Poemas del libro Utopiario

31 03 2002

Portada Utopiario 64

Padre nuestro, que ¿estás?

 

Sólo quisiera yo que mi padre mirara con mis ojos.

William Shakespeare

(Sueño de una noche de Verano)

 

A mi padre jamás necesitaron amaestrarlo

Fue autodidacta en la obediencia incondicional

a las utopías que fraguó motu propio

con la materia prima que ellos le ofrecieron

Mi padre no fabricó el carruaje del triunfo

Pero pagó el pecado original

descendiendo

de su automóvil

para solicitar el puesto más humilde en la lanza

Y empujó     hasta el día de su muerte

con el fervor      de las beatas

y los mártires de la edad antigua

Nunca padeció otra devoción que no fuera empujar

con toda su alma    y la cabeza gacha

Aunque al final vino la duda     esa alimaña

a cebarse en sus discursos y sus mitos

Le dentellaba la idolatría  como un virus de presa

(No podía decapitarla    porque se había incubado

algún día de su ya remota adolescencia)

Y cuando creyó que no creía

jugó a no creer que no creía

El infarto te salvó    padre

de un cáncer en la fe

Confiaste que tocaríamos el cielo

sin estaciones orbitales ni ascensores

Fuiste crédulo y fiel

Carlos Marx y Dios premiarán tus buenas intenciones

Sea leve tu tránsito

padre

hacia la nada

Descansa en paz     Vuelve tus ojos al infinito

No mires   por favor   hacia la Tierra

Una verdad obscena podría desvirgar tu inocencia

Duerme para siempre en el regazo de tus mitologías

Descansa en paz

padre

Descansa

Quizás los dioses te hayan destinado

a un cielo malva claro    sólo apto para crédulos

Quizás te muestren a los turistas                            rara avis

Y un ángel contrabandista haga pasar

por ciertas tus mejores visiones sin coartada

Quizás proyecte para ti cada día

el holograma de tus sueños

Quizás seas feliz              Padre                   Quizás

Quizás te envidie.

 

 

 (Nos)otros

 

Pendientes de cierta estrella azul

que dibujaba en el nadir

la órbita fugaz de una sonrisa

sólo descubrimos muchos años después

que algún titiritero de la esperanza

oculto tras su nube de palabras

la manejaba / nos manejaba   con un hilo

Trastablillando  encandilados de futuro

tirábamos del carro

(oros y bermellones de la victoria)

con entusiasmo que parecía inédito

─aunque sólo fuera la reedición abreviada

didáctica   de ilusiones censuradas por mil

generaciones de inquisidores─

Y mientras uncíamos a la lanza

la única adolescencia que algún dios

avaro nos asignara                         con las pupilas

absortas en el cenit de la patria

otros cayeron bajo las ruedas

Escuchamos el crepitar de sus huesos

cuando en la carne hendida

voló un canto de sangre

Lamento sin voz   peces decapitados

(sin otra culpa    algunos    que la libélula

posada entre la libertad y el parabrisas)

No pocos se suicidaron de distancia

Pero habría sido un crimen

de lesa colectividad detenerse

Todo por la causa                            repetían

Todo por la causa

Amaestrados en el fervor

por la fotografía en blanco y negro

la antítesis

la simetría bilateral

sobreseímos una angustia vergonzante

todo por la causa

Y por la causa hubo

alquimistas de la verdad hermética

talismanes contra los sueños no planificados

autos de fe (con menos fe que autos)

Pero al cabo el hilo se partió

la estrella se detuvo      como un punto

suspensivo      huérfano

Y la mirada se desplomó al camino

(finísimo polvo de ilusiones calcinadas)

Por eso añoro hoy

una amnistía general a nuestras culpas

incluso las que no cometimos

pero que vimos perpetrar

(todo por la causa)

sin otra indignación que la duda

Un conjuro que amaine

esta epidemia de incertidumbre

ulcerando mis afirmaciones

(Ya tengo más preguntas que respuestas

y ando a la par con mis hijos

buscando quien conteste)

No eludo sus por qué    para ahorrar tiempo

sino                                                      para ahorrar miedo

Una niebla instaurada por resolución ministerial

ha confinado     amaneceres y crepúsculos

al folklor y los cronómetros

Se proscribe su ambigua catadura

De día   nos amenaza     la sombra

De noche                                                           el resplandor

Y descubrimos bajo la corteza

de los viejos ídolos         (papel maché laqueado:

bermellones y verdes

sospechosamente escandalosos)

desechos de periódicos

noticias olvidadas

en el desván de la memoria

Y las viejas consignas

que ayer amaestraron el silencio

se descascaran con premeditación

de girasoles copiados a Van Goth

por algún retratista de la feria

Se han abaratado demasiado los costos

La tinta cuesta más que las palabras

Y en el mercadillo fugaz

de la esperanza

Sólo se ofertan a precios de rebaja

ídolos plásticos

de consumo masivo

desechables.

 

 

Cumpleaños

 

Habitamos ese país sin bordes

y sin fondo que es la supervivencia

Salvo mi sonrisa

que no consigue enmascarar  la angustia

nada tengo que ofrecer a mi hija

ni recién cumplidos (diez minutos hace)

los cinco mínimos años de su edad

Intento envolver en papel de regalo

uno solo de los mil y un millones

de atardeceres que han sido

Atardecer intransferible

que señalice para siempre

algún cauce fértil de su memoria

cicatriz de luz

tatuaje en la nostalgia

que ni siquiera se borre

una vez concluido todo el abecedario

Pero la ciudad urde contra su asombro

Una conspiración            de puertas clausuradas

de risas clausuradas

Algún postigo de párpados caídos

visillo a media asta

Calles desoladas de amantes y de niños

Sólo se escucha la tos de la ciudad

alveolos corroídos de quien fumó

hasta quemarse los dedos   la esperanza

para desmenuzar más tarde la colilla al viento

Rostros como lapsus visuales

Mausoleos de ceniza

Cicatrices de ventanas que algún día

acogieron sortilegios de amor

entre miradas y paisajes

Puertas cariadas de ausencia

Mutilaciones que supuran aún

asfalto y sueños agrios

Ciudad bombardeada que aguarda

el próximo escalofrío fuerza tres

en el lomo del mundo    para venirse abajo

Hasta el aire:            niebla sin nube

humo sin llama

Y me aterra que inhale esa sustancia procelosa

(ni coartada    ni antídoto)

y expela              como dragón sin princesa

dos fumaradas grises

que habrán erosionando ya

la rosada inocencia de sus pulmones

─apenas cinco                  los años de su edad

y no se ha dado cuenta─

Invento entonces una musiquita

con barcos de papel y hormigas marineras

Conjurar el pavor de su mirada

─sólo cinco los años de su edad─

Incluso contra todo pronóstico

persisto en mi atardecer

(terquedad de gallegos y asturianos

que vagan por mi sangre)

Intento suicida salvarlo para ella

en el azul sinuoso de la mar

pero el gris nos asedia

y el océano agoniza        con resignación

de paquidermo herido

Corre mi hija hacia su atardecer

Casi no me da tiempo a salvar su mirada

Por suerte y por ahora   no sólo soy más alto

sino también más rápido

No más convincente

A falta del peluche naranja

que intenta abandonar en una lágrima

ella quiere su atardecer

─lo prometido es deuda   siempre

que la maestra me encomienda tarea─

pero un decreto acaba de abolir

el atardecer    por indeciso

Y la ciudad ya se afila los dientes

cuando la noche se nos viene encima

No basta             un duérmete mi niña

un cuento con hadas madrinas

mi modo de abrazarla

como ofreciendo protección

cuando en verdad me acojo a su sonrisa

Mañana o el domingo   lo prometido es deuda

Deuda    deuda    deuda que pesa

como un asesinato en mi conciencia

Y no puedo saldarla.


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