Día 6

15 09 2013

(15 de septiembre, 2013)

Los Arcos/Logroño: 28,34 km

A Roncesvalles: 141,51 km

A Santiago de Compostela: 619,30 km

 

Salgo, como de costumbre, muy temprano. El camino corre paralelo a la carretera, lo cual es un verdadero incordio. Ir todo el día escuchando el paso de los coches y, peor, de los camiones.

Saliendo de Torres del Río, el cielo es a parches de un azul intenso asediado por negros nubarrones que avanzan hacia el Este. El sol, brillante, pero tamizado por este cielo extraño, disuelve el paisaje en una luz fantasmagórica. Nuestras siluetas se proyectan sobre el camino con la misma nitidez que una sombra chinesca.

A cada rato consulto el mapa del camino, porque he convertido la guía en separatas, con el perdón de su autor. Muchos prescinden de ella, pero según mi experiencia es recomendable llevar una guía actualizada donde sea posible encontrar información sobre los albergues, las etapas, historia, arquitectura. Para leer de noche la etapa siguiente. De poco sirve la guía dentro de la mochila durante el trayecto. Cualquier cosa que exija desensillarse es poco recomendable. Es más importante llevar a mano mapas de cada etapa detallados, cuanto más pequeños, mejor. Y para eso lo mejor es una camisa técnica con apertura lateral de los bolsillos, de modo que las cinchas de la mochila no te impidan acceder a su contenido. En ellos puedes llevar el teléfono, el mapa, un cuadernillo y un bolígrafo, la cartera y la credencial. Todo a mano. Y a los efectos térmicos, llevar una camiseta y una camisa técnica, transpirable, con protección antimosquitos y de secado rápido, te permite, en caso de frialdad, conservar el calor, y en caso de calor, que el sudor se quede en la camiseta y la camisa deje escapar poco a poco esa humedad refrescante durante el trayecto.

En Virgen del Poyo hay una subida dura que tiene su contrapartida en una bajada pedregosa por un sendero que más parece un barranco.

La etapa no es tan dura como larga. La más larga hasta hoy, y tan cerca del tráfico que, después de tantos días de silencio, nos percatamos de que el ruido cansa. Físicamente.

En una etapa como esta los adelantamientos son continuos. Nosotros adelantamos a otros peregrinos. Otros nos adelantan a nosotros. Y los ciclistas nos adelantan a todos. Más que buenos días o good morning, el saludo habitual es un Buen Camino.

Buen camino es el santo y seña de este recorrido. Se usa con todas las entonaciones, con todos los acentos, incluso los más enrevesados, el farfullado de un peregrino finlandés (la frase parece que tropieza con témpanos de hielo), o el acento silencioso de un peregrino japonés que responde al Buen Camino con una reverencia. Buen Camino es, al mismo tiempo, buenos días y buenas tardes o noches. La frase de saludo y despedida, o cuando dos peregrinos se cruzan. Es muy hermoso que en algún lugar del mundo te deseen no solo los buenos días o las buenas tardes de hoy, sino el mejor camino, el mejor mañana, el mejor porvenir. Quisiera interpretar que nos deseamos lo mejor para cualquier camino de aquí en adelante, los caminos que emprenderemos una vez alcanzado Santiago

Hoy hemos visto temprano al hombre de negro, pero no ha vuelto a aparecer.

El hombre de negro es un ser misterioso que aparece y desaparece en el camino. Va en dirección a Santiago y en la contraria. Mediana estatura, complexión musculosa, pelo cano, cuarenta y pocos años, vestido de negro de pies a cabeza y con una pequeña mochila a la espalda. De pronto, silencioso como un suspiro, te adelanta. Un par de horas más tarde, viene a contramano, a su paso, tranquilo, o lo encuentras en un pueblo, sentado en un café, fumando un Marlboro. O aparece en un recodo del camino comiendo moras y responde a tu Buen Camino con una frase ininteligible. El hombre de negro es una especie de fantasma. Está y no está. Es una posibilidad. Un accidente impredecible.

Llegamos a Logroño en pandilla de seis. Ocupamos una habitación en el hotel Entresueños, que ha reconvertido parte de sus instalaciones en uno de los mejores albergues del camino. Habitaciones de tres literas, duchas y sanitarios impecables, una cómoda cocina y una espaciosa zona de estar y lectura, además de Internet gratis y wifi.

Aquí concluyen su viaje el médico de Murcia y otros con los que hemos compartido parte del Camino. Es frecuente que muchos hagan la ruta por tramos en años sucesivos, o que solo hagan aquella zona que geográfica o culturalmente les interesa.

Caminamos la calle Laurel, paraíso de la tapa. Después de almorzar en uno de los pocos restaurantes cuya cocina permanece abierta casi a las cuatro, y donde una señora con delantal almidonado y aspecto de abuelita buena nos sirve un menú más elaborado que generoso, salgo a caminar la ciudad. La iglesia, donde hay un Miguel Ángel que no se parece a ninguno que haya visto, es digna de una visita, en particular el coro. La animadísima calle Portales, las murallas de Revellín y el parlamento de La Rioja, tanto como la iglesia de Santiago el Real. Compruebo que no son tan grandes los huevos del caballo de Espartero en la estatua que preside El Espolón. Y me siento en una terraza de la Plaza del Mercado, frente a la fachada de la catedral. A una negra de facciones perfectas, alta y de pelo encrespado como una princesa yoruba, le pido un café. Un café solo, le digo (si está bueno), o cortado (en caso contrario). Me trae el mejor expreso del camino y me pregunta de dónde soy. La princesa yoruba que sirve cafés en La Rioja, en pleno Camino de Santiago, nació en el otro Santiago, el de Cuba. De niña debió escuchar con frecuencia la famosa conga “Hasta Santiago a pie” que yo intento poner en práctica.


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