Vida de perros

30 05 1996

El mejor amigo del hombre suele serlo en todo momento, incluso, en algunas latitudes, a la hora de satisfacer cierta necesidad fisiológica menos sutil que el ansia de invertir el cariño excedente. Si alguien dijo: “Mientras más conozco a los hombres, más amo a mi perro”, y si hay quienes entre niños y perros prefieren a los últimos, dado que no piden dinero para comprarse juguetes o un jean, y tras un breve entrenamiento se habitúan a despachar sus necesidades al pie del poste de la esquina; también hay gourments que tildan al mejor amigo del hombre de manjar exquisito. El arroz frito de Shanghai, por ejemplo, contiene carne de perro, que cocinada adquiere un sabor parecido al de la ternera (y cruda no tenemos noticias).
En muchas regiones de China, Corea y el sudeste asiático, los perros son altamente cotizados. Hay quien alega que sólo los perros amarillos son comestibles. Aunque otros, menos racistas, aseguran que por dentro todos son iguales. Incluso existen especies de perros destinados sólo a la gastronomía, y granjas especializadas en su cría.
Quizás una de las recetas más apetecibles con carne de perro es la que ofrecen los nagas que habitan entre la llanura de Chindwin y el Valle de Brahmaputra:
Se suministra a un cachorro de perro aceite de ricino u otro laxante poderoso. Ya vacío, se le atiborra con tanto arroz como al animalito le sea caninamente posible comer. Cuando ya ha sido *cargado+, se sacrifica, y sin más trámites, se asa.
El resultado es un apetitoso perro relleno.


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