Día 27

6 10 2013

(6 de octubre, 2013)

Villafranca del Bierzo – O Cebreiro: 29,73 km

A Roncesvalles: 602,32 km

A Santiago de Compostela: 158,49 km

Salgo pasadas las seis y media con mi colega francés. La oscuridad sería absoluta de no ser por la Vía Láctea que se despliega como un planetario, pero de verdad. El camino se desplaza paralelo a la carretera, aunque el poco tráfico a esta hora no hace molesta esa vecindad.

Rumio si mi impresión de ayer fue injusta o acertada y no llego a ninguna conclusión. El caso es que mientras trabajaba en el vestíbulo del albergue, donde el wifi era más potente, apareció una pareja de peregrinos ya mayores. Eran cubanos, de Bauta. Los primeros peregrinos cubanos que encuentro en este viaje. De inmediato, el hombre me dice que viven en Georgia. Abandonaron Cuba en 1967 o 1969, como aclarando que son anticastristas de larga data, no de última hora. Me pregunta si vivo en España, desde cuándo y si nunca me he ido a Estados Unidos. Respondo a todo, y aunque la señora se muestra dispuesta a continuar la conversación, él la apura porque tienen que salir a algún sitio. Antes de irse, me comenta que soy el primer peregrino cubano que encuentra en cinco años viniendo a hacer el camino (no sé si cinco viajes a varias etapas por viaje, o si ha hecho cinco veces el camino). “A los cubanos no les gusta caminar 700 kilómetros”, concluye. Se deduce que él no se incluye en “los cubanos”. Se marchan y no vuelvo a verlos, a pesar de que el albergue es relativamente pequeño.

Puede que, verdaderamente, estuvieran apurados por ir a algún sitio, o puede que yo, que abandoné Cuba en los 90 y no vivo en Estados Unidos, la meca del exilio, no merezca su interlocución al no ser suficientemente anticastrista. Si fuera así, y no estoy seguro de que lo sea, me alegro de que la conversación haya sido breve. Mi experiencia con ese exilio fundamentalista y atrincherado en el pasado es equivalente a la que he tenido con sus homólogos de la Isla, aunque sean de signo opuesto.

Hablamos de lo divino y de lo humano hasta Trabadelo, donde nos bebemos un café y seguimos la marcha, una ascensión suave y continuada, que en Herrerías se convierte en una subida seria que remonta desde los 664 metros hasta los 921 en cuatro kilómetros, llegando a A Faba.

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Última mirada a León

Después de pasar Herrerías podemos elegir entre el camino tradicional y la carretera, un trayecto más largo pero con cuestas más suaves. Lo peor del camino tradicional no es la pendiente, sino las piedras que lo tapizan. Un vecino de la localidad nos dice que no, que apenas tiene más piedras de las que se ven en el arranque del camino, que son ciertamente pocas, y abandonamos la carretera a favor del sendero. En menos de doscientos metros ya vamos trepando, y así continuará en los próximos seis kilómetros, hasta A Faba y A Lagúa de Castela, por un roquedal que obliga a afirmar bien los pasos para que los tobillos sufran lo menos posible.

A partir de A Lagúa de Castela, cuando faltan tres kilómetros para coronar O Cebreiro, la ascensión más dura de todo el camino, decidimos concluir por la carretera, trayecto unos 300 o 400 metros más largo, pero de pendiente más suave y con unas vistas que quitan el aliento. La vertiente este nos ofrece una panorámica final de las montañas leonesas. Y, al llegar a la cima, el panorama se abre hacia el oeste: un oleaje de montañas hasta el horizonte: la puerta de Galicia.

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Primera mirada a Galicia

O Cebreiro es la frontera, el sitio donde Galicia y Castilla se encuentran. Una aldea que tiene algo de parque temático de la galleguitud, con las pallozas mejor conservadas de las sierras orientales, de planta oval y cubierta cónica de madera y paja de centeno cosida en retamas. Unas casas rústicas que parecen sacadas de una aldea celta, aunque estuvieron habitadas hasta los años 60. Salvo el santuario de Santa María la Real, de los siglos IX y X, es una aldea completa de servicios al peregrino: el Hospital de peregrinos fundado por Alfonso VI en 1072, que se levanta junto a la iglesia, restaurantes, hostales, lavanderías, bares, tiendas y el enorme albergue municipal que se abre al paisaje de Galicia.

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O Cebreiro

Mientras trabajo en un bar donde hay wifi, los colegas, en asamblea plenaria, deciden no detenerse donde debería acabar la etapa de mañana, en Triacastela, sino avanzar 12 kilómetros más. El propósito es compactar tres etapas en dos y llegar a Santiago el sábado. El amigo francés me lo cuenta cuando regreso al albergue, rayando la hora de cierre. La noche es gélida a 1.300 metros de altura, pero el cielo despejado (y el parte meteorológico) auguran para mañana una jornada sin lluvia, de suaves pendientes y descenso continuado hasta el final.

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O Cebreiro


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Un comentario

8 10 2013
Miguel Angel Felipe Luis-Jorge

Que envidia diera cualquier cosa por participar de esa aventura como en los viejos tiempos un abrazote miguel angel

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