Traficantes de esperanza

4 11 1996

El presidente de la Asociación Pro-derechos Humanos de Cádiz, Rafael Lara, denunciaba recientemente a los consulados españoles en Marruecos por la venta de visados, sobre todo en Tetuán. Las pateras se subastan en Cádiz y luego son revendidas en la costa de enfrente. Los pesqueros transportan ilegales. Las autoridades marroquíes cierran o abren los ojos a las salidas ilegales, en dependencia del estado de sus negociaciones con Europa, y ya de paso liberan la presión social mediante esa válvula de escape. De modo que proliferan los traficantes de la esperanza, contrabandistas de hombres, mafias que engañan y esquilman a quienes ya la vida ha esquilmado hasta los límites del éxodo.

La historia se repite con una asiduidad pavorosa en todo el planeta. Los espaldas mojadas mexicanos son conducidos a través de la frontera por «coyotes», que con frecuencia los abandonan en sitios inhóspitos o simplemente los matan para no dejar testigos. Fidel Castro abre la espita de la emigración masiva, o custodia rigurosamente las costas (tan rigurosamente, que en el verano de 1994 hundió un barco con más de 30 personas en la bodega), en dependencia del estado de sus diferencias con el vecino del Norte y los avatares del marketing político. Los dominicanos se ahogan en el Paso de la Mona intentando alcanzar el trampolín a USA que es Puerto Rico. Los haitianos naufragan o son asesinados por los traficantes en la Corriente del Golfo, que arrastra los cadáveres del Caribe hacia algun desconocido cementerio del Atlántico Norte.

En todos los confines del planeta, millones de hambreados votan con los pies (o con sus cadáveres) en un gigantesco referéndum contra la pobreza. En el mejor de los casos, les tocará limpiar los desechos de las sociedades opulentas; en el peor, serán devueltos a sus infiernos de origen o accederán al cielo (si existe algun cielo para los pobres de solemnidad, y si allí no les exigen el visado en regla).

Se avizora un brillante porvenir a los nuevos tratantes de esclavos, contrabandistas de la esperanza, y las pateras superarán en breve a los vuelos charter; al menos mientras no acabemos de entender que la emigración no es el problema, sino la miseria; y que el planeta es demasiado pequeño como para apagar el televisor cuando hablan de Burundi.

 

“Traficantes de esperanza”; en: Diario de Jaén, Jaén, España, 4 de noviembre,  1996, p. 16.


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