, Vivarium, Spes Habana, Amor y Vida, Bioética, Palabra Nueva y Espacio Laical.

Las iglesias evangélicas también poseen espacios de este tipo. Citaré a dos de los más importantes: el Centro de Reflexión y Diálogo de Cárdenas, con su publicación, y el Centro Memorial Martin Luther King, con su revista Caminos.

Es cierto que todo esto no es suficiente, pero sería irresponsable e irrespetuoso asegurar que en Cuba no hay diálogo acerca de los problemas nacionales. No obstante, reitero, no es suficiente. Hace falta que surjan muchos más espacios de diálogo, incluso de naturaleza distinta a los mencionados. Igualmente se hace necesario abrir el gran espacio público nacional para que todos estos pequeños espacios públicos de debate puedan presentarse ante el pueblo e interactuar con el mismo, con el propósito de socializar los más diversos criterios y procurar la posible comunión entre los mismos –única manera de cincelar continuamente nuestro pacto social y hacer transitar a la nación por senderos de armonía y progreso.

La historia de Cuba está plagada de imposiciones y del diálogo de las pistolas, aunque hay excepciones memorables, como la que fraguó la Constitución de 1940. Has afirmado que percibir el proyecto que defienden la Iglesia y Espacio Laical como un proyecto que piensa ser la única salvación, sería un error”. Es reconfortante esa aceptación preliminar de que el destino de Cuba pasa por muchas formulaciones posibles (y seguramente reconciliables). ¿Aceptaría la Iglesia la emergencia de un Estado laico, aconfesional, al estilo de muchos estados europeos, y donde la fe abandonara lo institucional y se circunscribiera a la esfera íntima?

RVG: La Iglesia, por supuesto, prefiere que el Estado sea laico. De esta manera no existiría ninguna religión o ideología oficial ni privilegiada, en un contexto donde se promuevan por igual todas las religiones e ideologías –aunque desde una igualdad proporcional y no numérica, pues esta última siempre es injusta–. La Iglesia desea que esté garantizada, por un lado, la libertad de las conciencias y, por otro lado, la posibilidad de socializar todo lo que emane de esa libertad de conciencia, o sea, la expresión de todo el pensamiento, así como la manera de procurar proyectarlo en la realidad. En tal sentido, la Iglesia apuesta por la no confesionalidad del Estado, pero rechaza que la fe, un atributo de la conciencia humana, sea confinada a la esfera Íntima. Esto no sería consecuente con un modelo de sociedad que proclama y defiende la libertad de conciencia, la libertad para expresar las opiniones, así como la libertad para participar en la construcción del país. Exigir que la fe religiosa y que los criterios humanos que se fundamentan en esa fe sean circunscritos a la esfera íntima sería una discriminación.

Desear que la fe pueda tener una expresión pública y desarrollarse por medio de lo institucional no quiere decir que la Iglesia desee un poder para imponerse sobre el resto de la sociedad. La Iglesia debe poder expresar públicamente sus opiniones sobre todos los temas, así como enseñar –a quienes lo deseen– su doctrina y educar desde fundamentos cristianos, aunque siempre –como es lógico– sin contar con mecanismos coactivos que obliguen a quienes no lo prefieran a asumir sus criterios. De esta manera, los razonamientos de la Iglesia participarían en la conformación de lo social únicamente en la medida en que sean asumidos libremente por los ciudadanos y estos, en el ejercicio de su cuota de soberanía, participen en el diseño del Estado, de la cultura, de la economía, del derecho, etcétera.

Debo aclarar que los cristianos –y de manera muy particular los que participamos en el proyecto de Espacio Laical– tampoco deseamos conseguir, a toda costa, la hegemonía social del cristianismo. Sólo nos interesa ofrecer nuestras convicciones y nuestros criterios para que sean valorados y aceptados sólo cuando la mayoría de la sociedad considere que representarían un bien para todos. No deseamos prevalecer, sino acompañar y servir.

Soy de la opinión (no apoyada en estadística alguna) de que la religiosidad de los cubanos es, en su mayoría, meramente circunstancial, e incluso instrumental: el pacto con la divinidad a cambio de una dádiva, creer en Santa Bárbara cuando truena. Con la revolución, el catolicismo como una práctica habitual de la mayoría de los cubanos –fe sincera, contrato social o liturgia exenta de contenido— dio paso a un ateísmo por decreto. Desde los 90, en cambio, al caducar la fe en el futuro, las iglesias se han llenado por quienes buscan una fe sustitutoria, e incluso por quienes buscan un paliativo a sus necesidades más imperiosas. La sociedad abierta y plural a la que aspiramos, donde cada hombre pueda realizar sin cortapisas su destino en la medida de sus sabidurías y posibilidades, y sin el contrapeso de la tradición, ¿no propiciaría una sociedad más ensimismada en el éxito que en la espiritualidad, y vaciaría las iglesias a la misma velocidad que se han llenado?

RVG: Es posible que podamos llegar a presenciar el escenario esbozado por usted, sobre todo si tenemos en cuenta lo elemental de la religiosidad de muchísimos cubanos y el afán de éxito, a toda costa, que está reprimido y atormenta a muchos. No obstante, muy bien los cubanos pudieran desear el éxito y ocuparse también de acrecentar la espiritualidad. Ambos aspectos pueden ser complementarios y enriquecerse mutuamente, haciendo a la persona cada vez más humana. De hecho, en encuestas realizadas por la Iglesia Católica hemos comprobado que la espiritualidad es una de las demandas más importantes de muchos cubanos. Y esto es importante, sobre todo si tenemos en cuenta las circunstancias desde las cuales hemos de partir para construir el presente y el futuro.

El pueblo cubano es maravilloso, pero carece de una economía capaz de permitirle el bienestar, es pobre, posee escasa formación cívica, se ha fragmentado, y no cuenta con los suficientes elementos y espacios para participar en el diseño social. Y, según la apreciación de muchos, con el agravante de que estaremos sometidos cada vez más a una tecnocracia que va acumulando poder y se está convirtiendo en una clase en si y para si que, llegado el momento, podría pactar con lo peor del planeta, incluso con mafias que operan por el mundo, algunas en países muy cercanos a Cuba. Esto podría hacer de nuestra Isla un lugar donde se desate, con vigor, la impiedad. Para afrontar esto será necesario que la ciudadanía, o una buena parte de ella, estén preparada política, intelectual y espiritualmente.

Para conseguir esto último tendrán que trabajar muchos las iglesias. Y para hacerlo, será imprescindible que venzan dos grandes retos. El primero, se hace necesario que puedan comprender muy bien la complejidad –presente y futura– de la sociedad cubana, así como encontrar la manera de dialogar con la misma y ofrecerle oportunidades fascinantes para que crezcan en el espíritu. El segundo, dado que nuestro pueblo necesita de mucha espiritualidad, de una intensa mística de la libertad y de la fraternidad, sería imprescindible que las iglesias cincelen y articulen –con mucho compromiso– la espiritualidad que emana de su fe, pues para ofrecer mucho hay que poseer mucho.

“Acompañar y servir. No prevalecer”; en: Cubaencuentro, Madrid, 22/11/2011. http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/acompanar-y-servir-no-prevalecer-270805





La lingua franca de El Callao a Nueva York. Entrevista a Cristóbal Díaz Ayala

2 11 2011

Cristóbal Díaz Ayala (La Habana, 20/06/1930) se graduó en la Escuela de Periodismo de su ciudad en 1952, y posteriormente se tituló en Ciencias Sociales, por la Universidad de La Habana y en la Facultad de Derecho de la misma universidad, título revalidado en 1966 por el Colegio de Abogados de Puerto Rico. Pero eso es un meandro de su currículo. Cristóbal Díaz Ayala es conocido como uno de los más importantes musicólogos del Caribe. Ensayista y promotor cultural, fue de 1979 a 1992 productor y conductor de Cubanacán, programa semanal de radio, lo que le valió varios premios del Instituto Teleradial de Puerto Rico, y asiduo panelista e invitado en la radio y la televisión de Puerto Rico y otros países. Obtuvo en 1994 la medalla del Festival del Caribe, en Cartagena, Colombia, y el premio de la Association for Recorded Sound Collections (ARSC) a su Discografia de la Música Cubana, y en 2009 el “Lifetime Achievement Award”, de la misma asociación, a toda su trayectoria. Ha publicado Música cubana del Areyto a la Nueva Trova (1981); Si te quieres por el pico divertir: historia del pregón musical latinoamericano (1988); Música cubana del areyto al rap cubano (1993); Cuando salí de La Habana: 1898-1997: cien años de música cubana por el mundo (1998); La marcha de Los Jíbaros 1898-1997 (1998); su monumental Cuba canta y baila: discografía de la música cubana, primer volumen: 1898-1925 (1994) y segundo volumen: de 1925 a la actualidad (2005); Los contrapuntos de la música cubana (2006), y San Juan-New York: discografía de la música puertorriqueña (2009).

 

Periodista, sociólogo, abogado… toda tu formación previa ha desembocado en la investigación musical, ese fenómeno social, particularmente en el Caribe. Creo que comenzaste a acercarte a la música a través del jazz y de la ethnic music” producida en Estados Unidos. ¿Cómo fue el descubrimiento de que la música era tu verdadera pasión y cuándo te redirigiste decididamente hacia la del Caribe?

Cristóbal Díaz Ayala (CDA): En realidad, no me gradué de la Escuela de Periodismo. Me faltó el último año, estudié alli de 1950 a 1952. Pero como bien dices, eso es solo un meandro en mi currículo. Otra aclaración es  que la Discografía sólo cubre hasta 1960, pero sucede que a las figuras que grabaron antes de esa fecha, le sigo la Discografía hasta después de 1960, bien porque hayan grabado después de esa fecha, o se hayan reeditado sus grabaciones antiguas en un formato más moderno; en ese sentido la Discografía está al día, porque la reviso periódicamente cada 3 o 4 años, acabamos de hacerlo. Esa es la gran ventaja de tenerla en pantalla, la puedes actualizar, cosa que no puedes hacer con los libros, salvo con nuevas ediciones. Pero paso a la primera pregunta, cuya respuesta es un poco complicada. Nací en 1930, y de  1934 a 1937 viví con mis padres en el Hotel Vistalegre, en los altos del café y restaurant del mismo nombre, situado en la calle Belascoaín  entre San Lázaro y Malecón, frente por frente al Parque Maceo.  El café estaba en un punto crucial de la comunicación entre La Habana Vieja y sus ensanches, con el barrio de El Vedado, donde en aquella época  vivía la mayoría de la clase económicamente solvente de La Habana; doctores, abogados, políticos, etc, que muchas  veces desayunaban allí, pero sobre todo en la tarde, al regresar de sus trabajos, se daban un trago en el aire libre que tenía el café. El hotel era en realidad una casa de vecindad con baños comunes, pero cada habitación tenía un balcón mirando hacia el Parque Maceo,  y bajando la vista, miraba las mesas del aire libre, y escuchaba las voces y guitarras de trovadores como el Trío Matamoros, Sindo Garay y su hijo, Graciano Gómez, el Cuarteto Luna, etc. Para colmo, los sábados tocaban retreta en la glorieta que tenía el parque, precisamente mirando hacia el hotel. Un sábado, la Banda Municipal dirigida por Gonzalo Roig; el siguiente, la del Estado Mayor del Ejército dirigida por Luis Casas Romero, y el otro, la de la Policía, dirigida por el Maestro Romaguera. Fueron varios cursos intensivos de música cubana, que me dejaron inoculado de por vida….  Lo de la música norteamericana fue una etapa de la juventud,  en que hasta llegué a tener un programa radial cuando tenía 16 años, pero duró poco…Luego también incluí en mi dieta la música clásica, y otras, hasta convertirme en un promiscuo musical, casi sin darme cuenta. Lo curioso es que nunca me lo propuse en su forma activa, como tocar un instrumento, sino como simple oyente.  Dentro de esto, la inclinación especial hacia la música cubana era lógica, y la ampliación ya hacia una órbita caribeña, se produce desde que, en 1960, me radico en Puerto Rico.

 

Has dicho que “en la tradición musical antillana está la argamasa que nos une y la distancia que nos separa. Somos parecidas, pero no iguales”. ¿En qué consisten, básicamente, esas semejanzas y diferencias entre pueblos con una composición étnica, lingüística y tradiciones musicales que parten de los mismos ingredientes?

CDA: Las semejanzas vienen dadas por los elementos que tú señalas en el caso de las tres grandes antillas: el idioma, en parte, porque en la isla de Haití conviven dominicanos hispanoparlantes con haitianos que hablan mayormente patois;  pero si amplías el horizonte e incluyes las otras Antillas y áreas caribeñas, ya tienes que considerar otros idiomas como el  inglés, francés, holandés y hasta lenguas indúes y asiáticas de emigrantes de esas partes del mundo con importante presencia en esta área, con descendientes de los primitivos indígenas, españoles y otros europeos, y de africanos; o sea, el Caribe es una versión gigantesca del ajiaco simbólico que nos enseñó  Fernando Ortiz refiriéndose a Cuba. Además, la olla que lo contiene no se limita a las islas y costas bañadas por el mar Caribe, sino  que sigue bajando por la costa sudeste de América por Venezuela, las tres Guayanas y Brasil hasta llegar a Río de Janeiro; y por el noroeste, atraviesa el estrecho de Yucatán para ocupar las costas del Golfo de México hasta Veracruz; un poco más abajo por el oeste cruza el canal de Panamá, para llegar por el sur a las costas del Pacífico colombiano, ecuatoriano y peruano hasta llegar a El Callao; y arriba, por el nordeste, se posesiona tranquilamente de Las Islas Bahamas y otras. Este mar, como el Mediterráneo, es algo más que simple agua: es una cultura; una cultura con vocación diaspórica: como algunas plantas que tienen la cualidad de convertir sus raíces subterráneas en tallos que de pronto brotan lejos de la planta original, los llamados rizomas. Y el Caribe tiene muchos de ellos: Nueva Orleans es una ciudad caribeña, y también son caribeños los barrios latinos de Nueva York y otras ciudades norteamericanas, y lo mismo pasa en Londres.

Hay, en consecuencia, una amalgama de idiomas, religiones, costumbres que tienen que irse adaptando a un ambiente diferente, en que precisamente una de sus características será la necesidad de adaptación a los otros, adaptación a diferentes climas, costumbres; a convivir. Y una de esas formas de convivencia es la música; seguir con la propia, pero aceptar otras. Por tanto, es la región del mundo en que, pese a su escaso territorio y población, y corta vida como pueblos civilizados, tiene, sin embargo, la mayor producción de géneros musicales, más de 200. Comprendí lo que era el Caribe una noche en Cartagena, en medio de un evento llamado Festival del Caribe al que acudían grupos musicales de todo este ajiaco. Se celebra en una plaza de toros, que es el escenario ideal para cualquier evento de tipo musical; la orquesta va en las gradas, junto con el público, y la arena circular, donde normalmente se torea, la ocupan los bailadores, que con sus pasos, incitan a los que están en las gradas a bailar también; cuando la música llega a su paroxismo, todo el mundo baila. Creo que renace el areito de nuestros aborígenes. Pues bien, allí se sucedían orquestas de todo el Caribe, pasando de la salsa al reggae, de  éste al compás, y de ahí al calipso, sin parar; y los bailadores, en este caso cartageneros, lo bailaban todo, como si toda su vida lo hubieran hecho. No había que enseñarle los pasos ni los ritmos; los llevaban en los cromosomas. Eso es el Caribe. Y la música, su lingua franca.

 

Sobre los puentes entre la música popular del Caribe, en particular la cubana, y la norteamericana, has afirmado que “los intercambios empiezan tan temprano como cuando empieza el jazz en Nueva Orleans, hacia 1900, con un trío en que la corneta lleva la melodía y el clarinete y el trombón le hacen la contramelodía, completan la armonía”. Y te remontas al danzón cubano, que existía desde 1875, y en cuya parte final se hacía eso mismo con un ritmo distinto. Afirmas  que ese danzón llegó a Nueva Orleans a través del disco y gracias a los regimientos de soldados negros norteamericanos que intervinieron en la Guerra Hispanocubanoamericana. ¿No existen pruebas de intercambios anteriores, desde inicios del siglo XIX? Dada la intensidad de los nexos entre Cuba y Estados Unidos (tecnológicos, migratorios, políticos, educacionales, literarios) durante todo el siglo XIX, sería de esperar una huella en las músicas respectivas.

CDA: Todo el siglo XIX, y aún antes, fue de frecuentes intercambios en el triángulo que formaban Nueva Orleans, Santiago de Cuba y Port Au Prince, por relaciones comerciales que conllevan a su vez lazos sociales y culturales. La célula rítmica que algunos autores llaman de “tango” y que es en realidad un patrón rítmico que aparece en las músicas rituales de congos y yorubas, o sea, dos golpes cortos seguidos de dos largos, lo que los músicos cubanos llaman “café con pan”, puede haber estado presente en Nueva Orleans, en Congo Square, como señala Ned Sublette, y seguro en Cuba,  en la contradanza y danza cubana, desde principios del siglo XIX. Es la célula que se convertirá en la habanera, en Cuba, y que en Estados Unidos será una de las bases del jazz, como señaló el músico Jelly Roll Morton, que la llamaba spanish tinge, ya que por entonces Cuba era parte de España y, por consiguiente, se llamaba así lo que viniera de Cuba.

 

Has investigado en profundidad y con acierto los intensos intercambios entre la música cubana y el jazz durante el siglo XX. ¿Qué efectos tuvo sobre la música cubana el abrupto cese de esos intercambios en 1959? ¿Puede hablarse de un proceso de endogamia en la música cubana al menos durante un cuarto de siglo, proceso que se ha ido subvirtiendo paulatinamente a partir de entonces?

CDA: De 1959 en adelante, sucede lo que podemos llamar “la fuerza de la inercia”; o sea, la influencia que se dejaba sentir de la música norteamericana , que en aquel momento era el “tsunami” que fue el rock and roll, siguió haciendo efecto en Cuba, sobre todo en los primeros años de la década de los 60. Son los años con estrellas cubanas del rock, de cuartetos que imitan a los norteamericanos, en que el filin está permitido, en que se graban varios LPs de jazz cubano e inclusive las vestimentas y peinados siguen la estilística norteña. Después comienza un período jacobino que culminará en el llamado “quinquenio gris” que en realidad dura más de cinco años,  donde se produce la endogamia que señalas. Pero  las influencias  yanquis, sobre todo del jazz, eran muy fuertes: La orquesta cubana de Música Moderna, esa incubadora de donde saldrían músicos como Chucho Valdés, Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval y muchos otros, era en realidad una orquesta de jazz. El próximo paso es, por una parte,  Irakere, la mejor orquesta que ha existido de Cuban Jazz, y por otra, fenómenos como La nueva trova,  y las innovaciones que inicia Formell en el tradicional formato de la Charanga Cubana; pero  aún en algunas composiciones de Silvio Rodríguez se nota la presencia de la música norteamericana. Su presencia es reconocida inclusive por el gurú de nuestra música, Leonardo Acosta, como muy fructífera para la música cubana. Ese favor lo hemos pagado con creces, porque a su vez el Cuban jazz empezó a crecer, hasta convertirse en latin jazz, y ser ahora el área mas progresiva, dinámica y en crecimiento del  jazz norteamericano.

 

Eres autor de una memorable selección, una caja de CDs con las cien mejores canciones cubanas del milenio. Subrayo la palabra “canciones” porque has optado por un término neutro que englobe diferentes géneros. Recientemente, analizaste los desaciertos sistemáticos de Edesio Alejandro en una antología del son que incluía piezas difícilmente clasificables como tales. Dado el ajiaco cultural del Caribe, creo que el proceso de intertextualidad genérica, que hoy observamos en casi todas las artes y en la literatura, comenzó allí mucho antes. ¿No habrá sido superado por la realidad todo intento de clasificación genérica?

CDA: Como reza un viejo dicho cubano, “que el relajo sea con orden”. Las fusiones o mezclas de géneros musicales son  viejísimas, y de ellas van surgiendo nuevos géneros musicales. El vals, por ejemplo, proviene del laender; el punto cubanos, de géneros canarios y andaluces, etc. Pero eso no impide que se haga el análisis de un género fusionado, para saber de qué se compone. Para seguir el ejemplo gastronómico de don Fernando Ortiz, la paella es una fusión que comenzó con el arroz y el conejo, dos elementos baratos de la cocina valenciana; pero fue creciendo el número de elementos agregados, y hoy hay paellas de mariscos, de carne, vegetarianasa, de todo.

En arquitectura sucede lo mismo. En ocasiones, para describir una catedral tienes que señalar que diferentes elementos de la misma corresponden a escuelas arquitectónicas distintas. O sea, es muy normal que se mezclen géneros musicales, pero debe seguirse la buena regla de señalar cuales elementos se están usando en una canción determinada. El relajo, en este caso, lo comenzó el movimiento musical de la salsa, que comenzó sin señalar que género o géneros constituían un número determinado, y desgraciadamente muchos compositores o intérpretes  han seguido esa costumbre.

Yo no tengo reparos en que se mezclen o fusionen géneros musicales, pero creo debe señalarse en cada caso los elementos usados. Tú no te comes una paella que aparezca en un menú solamente con ese nombre, sin preguntar sus ingredientes.

 

Has afirmado que el bolero “nace en Cuba con Pepe Sánchez; primero se dice que en 1875 pero creo que es más viejo”. Y has descubierto que en 1905 se grabaron en La Habana cinco boleros, entre ellos “La Dorila”, criolla dominicana del XIX, que Sindo Garay escuchó allí y se llevó a Cuba para reinterpretarla como bolero. El bolero es, curiosamente, un género antillano que ha renacido una y otra vez con identidades propias en México, en Chile, en Perú, como si tocara una fibra emocional común a todos los latinoamericanos, por lo que me recuerda a la radio y la telenovela que, desde El derecho de nacer, es ya patrimonio común a todo el continente, y se ha infiltrado en la industria de los seriales televisivos en Estados Unidos. ¿Qué cualidades del bolero le otorgan esa ubicuidad entre nosotros?

CDA: Te pudiera contestar con una frase lapidaria del escritor colombiano César Pagano: “El bolero, ese gran corruptor de mayores”; pero trataré de ser más específico, aunque me ponga un poco “picúo”: un buen bolero es un pedazo arrancado del corazón. Tan sencillo como eso. Pero además, el muy pícaro tiene vocación imperialista; como bien señalas. Sindo convierte una criolla dominicana en un bolero, y así hemos hecho con tangos, valses, habaneras, etc. Además, el bolero nace en parques y cafetines de Santiago de Cuba, para cantarse  al pie de ventanales; pero cuando se da cuenta que un género perdura más si es bailable,  inmediatamente se arrejunta con el son, para producir el bolero-son. De ahí en adelante, serán incontables sus enlaces; el  bolero-cha, el bolero-mambo, el bolero-ranchera. A México llega posiblemente con las compañías de bufos cubanos que así llevan también la clave y el danzón cubanos; se va creando una forma bolerística propia de ese país, y lo mismo  sucede con Puerto Rico. A otros países caribeños y sudamericanos va llegando gracias a los discos y la radio. Pero hay otro humilde medio trasmisor,  muy efectivo. Desde 1932, en México se edita el llamado Cancionero Picot que anunciaba el producto de ese nombre, un antiácido precursor del Alka-Seltzer. Se trataba de un pequeño fascículo  de unas 30 páginas que se distribuía gratuitamente en las farmacias o boticas del Caribe, Centro y Sudamérica, conteniendo mayormente boleros cubanos y mexicanos, y después también puertorriqueños, argentinos y de otros países. Para rematar, el cine mexicano, desde fines de los 30, se encargó de propagarlo también. Para conquistar los Estados Unidos y Europa, se cambió el nombre: allá le conocían como “rumba”, o mejor, “rhumba”. Pero era el bolero, guillado. Para otros menesteres, usamos otros géneros musicales: Pero para el amor, y sobre todo para el desamor, el bolero es la receta mágica, que en muchos países  latinoamericanos durante los años 40 y 50, se adquiría por unas módicas monedas, que se le echaban a esos psiquiatras que eran las victrolas o velloneras, como se llamaban en diferentes países.

 

Eres autor de una obra que normalmente requiere un equipo de trabajo, tu monumental Cuba canta y baila: discografía de la música cubana, primer volumen: 1898-1925 (1994) y segundo volumen: de 1925 a la actualidad (2005). ¿Cuántos años de trabajo invertiste en esa obra? ¿No sería importante que alguna institución creara una línea de investigación y la dotara de los medios necesarios para continuar ese trabajo que es piedra angular y referencia inexcusable para todos los investigadores de la música antillana?

CDA: Casi te diría que toda una vida, como el bolero de Osvaldo Farrés. Desde que empecé a coleccionar discos, a los 12 años, intuitivamente comprendí la importancia de conservar los mismos, de hacer un listado de los que tenía. Cuando ya me dedico  de los 60 en adelante a investigar y escribir sobre la música, le doy más importancia a la discografía, y cuando el investigador norteamericano Dick Spottsswood me invita en los años 70  a que revisase la parte dedicada a la música en español de su monumental obra  Ethnic Music on Records- Discography of Ehtnic Recordings Produced in the United States, 1893 to 1942, me doy cuenta que a eso es a lo que quiero dedicarme, a completar esa discografía  en la parte de Cuba. Estuve largo tiempo en los archivos de la Victor y también  en la Columbia de Nueva York copiando información de sus archivos, consiguiendo datos de coleccionistas de todo el mundo, lo que aparecía de mi colección de discos, etc, y aunque he dedicado parte del  tiempo a escribir y editar otros libros, la discografía sigue siendo mi norte. Está en web gracias a la Florida Internacional University, a la que hay acceso libre de costo por internet, desde hace unos 8 años. Yo la reviso cada 4 o 5 años, haciéndole correcciones y muchas adiciones, pero sólo cubre  desde 1893 hasta 1960, salvo el caso de algunos artistas que grabaron antes de 1960, en cuyo caso sigo su discografía hasta la actualidad. Déjame decirte que todo este trabajo de una vida hubiera sido imposible sin la ayuda de Marisa, mi esposa, que comparte conmigo esta pasión por la música y su investigación, y ha sido mi eficaz colaboradora .Como bien dices, sería necesario disponer de los medios para completar la Discografía de 1960 en adelante, y mantenerla abierta para seguir agregando lo que se produzca. Sería, me parece, el único país del mundo que tenga su discografía completa en una sola fuente. Le he ofrecido mi colaboración y asesoría a instituciones de Cuba como la CIDMUC  (Centro de Investigaciones  de la Música Cubana) pero no he tenido respuesta.

 

A lo largo de tu vida conseguiste reunir una espléndida colección que asciende a unas 100.000 piezas valoradas en cerca de un millón de dólares: 25.000 LPS; 14.500 discos de 78 revoluciones; 4.500 casetes con entrevistas radiales a compositores y músicos; de 4.000 partituras; 3.000 libros y miles de CDs, fotografías, vídeos, carteles y documentos, entre ellos raras grabaciones realizadas en Cuba durante la primera mitad del siglo XX. Con tu generosidad habitual, has donado esa colección a la Florida International University. ¿Por qué a FIU y no a alguna universidad puertorriqueña, país donde has vivido casi toda tu vida?

CDA: Traté de donarla a Puerto Rico hace más de 10 años, pero no logré que le interesara a ninguna de las universidades de la isla. Solamente se interesó el Conservartorio de Música, pero en aquel momento no tenía las facilidades físicas y de personal para recibir la colección.  Traté entonces con otras instituciones de los Estados Unidos, pero me decidi por la Florida Internacional  University, que además de ser una de las más importantes y de crecimiento más rápido en los Estados Unidos, está en una posición estratégica, con un alumnado peocedente de toda Latinoamérica, en la ciudad que es la puerta de entrada de América Latina  a Estados Unidos, y no hay que olvidar que mi colección no es  tan solo de música cubana, sino que hay en ella una muestra importante de muchos de los países latinoamericanos; o sea, FIU era el sitio ideal, y así ha funcionado en estos diez años. Se ha mejorado y ampliado la colección, y se sigue catalogando para en el futuro subir a internet también la relación del contenido de otros países, para que pueda ser usada por investigadores e interesados del mundo entero.

 

FIU ofrece al año dos becas de la Fundación Díaz-Ayala, dotada cada una con 1.500 dólares, para que estudiantes de postgrado y académicos realicen investigaciones en tu colección durante, como mínimo, una semana de estancia. ¿Cuáles han sido hasta hoy los resultados más importantes de esa generosa oferta a la que, lamentablemente, no pueden acogerse los investigadores que residen en Cuba? Dados los cambios  recientes en la política de intercambios académicos y culturales, ¿no habrá alguna perspectiva de que puedan hacerse extensivas a ellos esas becas?

CDA: Las becas han  funcionado muy bien. Cada año se reciben propuestas de Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Generalmente se trata de tesis que se están escribiendo sobre determinados temas de la música cubana o latinoamericana, que después se publicarán en revistas especializadas. Además, los becarios deben dar durante el periodo de su presencia en FIU una conferencia sobre el tema que han escogido, copia de la cual se archiva para uso de otros posibles interesados. Desgraciadamente, las instituciones que proveen el dinero para estas becas estás sometidas a la legislación del Estado de la Florida que prohíbe el uso de dinero para becados de Cuba. Espero que en los cambios de la política que señalas se modifique esta perjudicial ley. Hay, por supuesto, muchos investigadores cubanos deseosos de usar la colección para importantes trabajos en la historiografía de nuestra música.

 

“La “lingua” franca de El Callao a Nueva York”; en: Cubaencuentro, Madrid, 02/11/2011. http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/la-lingua-franca-de-el-callao-a-nueva-york-270065





Cuando un amigo se va

24 10 2011

Cuando un amigo se va

queda un espacio vacío

que no lo puede llenar

la llegada de otro amigo.

Alberto Cortés

 

Por el contrario que Hugo Chávez, quien ha declarado que el asesinato de Muamar el Gadafi constituye «un atropello más a la vida» y lo declara «un mártir y un gran luchador”, Fidel Castro nunca fue amigo del coronel libio, que sí fascinó a Daniel Ortega. Será un problema de coeficiente de inteligencia. Aparte de sí mismo y, quizás, de García Márquez, Fidel Castro no tiene amigos. Sólo súbditos, cómplices necesarios, aliados eventuales y enemigos (siempre despreciables). Con la excepción de su hermano, basta repasar el destino de sus más cercanos colaboradores.

El coronel Gadafi, al que algunos llamaron el Che Guevara árabe –dado que nunca encabezó una guerrilla, sería por los fusilamientos— transitó del nasserismo panarabista al “socialismo árabe”, del anticomunismo al prosovietismo; del intervencionismo –3.000 militares libios apoyaron a Idio Amin en la guerra entre Uganda y Tanzania, y durante la Guerra de los Toyota intervino en Chad dados sus potenciales depósitos de uranio, intentó derrocar al presidente Hissène Habré y anexó la franja de Aouzou— al pacifismo africanista, una vez acomodado sobre un océano de petróleo. Propuso como receta la “tercera teoría universal”, la “yamahiriya” y el Libro Verde, un arroz con mango de marxismo mal digerido, islamismo de baja intensidad y nacionalismo como excusa de un gadafismo, ese sí, ortodoxo. De patrocinador del terrorismo internacional y los movimientos guerrilleros latinoamericanos, a amigo íntimo de Berlusconi y portero complaciente de las grandes petroleras internacionales que dejaron en su cuenta familiar miles de millones de dólares. Siguiendo a Josip Briz Tito y a Sri Pandit Jawaharlal Nehru, Intentó convertirse en líder del Movimiento de Países No Alineados. Intentó unificar Libia con Egipto, Sudán, Siria, Irak, Marruecos, Túnez, Argelia y Chad, e incluso formó la Federación de Repúblicas Árabes (1972-1977). Y consiguió hacerse multimillonario.

La ambición de Fidel Castro, que inauguró la política televisiva, ha sido convertirse en un político de talla universal, al que la mala suerte dotó de una pequeña isla, convertida en pedestal de su propia estatua. Y en buena medida lo ha conseguido, al costo de sacrificar el bienestar y la vida de los cubanos. Fiscal de todos los males universales (capitalistas), Castro ha proyectado una imagen de solvencia intelectual y un discurso que, aun hoy, despierta no pocas simpatías entre quienes no se toman el trabajo de cotejar la teoría con la práctica.

El coronel Gadafi fue un tenebroso showman del mundo del espectáculo, con sus declaraciones disparatadas, su recua de guardaespaldas diz que vírgenes y su jaima que plantaba con idéntico desparpajo en París, Londres o Roma. Los líderes de Occidente ya no podrán arrancar de sus álbumes de fotos los abrazos y besos al beduino loco del desierto.

A pesar de estas cruciales diferencias, Castro siempre ha cultivado a los tontos útiles y a los aliados de ocasión. Sabe que en Naciones Unidas y en la Comisión de Derechos Humanos un voto es un voto y no solicitan certificados de legitimidad, de inteligencia o de salud mental. Por otra parte, en la escena internacional, el raulismo ha convertido a Cuba en mero edecán de la política chavista. (La devaluación de nuestras metrópolis es un índice de la devaluación del país). Ello explica que los balbuceantes comentarios del diario Granma respecto a las revueltas árabes –piden democracia y libertades, no más socialismo–, hayan ganado en aplomo para apoyar decididamente al coronel en Libia. Fidel Castro dictó la línea editorial el 16 de marzo: «Estamos en contra de la guerra interna en Libia y a favor de la paz inmediata y el respeto por la vida y los derechos de todos los ciudadanos, sin una intervención extranjera que únicamente sirve para prolongar el conflicto y los intereses de la OTAN». Como si no sobraran declaraciones al respecto, Raúl Castro recibió el 3 de agosto pasado, 25 días antes de la caída de Trípoli, a Abdulhafid M. Zlitni, secretario del Comité Popular General de Planificación y Finanzas de Libia, enviado especial de Gadafi, y hasta hoy no ha reconocido al Consejo Nacional de Transición (CNT).

Si revisamos el diario Granma desde febrero de 2011, cuando la violenta respuesta del coronel a las manifestaciones pacíficas desembocó en el conflicto armado que acabó con su régimen, encontraremos numerosas referencias a asesinatos y matanzas.  El 2 de mayo, el MINREX condena el asesinato de un hijo y tres nietos Gadafi por los bombardeos, de lo que se hace eco Granma días más tarde. El 28 de julio, recoge la demanda ante el tribunal de Bruselas, por la muerte de varios civiles en el ataque de la OTAN a Hemidi Juildi, militar de Gadafi. El día 30 denuncia los bombardeos y atribuye a sus compañeros del CNT el asesinato del general Abdel Fatah Yunis, pasado a la insurgencia. El 9 de agosto, notifica el presunto secuestro de un centenar de niños en Misurata y se muestra preocupado por el destino de “

los hogares de ancianos y casas de discapacitados (…) bajo control de los opositores” y que podrían ser víctimas de “asesinatos, descuartizamientos, violaciones y quemaduras”. (Sobre el trato a los ancianos en Cuba, véase la última escena de Suite Habana). El 6 de septiembre, recoge la denuncia de Daramola Siji, coordinador de los nigerianos en Libia, para que cesen los asesinatos de subsaharianos, acusados de mercenarios, por los milicianos del CNT. El 14 de septiembre, subraya el deterioro de la situación humanitaria en Bani Walid, atribuible al cerco rebelde, los crímenes de guerra y «ajustes de cuentas» por parte de las fuerzas subversivas, redadas domiciliarias y asesinatos, en particular de 85 presuntos mercenarios subsaharianos en Misrata.

Ante tan prolija relación de los desmanes de los rebeldes, se echan en falta en la prensa cubana los bombardeos de febrero contra la población civil con aviones de combate y helicópteros artillados, y el bombardeo indiscriminado de Bengasi que ocasionó la deserción de una decena de pilotos, cientos de soldados, oficiales y policías que se negaban a masacrar al pueblo, así como diplomáticos libios ante la ONU, India, China y la Liga Árabe, y funcionarios horrorizados por la matanza. O el hallazgo, el 1 de octubre, de 357 cadáveres en fosas comunes. O el del 25 de septiembre pasado, cuando se abrió una fosa común cerca de la prisión de Abu Salim, con 1.270 cadáveres de prisioneros asesinados por Gadafi en 1996, y otros seis en el jardín del hotel Rexos. Ese 25 de septiembre,  la portada de Granma se consagró a los cinco héroes, la visita del presidente de la República Popular del Congo, el abanderamiento del equipo de béisbol y, en las páginas interiores, el ataque a Sirte por las “tropas insurgentes libias, apoyadas por la OTAN”, que están “pagando un alto precio debido a la tenaz resistencia de los leales a Muamar el Gadafi”. Es decir, “insurgentes” y “rebeldes” contra “leales”. Ha pasado mucho tiempo desde aquellos lejanos días en que los “rebeldes” eran los buenos, y les asistía el derecho de luchar contra una dictadura y despachar a los esbirros (no a los “leales”) tras juicios sumarísmos.

El Granma califica la muerte de Gadafi como asesinato. Y, al parecer, lo fue. La reconstrucción más fiable de los hechos indica que tras ser bombardeado por la OTAN el convoy donde huía, Gadafi, herido leve, recordó que había llamado ratas a los rebeldes, y se refugió en un tubo de alcantarilla, de donde lo sacaron vivo, aunque ya había perdido la elocuencia, porque su último discurso fue brevísimo: “No disparen”. Pero a Misrata, donde el doctor Ibrahim Tika realizó la autopsia, llegó con un tiro en la cabeza y una bala en el abdomen que fue la que, al parecer, le ocasionó la muerte. (En eso también se asemeja al Che Guevara).

Asesinado o ajusticiado como Trujillo o Somoza (eventos aplaudidos en su día por La Habana), no es difícil comprender que una milicia poco disciplinada y deseosa de venganza se tomara la justicia por su mano, no sólo por los cuarenta años de dictadura, sino por los miles de muertos que ha costado al país el empecinamiento del coronel en negarse a aceptar la voluntad popular, y refugiarse en alguna dictadura hospitalaria (sobre todo para exdictadores millonarios) a releer su Libro Verde. Aunque su muerte, en términos de puro pragmatismo, posiblemente haya ahorrado a Libia algunos cientos de vidas que valen más que la del coronel, habría sido preferible un juicio con todas las garantías (que él nunca ofreció). Más que por respeto al dictador, por respeto al futuro de Libia, que crecerá ahora bajo sospecha.

Una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba emitida hace poco, subraya que la isla solo reconocerá a un Gobierno libio que se constituya «de manera legítima y sin intervención extranjera, mediante la libre, soberana y única voluntad del hermano pueblo libio». Las imágenes del júbilo en las calles de Libia son un referendo inapelable.

Desde la caída del campo socialista, Fidel Castro no deja de perder amigos (o compinches, o cómplices circunstanciales), “un espacio vacío / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo”. Y lo peor no es que se marchen, sino que dejan tras de sí un rastro de malos ejemplos.

 

“Cuando un amigo se va”; en: Cubaencuentro, Madrid, 24/10/2011. http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuando-un-amigo-se-va-269713





Cubanos de alquiler

19 10 2011

Hasta finales de los años 70, todo cubano que emigraba sabía que el regreso a la isla le estaba vetado in saecula saeculorum. Por entonces, los cubanos eran, exclusivamente, mercancía política: en buen estado si permanecían en el almacén insular, defectuosa una vez exportada.

Tras las conversaciones con la emigración, los gusanos salieron de sus crisálidas convertidos en flamantes mariposas, se abrió el banderín de los retornos y fluyeron hacia la Isla hijos, padres, primos y sobrinos, y maletas, muchas maletas con un muestrario de bisutería capitalista que demostró en pocos meses su capacidad erosiva sobre la granítica ideología revolucionaria. Algo que podría predecir cualquier pichón de geógrafo cuando la pelea es entre el agua blanda y la dura piedra. Siempre ha sido más fácil hacerse un vestido con una pieza de tela que con una pieza de oratoria.

Nos habían repetido que en Miami la condesa lavaba platos y el doctor fregaba carros. Cuando ambos aparecieron con todo lo que el ministerio de Comercio Interior no pudo suministrar durante dos décadas, comprendimos que en el más allá las tareas de limpieza se retribuían con largueza.

Hasta hoy, se ha mantenido a los cubanos el carácter de mercancía política. Al derecho de admisión, habitual en muchas discotecas, el gobierno de la Isla añade el derecho de emisión y el de desplazamiento, incluso dentro de las fronteras, de modo que ha aparecido una figura sui géneris: el no inmigrante ilegal, al que se caza en La Habana o Varadero para devolverlo a su hábitat original en las provincias orientales, posiblemente por razones ecológicas, para no alterar la biodiversidad.

El derecho de admisión se mantiene mediante la “habilitación” del pasaporte (a los cubanos que ellos consideren admisibles) y la in-habilitación de los restantes. Y la emisión de cubanos es también discrecional, aunque “la política de la Revolución, si alguien quiere salir de nuestro país para otro país, si le dan permiso de entrada en ese otro país, es autorizarlo a que salga. Nuestro país no prohíbe que ninguna familia emigre, porque construir una sociedad revolucionaria y justa como el socialismo es una decisión voluntaria y libre” (Fidel Castro; 23 de diciembre de 1999, cuando clamaba por la vuelta de Elián González). Pero ya se sabe que para Castro los conceptos de “libre” y “voluntario” no tienen el mismo significado que para la Academia de la Lengua. Basta recordar el caso del físico Luis Grave de Peralta Morell, preso de conciencia condenado a trece años y deportado tras cuatro años de prisión. Sus hijos y su esposa, a pesar de contar con un visado norteamericano, no fueron autorizarlos a viajar durante años. Cumplieron íntegra la pena que a su padre le fue conmutada gracias a los buenos oficios del congresista demócrata Bill Richardson. O el ya habitual veto que se impone a los viajes de Oswaldo Payá, Yoani Sánchez, Elizardo Sánchez Santa Cruz y otros opositores, e incluso a los que no lo son. Cuando España organizó el encuentro de narradores «La Isla Entera», el gobierno cubano negó el permiso de salida a una decena de narradores, de modo que el encuentro fuera “La Media Isla”.

El 28 de agosto de 2000, la secretaria de Estado Madeleine Albright hizo pública una relación de las 117 personas a las que en apenas dos meses y medio Cuba había prohibido viajar, aun  teniendo visado norteamericano, y denunció que a los cubanos, con ingresos anuales de 144 dólares, el gobierno les exigiera un impuesto de salida de 500. De ello se deduce el alto valor que conceden las autoridades de la Isla a la huida, como quien vende salvavidas a sobreprecio en medio de la mar picada.

La Constitución de la República de Cuba de 1901 estipulaba en su artículo 29 que “Toda persona podrá entrar en el territorio de la República, salir de él, viajar dentro de sus límites, y mudar de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte u otro requisito semejante, salvo lo que se disponga en las leyes sobre inmigración, y las facultades atribuidas a la autoridad en caso de responsabilidad criminal”. Y en su artículo 30, que “Ningún cubano podrá ser expatriado ni a ninguno podrá prohibírsele la entrada en el territorio de la República”. Lo cual será refrendado por la Constitución de 1940.

En su artículo 32, la Constitución de 1992 establece que “Los cubanos no podrán ser privados de su ciudadanía, salvo por causas legalmente establecidas. Tampoco podrán ser privados del derecho a cambiar de esta. No se admitirá la doble ciudadanía. En consecuencia, cuando se adquiera una ciudadanía extranjera, se perderá la cubana”.

De modo que todos los que hemos adquirido otra nacionalidad, deberíamos ser despojados automáticamente de la cubana. En su defensa, el gobierno cubano podría declararse incapaz de conocer cuáles de sus dos millones de exiliados se han convertido en norteamericanos, españoles o suecos. Pero hay pruebas de lo contrario. En la revista Encuentro de la Cultura Cubana se publicó un excelente texto sobre el caso de un ciudadano cubano que adquirió en la Isla la nacionalidad española y, en estricta interpretación de la Constitución, solicitó que le fuera extraída la nacionalidad cubana, como una muela sin posibilidad de empaste. Había sopesado las ventajas de ser extranjero y residir en Cuba. Tras meses de silencio, y ante la insistencia de su abogado, un viceministro del MINREX le respondió que la ciudadanía española le había sido concedida por una “potencia extranjera” y que el gobierno cubano, en nombre de la soberanía nacional y la autodeterminación, se negaba  a emprender cualquier tipo de acción bajo la presión de una decisión unilateral de una “potencia extranjera” (reiteración incluida).

En realidad, lo que justifica que el gobierno de la Isla viole su propia constitución es que los cubanos somos su mercancía, y no sólo política. Ignoro qué evento trascendental ocurrió el 31 de Diciembre de 1970, pero quienes emigraron antes de esa fecha son los únicos autorizados a regresar con pasaportes exóticos, después de pagar 105 € por la “habilitación” (se infiere que hasta entonces malvivían inhábiles) y el permiso de entrada. El resto, estamos condenados a adquirir a sobreprecio un pasaporte de 180 € (y otros 180 € en prórrogas), que en Estados Unidos asciende 370 US$  más prórrogas, como se constata en la página de la Sección de Intereses de Cuba en Washington (http://www.cubadiplomatica.cu/sicw/ES/ServiciosConsulares.aspx), donde se clama por la libertad para los cinco, cuando estadísticamente sería más justo exigir la libertad de los trece millones.

 Si usted se acerca a un consulado cubano, encontrará un listado de precios:

Carta de invitación 175 €

Permisos humanitarios de regreso definitivo 135 €

Permiso de Residencia en el Exterior (PRE) 80 €

Poder para salida de un menor 125 €

Legalización y certificación de nacimientos, matrimonios, defunciones (100 € por documento)

Transcripción a Cuba de nacimientos y defunciones 100 €

Transcripción de matrimonio a Cuba175 €

Documentación para casarse en Cuba: Solteros, 200 €; divorciados, 300 €; viudos, 400 €. Más 125 € si se casa por poder. Y 110 € por la certificación y legalización del certificado de matrimonio español.

Etcétera. Etcétera.

A juzgar por los precios, todo consulado cubano ha sido bendecido con una estrella Michelín. No hay menú del día ni platos combinados.

Pero posiblemente el más humillante de esos “impuestos revolucionarios” (como llamaba ETA a sus extorsiones a los empresarios españoles) sean las prórrogas de permiso de viaje al exterior (PVE). Después de pagar carta de invitación, pasaporte, permiso de salida, visado y billetes de avión, usted recibe por fin a su padre o a su madre en el aeropuerto. Pero no se engañe. Usted disfruta de sus padres en régimen de alquiler. Por ese concepto deberá pagar 40 € mensuales al gobierno cubano a partir del primer mes. 150 US$ en Estados Unidos. Hasta un tope de once meses, momento en que ese Estado considera que “el que fue a Sevilla perdió su silla” y expropia a su padre casa, muebles, carro y le expropia la patria negándole el derecho a regresar. Hipotecada la vida del ciudadano, en caso de impago, el Estado acreedor procede a la incautación de bienes y derechos.

Tucídides afirmaba que la ciudad no son sus murallas, sino sus habitantes. Y los Castro se percataron de inmediato que no bastaba ser propietarios  de las tierras y mares adyacentes, las fábricas y las casas. Como propietaria de todos los cubanos, la aristocracia verde olivo podía votar, decidir e incluso vivir en su nombre; enviarlos a guerras lejanas y reducirlos a menores de edad perpetuos o incapacitados permanentes que deberán ser representados. “Fidel es nuestro papá”, dijo en cierta ocasión no sé si Robertico Robaina o Felipito Pérez Roque, ambos castigaditos por su mala conducta. Y un padre, como afirmaba Pablo Neruda en su “Oda a Stalin”, suele castigar a los desobedientes: “Stalin alza, limpia, construye, fortifica, preserva, mira, protege, alimenta, pero también castiga. Y esto es cuanto quería deciros, camaradas: hace falta el castigo”.

Los italianos tienen un curioso eslogan: “Intenta vivir de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Y nadie como los Castro lo ha puesto en práctica. Malgastaron en un decenio la economía saneada que heredaron en 1959 de sus padres; disfrutaron durante treinta años la suculenta mesada del padrecito soviético, y desde los 90 intentan vivir de sus hijos. Para ello han actualizado una tecnología del siglo XVII. Por entonces, aunque alguien no dispusiera de hacienda ni de fábrica donde colocarlos, podía adquirir un par de esclavos y “echarlos a ganar”. Como peón, carpintero, pescador o puta, el esclavo conservaría lo indispensable para su sostén y entregaría al dueño la plusvalía. Médicos, entrenadores, militares y marinos han sido “echados a ganar” por los caminos del mundo, bien sujetos a la Isla por una cadena invisible de rehenes filiales. “No podrán otorgar carta de invitación los ciudadanos cubanos que se encuentren cumpliendo misiones oficiales o contratos de trabajo”, reza una advertencia en las páginas de los consulados cubanos. Y añaden que quien deserte “no podrá viajar a Cuba, transcurridos 5 años desde la fecha de su salida del país”, y tampoco recibirán autorización para reunirse con el prófugo sus familiares, los rehenes. El mono habrá escapado, pero la cadena es propiedad del Estado. También en la Isla se ha “echado a ganar” en las corporaciones extranjeras a muchos cubanos. Incluso las putas por cuenta propia son expoliadas indirectamente por el Estado a través de policías y funcionarios, proxenetas del Materialismo Dialéctico. Fidel Castro se encargó personalmente del marketing al calificar a las jineteras insulares como “las más cultas del mundo”, como si los putañeros del universo acudieran a la Isla a disfrutar las bellas artes de la conversación.

Destruida la industria azucarera, arruinados los cafetales y renqueantes las fábricas soviéticas, obsoletas de nacimiento, la exportación de carne ha pasado a ser la primera industria de la Isla, algo que haría las delicias de los caníbales de Papúa-Nueva Guinea: se exporta carne humana en su envase original (100% natural, sin conservantes ni colorantes). Cubanos de bajo coste que permiten al buró político del alzheimer continuar viajando por la vida en primera clase.

La diferencia con el siglo XVII es que por entonces el esclavo podía ahorrar para comprar su libertad y disponer entonces del fruto íntegro de su trabajo. De momento, la legislación laboral cubana no contempla la manumisión entre los derechos de la clase trabajadora. La única alternativa es el exilio. Y entonces opera la cadena invisible del amor filial: remesas mediante, el exilio cubano está condenado a una práctica que aterraría a los dicharacheros italianos: mantener a sus hijos en el continente y a sus padres en la Isla, y sacarlos de vez en cuando a tomar el fresco del planeta, por 40 € mensuales, el alquiler fijo de un cubano, sin rebajas en temporada baja ni descuentos a los clientes habituales.

 

“Cubanos de alquiler”; en: Cubaencuentro, Madrid, 19/10/2011. http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/cubanos-de-alquiler-269265