(12 de octubre, 2013)
Arzúa – Santiago de Compostela: 41,10 km
A Roncesvalles: 760,81 km
A Santiago de Compostela: 0 km
Cuando me despierto a las 4:30 de la mañana estoy cansado de tanto caminar en sueños. Me he pasado la noche de travesía por los accidentados caminos del subconsciente. Ahora regreso a la realidad y a las 7:15 salgo a una fría mañana que se calentará paso a paso.
Como falta al menos una hora y cuarto para que amanezca, y las señales del camino pueden ser engañosas, opto por seguir la carretera, un trayecto más largo pero sin posibilidad de perderse, hasta que ésta se cruce con el camino dentro de dos kilómetros, en un sitio llamado Pregontoño, no sé si porque allí los pobladores hacen preguntas escabrosas.
El camino de hoy es más o menos llano con subidas y bajadas, ninguna de ellas drástica. La ruta hasta Santiago de Compostela se divide en dos etapas: una, de 19,1 kilómetros, hasta Pedrouzo, y otra, de 22 kilómetros, de Pedrouzo hasta Santiago de Compostela. Como muchos peregrinos, estoy seguro de no quedarme esta noche en Pedrouzo, que no tiene nada de especial, y continuar 15 kilómetros más hasta Monte do Gozo, a 5 kilómetros de Santiago de Compostela, desde donde se divisan las torres de la catedral. Eso haría una etapa de 36,3 kilómetros, pero mi duda se mantiene. ¿Por qué quedarme a 5 kilómetros de Santiago, cuando con un pequeño esfuerzo adicional, en poco más de una hora, puedo alcanzar la ciudad esta misma tarde? Mi esposa me espera mañana, pero podría darle la sorpresa de llegar esta noche.
El camino, siempre paralelo a la carretera, alterna sembrados y bosques, pequeñas aldeas como Calzada, Calle, Boavista, Salceda o Santa Irene, que han perdido el viejo rostro de aquella Galicia rural un tanto lúgubre para sustituirlo con nuevas casas amplias y ajardinadas.
Me detengo a tomar un café cerca de Santa Irene y observo con asombro en la televisión lo que, de momento, me parece una ceremonia latinoamericana con entorchados, desfiles, uniformes surtidos y aviones que surcan el cielo. No me había percatado de que hoy es 12 de octubre, el Día de la Hispanidad, y en Madrid tiene lugar el desfile de todos los años para celebrar que, mientras buscaba chinos, un italiano tropezó de casualidad con unos americanos a los que “descubrió”, aunque ya ellos se habían descubierto a sí mismos varios milenios atrás.
Transitar los bosques autóctonos, los nuevos bosques de eucaliptos, o la combinación de ambos para producir un nuevo bosque mestizo, es un placer. El camino bajo las altas copas de los árboles es ancho, mullido y despejado. Un verdadero descanso para los pies que rondan ya los 20 kilómetros.
Cruzo Pedrouzo por su margen este y continúo por un extenso bosque hasta Amenal, donde la carretera y el camino se cruzan. Me detengo en una cafetería, pido un bocadillo porque ya pasa de la una y sé que no voy a llegar a mi destino antes de las cuatro o las cinco de la tarde, saco el ordenador y me conecto a la red wi-fi del establecimiento. Llamo por teléfono a la Oficina de Atención al Peregrino en Santiago de Compostela. Me informan que mañana estará abierta hasta las nueve de la noche. Al revisar la página de Renfe, me llevo una decepción: a partir de las cuatro de la tarde, no habrá ningún tren hasta mañana a las nueve, y en este, al parecer, no hay plazas disponibles. El viaje en autobús, otra posibilidad, tarda unas siete horas. De todos modos, si llegara a Santiago antes de las nueve, podría solicitar la Compostela, el documento que expide la Oficina de Atención al Peregrino a quienes han hecho a pie cien kilómetros o más, y en bicicleta o a caballo, doscientos. Y después, buscar algún medio de transporte hacia Madrid, sea hoy o mañana a primera hora.
La posibilidad de quedarme en Monte do Gozo mirando las torres de la catedral en la distancia, para mañana entrar triunfalmente a primera hora, no me seduce. Aunque sea lo más recomendable para aquellos peregrinos que no conocen Santiago y que dedicarán, de ese modo, el día a la ciudad. Yo he visitado Santiago varias veces, he visto el botafumeiro en acción, y sé que nadie me echará de menos en la misa.
Por la lentitud de la conexión a Internet, he perdido bastante tiempo en estas búsquedas, y si quiero llegar a Santiago, todavía faltan 16 kilómetros, más de tres horas de camino. Aunque esto de la distancia empieza a ser relativo. Desde Arzúa se levantan, cada medio kilómetro y en todas las intersecciones del camino, mojones que señalan la dirección y los kilómetros que faltan para Santiago, pero estas cifras quedan en suspenso poco antes de San Paio, cuando ya se escucha el ruido de los aviones en el Aeropuerto internacional de Lavacolla. En teoría, quedan 10 kilómetros hasta Santiago de Compostela. En realidad, recorreré tres o cuatro más, hasta completar 41,1 kilómetros (que bien contados, podrían ser 43).
Atravieso la interminable zona boscosa de Vilamaior hasta San Marcos, donde el camino se bifurca: si continúo hacia delante, tomaré la carretera que conduce a Santiago, si me desvío a la izquierda, llegaré a Monte do Gozo, que es lo que hace la mayoría de los peregrinos. Son las tres y cuarenta y cinco y me faltan cinco kilómetros para la Plaza del Obradoiro.
Durante mi primera noche de camino, en Zubiri, un vasco me dijo que etapas de más de 40 kilómetros sólo las hacían los de Bilbao, de modo que si llego esta tarde a Santiago me tendrán que conceder la ciudadanía honorífica de Bilbao.
Decidido a concluir hoy mi viaje, continúo.
Después de atravesar casi toda la ciudad de este a oeste, llego al centro y, ante todo, me dirijo a la Oficina de Atención al Peregrino, donde me entregan la Compostela. En ella consta en latín que el peregrino Aloisium Manuelum ha cumplido sobradamente la ruta jacobea. 760 kilómetros. 660 más que el mínimo exigido. Un holandés con residencia en Costa Rica, el voluntario que me expide el documento y busca la traducción de mi nombre al latín, me felicita tres o cuatro veces. Al parecer, por cada loco que llega desde Roncesvalles, hay 20 o 30 cienkilometristas.
Ya sé que esta noche no podré viajar a Madrid. La sorpresa queda derogada, de modo que llamo a mi mujer para que me consiga por Internet para mañana algún pasaje en tren, en avión, en dirigible.
Mientras, me acerco a la oficina de turismo y me recomiendan varios albergues. Elijo el más cercano, que no es propiamente un albergue de peregrinos. En él, la biodiversidad va desde un señor atildado de chaqueta y gabardina, con una gran maleta y aspecto de vendedor de biblias a domicilio, hasta jóvenes neo hippies que se afanan por preparar los porros más elegantes de la cristiandad. Y algunos peregrinos jóvenes, sobre todo franceses, alemanes y norteamericanos. El sitio no es ni una maravilla ni un desastre. Lo suficiente para dormir esta noche a cubierto.
Cumplo el rito de todos los días y una vez duchado y vestido, me dirijo a un bar que queda justo frente a la catedral. Pido un café, una copa de brandy, y extraigo de su estuche un habano Romeo y Julieta que ha venido dando tumbos en mi mochila durante un mes. Después de beberme el café, mientras caliento en la palma de la mano la copa de brandy, enciendo el habano y me dedico a ver cómo cae suavemente la noche sobre las torres de la catedral, que se van disolviendo en las tinieblas. Al mismo tiempo, 760 kilómetros que han sido mi realidad durante un mes, comienzan a convertirse en recuerdo, sin que se sepa cuál es la equivalencia exacta entre la distancia y la memoria.
A pesar de que hoy he recorrido más de 40 kilómetros, no estoy extenuado. Pero quisiera permanecer así, contemplando el atardecer, muchas horas. Saber que el camino ha concluido, y que a partir de mañana tendré que digerir poco a poco todo lo sucedido en tantos días de peregrinaje, me coloca en una especie de limbo: lacio, a la expectativa.
Hay un momento mágico, cuando la catedral desaparece en la noche, el habano concluye y el último sorbo de brandy me indica que ha llegado el momento de levantarme y echar a andar.
Otros serán los caminos.
Muy bien Luis. me allegro mucho. Hervé
Me alegra que haya terminado más temprano de lo que esperaba. Felicidades. Su prima Lidia
¡Enhorabuena Luisma, y que haya muchos más caminos por delante! Un abrazo…
Estimado Luis Manuel, felicitaciones por cumplir toda la caminata prevista. Horst-Eckart
En hora buena, me alegra que hayas terminado con éxito tu caminata, te felicito por esta hazaña, un abrazo fuerte de tu prima Esther García
¡Que mas puedo pedir para este fin de con puente que dejar a mi gran amigo Luis me lleve de la mano por El Camino! ¡Gracias hermano!
Muy linda su narración, lo felicito por la caminata.