Cuando un oído recibe el impacto de la palabra poema, avisa inmediatamente al cerebro para que conecte el canal filosofante, melancolicoide y evocador (como los canales de Venecia). En cambio, cuando un oído recibe la palabra jodema, no sabe qué sugerencia hacer al cerebro, y sólo le comunica que se las arregle como pueda. De modo que la recepción del jodema se convierte en un asunto para cerebros de perfil ancho, con mucha iniciativa.
Si intentáramos una jodética (o arte jodética) a partir del jodema, obtendríamos una definición por exclusión: el jodema no es un poema, no es un chiste ni un tratado filosófico. Un jodema es la manifestación objetiva, material y fuera de nuestra conciencia de eso que se ha dado en llamar jodesía. Es cuando un jodeta recibe la visita de alguna musa que lo incita —si lo excita no era musa— a la jodetización durante horas, y quizás durante meses si los jodemas son de largo alcance o por entregas.
Un buen jodema debe limitarse a la sonrisa cómplice, a la sonrisa interior —como el monólogo interior, pero más divertida—, a la sonrisa aspirada, cuando no se pronuncia, o a la sonrisa cerebral, la más recóndita. Pero siempre, aunque sea dos meses más tarde, el jodema surte su efecto. Cuando transcurren veinte años y el jodema aún no ha dado resultado, es que era malo. Se recomiendan jodemas de acción rápida.
El jodema puede tratar de cualquier cosa siempre que no deje de ser un jodema. Si por razones temáticas dejara de serlo, es que de ningún modo lo era. Ni lo intente de nuevo.
Hay jodemas que no parecen jodemas, pero también hay globos que parecen condones y ningún niño se confunde. En contraste con el globo, el jodema debe ponerse en las neuronas. Conociendo su talla de cerebro, adquiera el jodema adecuado. No siempre se admiten devoluciones.
Una relación de ilustres jodetas sería imprecisa, dado que la mayoría de los jodetas no alcanzaron la fama, o la alcanzaron disfrazando de otras artes sus jodemas. Y nos llevaría varias páginas. Un bodrio incompatible con las normas elementales de la jodesía.
Berkeley, Hume, Malthus, Shopenhauer y Nietsze reconocen que uno de los rasgos que distingue al hombre de los restantes animales es su capacidad de jodetizar al prójimo. Por eso los niños, adultos en fase de materia prima, son la jodesía misma. Lástima que al adultecer se nos olvide.
“Jodema”; en: Somos Jóvenes, La Habana, 1993, p. 5.
Deja una respuesta