El fracaso de una ensoñación descabellada

31 03 2024

Cubaencuentro. 26/03/2024

https://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-fracaso-de-una-ensonacion-descabellada-343715

 

Cuando oímos hablar del “hombre nuevo”, nos viene de inmediato a la memoria El socialismo y el hombre nuevo, de Ernesto Guevara (Ed. Siglo XXI, 1977), donde anuncia que la juventud “es la arcilla maleable con la que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores” (p. 14) y reafirma que “el hombre del siglo XXI es el que debemos crear”  (p. 13).  Pero el concepto del hombre nuevo no es nada nuevo.  

En la antigua Roma, el Senado y el Consulado estaban restringidos a los patricios. Cuando los plebeyos pudieron acceder a esas dignidades, se denominaron novi homines. A medida que los plebeyos se atrincheraron en las instituciones, se convirtieron en hombres viejos que bloqueaban el paso a otros novi homines. Tanto es así que en el 63 a. C. Cicerón fue el primer homo novus en más de treinta años. Cualquier semejanza con nuestra realidad no es pura coincidencia.

Desde sus inicios, el cristianismo creaba “hombres nuevos” a través del bautismo. Rousseau, Condorcet, Herder, Saint Simon, Fourier, Comte y otros, se refirieron al hombre nuevo desde distintas perspectivas. Y Karl Marx, en La revolución de 1848 y el proletariado, afirmaba: “Nosotros sabemos que para alcanzar la nueva vida, la nueva forma de producción social necesita solamente de hombres nuevos”.

Posiblemente inspirado por un artículo de Max Stirner (1844) Friedrich Nietzsche creó en Así habló Zaratustra el concepto de Übermensch, que se podría traducir como superhombre, como alguien que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior, y genera su propio sistema de valores, siempre que vayan a favor de su voluntad de poder. Este superhombre no se supedita a la “moralidad esclava” a la que son sometidos los débiles por el cristianismo. Ni al control de las pasiones preconizado por Sócrates y, por tanto, a la moral de rebaño de la cultura occidental. Nietzsche señala el carácter transitorio del hombre contemporáneo: “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre”. A pesar de que, en vida, Nietzsche criticó tanto el antisemitismo como el nacionalismo alemán, el Übermensch fue empleado posteriormente por el nazismo para apoyar su concepto de la raza aria superior, semejante al superhombre, cuyo destino sería esclavizar a los Untermenschen, u hombres inferiores.

El primer intento de llevar a la práctica el “hombre nuevo” de Carlos Marx es el homo sovieticus, inefable personaje del realismo socialista que, en la práctica, se quedó en las novelas de Sholojov y en la estatua del obrero y la koljosiana, emblema de las películas de Mosfilm.  El novy sovietski chelovek, la “nueva persona soviética”, sería, según los ideólogos del PCUS, el arquetipo de las cualidades soviéticas: altruista, generoso, colectivista en contra del carácter individualista del hombre viejo, saludable, culto, defensor acérrimo del nuevo régimen, libre de las supervivencias del pasado, “dotado de una nueva perspectiva ética”, según el filósofo soviético Bernard Byjovski, y nada contestatario. Algo que se conseguiría, según León Trotski en su obra Literatura y revolución, al modificar al “perezoso homo sapiens” mediante “complejos métodos de selección artificial en oposición a la selección natural”, y llega a afirmar que “bajo el comunismo un hombre medio podría llegar a ser un Marx, un Aristóteles o un Goethe”. Ingeniería social que se aproxima a la magia. Hay que reconocer que Ernesto Guevara nunca se pasó tanto de rosca. Y ya vimos que los “complejos métodos de selección artificial” incluían el Gulag.

Y como el concepto parece más polifacético que una cuchilla suiza, Franz Fanon hablaba del hombre nuevo que aparecería después de la derogación del hombre blanco occidental como sujeto de la historia. El hombre poscolonial. Por su parte, para el iraní Alí Shariti, el hombre nuevo es el muyahidín, creyente hasta la inmolación.

En cuanto al caso que nos ocupa, ¿qué fue del hombre nuevo de Ernesto Guevara?

Según él “aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones” (p. 8) son el hombre viejo. A ellos se refiere: “cuando la revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales” (p. 12). Domesticados por el ancient regime. “Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas” (p. 6). “Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas (…) su pecado original; no son auténticamente revolucionarios (…) Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original” (p. 14). Es decir, según él, gracias a la acción milagrosa de la revolución, las nuevas generaciones nacerían sin esas taras del pasado, como si se tratara de una viruela burguesa erradicada por una vacuna de marxismo. Y dado que “La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud: en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera” (p. 17), los jóvenes vendrán ya inmunizados de fábrica.

¿Y cómo obraría el nuevo régimen ese milagro? Mediante la acción social y política: “el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca” (p. 8). De modo que el joven, fascinado por los justos ideales de la revolución, se autoeduca para ponerse a la altura. Deja de tener ambiciones, sueños e ideales personales para convertirse en una célula de la nueva sociedad, un pólipo del arrecife socialista. No olvidemos la educación indirecta, aunque no sabemos si se refiere a la policía política y otros medios coercitivos, como las tristemente famosas UMAP, que pretendían fabricar “hombres nuevos” aunque muchos se rompieran definitivamente durante el proceso. Si no te autoeducas, ya nos ocuparemos nosotros: “por un lado actúa la sociedad, individual y colectiva” (p. 6). “Nos esforzaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica”. (p. 17). Lo cual recuerda la frase de Stevenson (el púgil, no el novelista) cuando afirmó que “la técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica”. Pocas veces se puede decir tan poco como Guevara con tantas palabras. Lo increíble es que intelectuales de medio mundo y cátedras universitarias de renombre se lo tomaran en serio.

Y ¿quién educará a esos jóvenes que no alcancen solo con autoeducación el olor de santidad del hombre nuevo? La vanguardia. El partido. Porque los cubanos “ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido” (p. 9), y eso ocurrirá porque la masa “sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo” (p. 9). “La selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción” (p. 9). La vanguardia no solo iluminará el camino con su ejemplo, sino que repartirá premios y castigos. Durante los siguientes años no veremos demasiados premios, salvo los que la vanguardia se atribuyó a sí misma, pero sí muchos castigos. Y el mayor castigo fue el colectivo: “el individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio” (p. 15). “No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior” (p. 15). El problema es que para la inmensa mayoría de la población, la riqueza interior no compensa la miseria exterior. Y eso, por tiempo indefinido, porque el eslogan “el presente es de lucha; el futuro es nuestro” (p. 14) sigue tan vigente como el cartel que colgaban en las bodegas de antes: “Hoy no fío. Mañana sí”. Y nunca se descolgaba. Como la felicidad futurible del socialismo cubano, como el horizonte, mientras más nos acercamos a ese futuro que será nuestro, más se aleja. Por el contrario, Miami siempre queda a la misma distancia. Al final, los cubanos durante seis décadas “marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos”.

Por si la perspectiva de un futuro feliz siempre en fuga no bastara,  esa selección natural de los llamados a ser la vanguardia, el ejemplo a seguir, nos enseñó, entre otras virtudes, el enriquecimiento ilícito, el desprecio por la felicidad y la vida de sus compatriotas, el oportunismo, la crueldad o la estupidez en el mejor de los casos, el nepotismo, la falta de compasión y otras tantas conductas ejemplares que nos entrenaron en la doble moral, la simulación y la paciencia a la espera de nuestra oportunidad para alcanzar ese futuro tangible que nos queda a noventa millas.

Según Guevara, el resultado de ese proceso mágico de producción del hombre nuevo, al que se educa para prescindir de su individualidad en favor de una incierta identidad colectiva, en la perspectiva de trabajar denodadamente y sin otra retribución que su riqueza interior para conseguir un futuro en fuga, será que “el hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor” (p. 10). “Acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismo de dirección y producción (…) Así logrará (…) su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación”. (p. 10). Cuesta creer que, derogadas las libertades refrendadas por la constitución, entre ellas las de expresión y asociación, la prensa libre, el multipartidismo y la democracia, el propio Guevara creyera que el hombre común tuviera la más mínima posibilidad de tener una “participación consciente, individual y colectiva” que no fuera aplaudir.

Cincuenta y siete años después de la muerte de Guevara, abandonado por Castro en la selva boliviana, sus ensoñaciones sin ninguna base científica, ni lógica histórica o sociológica, resultan más descabelladas que los horóscopos de las pitonisas televisivas. Un hombre que presumía de seguir los principios del materialismo histórico y dialéctico, convierte en vaticinios sus propios deseos sin la menor coherencia lógica: Seguir el ejemplo de una vanguardia de incompetentes y oportunistas que han hundido al país sin asumir ni una sola responsabilidad, produciría hombres altruistas y virtuosos. Silenciados y sin medios de participación ciudadana, tendrían una “participación consciente, individual y colectiva” en el destino de la nación. Trabajarían denodadamente sin otra recompensa que una felicidad futurible que sesenta y cinco años más tarde ni está ni se le espera.  

Por eso no resulta nada raro que 425.000 emigrantes cubanos llegaran a Estados Unidos entre 2022 y 2023, a los que se suman decenas de miles hacia otros destinos; el mayor éxodo de nuestra historia. Dado que esa emigración es mayoritariamente joven, podríamos concluir que, el hombre nuevo del siglo XXI está en Miami. Efectivamente, “las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”, creer en la revolución en la que un día creyeron  sus padres.





La ley del peón

16 02 2001

Aquel día de octubre de 1967, mientras miraba a la cámara con la fijeza empecinada de la muerte en los ojos, lejos estaba el alma de Ernesto Che Guevara, de barruntar su rostro reproducido en millones de camisetas y posters, encabezando manifestaciones y consignas de todas las tendencias, incluso las que él habría odiado. Lejos estaba de convertirse en reclamo turístico desbordando los timbiriches de La Habana Vieja. Y más lejos aún de sospechar que 34 años más tarde, la muerte de su guerrilla suscitaría una polémica con sede en Suecia y sucursal en París. Le ronca el mango, habría dicho quizás en su cubano adoptivo.

La controversia comienza el 13 de enero pasado, cuando el diario sueco Dagens Nyheter publica en su suplemento DN. Lördag Söndag un reportaje firmado por Tarik Daleh y Eric Gandini, cuya versión fílmica se difundió por el Canal 1 de la TV sueca cuatro días más tarde. En ambos se defiende la inocencia de Ciro Bustos, a quien se ha tenido durante años por el hombre que, tras su arresto por el ejército boliviano, ofreció abundante información, incluyendo retratos de los guerrilleros, entre ellos el Che. Y se acusa directamente a Regis Debray de haber delatado la presencia de Guevara, desencadenando los acontecimientos que conducirían a su muerte.

Ciro Bustos aduce en el reportaje que los retratos no prueban su culpabilidad, porque en ellos se insertaron dos caras falsas (de Andrés y de Ruthman). También se entrevista a Gary Pardo, jefe de la tropa que exterminó la guerrilla, quien también afirma que Debray fue el primero en hablar del Che.

Por su parte, el agente cubano de la CIA Félix Rodríguez define a Orlando Jiménez Bazán (Cambas), el tercer guerrillero capturado, como “muy reservado”, cosa que lo exime de culpas.

También la hija del Che ha culpado en declaraciones públicas al francés de la muerte de su padre.

Apoyando la tesis del reportaje, René Vázquez Díaz publica el mismo 17 de enero que en el mausoleo al Che en Santa Clara no hay ninguna acusación oficial contra Bustos. Y, curiosamente, el hermano del guerrillero Jorge Vázquez Viaña (Loro), Humberto Vázquez, quien también acusa a Debray en el reportaje, trabajó el año pasado en la campaña por la alcaldía, como político de izquierda, del hombre que dirigía la tropa que mató a su hermano: Gary Pardo.

Pero la cosa no parece estar tan clara: Jorge Castañeda, en su biografía del Che, se refiere a la temprana penetración del aparato urbano de la guerrilla por la CIA ya la ruptura del Che con Mario Monge, lo que le condujo a aliarse con el maoísta Moisés Guevara, incorporando a la tropa a hombres como Pastor Barrera (dícese que soplón, ex policía y narco, un dechado de virtudes), quien desertó junto a Vicente Rocabado al día siguiente de llegar Tamara Bunke con Ciro Bustos y Debray, delatando la presencia de cubanos. Salustio Choque, otro hombre de Moisés Guevara, fue atrapado por el ejército y, al parecer, confesó hasta lo que no sabía. Los tres maoístas sirvieron de testigos de cargo en el juicio contra Bustos y Debray.

Diez días después de la detención de Debray, el 29 de abril, el ejército apresa y tortura a Jorge Vázquez Viaña (Loro), a pesar de lo cual sólo logran que hable timándolo: un agente de la CIA, de origen cubano, se hace pasar por enviado de Fidel Castro, y le sonsaca información confirmatoria de lo ya dicho por los desertores.

En una entrevista ofrecida a la revista Tricontinental en 1998, el Comandante Piñeiro (Barbarroja), quien se ocupó de preparar todas las operaciones cubanas en el exterior durante años, declaró que (a pesar de “las negativas posturas políticas” asumidas por Debray en los últimos años), quien más información ofreció a los militares bolivianos fue Bustos, y que Debray (en contra de lo que se deduce del Diario donde el Che afirmara que el francés “habló demasiado”), sólo reveló una primicia: el carácter continental del proyecto guerrillero guevariano. Algo que cualquier lector de los discursos del Che, sabía sin que nadie se lo confirmara.

En carta a Liberatión, Elizabeth Burgos se refiere a la entrevista que el general Ovando, jefe del ejército boliviano, ofreció a El Diario de La Paz (21-09-1967), donde confiesa que la presencia del Che en Bolivia consta en un telegrama interno del ejército del 24-11-1966, casi cinco meses antes de la detención de Debray y Bustos. Según la misma carta, Debray sólo reconoce la presencia del Che tres semanas después de su arresto, en el mes de mayo, ante las evidencias presentadas por sus captores; mientras Bustos dibuja planos de los escondites donde se encontraba documentación de la guerrilla.

Al parecer, los autores del reportaje ponen el mismo entusiasmo en defender a Bustos que en atacar a Debray. Lo que no queda claro es por qué. Si se trata de esclarecer una verdad histórica, existen muchos argumentos que se han obviado, algunos de tanto peso como las declaraciones de Piñeiro, quien más sabía de todo el entramado guerrillero montado por Cuba. O la información con que ya contaba el ejército boliviano en el momento de la detención de Bustos y Debray. Si se trata de una operación política, todo queda más claro: la retractación de Debray de sus antiguas convicciones duele aún en La Habana. Y más aún su libro Loués soientles seigneurs (Alabados sean nuestros señores), donde tanto Fidel Castro como el Che distan mucho de la imagen que nos ofrecen el poster y el mausoleo. Tampoco se le perdona que fuera Debray quien ayudara a Daniel Alarcón (Benigno), superviviente de la guerrilla y ex-alto oficial de la Seguridad del Estado, a exiliarse en Francia y publicar su Vida y muerte de la evolución cubana.

Es precisamente la lectura de este libro, y la relectura atenta del Diario del Che, lo que nos permite acercarnos a la verdad. Digo: si de eso se trata. En ambos quedan claros algunos hechos:

Por el contrario de lo ocurrido en la Sierra Maestra cubana, donde el Movimiento 26 de Julio se insertó con fortuna en la realidad social, captando adeptos y concitando simpatías; la guerrilla del Che en Bolivia siempre fue un artefacto exótico que jamás ganó el apoyo del campesinado con el que resultaba difícil incluso comunicarse. Desde su instauración hasta su hecatombe, aquella guerrilla fue vista por los nativos a través de un prisma ajeno a cualquier postulado marxista de la lucha de clases: medio milenio de desconfianza indígena hacia todos los blancos. Algo que no ha cambiado tras su muerte: los quechuas no peregrinan a La Higuera para homenajear al ideólogo o al líder de sus reivindicaciones sociales. Acuden a San Ernesto de la Higuera con el hijo enfermo en procura de un milagro. Un Papa tan pródigo en canonizaciones debería pensárselo mejor.

Por otra parte, las continuas referencias del Che al abandono de Manila (La Habana), y la explícita acusación de Benigno, permiten reconstruir paso a paso el destino sellado de una guerrilla naufragando en la selva, en medio de la indiferencia cuando no la hostilidad local, y que envía continuos SOS sin respuesta. Algún día se sabrá con toda exactitud si ese abandono fue negligencia o asesinato. Si se debió a falta de iniciativa —que ni antes ni después faltó a La Habana para manipular sus operaciones encubiertas—, como afirman sus defensores. O de un peón conscientemente sacrificado en el tablero de la política internacional. Lo cual tiene su explicación: La Unión Soviética de Brezniev y de la política de distensión nunca vio con buenos ojos la vocación “trotskista” de la Cuba exportadora de revoluciones. Y el menos grato a Moscú era el Che, tras sus acusaciones explícitas de Argel y su admiración por la China de Mao. De modo que la política de promoción subversiva practicada por La Habana en los primeros 60, era (aunque no exclusivamente, por supuesto) una suerte de venganza por el ninguneo de Krushev a Fidel Castro durante la Crisis de los Mísiles o de Octubre. Tras el fracaso de la ¿política económica? cubana —que concluiría una de sus épocas más “creativas” con la Ofensiva Revolucionaria del 68 y la Zafra del 70—, se produce un gradual acercamiento a la Unión Soviética —en junio de 1967 el Primer Ministro Alexia Rosiguen visita la Isla—, redondeado con el espaldarazo público de FC a la invasión rusa que aplastó la Primavera de Praga en agosto de 1968. Así las cosas, no sería extraño que la negligencia de La Habana haya sido diligente. Como resultado: se perdía un héroe bastante desobediente, se ganaba un mártir —suelen ser mucho más obedientes—, y se complacía a la Gran Madre Rusia Subvencionadora y Petrolífera.

Años más tarde, cuando la 82 División Aerotransportada invadió Granada, FC ordenó inmolarse a los albañiles y peones cubanos que construían un aeropuerto. De nuevo, la Ley del Peón: si Ronald Reagan ve morir heroicamente a 200 constructores casi desarmados, abrazados a la bandera mientras entonan el himno (como proclamó la imaginativa radio cubana), se lo pensará dos veces antes de invadir a los otros diez millones de la Isla. Para su mal, los constructores cubanos no estaban dispuestos a corroborar la contabilidad de FC con su pellejo, y siguieron el ejemplo del oficial enviado por éste para conducirlos al sacrificio: el coronel Pedro Tortoló, quien daría nombre en el imaginario popular cubano a un modelo de zapatillas deportivas, dadas sus habilidades en los tres mil metros con obstáculos.

¿Fue Regis Debray el primero que denunció la presencia del Che en Bolivia? Al parecer, no. ¿Fue Bustos? Posiblemente, tampoco. Pero, ¿importa eso, como no sea para el estrecho círculo de los protagonistas y de los realizadores suecos que han desatado esta pequeña tormenta? No. En su carta de despedida a Fidel Castro, el Che se recrimina por no haber confiado más en él. Ahora sabemos que su desconfianza no era motivo de autocrítica. Al naufragar voluntariamente en la selva boliviana, el Che arrimó a su sien la pistola, un destino que, por otra parte, buscó conscientemente durante toda su vida. Desde Manila apretaron el gatillo.

 

“La ley del peón”; en: Cubaencuentro, Madrid, 16 de febrero, 2001. http://www.cubaencuentro.com/encuba/2001/02/20/1182.html.