Estrellas y erizos

25 09 1996

Los arrecifes costeros del Caribe, albergan un erizo negro de larguísimas púas, capaces de taladrar la gruesa suela de goma de unas zapatillas. De modo que si vas a disfrutar del arrecife, donde el agua es más limpia que en los arenales, no basta echarte al mar calzado para evitar el punzonazo. Hay que pisar con suma cautela, y de ser posible, limpiar entre dos o tres el area más peligrosa. Esto explicará que sienta por los erizos una especial aversión, y que me encanten las estrellas de mar, no por ornamentales, sino porque se meriendan los erizos con púas y todo.

Pero resulta que las estrellas de mar, salvo para los dueños de boutiques que las venden disecadas como souvenir, no tienen utilidad alguna. Mientras, un equipo de investigadores del Instituto Marino de Biomedicina de la facultad de medicina de Sapporo, en la isla japonesa de Hokkaido, ha descubierto que los intestinos del erizo de mar contienen una sustancia capaz de matar las células cancerígenas ─confiemos en que no arramble de paso con las otras─. En diez años, afirman, esas sustancia podría constituir la base para un nuevo fármaco.

De modo que al cabo, y por vías imprevistas, vienen a cumplirse los axiomas de mi abuela: «la letra con sangre entra», «la medicina que sabe a rayos y el remedio que duele, son los que te curan». Indulto en mi memoria a los erizos que asolaron mi infancia (todo sea por la ciencia y la salud humana) y exhorto a las estrellas de mar a procurarse una dieta más balanceada, y que venga, sobre todo, en un envase más amable.

 

“Estrellas y erizos”, en: Diario de Jaén. Jaén, España.  25-9-1996 p. 27

 


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