S O S
Va el cuarto corazón que se me rompe
y tú sin saber nada.
Cierto es que se destrozan en silencio,
que no son corazones extrovertidos ni alarmistas.
Pero, por favor, presta atención.
Sólo me queda uno de repuesto.
Percances mitologicos
Hay hechos que la historia tergiversa:
por ejemplo, que Ulises se resecó
atado al mástil como una penca de tasajo;
que sus marinos viven aún y felicísimos
en la República Popular de las Sirenas,
que están por la coexistencia pacífica
y fuera de las rutas comerciales.
Dedos
Suelo contar mis dedos en los parques.
Si falta alguno, sé que anda por ahí
indicando el camino a un extraviado,
o sembrando cebollas,
o señalando incendios,
o adivinando húmedo
de dónde corre el aire.
Mi dedo vagabundo.
Si sobra, le doy una palmada
en la falange y susurro:
“Vete, muchacho, vete a buscar tu mano”.
Y él se aleja
dócilmente
en la noche.
Crítica literaria
Decidí consultar un poema, por turno,
con todos mis amigos.
Fui aplicando después sus sugerencias
en orden de aparición.
De modo que al final el poema regresó
a su concepción original, intuitiva.
Esto me ha hecho rescatar la confianza
en la fidelidad global de mis amigos.
Dos
Te debo un acto de amor
cuando no sólo parezca que la tierra tiembla,
sino que tiemble de verdad.
Te debo el momento en que una flor
pone cara de asombro.
Te debo una llamada telefónica
donde ardan las palabras y creemos,
en materia de comunicaciones,
una catástrofe nacional, irreparable.
Te debo un animal doméstico
que sea mitad delfín y madreselva,
un animal que desentierre diamantes de tu jardín
y se los coma.
Te debo el último recuerdo de un ahogado;
un aguacero en el Sahara,
una insolación en Queen Maud Land,
una nevada en Veintitrés y L.
Te debo la agonía de una libélula aplastada
contra el parabrisas.
Te debo la sombra del tiempo,
no su presencia dolorosa;
el momento justo en que toda la ciudad hace silencio
y se escucha a decenas de kilómetros
el ruido, al caer, de una moneda.
Te debo mi adolescencia, la que debí tener.
Te debo un curso sin examen final sobre el significado de la palabra lejanía.
Te debo el vÍdeo de un sueño
y una foto, tipo carné, de la ternura.
Te debo la melancolía de un eunuco enamorado.
Te debo un elefante bonsai;
un bombillo incandescente donde nade,
al encenderlo, un pececito verde.
Te debo un dragón domesticado
por la princesa del castillo.
Te debo un amanecer detenido en los relojes
mientras hagamos el amor.
Y que la humanidad nunca descubra
esa hora de retraso.
Cuatro
Tienes un modo exquisito de abandonarme.
Lo haces con la curiosidad
de niño sorprendiendo
la desnudez de alguna prima.
Con la inocencia de quien
tomó una ruta equivocada.
Cuando regresas, reanudas el amor
como si hubieras ido un momentico al baño.
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