Circula por la red, con fecha 23 de septiembre, una «aclaración necesaria a instancias pertinentes y amigos locales», firmada por Desiderio Navarro, para poner en conocimiento de los destinatarios lo ocurrido «al cabo de 35 años de Criterios«. Se refiere tanto a la revista como al centro homólogo.
Todo el que esté familiarizado con la cultura cubana conoce la pertinaz labor de Desiderio como divulgador de las nuevas corrientes del pensamiento, especialmente, pero no exclusivamente, en el campo de la Teoría de la Literatura y el Arte. En sus inicios, allá por los setenta, se adentró en el bosque idiomático del pensamiento sociocampestre, aquel que circulaba en el, por entonces, Campo Socialista, y, paulatinamente, sus ecosistemas teóricos se han diversificado.
Primero, fue la revista Criterios, que ya lleva más de 30 números publicados. Hace tres años, el gobierno accedió a que fundara el Centro Teórico-Cultural Criterios, aunque, tal como dice en su carta, «desde hace años Criterios no recibe financiamiento estatal», «la revista, interrumpida nuevamente desde 1994, pudo reanudar su existencia en el 2002 sólo gracias a las sucesivas becas que me ha concedido la Fundación Príncipe Claus de Holanda», agrega.
Desde hace meses se le ha prohibido aceptar donaciones de instituciones estatales europeas y ha debido rechazar una ya concedida por el Instituto Goethe, gracias a lo cual el centro sigue sin sillas ni estantes para los libros. Por si fuera poco, «años atrás se me informó que todas las reservas de los números de Criterios hasta el nº30 ‘fueron robadas de una vez’ del almacén de la Casa de las Américas, y, años después, se me informó que prácticamente casi todos los ejemplares —varios miles— de los números 31 y 32, y las antologías de Pavis e Intertextualité ‘habían sido destruidos, tiempo atrás, por una inundación’ en el almacén de la UNEAC», a lo que se suma un «prolongado silenciamiento mediático de sus ediciones y actividades», «la no concesión de un ISBN», etcétera.
Es asombroso cómo se han conjurado contra Desiderio el clima y los ladrones que, como las jineteras, son los más cultos del mundo, dado su botín de Semiótica y Teoría Literaria. En el resto de este embrutecido planeta, son otros los papeles impresos que seducen a los cacos.
Aun así, Desiderio Navarro ha persistido en divulgar el pensamiento teórico universal, porque, según él, los cubanos «tienen derecho (…) a ser revolucionarios o socialistas o marxistas no por ignorancia, por forzoso desconocimiento de todo lo demás, sino, como yo, justamente por el máximo conocimiento posible de lo que ocurre en el pensamiento en escala mundial».
Los policías de la cultura
En su carta, Desiderio expone con suma claridad que en los setenta la represión no fue contra los homosexuales, los católicos u otras minorías, sino contra cuerpos de ideas alternativas al Pensamiento Único, incluso (claro agravante desde una lógica perversa pero implacable) aunque fueran comunistas («como era mi caso», aclara). Razón por la cual, «para Criterios y Desiderio» el quinquenio gris ha devenido tres decenios negros.
Y arremete contra los policías de la cultura, aunque aclara que nunca han actuado como identidades personales, sino que han cumplido una «función político-cultural». Función que alguien (a quien Desiderio, desde luego, no menciona) les ha asignado. El autor de la carta sabe que el jugueteo con la cadena no debe nunca extrapolarse al mono.
En un interesante anexo, comenta su alegría por el encuentro entre el ministro de Cultura cubano, Abel Prieto, y Yousef Mamad Al-Darwish, vicepresidente del Consejo Nacional para la Cultura, Arte y Patrimonio de Qatar, distinguiendo «claramente entre la cultura qatarí y el gobierno», al ser ese país un socio predilecto de Estados Unidos en el Medio Oriente. Y se extiende en explicar lo que en sociedades plurales todo el mundo conoce: las ayudas que ha recibido de instituciones europeas, jamás condicionadas a contenidos preseleccionados ni fervores impuestos; la relativa independencia del gobierno central que detentan las instituciones, y el hecho de que en las subvenciones a la cultura, quien paga no compra productos a medida y contra reembolso.
En Encuentro lo sabemos perfectamente. Aducir que en la cultura «quien paga, manda» es un argumento muy peligroso en boca de las autoridades cubanas, en un país donde el único patrón de la cultura es el gobierno, de lo que se deduciría que sólo acepta una recua de «asalariados dóciles al pensamiento oficial (…) ‘becarios’ que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas», en palabras del Che. Acusación indiscriminada que la actuación del propio Desiderio se encargaría de desmentir.
¿Cómo entonces emplear un sistema métrico para calibrar las acciones del otro, y romper la regla cuando se trata de calibrar las propias? Ese es el tipo de lógica interesada a la que el fundador de Criterios se resiste, no sólo ahora, cuando defiende su derecho a financiar su acción cultural, sino incluso cuando, en su día, se diseñó la política de acusar a Encuentro no por sus contenidos, sino por sus fuentes de financiación, y él se opuso, no porque esté —como comunista ferviente— de acuerdo con nuestro proyecto, sino por pura lógica.
¿Por qué «algunos compañeros» «proyectan [hacia] otros países el carácter monolítico (…) de nuestra organización política»? Es en esta pregunta donde resbala, como el patinador sobre hielo frágil, la lógica de Desiderio. No se trata de que ignoren la diversidad de los gobiernos e instituciones en democracia, sino que, de nuevo, repiten la consigna, cumplen sin rechistar la «función político-cultural» que alguien les ha encomendado. Abel Prieto o Fernández Retamar —quien recibe en Casa de las Américas donaciones norteamericanas— conocen tan bien o mejor que Desiderio las instituciones occidentales por cuyos vericuetos se mueven con soltura de taxistas. Es un insulto a sus inteligencias (y a las nuestras) pensar que extrapolan el modelo monárquico cubano.
Un exceso de buena fe
Desiderio exclama que «si alguna institución cultural estatal europea (…) abre un boquete en el bloqueo, nuestra tarea (…) no es convertirnos en los diligentes albañiles del autobloqueo, sino (…) demostrarle al mundo que (…) no tomamos a la cultura como rehén en los conflictos políticos». Y uno no sabe si es ingenuidad selectiva o sabichosería cubana de decir en tono de proclama lo que conocen perfectamente quienes dictan la consigna. Obviamente, desconocer que los albañiles del autobloqueo han dictado durante casi medio siglo las políticas hacia todo lo que existe del Malecón hacia fuera es, en el mejor de los casos, un exceso de buena fe.
Y es también una curiosidad ideológica que Desiderio continúe declarándose un comunista convencido, al tiempo que un defensor de la multiplicidad del pensamiento, conociendo que, en la práctica, todos los modelos de comunismo han aplastado sistemáticamente cualquier forma de pensamiento alternativo —especialmente los de los comunistas, más fáciles de exterminar que de rebatir—, esterilizando cuidadosamente las historias de las ideas y masacrando las bibliotecas. Más curioso aún en Cuba, donde la ideología es apenas una herramienta multiusos al servicio de la política inmediata, de modo que la memoria ideológica puede ser trucada, editada, borrada y reescrita con las facilidades de un buen procesador de texto. Hasta los dioses ingresan, de acuerdo con la temporada, en las UMAP o en el Partido, sin necesidad de declararse ateos, materialistas y dialécticos.
¿Será porque Desiderio Navarro es un teórico? Resulta obvio que con los presupuestos teóricos del marxismo (y con los del cristianismo, del budismo o con la Declaración Universal de Derechos Humanos) puede edificarse un comunismo democrático, libertario, participativo, justo, equitativo y feliz. También es mínimo el enroque de cromosomas que requiere trocar un animal de cuello interminable por uno de cuello corto, un herbívoro por un carnívoro carroñero, una giraffidae por una hyaeninae, pero, a pesar de la insignificante distancia genética, el primero es una jirafa y el segundo, una hiena.
El modus operandi del poder
Desiderio termina su carta con una (no tan) velada amenaza: «Espero que para todo el mundo resulte claro que si trasladara la labor editorial de Criterios a otro país es porque habría sido obligado a ello». Posiblemente se trate de un modo terminal de solicitar un balón de oxígeno para continuar sumergido en su trabajo sin ahogarse, y quizás el gobierno concluya que más vale Desiderio en mano que semiótico volando, o que cerrarle completamente el cuadro y nutrir la cantera para el próximo crecimiento de la disidencia.
Quizás pueda seguir en la Isla, ocupando su espacio en la cultura cubana. Se lo deseo de todo corazón. De cualquier modo, sea cual sea la respuesta del gobierno, de la carta se trasluce que, efectivamente, los cubanos sólo tienen derecho a ser marxistas por forzoso desconocimiento de todo lo demás, de ahí que el menú ideológico conste de un solo plato; que la cultura cubana está diseñada como rehén en los conflictos políticos y es apenas una actividad subalterna al servicio del poder. No es nada nuevo. Cuando Nicolás I visitó la Universidad de Moscú, tras conversar con los mejores estudiantes, dijo: «No preciso inteligentes, sino obedientes». Y Pushkin fue su intento fallido de domesticación.
También es muy instructiva la carta en cuanto al modus operandi del poder: ahoga por falta de recursos, desata lluvias implacables dentro de los almacenes y monta un Círculo de Lectura con los ladrones, cataloga los dineros por su origen (no por su destino) y proclama la casta de los intocables. Si fuera necesario, pasaría a mayores sin dudarlo.
Hoy, cuando se aproxima un cambio que requerirá echar mano a todos los activos humanos de la nación, si los herederos de Fidel Castro deciden pensar en el país y en su propia cuota de poder, al menos en proporciones equivalentes, no les vendría mal recordar una carta de Piotr Kapitsa a Jrushov, enviada el 12 de abril de 1954: «El estímulo principal para cada creación es el descontento con lo existente (…) Las personas activamente descontentas son intranquilas y su carácter no les permite ser borregos obedientes».
Aunque sea por mero pragmatismo, deberán considerar que en la era del I+D, la ganadería caprina es escasamente rentable.
“El descontento fértil”; en: Cubaencuentro, Madrid, 5 de octubre, 2006. http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/opinion/articulos/el-descontento-fertil/(gnews)/1160020800
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